martes, 29 de julio de 2008

Sobre los pruritos del Gran Arquitecto

Me acaba de llegar un mensaje desde Cuba del cual comparto un trozo con ustedes. Los que lo conocen sabrán quién es el remitente pero eso es lo de menos. Siento la tentación de comentar el asunto pero no tengo tiempo y la historia se explica por sí misma. Sólo diré esto: con la masonería en Cuba va pasando como con todo lo demás. Como ocurre con los cerdos a los que se alimentan con sobras de pescado terminan tomando su sabor. Poco a poco por allá todo va sabiendo a lo mismo excepto la gente, cierta gente, que dedica todo su empeño a distanciarse del sabor ambiente.
“Ahora una anécdota simpática y extraña. Resulta que este servidor quería ser masón. Siempre, de niño me llamaba la atención las logias. Hasta que me decidí a entrar. Pues los masones que son unos bautenses pueblerinos, que al parecer trabajan mano a mano con el CDR, dijeron que yo no podía ser masón porque en la cuadra no saludaba a nadie y era poco sociable, además de no participar en nada. Pero el dardo duro fue mi estrecha relación con ciertos personajes mal vistos. En otras palabras que ando con maricones, cosa que es cierta. Al llenar las planillas todas las indicaciones tenían que ver con la tolerancia y la libertad, pero del dicho al hecho ya sabes. Déjame decirte que yo los entiendo, según la lógica si tú no eres maricón por qué tienes que andar con ellos y cómo van a pensar que uno no lo sea si se pasea con ellos a las doce del día por la calzada del pueblo. Al Gran Arquitecto no le gustan los maricones ni sus regiones adyacentes. ¿Sabrá el Gran Arquitecto de la cantidad de maricones que hay en las facultades de Arquitectura de todas las universidades? De pinga asere, yo que pensaba que podría pesar mi palmarés de mujeriego, mucho que pinché (y con gusto) pa´ eso. Nunca pensé ser víctima de la homofobia, necesito desfilar en un gay parade urgente para confirmar mi hombría y solidaridad con esa claque degenerada que son los maricones. Los maricones son como las madres. La única mujer que sirve, es la pura de uno y de los maricones, los únicos que sirven son los socios de uno. Nada, que el gran ojo de la masonería te vigila.”

[Nota a los genéticamente incapaces de captar una ironía: este fragmento está lleno de ellas. Así que evítense las acusaciones de homofobia y así me evitarán los sarcasmos sobre su incapacidad de entender las ironías]

martes, 22 de julio de 2008

Humor en tiempos de cólera


La semana pasada buena parte de la opinión pública norteamericana se escandalizaba con la portada del New Yorker en la que aparecían Obama vestido de musulmán, su esposa de guerrillera Black Panther (o similar) en el salón oval de la Casa Blanca mientras en la estufa ardía una bandera norteamericana y de la pared colgaba un retrato de Osama bin Laden. El debate en cuestión no era sobre la libertad de expresión sino sobre la conveniencia de la portada: la ilustración, concebida para satirizar la visión tremendista que desde parte de la derecha se ofrece del candidato demócrata corría el riesgo de ser malentendida como un ataque a Obama. El candidato alcanzado por el fuego amigo de la prensa liberal de Nueva York. Protestaron por igual los portavoces de la campaña demócrata como desde la republicana, quizás estos últimos curándose en salud de un futuro ataque de un fuego no tan amigo. Años escribiendo humor me han enseñado a no subestimar la torpeza de ciertos lectores que apenas sin transición pueden pasar de “ciertos” a “cientos” o hasta miles y millones de lectores que ven sólo lo que quieren ver independientemente de lo que les pongan delante porque quieren convencernos que en la guerra perpetua con que llevan la vida no hay espacio para sutilezas o la ironía. Obama, inteligentemente, le quitó importancia al asunto aunque la tiene. Ya dije que no estuvo en peligro al menos de momento la libertad de expresión. Lo inquietante de todo el asunto es la inquietud misma de los seguidores de Obama. La imagen con la que se presentaba a Obama en The New Yorker no era pese al extremismo de los símbolos lo suficientemente ridícula como para descartarla como ataque. Con algunos retoques se parecería demasiado a la imagen que muchos seguidores de Obama quieren tener de este. Me explico. Quitando el fusil que lleva su esposa a la espalda y sustituyendo el retrato de bin Laden por el del Che Guevara y el turbante de Obama por una kuffiya palestina se obtiene más o menos el retrato ideal de los que quieren ver en Obama al Mesías Encubierto de la Verdadera Revolución Norteamericana con la que sueñan. Cualquiera con un poco de sentido común (empezando por propio Obama) sabe que eso destruiría las posibilidades electorales del demócrata, peligro que éste ha conjurado distanciándose de todos los que quieren arrinconarlo hacia un extremo (ya sea Farrakhan o su propio reverendo)y ofreciendo un lenguaje moderado y tranquilizador.
Por otro lado hoy se cumple el primer aniversario de la recogida de la edición de El Jueves por injurias a la casa real española, evento que celebraron los de la publicación con un poster que es una ligera variante de la portada que sacaron hace un año.
Aquello si significó un ataque a la libertad de expresión y saludamos a los de El Jueves por su persistencia en la difícil tarea de resultar incómodos. Para el humor todos los tiempos son difíciles. Pero ninguno lo suficiente para quedarse callados. Si quedan dudas mirar ver este video sobre la kale borroka en Euskadi. Para hacer humor nunca va a ser el momento oportuno pero casi en cualquier circunstancia es necesario.

