viernes, 26 de marzo de 2021

Una extraña alianza


El verano pasado fue testigo de una curiosa campaña en favor de la justicia social consistente en el sistemático derribo de estatuas. Curiosa por dos razones.

Una es que todavía no queda clara la relación causa-efecto entre la iconofobia y la justicia social: se pensaría que un movimiento que lucha por los derechos de las minorías tuviera asuntos más urgentes que ensañarse con esos glorificados cagaderos de palomas. Por otro lado, un movimiento que decía luchar contra la discriminación a la hora de elegir el blanco de su rabia iconoclasta demostró ser bastante indiscriminado: lo mismo la emprendió contra estatuas del general proesclavista Robert E. Lee que contra Ulysses Grant, el general que lo derrotó; les daba igual atacar efigies del presidente confederado Jefferson Davis que de Abraham Lincoln.

Si se trataba simbolismos es difícil desentrañar el de ataques que lo mismo se dirigían contra monumentos consagrados a la memoria de esclavistas que a la de abolicionistas. Queda más allá de mi limitado entendimiento encontrarle significado a un movimiento que atacaba lo mismo monumentos dedicados a Luis XVI que a George Washington; o a Thomas Jefferson, al abolicionista negro Frederick Douglass, a la nativa americana Hiawatha, a la virgen María y a Mahatma Gandhi. Esa fiebre de derribos parecía obedecer a la lógica por la que enjuiciaban a Joseph K. en El proceso: lo primero es derribar estatuas, que las justificaciones ya aparecerán. Ya se sabe: quien esté libre de pecado que erija su propio monumento.

De todos los ataques contra el mobiliario público ninguno más curioso que el infligido a un busto de Miguel de Cervantes en el parque Golden Gate, de la ciudad de San Francisco. El daño físico fue relativamente escaso: apenas unas manchas rojas alrededor de los ojos y una pintada en el pedestal que decía “Bastardo”. En cambio, el estrago que este ataque le hace a la lógica y el sentido común es demoledor.

Cervantes, como tengo que explicarle a estudiantes que con frecuencia ignoran hasta su nombre, escribió Don Quijote de la Mancha que es al mismo tiempo la piedra angular de la novela moderna y el mayor monumento literario que conoce la lengua española. Lo más seguro es que los atacantes del busto supieran menos del escritor que la mayoría de mis estudiantes. Les habrá bastado su bigote, su barba y su gorguera de bronce para imaginarlo esclavista, explotador, genocida. Seguramente los vándalos justicieros ignoraban que el busto atacado era el de un impedido físico que difícilmente estaría a favor de la esclavitud pues él mismo la sufrió durante casi cinco años. Tampoco debió importarles. Una vez contagiados con la fiebre justiciera la lógica es lo de menos.

Por si fuera poco, al otro lado del océano, quienes deberían ser más responsables que unos vándalos de parque -me refiero al gobierno español- decidieron quitarle a la lengua de Cervantes la condición de lengua vehicular del sistema educativo nacional. A nivel simbólico equivale a que el idioma de más de quinientos millones de personas termine convertido en su país de origen en lengua provincial. A nivel práctico reduce el castellano a un 25% de la comunicación diaria en las escuelas de media España y el dominio lingüístico de los estudiantes a un nivel que impedirá la comprensión y el disfrute de obras con la complejidad de Don Quijote. El afán justiciero alienta a la nueva ley: el desagravio retrospectivo a todas las lenguas locales arrinconadas en tiempos del franquismo lo pagará la lengua de Cervantes quien, según estas medidas, parece ser un seudónimo de Francisco Franco.

Algo me dice que cuando el escritor James Baldwin dijo que la ignorancia, aliada con el poder, es el enemigo más feroz que podía tener la justicia no pensó en la posibilidad, aún más perversa, de que la justicia buscara como aliado a la ignorancia.

martes, 23 de marzo de 2021

La Gran Depresión y la Guerra Civil de Manhattan*



Por Enrisco

La gran depresión empezó un lunes. El domingo por la tarde los ricos encendían sus puros con billetes de a cien y al día siguiente la Economía amaneció deprimida: no quería levantarse de la cama ni para cepillarse los dientes y pasó horas mirando al techo de la habitación.

En serio: el lunes 28 de octubre de 1929 la Bolsa de Wall Street perdió el 12% de su valor. Le llamaron Lunes Negro. En realidad, ya había pasado algo parecido el jueves anterior, al que también le llamaron “negro” pero los inversionistas confiaban en que la bolsa se recuperaría, se levantaría de la cama e iría al trabajo.

