domingo, 17 de junio de 2018

Dinamarca 1 - Perú 0

El segundo partido del sábado le correspondía otro enfrentamiento nórdico-sudaca, Dinamarca contra Perú. Dinamarca es un habitual en estas citas. Perú, en cambio, perdió la costumbre desde 1982, en los tiempos en los que Sendero Luminoso daba sus primeros pasos acumulando muertecitos. (O sea, una época totalmente analógica lo que para un milennial es contemporáneo con la fundación de Machu Pichu).
Los peruanos saltaron al terreno con la ansiedad de un reo que sale luego de larga estancia en prisión: asesino en serie en Estados Unidos, contrabandista de carne de res en Cuba. Amenazaban con comerse el terreno en un partido de los más intensos hasta ahora. Los peruanos intentaron de todo. Incluso dejarse caer en el área de penalti con elegancia y distinción que el VAR confirmó como pena máxima. Pero llegada la hora de cobrarla Cueva decidió que era mejor entregarle la pelota al público al que todo le debe, patada mediante.
Luego, en el segundo tiempo entre ataque y ataque peruano se coló un gol danés. Un contragolpe rápido y efectivo como venganza de narco. Y prosiguieron los peruanos sus ataques insistentes, llenos de detalles brillantes pero más ineficaces que los antidepresivos de Anthony Bourdain. Y así llegaron al final estos peruanos generosos y esforzados, con la satisfacción del deber incumplido. Porque de seguir así saldrán pronto del torneo. Y sería una lástima.

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