Los extremismos del cheerleader


Ya Armengol está en campaña. Hace unos días publicó un artículo titulado “Por un nuevo anticastrismo” que no es más que el pistoletazo de salida que cada cuatro años emprende el escribidor del Herald en apoyo al partido de sus sueños. No me parecería mal si Armengol no disfrazara su campaña de análisis crítico y objetivo del exilio cuando en realidad es parte de su cíclico desempeño como cheerleader demócrata. “Batistianos por McCain” es el lema de la campaña descalificadora que lanza Armengol contra el candidato republicano tratando de disimular lo evidente: que los pocos batistianos que quedan votarán por McCain porque no hay Dios que los haga votar por otro partido que no sea el republicano como mismo Armengol no votaría por otro partido que el demócrata. Y que por fortuna ambos candidatos han llegado hasta donde están a pesar (y no gracias) de las maquinarias de sus respectivos partidos. La disyuntiva que enfrentamos hoy es preferible a la de hace cuatro años cuando a los que no resistíamos a Bush no teníamos otro remedio que votar por Kerry, y viceversa. Son Obama y McCain lo más parecido a candidaturas independientes y eso ya representa una ganancia significativa como síntoma de los tiempos que corren. Hay mucho que debatir, empezando por las inconsistencias que ambos candidatos ofrecen en sus respectivos programas pero se merecen un debate algo más serio que decir que McCain es el candidato de los batistianos o que Obama lo es de los antiamericanos. Ambas afirmaciones sin dejar de ser ciertas (hay que ver el entusiasmo que despierta Obama en los antiamericanos de todo el mundo) tratan de empujar a los extremos del espectro político norteamericano a candidatos que han llegado a serlo justamente tomando distancia de esos extremos pero seamos serios: ni McCain es Bush ni Obama es el Che Guevara aunque algunos de un extremo y de otro preferirían verlo así.

[Respecto a la Florida la disyuntiva es algo más clara: los Díaz Balart no pueden desentenderse de sí mismos mientras que Raúl Martínez y Joe García pueden anunciarse con cierta credibilidad como opciones de cambio]

lunes, 21 de julio de 2008

Pegada

El boxeador guantanamero Yuriorkis Gamboa dio una exhibición de contundencia en su pelea con Al Seeger al noquearlo a los dos minutos del primer asalto. Hay que notar que su rival era de los que tiene tendencia a la horizontalidad, es decir, que se halla más a gusto acostado en la lona que parado sobre ella pero lo cierto es que este K.O. ha dejado impactados a los comentaristas (aunque menos que a Seeger como se puede ver en el video de abajo donde aparece la pelea completa).

miércoles, 16 de julio de 2008

Comerciales


La distribución de mi libro “¿Qué pensarán de nosotros en Japón?” empieza muy lentamente a hacerse efectiva. En España ya algunos lectores me informan que pudieron adquirirlo en tiendas grandes como Fnac o La Casa del Libro tanto en Madrid como en Barcelona mientras otro se me queja que no pudo adquirirlo en Mallorca. En cuanto a internet todavía no puede encontrarse en amazon.com pero en cambio puede adquirirse aquí, aquí y aquí. Lo que no me queda claro es si hacen envíos fuera de España. Haciendo la búsqueda también me enteré que el libro ha sido propuesto para el Premio Setenil al Mejor Libro de Relatos Publicado en España. Como quiera que entre los aspirantes al premio hay autores tan conocidos como Quim Monzó, Enrique Vila-Matas y es un premio que hasta ahora sólo han ganado escritores españoles (espero que los catalanes no se ofendan) y que por tanto tengo tantas posibilidades de ganar como un negro en una competencia de bronceado asumo que el sólo hecho de estar compitiendo es una muy buena noticia.