Pero ante la nueva caída todos entraron en pánico. Y el martes la cosa no fue mejor. Falso que manadas de inversionistas practicaran clavado desde los hoteles contra el duro asfalto de Manhattan, pero —tras una leve recuperación— es cierto que desde entonces todos los índices económicos reales cayeron en picada, como los suicidas imaginarios.

A los hispanos no les fue mejor que a los índices económicos. Los que habían llegado por miles ante la promesa de que para ganar dinero bastaba recoger el que andaba tirado por las calles, ahora hacían la cola del comedor de beneficencia.

Los ánimos estaban revueltos. Los recién llegados aprendían inglés en periódicos que llamaban a la huelga.

Nueva York se llenaba de puertorriqueños exiliados que huían de la represión contra los que en la isla pedían la independencia de los Estados Unidos. Nueva York seguía siendo parte de Estados Unidos pero los independentistas no parecían enterarse.

Eran tiempos duros y revueltos, como huevos en un desayuno, pero no dejaban de triunfar las iniciativas públicas o privadas. Entre las últimas está la de Don Prudencio Unanue, español emigrado a Puerto Rico que luego recaló en Nueva York y en 1933 fundó una empresa de importación de alimentos ibéricos con nombre de pintor sordo: Francisco de Goya, el Beethoven de la pintura.

Su empresa terminaría imperando en el mundo de los enlatados con el lema de “Si es Goya, tiene que ser bueno”. Aunque no pinte.

En política la elección del puertorriqueño Oscar García Rivera como representante por el Partido Republicano a la asamblea estatal fue todo un hito: García Rivera se convirtió en el primer nativo de Puerto Rico en ser elegido a un cargo público en Estados Unidos.

Su lema bien pudo ser: “Si es Rivera, tiene que ser boricua”. Pero pocas cosas animaron tanto aquella depresiva década como la Guerra Civil Española que estalló en 1936.

La mayoría de los inmigrantes hispanos se volcó en favor de la República: fundaron organizaciones que se fusionaron en las Sociedades Hispanas Confederadas dedicadas a crear publicaciones como Frente Popular, organizar manifestaciones, recoger dinero y vituallas para la República y reclutar voluntarios que fueran a pelear a España.

Pero no todos en Nueva York estaban con la República: la jerarquía católica irlandesa y los comerciantes españoles afincados en la ciudad apoyaron el alzamiento militar de Franco contra la República.

Los católicos por no apreciar la celeridad con que los republicanos le habían ofrecido pasaporte al paraíso a las monjas y curas españoles.

Los comerciantes por sospechar que con la República a sus negocios no les iba a ir mejor que a los curas y monjas.

Así que en 1937 crearon la Casa de España afiliada con la Falange Exterior y radicada en el Park Central Hotel. Uno puede imaginarse cómo fue la Guerra Civil Española en Manhattan, llena de miradas atravesadas, desafiantes.

Cuando la República al fin cayó ante el avance franquista todavía sus partidarios en la ciudad siguieron preocupados con el destino de los que acá buscaban refugio de la represión de Franco. O respondiendo las miradas atravesadas de los franquistas de Manhattan con otras más atravesadas todavía.

*Tomado de Nuestra Voz

lunes, 22 de marzo de 2021

Bienvenid@S Todes Y Todxs


Habrá empezado como rebeldía particular. Como rechazo a que la norma gramatical oculte a quienes no se sienten representados en el plural masculino. Comprensible, como cualquier rebeldía. Necesariamente exasperada e informe. Deseosa de un cambio que debería producirse en el plano de lo real. Pero luego la rebeldía se convierte en moda. Y de moda va camino de convertirse en obligación, ley, liturgia maquinal. Se sigue maltratando a las mujeres, (o asesinándolas si se cree necesario), despreciando a los homosexuales, marginando a los trans, pero cada vez nos sentimos más cómodos con esa parodia de rebelión que masacra el idioma y el sentido común mientras mantiene las desigualdades intactas. Sospechoso debió parecernos que alguien tan poco respetuoso con los derechos humanos como Nicolás Maduro estuviera tan dispuesto a hablar de “millones y millonas”.