viernes, 4 de julio de 2008

4 de julio en Miami


Aquí les presento un texto mío que acaba de aparecer en Encuentro en la Red.
4 de julio en Miami
(Texto patriótico para ser leído al calor de un no menos patriótico barbiquiú)
Nos reunimos hoy en la patria de Washington, de Jefferson, de Lincoln y de ecologistas que gastan más electricidad que toda Centroamérica para celebrar este día con el mismo espíritu de libertad que en 1776 pero con mucho más colesterol (Aplausos). En esta fecha se juntan perros calientes, costillas y churrascos con nuestros aliños más autóctonos -cortesía de Goya- para celebrar la independencia norteamericana de Inglaterra que es también nuestra independencia de las mesas redondas, los trabajos voluntarios, los días de la defensa y sobre todo la independencia de nuestras suegras y suegros (Gritos de “No todos, no todos”). Pero aunque hoy aquí en el exilio parezca que lo tenemos todo sabemos que necesitamos algo más que comida y bebida en abundancia. Necesitamos algo que nos eleve el espíritu como la silicona eleva ciertas partes de nuestras mujeres (Gritos de “No todas, no todas”). Necesitamos de algo realmente inspirador y no me refiero a un descenso en el precio de la gasolina. Necesitamos, en fin, un buen discurso. Un discurso que nos recuerde quienes somos, de dónde venimos y por qué pensamos quedarnos aquí todo el tiempo que sea necesario. Y es que ante las difíciles circunstancias en que nos encontramos en estos momentos lo mejor que podemos hacer es buscar inspiración en el pasado de nuestro país natal (Risas). A diferencia de los norteamericanos que cuando se les dice “Lincoln” sólo piensan en un carro que gasta muchísima gasolina los cubanos rendimos culto a la historia de nuestro país. Todos los 13 de marzo se ataca el Palacio Presidencial, todos los 26 de julio se asalta el Moncada, todos los días santiagueros, guantanameros, holguineros, tuneros y granmenses imitando a Gómez y a Maceo emprenden la invasión de Oriente a Occidente mientras un par de pichones de gallegos les impiden el paso. La comida es tan abundante como cuando Weyler y el transporte funciona igual que en tiempos de Guamá. Cada semana algún europeo descubre a Cuba y dice que es la tierra más hermosa del mundo y sus aborígenes más sanos que los de ninguno otro lugar. Eso no quiere decir que todo esté estancado en el pasado porque hay cosas que cambian. Gracias al constante flujo migratorio hacia el exterior Cuba ha pasado de ser La Llave del Golfo a convertirse en El Salidero del Golfo. Antes el árbol nacional era la palma y ahora es el marabú que es más bajito pero más resistente, justo como es el espíritu del pueblo cubano. Y si años atrás el tocororo era el pájaro que representaba a la fauna patria en la actualidad el ave nacional es Miguel Barnet* que no tiene tantos colores pero sí más plumas y hasta un perrito pekinés. En el exilio tampoco nos quedamos atrás. Hace unas semanas se reeditó en tierras mexicanas aquella famosa hazaña conocida como el rescate de Sanguily: treinta y cinco balseros rescatados sanos y salvos de las garras de las autoridades de inmigración. Ese hecho quedará en las páginas de nuestra historia como el rescate de Sanguily Thompson en honor a las armas usadas en el rescate o de Sanguily Franklin, en honor a los billetes usados en el soborno. Y hay algo que nos enseña nuestra historia patria que puede guiarnos en los momentos más difíciles como estos que afrontamos en estos días y es que no importa lo desesperada que parezca una situación que los cubanos siempre encontraremos una manera de empeorarla y si hace falta hasta aplaudimos (Aplausos). Por eso quiero despedirme con un grito de combate que nos ahorrará muchos sinsabores ¡Apaguen la candela que se queman las costillas! (Ovación y gritos de “¡Apáguenla!”, “¡Apáguenla!”)

* El gran ornitólogo cubano Reinaldo Arenas clasifica esta especie como loca regia: “La loca regia es la loca que por vínculos muy directos con el máximo líder o una labor extraordinaria dentro de la Seguridad del Estado o por cosas semejantes, goza del privilegio de poder ser loca públicamente; puede tener una vida escandalosa y, a la vez, ocupar enormes cargos, viajar, entrar y salir del país, cubrirse de joyas y de trapos y hasta tener un chofer particular" (Antes que anochezca, pp. 103-104).