La actual insurrección gramatical parte del discutible principio de que el lenguaje condiciona nuestros comportamientos. De tomarse la aserción bíblica de que “en el principio era el Verbo” con demasiada literalidad y confiar en que los cambios en el habla terminarán modificando nuestras acciones. Suele ocurrir lo contrario: son los cambios en las costumbres los que terminan haciendo inservibles ciertas inercias de la lengua.

Emprenderla contra los pronombres de género en español obedece, sospecho, a cierta equiparación simplista con el inglés. Así, la persistencia endémica del machismo hispano se atribuiría a la distinción genérica de pronombres y adjetivos. Elimínense las marcas de género del idioma —dirán— y las mujeres de Tegucigalpa gozarán del mismo respeto que las de Nueva York. Lo que equivale a suponer demasiadas cosas al mismo tiempo. Como que las neoyorquinas están especialmente satisfechas con la consideración que reciben. O que los pronombres neutros favorecen la igualdad de géneros. Esta última hipótesis padece cuando menos de anglocentrismo agudo: el de suponer que la lógica gramatical del inglés nos hará mejores personas a todos. Hipótesis que ignora que de los diez primeros países clasificados por igualdad de género solo en Nueva Zelanda (en sexto lugar) se habla inglés. O que, además del inglés, tampoco el armenio, el kurdo, el persa, el tagalo o el cantonés hacen distinción gramatical de los géneros. Habrá que preguntarles a las iraníes o turcas si la neutralidad gramatical de sus respectivas lenguas ha mejorado de alguna manera su condición de mujeres. (Si se tiene en cuenta los cuatro primeros lugares en el escalafón de igualdad de géneros son Islandia, Noruega, Finlandia y Suecia sería hasta más lógico suponer que lo que inhibe la misoginia es el frío).

Pero la vida insiste en no ser sencilla. Mientras los beneficios del lenguaje inclusivo son discutibles el daño que se le impone al idioma y a su capacidad comunicativa empiezan a hacerse evidentes. Porque ya no se trata de una rebeldía puntual. A las rebeldes de toda la vida se le han sumado desde imitador@s bienintencionadxs hasta les demagogues de toda la vida. Los que no salieron en defensa de nadie cuando no estaba de moda hacerlo ejercitan su buena conciencia con la nueva calistenia gramatical. Pocas veces una rebelión fue tan poco riesgosa para sus practicantes (o para la realidad que intentaban cambiar) y, al mismo tiempo, más difíciles de entender los memos que circulan por los departamentos universitarios.

Los idiomas no son inmutables, ya se sabe. Basta leer El cantar del Mío Cid tal y como se lo transcribía en el siglo XIII. Pero ese organismo delicado y complejísimo que es el español sirve para que nos comuniquemos más de quinientos millones de personas a condición de que no abusemos demasiado de nuestras libertades como hablantes. Con independencia de nuestras buenas intenciones. Porque el lenguaje inclusivo superará su condición de moda pasajera solo si se convierte en norma. Imaginémoslo, pues, triunfante, definitivo. Cabe preguntarse si valdrá la pena escribir poesía en lenguaje inclusivo. O traducir a este a Sor Juana, a Vallejo, a Lorca, a Mistral o a Pizarnik. Tiene sentido averiguar si la nueva norma hará sus versos más bellos o parecerán aquejados de lepra puritana. Porque la estética es, junto a la utilidad, la prueba de fuego de las innovaciones.

No se trata de oponerse a toda novedad, pero tampoco de sucumbir a la superstición de que las novedades, por el simple hecho de serlo, entrañan mejoras automáticas. Tal y como se practica en estos días, el lenguaje inclusivo recuerda el tiempo decimal que intentaron imponer durante la Revolución Francesa por el que los días tendrían diez horas, las horas cien minutos y los minutos cien segundos; o el juicio por el que en 1918 los revolucionarios rusos condenaron a Dios a muerte y ejecutaron la sentencia ametrallando el cielo de Moscú. Gestos inútiles y ridículos que poco hicieron por la dignidad de causas tan atendibles como el sistema decimal o el ateísmo.

lunes, 15 de marzo de 2021

Breve historia de los actos de repudio


 

Dean Luis Reyes: ¿Cuándo y por qué el castrismo echó mano al mecanismo represivo de los actos de repudio?


Enrique Del Risco: Usar turbas violentas como arma de intimidación es consustancial a un régimen que pretende representar a la totalidad del pueblo, y que solo concibe la oposición y el disentimiento como crimen de lesa patria. Lo que eran exabruptos sociales en ciertos momentos históricos el totalitarismo lo hizo hábito recurrente. Según la lógica de los actos de repudio sus participantes actúan en nombre de todo el pueblo y cualquier exceso que cometan va a la cuenta del pueblo que, como sabemos, es inocente de lo que haga y si existe alguna culpa es de muy difusa atribución. El acto de repudio es la represión de Estado disfrazada de Fuenteovejuna.

Dentro de la propia Revolución Cubana puede verse como antecedente en un hecho del que se habla poco: el mítin al que convocó 19 de noviembre de 1955 en el Muelle de Luz la Sociedad Amigos de la República. El fundador de la SAR, el veterano de la Guerra de Independencia Cosme de la Torriente, buscaba una salida pacífica a la dictadura de Batista y con aquel acto intentaba demostrar la unidad y la fuerza de la oposición. Fidel Castro, que en ese momento se encontraba exiliado en México, dio órdenes al M-26-7 en La Habana de que reventara la concentración pública y eso fue lo que ocurrió. Miembros del Movimiento 26 de Julio lanzaron sillas y obligaron a suspender el mítin a gritos de “¡Revolución!”, “¡Revolución!”. Fue la manera en que el fidelismo dejó bien claro desde el principio que la única solución que iba a permitir para la crisis política creada por el golpe de estado de Batista era la violenta, de la que ellos eran sus principales representantes.

Luego, al triunfo de la Revolución, el nuevo régimen usó profusamente las turbas para manipular juicios (como el del coronel batistiano Jesús Sosa Blanco en la Ciudad Deportiva), silenciar medios de prensa, atacar protestas opositoras (como la que se celebró para protestar por la visita del representante del gobierno soviético Anastas Mikoyán en 1960), controlar organizaciones como la CTC o la FEU, llevar a cabo confiscaciones de propiedades, “depuraciones” estudiantiles, etc.

La justificación del acto de repudio es puro absurdo: en una sociedad sobre la que el Estado tiene un control absoluto la forma de represión más visible supuestamente corre a cargo de la voluntad espontánea del pueblo. En 1980 con la sacudida que representaron para el régimen los sucesos en torno a la embajada del Perú y el éxodo del Mariel los actos de repudio alcanzaron su expresión más masiva y terrible. Las autoridades dieron carta blanca a la gente para que desatara sus instintos más bajos contra los que se iban. En una sociedad tan represiva cuando a la gente le dan la posibilidad de desatarse se desata. Sé de lo que hablo. Participé en aquellos actos de repudio y la única disculpa que encuentro eran mis doce años de entonces. Y no me es suficiente. Conocí directamente un par de casos de dirigentes que intentaron irse y los actos de repudio contra ellos fue especialmente enconados y feroces y controlados por lo que a todas luces eran policías vestidos de civil. De una de sus víctimas -secretario general del sindicato los trabajadores civiles de las FAR- se decía en el barrio que había muerto por la golpiza que recibió frente a los ojos de todos, al salir de su casa. Y a los actos de repudio los sucedieron los llamados procesos de depuración revolucionaria que deben considerarse como actos de repudio bajo techo.

En la segunda mitad de los ochenta se reactivaron los actos de repudio, esta vez contra el incipiente movimiento de derechos humanos. Entre sus víctimas favoritas estaban el asaltante al cuartel Moncada Gustavo Arcos Bergnes y Elizardo Sánchez, ambos fundadores del movimiento pro derechos humanos en Cuba. Recuerdo una tarde que en el autobús en que viajaba por la calle Línea se subió un miembro de la Seguridad del Estado para llamar a los pasajeros a participar en el acto de repudio que se celebraba cerca de allí contra quienes intentaban “quitarles las escuelas y los círculos infantiles a nuestros hijos”. Así de sutiles eran.

Luego en los noventa, cuando los coreógrafos del castrismo comprendieron que iba a ser más difícil movilizar a la gente para que asistiera a los actos de repudio, se sacaron de la manga las “brigadas de respuesta rápida” en la que mezclan civiles pastoreados por ellos desde escuelas y centros de trabajo con represores a sueldo. Todo eso forma parte de la obsesión de hacer creer que no es el Estado el que reprime sino el pueblo enardecido, quien actúa por su cuenta mientras que la policía apenas se limita a evitar que este se exceda. No creo que engañen a nadie (aunque la credulidad del prójimo siempre es materia difícil de calcular) pero insisten en crear esa escenificación de la voluntad popular como si de ella dependiera la existencia del sistema.