Cita a ciegas con el futuro: La conexión polaca de Virgilio Piñera (II)

La opacidad de la experiencia totalitaria permitió a Piñera asumir sin suspicacias la Revolución Cubana de 1959 a pesar de los cínicos consejos que le dirigiera Gombrowicz en las primeras semanas del triunfo revolucionario: "¿Qué tal el embriagador aire de libertad y el fervor patrio? Aprovechen para condenar a los infames y alabar al gran jefe." Por dos años la Revolución pareció derrocar el miedo de Piñera ¿No era aquella una revolución para los humildes? Piñera podría enumerar su larga familiaridad con el hambre y las precariedades, o la cantidad de trajes que tuvo que empeñar en el pasado para pagarle al impresor que publicaba una de sus revistas. ¿Acaso la Revolución no venía a destruir un orden que siempre había visto como insufrible y patético y que había ridiculizado en casi todos sus textos? Piñera no había luchado con las armas en la mano pero su obra se podría ver como precursora de un arte revolucionario. Su hoja de servicios como artista contestatario del régimen de puesto –aunque muy lejos de la oposición política- tenía una sola mancha y esta era precisamente Los Siervos. Por ello en una entrevista ficticia con Jean Paul Sartre en 1960 a la pregunta “¿Cómo justificaría a su pieza Los Siervos?” Piñera responde.
Comenzaré por desacreditarla, y con ello no haré sino seguir a aquéllos, que con harta razón, la desacreditaron. A pesar de ser un hijo de la miseria, me daba el vano lujo de vivir en una nube... Por otra parte, el ejemplo de la Revolución rusa seguía siendo para mí un ejemplo teórico. Fue preciso que la Revolución se diera en Cuba para que yo la comprendiese.