En ese sentido el hundimiento del remolcador Trece de Marzo en 1994 puede verse como una especie de acto de repudio en alta mar. Así al menos lo explicó Fidel Castro al dar su versión de los hechos: en lugar de impedir el robo del remolcador mientras estaba anclado en la bahía un grupo de trabajadores del puerto decidió por su cuenta interceptar el remolcador fuera del puerto con chorros de agua en lugar de huevazos o pintadasinjuriosas. Que el remolcador se hundiera con cuarenta personas, incluidos once niños, sería un accidente del que solo se puede culpar a sus tripulantes.

Dean Luis Reyes: ¿Cuáles son sus antecedentes en la historia de las revoluciones y en la historia de Cuba?

Enrique Del Risco: Donde quiera que un régimen represivo existe -se pretenda revolucionario o no- siempre hay necesidad de legitimar su violencia como expresión de la voluntad popular. Quizás estos actos de repudio nunca llegaron a una expresión más alta que durante la Revolución Cultural china. Ese fue el eufemismo con que el régimen maoísta lanzó hordas de estudiantes a reprimir cualquier símbolo del pasado capitalista con humillaciones de profesores, intelectuales y demás “representantes de la ideología burguesa” y la destrucción de todo lo que oliera a cultura Occidental en los que se dieron en llamar “sesiones de lucha”.

Pero el uso de la violencia de masas con fines políticos ha sido muy extendido: desde la Kristallnacht (o “Noche de los Cristales Rotos”) contra los judíos en la Alemania nazi hasta los progromos en la Rusia zarista; desde los linchamientos contra los afroamericanos en el Sur de Estados Unidos hasta los de la Revolución Francesa antes de que se instaurara la guillotina. La Revolución Soviética también conoció su propia variante de linchamiento popular llamada samosudy antes de que la Checa se hiciera cargo del control de la sociedad. Y durante la República Española los curas y monjas católicas fueron perseguidos, humillados y asesinados por turbas en lo que fue el preámbulo de la Guerra Civil. Siempre la brutalidad disculpándose como acto espontáneo pero cuando lo analizas a fondo te encuentras intereses políticos concretos instigando a la violencia. Como en el caso de la reciente toma del Capitolio de Washington por turbas de seguidores de Trump.

En Cuba existen dos ilustres antecedentes. Uno de ellos es la famosa Porra que utilizó el gobierno de Machado para reprimir a los estudiantes con una mezcla de policías y delincuentes. Dicha Porra fue complementada por la Porra femenina -con ese sentido tan caballeroso de la represión que reproduce hoy el castrismo- para la que utilizaban prostitutas capitaneadas por la famosa Mango Macho. En la etapa colonial tenemos como antecedente de las Brigadas de Respuesta Rápida al famoso Cuerpo de Voluntarios que se encargó de aterrorizar a los simpatizantes de la independencia en las ciudades mientras las tropas españolas se batían contra los insurrectos en el interior del país. La brutalidad de los voluntarios terminó escapando del control del propio gobierno español y alcanzó su máxima expresión con el asalto al palacio Aldama, los sucesos del teatro Villanueva y sobre todo con el fusilamiento de los estudiantes de medicina, hecho que terminó siendo una vergüenza para el propio gobierno español y que los cubanos no dejaban de recordar cada vez que podían, incluso en tiempos de la colonia.

La novedad de los actos de repudio en la Cuba actual consiste en haber dejado de ser un recurso puntual que aprovecha determinados momentos de efervescencia masiva para convertirse en costumbre ritual, como las celebraciones patrias o las caldosas cederistas. Para subrayar esa dimensión ritual, teatral y coreográfica están esos actos de repudio recientes que incluyen danzas con machetes, grupos musicales o coros escolares. Pero apenas son intentos de sublimar la barbarie, la violencia malamente contenida que recorre estos actos, violencia que el Estado permite que se desate cuando lo estima conveniente.

sábado, 13 de marzo de 2021

Leer y escribir en pandemia (entrevista) *



¿La pandemia ha modificado sus hábitos y/o sus métodos de escritura? ¿De qué modo?

Los hábitos no han cambiado su naturaleza. Apenas su volumen. Ahora tengo mucho más tiempo. Lo que sí ha variado es mi manera de interactuar con el mundo (ya sea a distancia a través de plataformas como Zoom o en persona casi siempre en grupos más pequeños) que me imagino que afecte mi visión de la realidad de algún modo.