Si todos debían sacrificar algo en la obra magnífica de la Revolución –si algunos habían perdido la vida, un amigo o un brazo- no creo que a Piñera le temblara el pulso al deshacerse de Los Siervos y al hacerlo debió creer estar a la altura de las nuevas convenciones, del nuevo sentido común que imponía la Revolución. Dejándose llevar por ese sentido le advierte a su Sartre imaginario sobre el destino del descreído protagonista de La nausea: “Frente a un tribunal revolucionario Roquentín sería fusilado en el acto”. Un año después, cuando con motivo de la censura al documental PM Piñera manifiesta su preocupación por la posibilidad de que el Gobierno vaya a dirigir la cultura no invoca la libertad de expresión o los derechos individuales, conceptos que pertenecían al vocabulario del antiguo régimen. El escritor parece asumir sin dificultades las convenciones del nuevo sistema (sólo tienen derecho a opinar aquellos que se sientan identificados con la Revolución) cuando tras anunciar su preocupación le dice al primer ministro: “Así, como dijo el compañero Retamar, aquí no hay ningún compañero contrarrevolucionario. Todos estamos de acuerdo con el Gobierno y todos estamos dispuestos a defender y a morir por la Revolución, etc, etc. Pero esa es una cosa que está en el aire y yo la digo. Si me equivoco, bueno, afrontaré las consecuencias”. Sin embargo en la asunción de esos nuevos modales pueden notarse ciertas fallas como esa simpática paradoja de “compañero contrarrevolucionario” o en ese “etc, etc” que denota más que la disposición real a estar dispuesto a morirse por nada la aceptación de una nueva convención retórica, un nuevo lenguaje, un nuevo sentido común.
Aquella reunión concluyó con un discurso del primer ministro resumido en la consigna: “Dentro de la revolución todo contra la revolución nada”. La frase, y a Piñera no le debió resultar difícil comprenderlo, no estaba dirigida a proteger la libertad formal mientras limitaba la libertad política ni se limitaba sólo a la creación intelectual. Resultaba más bien del código genético del totalitarismo cubano. La revolución, ese ente indefinible y cambiante iba a ser en lo adelante la medida de todas las cosas, el espacio en el que podría transcurrir todo lo permisible. Mientras los optimistas hacían énfasis en el “dentro” y en el “contra” pero Piñera no era un optimista. Alguien que siempre se había definido desde el “contra” y el “afuera” sabría que en aquella frase no había conceptos más importantes que los de “revolución” el “todo” y la “nada”. Para Piñera la frase significó el regreso del miedo en una escala desconocida hasta entonces.
Una vez dentro del totalitarismo este debio parecerle irrepresentable a Piñera. A pesar de las predicciones de Orwell dos más dos seguía siendo cuatro (siempre que no se tratara de una estadística oficial) y el sexo, los deportes, las obras de teatro, las bodas y los divorcios, los programas de cocina por televisión y las palabras podían seguir existiendo pero a condición de cambiar de sentido, un sentido dirigido hacia un mismo punto vacío y móvil al que se llamaba revolución. “es una cosa muy seria/ que el mundo tanto se mueva” escribió Piñera en su poema “En el duro” de 1962. El sentido común se iba así transformando en sentido único. Los partidos de canasta a los que tanto se había aficionado Piñera pasaban a ser un entretenimiento burgués y por tanto contrarrevolucionario. Y las palabras sin cambiar de significado alteraban amenazadoramente su sentido: “ya las palabras son balas/ y las miradas hogueras”.
De repente el más revolucionario de los escritores cubanos pasaba a la peligrosa categoría de "los escritores y artistas que sin ser contrarrevolucionarios no se sienten tampoco revolucionarios". Piñera empezaba a ser visto como desfasado, anacrónico, culpable del pecado original de que hablaba el Che Guevara que no era otro que el de ser portador del sentido común del antiguo régimen por mucho que se hubiera empeñado en desequilibrarlo. Piñera, de acuerdo con la metáfora botánica que había empleado Guevara en su famoso texto “El socialismo y el hombre en Cuba” era un olmo en el que habría que injertar perales. O como en la algo menos famosa anécdota protagonizada por Guevara en presencia de Juan Goytisolo: un maricón que no merecía ser leído.