¿Han variado este año sus hábitos de lectura? ¿Ha leído más? ¿Ha leído menos?

Antes (incómodo hablar de ese antes cuando no se sabe si regresará alguna vez) leía camino al trabajo o de regreso y antes de dormir. Ahora leo más o menos cuando se me antoja. Y sí, he leído bastante más.

¿Cuáles han sido las lecturas (títulos, autores, plataformas) más reveladoras durante esta pandemia?

Abrí la pandemia infectado yo mismo de manera que lo que mejor pude encontrar fue algo como En la belleza ajena del polaco Adam Zagajewski que es un libro hecho de fragmentos, muy a tono con la discontinuidad mental que me produjo la fiebre alta y constante durante semanas. Luego he seguido con mi viejo vicio de husmear en la literatura de Europa del Este, región que insisto en ver como un espejo más fiel que podamos tener de la experiencia cubana de los últimos 60 años. Que no nos distraigan ni la nieve ni los idiomas: la perversión y el efecto que esta tiene en los seres humanos son los mismos. Así que seguí con Zagajewski (Una leve exageración) me releí El pensamiento cautivo de Milosz, y pude leer Tierras de sangre de Timothy Snyder, El telón de acero de Anne Applebaum, La promesa de Kamil Modracek de Jiri Kratochvil entre otros. También pude releerme por orden cronológico todo lo que escribió Virgilio Piñera entre 1958 y 1965 (cuentos, obras de teatro, artículos periodísticos, cartas, poesía) que me permitió llevarme una idea muy distinta del autor y su época de la que extraje de las lecturas discontinuas que había hecho antes de esa misma parte de su obra. Tambien leí The Coddling of the American Mind de los psicólogos Greg Lukianoff y Jonathan Haidt cuyo subtítulo es bastante elocuente (“cómo las buenas intenciones y las malas ideas están preparando una generación para el fracaso”) y trata de explicar la incapacidad de la última generación de universitarios de lidiar con ideas que le son adversas o simplemente incómodas. Aprovechando el tirón de la pandemia traté de leer La peste de Camus pero no pude terminarlo mientras que releer sus ensayos sobre literatura, ética, amistad me resultó tan disfrutable como siempre. Como también lo fue El privilegio de pensar, un formidable libro de ensayos de Jorge Brioso que me ha llevado a entrevistarlo un par de veces en los últimos meses y La condición totalitaria, colección de ensayos de Rolando Sánchez Mejías. Esos últimos dos son de los mejores libros de pensamiento cubano que haya leído en mucho tiempo. También leí libros sobre la guerra civil norteamericana, literatura cubana del siglo XIX y alguna que otra rareza que me ayudaron en la escritura de una novela que casi termino. También leí la autobiografía de Woody Allen que pudo ser más interesante si le hubiera dedicado más tiempo a sus películas que a sus conflictos legales con Mia Farrow. Y hablando de Woody Allen, cumplí con el viejo sueño de Zelig, el hombre camaleón, de leerme Moby Dick.

¿La nueva situación global le inspirado algún proyecto literario?

No. Soy un escritor de digestión lenta. Rumio la realidad durante mucho tiempo antes de convertirla en literatura. Así que si toda esta situación me inspira alguna vez será en unos cuantos años. Para lo que sí me ha servido fue para adelantar unos cuantos proyectos que estaban detenidos precisamente por falta de tiempo. Yo sospecho mucho de esta pandemia como fuente de inspiraciٙón. El covid 19 ha tendido a uniformar la experiencia de la humanidad y puede crear la noción engañosa de que a partir de ahora todos nos entenderemos mejor. La pandemia ha universalizado la experiencia humana, sí, pero al más bajo nivel. Nos ha igualado en todo lo que no podemos hacer en vez de acercarnos en nuestras mejores posibilidades que es, por ejemplo, lo que logran las grandes obras de arte. Como no se cansaba de decir mi abuela: mal de muchos, consuelo de tontos.

Cuéntenos cómo es actualmente un día en su vida de escritor(a).

Frenético. En general esta situación es un desastre a nivel humano (ha matado a millones, incluidos algunos amigos, ha enfermado a casi toda mi familia, nos mantiene en un constante régimen de terror y en un sentido más personal me impide viajar, ver gente que quiero, disfrutar de la música en vivo etc) pero como escritor es un regalo. En estos tiempos he dispuesto de mucho más tiempo y trato de aprovecharlo lo mejor que puedo. Espero que esta situación acabe pronto pero mientras tanto trato de extraerle lo máximo que puedo.