Piñera se veía enfrentado no sólo al anacronismo que representaba su obra con respecto al nuevo ideal de arte revolucionario sino frente a una realidad que había abolido ciertos problemas y presentaba otros totalmente distintos. Un anacronismo no muy diferente del que le achacara a Gombrowicz su compatriota Czeslaw Milosz en una carta de 1953: el actuar a veces “como si Polonia hubiera sido barrida por una catástrofe lunar y tú vinieras con tu revulsivo para una Polonia inmadura y provincial de antes de 1939 (...) Es un problema difícil que se basa en el hecho de que el marxismo elimina ciertos problemas (mediante el mismo principio de que el bombardeo de una ciudad elimina disputas matrimoniales, preocupaciones sobre el mobiliario etc.)” (Diario.15). No especialmente interesado en el proyecto de horticultura del Che Guevara de dedicarse a producir peras para la nueva sociedad, Piñera regresó a los mismos temas que lo habían obsedido durante su carrera: representar “la rebeldía contra las fuerzas oscuras que cada hombre lleva en su ser” y dar cuenta de la fricción entre individuos y sociedad, entre espacio público y el privado. A Piñera Europa Occidental, Estados Unidos o América Latina le ofrecían pocas herramientas para representar las manifestaciones particulares del totalitarismo caribeño. Por otra parte, y por razones que no creo necesario mencionar, el bloque soviético no era muy prolífico en tales representaciones. Fue en Polonia –uno de los hermanos países socialistas donde el totalitarismo se manifestaba con menos rigor- donde Piñera volvió a encontrar referencias afines, un espacio en el que el sentido común totalitario había desplazado al del antiguo régimen. La evidencia más clara de este encuentro es la edición que hizo Piñera de una antología de Teatro del absurdo. En esta selección junto a figuras consagradas a nivel mundial como Samuel Beckett, Eugene Ionescu y Harold Pinter incluye dos piezas en un acto del dramaturgo polaco Slawomir Mrozek. Tanto la elección del autor como de las piezas (Karol y En alta mar, ambas de 1961) no ofrecen muchas dudas sobre su intencionalidad. Por una parte cumplían con el requisito de haber sido escritas por un representante del campo socialista. Pero no era un representante cualquiera sino uno –como Piñera se encarga de aclarar en la nota biográfica del autor- que había arremetido “con toda su fuerza contra las bases de la convención en el fondo burguesa, del drama de los años 1949-1956”. Nótese que esa alusión al “drama de los años 1949-1956” es un circunloquio para referirse al realismo socialista. Por otra parte, y aunque de manera muy discreta, las obras elegidas funcionan perfectamente como parábolas del establecimiento de un régimen totalitario. Lo que en occidente se veía como una ruptura con las convenciones y el sentido común en los países del socialismo real se percibían como cuidadosas analogías del funcionamiento del sistema. La pieza Karol es especialmente interesante en cuanto tiene no pocos puntos en común con La niñita querida obra escrita por Piñera un año antes de la publicación del Teatro del Absurdo. En Karol se cuenta la historia de la visita a un oftalmólogo de un padre y un hijo. El hijo le informa que su ancianísimo padre quiere hacerse unas gafas para poder dispararle con la escopeta que lleva al hombro a Karol. No sabe quién es Karol porque nunca lo ha visto pero está seguro de que en cuanto el padre lo vea lo reconocerá y lo matará en el acto. Entonces cree reconocer en el oftalmólogo a Karol y luego de una tensa escena en que este, aterrado, trata de convencerlos de que no es Karol y ni siquiera sabe de su existencia para salvar la vida termina diciéndoles que Karol es cliente suyo y está a punto de llegar. Al llegar el cliente el padre lo mata y luego el oftalmólogo y el hijo llegan al acuerdo de que cada vez que aparezca un nuevo Karol en la consulta el oftalmólogo les avisará para que el padre y el hijo vengan a eliminarlo.
La obra de Piñera La niñita querida también está dominada por la presencia de un arma y la intimidación que produce. El arma es empuñada en este caso por una niña a la que su familia ha educado con esmero y adulación excesivos. Sin embargo la niña Flor de Té (un nombre que aborrece ya que prefiere el de Berta, su madre) en lugar de convertirse en pianista como es el deseo de los suyos prefiere disparar con su ametralladora “hasta que se le caiga el brazo”. En la fiesta de cumpleaños molesta por su nombre y renuente a que le quiten el arma ametralla a toda su familia. La última escena presenta a Flor de Té ya adulta con su hija a la que le da un ataque porque no le gusta el nombre que le han puesto (Berta) sugiriendo el reinicio de un terrible círculo vicioso.
Los parecidos, la complicidad entre ambos textos son obvios. Ambos utilizan contextos típicamente burgueses (una consulta de oftalmología o una fiesta por los quince años) a los que la violencia hace estallar con la atemorizada complicidad de las víctimas. Alegorías muy discretas que utilizan las convenciones del teatro del absurdo para facilitar el encuentro entre el sentido común liberal y el del totalitarismo y los mutuos malentendidos que generan un nuevo sentido como muestra este fragmento de La niñita querida:
BERTA: […] ¿En qué mundo tu vives Pancha? ¿No sabes que la metralleta es el arma de los gángsteres?
PANCHA: Será el arma de los gángsteres pero cuando un desfile militar yo veo que los soldados las llevan.
BERTA: Son otras metralletas y las usan para la defensa del territorio nacional. Pero los gángsteres las usan para matar gente.
FLOR DE TÉ: Mami, Paquito no es un gángster. (…)
BERTA: Entonces será un defensor del territorio nacional.
FLOR DE TÉ: No mami. Tiene mi misma edad y va al tiro al blanco.
BERTA: Pues es un pichón de gángster.

Ya fuera por coincidencia o influencia entre las piezas de Mrozek y las de Piñera hay un fondo común de complicidad, complicidad que compartirían sus respectivos públicos de tener acceso a ellas. Esta última conexión polaca debió confirmarle a Piñera que el totalitarismo no era inexplicable del todo y de que en su nueva experiencia no estaba completamente solo. Este último eslabón de su conexión polaca le sirvió a Piñera para traducir un mundo que se le iba haciendo progresivamente extraño a su propio sistema de absurdos, rebeldías y círculos viciosos.

jueves, 3 de julio de 2008

Cita a ciegas con el futuro (I)


La semana pasada estuve en Puebla. Fui a un congreso de literatura donde presenté una ponencia sobre Virgilio Piñera y la influencia que tuvieron en cierta zona de su obra ciertos escritores polacos. Lo que les presento a continuación es una versión muy reducida del trabajo original peor que les puede dar una idea de los principales temas que estuve trabajando en relación a la idea no explícita de que los parentescos literarios deben buscarse a veces en los lugares menos esperados y que se forman a veces menos por la pertenencia a ciertas tradiciones que por el enfrentamiento a problemas comunes. Esta noche les pongo la segunda parte.

Cita a ciegas con el futuro: La conexión polaca de Virgilio Piñera
El principio activo de estas páginas son las preguntas que me provocara la lectura de una obra de teatro de Virgilio Piñera que fuera rechazada dos veces por su autor –la primera en un artículo en 1960 y la segunda al excluirla de la edición de su Teatro Completo en ese mismo año. Todavía sería negada una tercera vez por el encargado de la nueva edición del Teatro Completo (2002). ¿Por qué -y esta sería la primera pregunta- insistir entonces en una obra que ha sido negada tres veces?
Los Siervos, obra publicada en la revista Ciclón en 1955 cuenta la historia de la anómala rebelión de Nikita Smirnov, filósofo oficial del partido en un mundo en el que ha triunfado la Revolución mundial comunista y “Toda la tierra y todos los hombres están comunizados”. Es entonces, “cuando se ha llegado a la cima del mejor de los mundos” que el filósofo del partido decide rebelarse de la única manera que es posible en un mundo en el que todo tipo de explotación y opresión ha sido oficialmente eliminada. Nikita, el filósofo, ha decidido declararse siervo y anda en busca de un amo que le propine patadas en el trasero. Tan servil gesto llena de preocupación a las más altas esferas del Partido Comunista. “¿Pero quién tomaría las armas contra la felicidad?” se pregunta Kirianin, general del ejército a lo que responde Nikita con el argumento último de la libertad individual allí donde la felicidad es una obligación social: “no me place la felicidad colectiva. Prefiero la felicidad personal de ser el humildísimo siervo de tan grandes señores”. La rebeldía de Nikita no apela a la violencia o más bien consiste en ofrecerse como blanco de ésta pero su servilismo conlleva una firmeza reservada para los grandes heroísmos. Por declararse siervo está dispuesto a morir. Es el momento de hacerse una segunda pregunta: ¿por qué escribe Piñera en 1955 una obra tan alejada de sus temas habituales y de su propia experiencia? Es tentador ver en Los siervos un texto profético que predice el fenómeno totalitario tal y como se implantaría en el propio país del autor y al mismo tiempo anticipa la rebeldía débil que ciertos intelectuales -pensemos en el caso del propio Piñera- le opusieron. Como las profecías son en sí inexplicables intentemos otro acercamiento. De todas mis sospechas sobre el origen de esa obra la más verificable es la relación que estableciera Piñera con el escritor exiliado polaco Witold Gombrowicz a su llegada a Buenos Aires en 1946. Mucho se ha hablado de la presencia de Piñera en la traducción al español de Ferdydurke. Bastante menos de la influencia que pudieron tener el uno en el otro más allá de aquella colaboración. Más que por los comentarios que dejaron los autores sobre aquella experiencia es en la propia obra de ficción de ambos, anterior y posterior a aquella colaboración que podemos sopesar su afinidad e influencias mutuas. Había mucha más afinidad entre ellos que su condición de expatriados; o la libre asunción de sus sexualidades; o su marginalidad compartida respecto al campo literario en el que se habían formado; o el lugar excéntrico que ocupaban en relación a sus respectivas tradiciones literarias. La distancia geográfica y cultural entre Cuba y Polonia se disolvía en la común condición de ser culturas nacionales problemáticas y subalternas. “Ferdydurke -declara Piñera en un diálogo radial con Gombrowicz- nos abre el camino para conseguir la soberanía espiritual, frente a las culturas mayores que nos convierten en eternos alumnos. Mi trabajo literario persigue el mismo fin y creo que aquí nos encontramos –Polonia, la Argentina y Cuba- unidos por la misma necesidad del espíritu”. Pero por si fuera poco Gombrowicz le traía noticias frescas a Piñera sobre las dos variantes del totalitarismo que se habían impuesto sobre la nación polaca en los años anteriores: el nazismo y el comunismo. No es arriesgado suponer que Piñera estuviera especialmente dispuesto a prestar atención a informaciones de ese tipo. Los miedos, las fobias, el chovinismo furioso y vulgar y el entusiasmo por el absurdo que habían estado bajo el constante examen en su literatura cobraban a través del totalitarismo un sentido brutal y pesadillezco y al mismo tiempo, literal. En los textos que escribió Piñera desde entonces es fácil constatar su atracción por el comunismo como tema literario. Éste le ofrecía la posibilidad llevar hasta el absurdo las restricciones y convencionalismos que condicionaban la existencia de los individuos en la sociedad burguesa así como los contrasentidos de los proyectos de emancipación que se ofrecían transformarla radicalmente.