*Publicado en Hypermedia Magazine

viernes, 12 de marzo de 2021

Plegaria de San Humbertico (Virgen y Mártir)

Por Pedro Lorenzo



Oh Todopoderoso que estás en las alturas

Tu Gracia Luminosa un pecador procura

Hazle la vida toda más fácil a Humbertico

Y no se la dispongas tan espinosa, chico

Haz que quienes ostenten Mercedes y denarios

Sean los repugnantes traidores mercenarios

No ovejas descarriadas de linajes augustos

Que luego se disculpan con talantes de susto

Que el Judas clarifique que el auto en que viajaba

Se lo dio a él su “handler” de la CIA en mesada

(Aquí, aunque se estropee la rima, tengo que insistir: Es muy importante que use específicamente el término “handler” porque, bueno, está en inglés y porque pertenece a la jerga del espionaje y la subversión y con eso solamente Humbertico tiene ya para un mínimo de hora y media de reflexión y análisis televisivo).

Condena a los que a Humberto difaman en las redes

A que jamás sus culos pongan en un Mercedes

Infúndeles angustia, pavor y odio artero

Tal cual si lo escuchasen en pleno noticiero

Sé que es mucho pedir pues yo mucho he pecado

Pero de Gracia eres, Señor, magno dechado

Que aquél que no ha pecado

Dé el primer golpe, insisto

Pero, por el Amor de Ti

¡Haz que esta vez no sea un ministro!

miércoles, 10 de marzo de 2021

Kulturkampf


Por Pedro Lorenzo 

-Buenos días, chicos. El tema de la clase de hoy es el área del rectángulo…

-Profe, antes de que comience, una duda…Yo opino que sus clases son muy rígidas y anticuadas. Están demasiado centradas en lo que Ud. sabe y no en lo que opinamos nosotros, los alumnos, que somos el centro y no Ud. (murmullos de aprobación) … ¿Alguna vez se le ha ocurrido preguntarnos qué opinamos como alumnos acerca del área del rectángulo? Como alumnos tenemos derecho a una opinión, ¿no? (Los murmullos se trasforman en aplausos y en #painintheclass).

-Pero es que el área del…

-Yo opino… (se aclara la voz, enfatiza y logra que el 12% de los presentes dejen de mirar sus teléfonos, nuevo récord para la clase) … Yo opino que el área del rectángulo debe ser la suma de sus tres lados por ser más fácil y así nos evitamos tener que aprendernos las dichosas tablas de multiplicar…

- ¡Eso es verdad! Lo de las tablas de multiplicar es un abuso…(#multiplicoacción).

-Pero, chicos, chicos…calma, chicos…Si desde el curso pasado y por acuerdo del Ministerio de Educación en coordinación con la Junta Estudiantil la tabla del 7 fue eliminada de los planes de estudio…

- ¡Lástima fuera! Y con eso pretenden limpiarse el techo los del Ministerio y aquí plaf y en el cielo gloria… ¡Abajo todas las multiplicaciones!

- ¡Y las divisiones también!

(¿Las qué? ¿Las qué? Se extiende el murmullo…Nada, nada… se bate en retirada el empolloncito de la clase #nerdosaurio).

-Miren, muchachos, vamos a continuar a ver si puedo terminar la clase…Lo primero es aclarar que por muy respetable que sea la opinión que puedan tener algunos de ustedes y que conste que defenderé con mi vida vuestro derecho a expresarla, un rectángulo no tiene tres, sino cuatro lados que están…

- ¡Eso sí que no! ¡Usted profesor se dice y se contradice! Mírelo bien, que aquí lo tengo anotado de la clase de la semana pasada: ¡Triángulo Rectángulo! ¿Lo ve? ¿Lo ve? (#sadomath).

-Pero eso se refiere a…

-Mis padres van a venir a protestar…

-Y los míos también…

(Y los míos… Y los míos… #parentrap)

-Yo había estado callada hasta ahora, pero no puedo más… ¡¿Hasta cuándo chicos y no chicas?! ¡¿Hasta cuándo muchachos y no muchachas?! ¡¿Hasta cuándo rectángulos y no rectángulas?! (#elpatriarcadomedapatriarcadas,  #lenguajeinclusiveya).

-Chicos y chicas…

- ¡Chiques!

-Lo siento, de veras lo siento, se me cae la cara de pena…

- ¡De pene!