En su libro Totalitarianism and the modern conception of politics el teórico Michael Halberstam rechaza la idea de sociedades fundadas en órdenes ideales objetivos y apela al concepto de sentido común no universal “que emana de entendimientos y compromisos compartidos por cada sociedad”. En cambio –sigue diciendo Halberstam- el totalitarismo tiene la capacidad de conseguir un total condicionamiento de sus sujetos y de destruir toda comunidad, toda experiencia compartida y todo entendimiento compartido. En ese sentido Halberstam percibe el totalitarismo en sus diferentes representaciones occidentales como una proyección de los temores de las sociedades liberales sobre su propia capacidad para proteger al individuo como sujeto autónomo mas que como una comprensión del fenómeno totalitario en sí. De acuerdo con Halberstam el constructivismo cultural “entiende al individuo no como un originador de posibilidades sino condicionado por su particular situación en una comunidad particular y por tanto refleja y reproduce prejuicios que emanan de un orden social dado” (Halberstam.115) Los héroes de Piñera como el barbero Jesús García, como René o como el propio Nikita Smirnov están hechos a la medida de esa impotencia. Rechazan participar o conducir un cambio en el que no creen apelando a la más radical de las rebeldías: la de resistirse a actuar allí donde toda la sociedad los empuja a la acción. Los héroes de Pinera no se rebelan contra un orden político sino contra el sentido común en el que este orden está enmarcado y que lo condiciona y al mismo tiempo es manipulado por ese orden. “Yo no creo en los sueños –dice uno de los personajes piñerianos- pero creo en la fatalidad”.
Considerar Los Siervos solamente como una obra anticomunista o incluso antitotalitaria es reducir buena parte de su sentido. Ciertamente una de las líneas maestras de la obra parte del cuestionamiento del comunismo como proyecto de emancipación. La conversión de Nikita en siervo no sólo contradice la anulación absoluta de toda explotación sino que delata su encubierta persistencia en el nuevo régimen. No obstante la obra intenta algo más que exponer los contrasentidos del comunismo. Con Los Siervos Piñera enjuicia el comunismo desde el sentido común liberal según el cuál la explotación y el deseo de dominio son consustanciales a la condición humana de manera que cualquier proyecto emancipatorio concluirá convirtiéndose en un nuevo sistema de dominio de unos hombres sobre otros. Al respecto Orloff, uno de los dirigentes del partido concluirá:
Orloff: Una vez instaurada la república de los siervos, estos por puro espíritu de emulación se esforzarán por devenir señores. (Pausa.) No, nada de eso sirve de nada. La única verdad es la que tenemos nosotros: un Estado comunista con absoluta nivelación social, pero también con siervos y señores, se entiende, unos y otros encubiertos, a fin de salvar la contradicción. He ahí la verdadera igualdad.
El Piñera de aquellos días no le atribuía ninguna novedad esencial al comunismo. Cuando reseña “El pensamiento cautivo” de Milosz (y aquí tenemos el segundo eslabón de su conexión polaca) no reconoce en el totalitarismo un régimen radicalmente distinto: más bien apunta a la identidad que existía entre Este y Oeste en cuanto a su “concepción de la muerte”. No iba, en este sentido, más lejos que su mentor en estos temas, el propio Witold Gombrowicz quien consideraba que descripciones del totalitarismo -como las de su compatriota Czeslaw Milosz- no eran más que una exageración. Gombrowicz rechazaba considerar el totalitarismo como algo extraordinario, nuevo o chocante. “Ese acercamiento es irreconciliable con la madurez que, conociendo la esencia de la vida, no se permite sorprenderse con estos eventos. Revoluciones, guerras, cataclismos –¿qué significan cuando se les compara con el horror de la existencia?” (17). Piñera no pensaba en el fondo de manera muy distinta y en un cuento su protagonista llega a decir una frase cuasi gemela de la anterior: “Mi miedo es mi propio ser y ninguna revolución, ningún golpe de fortuna adversa podrá derrocarle”(168). Escribir Los Siervos no podía hacer a Piñera especialmente consciente del fenómeno totalitario. La brecha entre los sentidos comunes del liberalismo y el totalitarismo de que habla Halberstam sugiere indirectamente la imposibilidad de representación del totalitarismo desde un punto de vista liberal y viceversa. Dicho de otro modo esa diferencia de sentidos comunes no compartidos los hace intraducibles, opacos uno al otro.

miércoles, 2 de julio de 2008

Una buena noticia

No hay noticia que sea buena para todos. En respuesta al rescate de Ingrid Betancourt y otros 14 secuestrados Evo Morales decidió no darse por enterado y dijo que: "Es una muestra clara de las FARC que liberan a los detenidos por conversaciones que empezó el compañero (el presidente de Venezuela, Hugo) Chávez, a quien hay que saludar en todo caso". Hugo Chávez demostró tener algo más de tacto y hasta ahora se ha mantenido en silencio aunque siempre queda por preguntarse por qué no alegrarse por la liberación de alguien por quien tanto se esforzó en buscar su libertad. Un tipo complejo, sin dudas.



Post Data:
El Granma publica la que sin dudas es la nota mas breve a nivel mundial sobre la noticia mientras que el Juventud Rebelde tiene el cuidado de hacer notar lo rozagantes que se encontraban los rescatados y de mencionar su previa condición de secuestrados sólo en una ocasión:
Con gorra y chaqueta de camuflaje, y usando las botas altas de goma de la guerrilla, Ingrid posó para las fotos junto al resto de los liberados, de quienes también destacaba su buena apariencia física y de salud, a pesar de que alguno tenía casi una década retenido.