- ¡Por favor! ¡Compórtense como alumnos de Tercero de Arquitectura que son!

(#arquitortura, #indocencia, #trágametierra).

#FIN

 

viernes, 5 de marzo de 2021

De carros


Cuando Fidel Castro pasó su luna de miel en Nueva York con su esposa Mirtha Díaz Balart en 1948 se compró, entre otras chucherías, un Lincoln Continental del año anterior. Con el carro recorrió en compañía su esposa, su cuñado Rafael Díaz Balart y la esposa de este, todo el país hasta Miami desde donde embarcó con su carro en un ferry hasta La Habana. Al llegar debía pagar $500 en derechos de aduana por el carro importado pero como no los tenía un amigo tuvo que pedir dinero prestado para que pudiera sacar el carro de la aduana. Al final, como era de esperar Fidel no devolvió el dinero y su amigo tuvo que vender un par de vacas para devolver el dinero prestado.


Una historia perfectamente irrelevante -excepto para los que luego le siguieron prestando dinero al futuro Comandante en Jefe- pero que en la Cuba actual parece cosa de ciencia ficción.

(La anécdota la leí en "Fidel Castro y el Gatillo Alegre: Sus Años Universitarios" de Enrique Ross pero ahora no acabo de encontrar la dichosa página)

lunes, 1 de marzo de 2021

Patria y vida: entrevista

Fotograma de "Patria y Vida" con protesta en Nueva York

Por Sarah Moreno

En primer lugar, ¿por qué el gobierno cubano ha armado tanto revuelo con la canción? ¿Por qué los pone tan nerviosos?


Creo que más que la canción en sí -que existía desde hace tiempo- lo que les molesta es que aparezcan en el video músicos de fama internacional junto a otros a los que el propio gobierno les niega la condición de artistas y hasta la de personas como Mayke Osorbo, el Funky y Luis Manuel Obrero Alcántara. Les molesta la unidad y la imagen poderosísima que proyectan ese grupo de artistas jóvenes, negros, cantándole a Cuba. Si algo había cuidado mucho tiempo el gobierno cubano era la línea que separaba la disidencia y el arte reconocido por ellos mismos. El 27 N fue un momento fundamental en la ruptura de esa línea. Este video la está rematando. Porque la ilusión que ellos siempre han querido mantener de que la disidencia y el resto de los cubanos transcurrían en mundos paralelos se ha roto.

Uno de los insultos que persisten contra los intérpretes es el que son "pagados por el imperio". Los artículos en Cubadetate y otros medios insisten en el "dinero", en lo que ganan por la canción. ¿Por qué esta insistencia de los funcionarios cubanos en la idea de algo tan normal como que un músico reciba un pago a cambio de su arte? 

Tienen que buscarle una explicación diferente a la real: como si hubiera que pagarle a alguien para indignarse con una dictadura de 62 años. Como si sus policías, militares, periodistas o políticos estuvieran haciendo trabajo voluntario.

Pensando en el énfasis que pones en todo lo humorístico, ya veo que has hecho algún comentario sobre el insulto de "jinetero", viniendo del Jinetero mayor, que es el gobierno. ¿Qué otras situaciones de humor está provocando el tema?

El régimen cubano sería muy cómico si no fuera porque tanta gente tuviera que sufrirlo. Cuando desaparezca, los humoristas lo vamos a extrañar. Mientras tanto, nunca me inhibiré de burlarme de él, justamente para subrayar el profundo ridículo que conlleva su discurso, su falsedad y manipular de tal manera la realidad. Sin embargo, creo que este es un momento muy serio donde la vida de mucha gente corre peligro real: ese sistema no está dispuesto a perder el poder porque un grupo de gente se lo pida pacíficamente y para retenerlo están dispuestos a cualquier cosa. No pierdo nunca eso de vista. 

¿Qué es para ti la frase Patria y vida?

Justo el reverso del Patria o Muerte que le han propuesto a los cubanos por seis décadas. Una opción, la de Patria o Muerte, que es falsa: los cubanos arrinconados por la pobreza y la falta de derechos cada vez tienen menos patria. La única opción real que ofrece el gobierno es una vida miserable en lo material y lo espiritual. Patria y vida no plantea una disyuntiva. Es una propuesta de vida digna y contra eso el régimen no le ha quedado otro respuesta que exaltar la muerte y al muerto que propuso la vieja disyuntiva. Como todo los buenos hallazgos la sencillez de Patria y vida es muy reveladora.