miércoles, 30 de enero de 2019

"¿Qué pensarán de nosotros en Japón? (Redux)": nota a la edición de Sudaquia



Nota a esta edición

Al entusiasmo del escritor Alexis Romay y de los editores de Sudaquia Asdrúbal Hernández y Marian García debo esta reedición de ¿Qué pensarán de nosotros en Japón?. O no. Porque se trata de algo más que de una mera reimpresión de viejos cuentos y explicarlo es lo que da sentido a esta nota. De infligirle nuevamente estos viejos cuentos a mis lectores prefería que estuvieran algo más presentables que la última vez que se presentaron en sociedad. Porque en el fondo escribo para un lector —que ignoro si existe— que no sólo ha leído todos mis libros sino que encima está dispuesto a leerse todos los que publique en el futuro. No por devoción sino simplemente para comprobar que no pretendo timar a nadie, empezando por mí mismo. De manera que además de los previsibles arreglos para hacer la prosa algo más fluida que la primera vez que salió de la imprenta, he decidido añadirle un par de cuentos más. Uno de ellos es “Opciones del guerrero”, cuento al que le correspondía ser parte de la versión original de ¿Qué pensarán de nosotros en Japón?, pero como el Premio Cortes de Cádiz fijaba el límite máximo en las 150 cuartillas decidí dejarlo fuera. El otro añadido, “El Monstruo y la Muerte”, fue escrito un par de años después de la aparición del libro y la verdad es que desde entonces, empeñado en sacar adelante un libro de memorias, otro de artículos humorísticos y un par de novelas, no he vuelto a incursionar en el cuento. Ya a estas alturas soy consciente de que “El Monstruo y la Muerte” se parecerá mucho más a los cuentos de ¿Qué pensarán de nosotros en Japón? que a cualquier otro que escriba en el futuro de modo que allí estará en mejor compañía. De ahí ese añadido al título original. Como Apocalypse Now Redux, la reedición que publicó Francis Ford Coppola 22 años después de su clásico sobre la guerra de Viet Nam, ¿Qué pensarán de nosotros en Japón? (Redux) es algo más extenso que el original. Encima beneficia a los cuentos de la primera edición al hacerlos entrar en contacto con parientes suyos inéditos hasta ahora. De esta manera, espero que los temas que abordaba en la versión inicial del libro se enriquezcan y adquieran nuevas modulaciones y así hacerme perdonar por ese lector implacable que no sé si exista.    

[Para comprar el libro pulsar aquí]

martes, 29 de enero de 2019

Imágenes y sonidos de La Habana en 1928- 1929

Ofrecemos una interesantísima recopilación de imágenes cinematográficas de La Habana de las que debieron ser algunas de las primeras películas con sonido filmadas en la ciudad. En este caso con el sistema pionero Movietone. 


Indice:

0:08 – En el Hipódromo (Dec 4 1929) 6:59 – En el Sloppy Joe's Bar (Dec 16 1929) 11:12 – Trabajadores en una fábrica de tabaco (Dec 22 1928) 18:14 – Peregrinación al santuario de San Lázaro en El Rincón (Mar 1929) 19:10 – Juego de bolos al aire libre (Jan 1 1929) 23:55 - Banquete y sexteto tocando (Dec 24 1928) 27:59 – Estudiantina Invencible cantando “Pica mi caballo” (Oct 31 1929) 30:07 - Jose Bohr tocando piano y cantando en una terraza (Dec 29 1928) 31:25 – Bailarines danzando “Siboney” en un nightclub (1928) 32:30 – Bailarina con castañuelas en el patio de un hotel (Jan 1928) 35:07 – Delegados en la Conferencia Panamericana (Jan 1928) 38:12 – Llegada a La Habana del presidente norteamericano Calvin Coolige para la Conferencia Panamericana y discurso (Jan 1928) 40:44 Catedral, murallas, castillo del Morro, convento de Santa Clara y Templete (1929) 43:25 – La ciudad y Machado dan la bienvenida a Charles Lindbergh (Feb 1928)

*Agradecemos al cineasta y dramaturgo Iván acosta habernos enviado este material.

domingo, 27 de enero de 2019

¿Qué pensarán de nosotros en Japón? (Redux)

Un viejo libro de cuentos con nuevo empaque y un 20% de material adicional, inédito. “¿Qué pensarán de nosotros en Japón? (Redux)” ya está a la venta.
"Un estafador en fuga en Ipanema busca un regreso triunfal a su país haciendo la estafa de su vida, o de unas cuantas vidas; padre e hijo, inmigrantes, montan en el metro de Nueva York como quien viaja a otra dimensión; un poeta salvadoreño se alista para unirse a la guerrilla mientras sueña una terrible premonición; un editor español a la caza de la nueva estrella de la literatura sudaca entre el personal doméstico y los albañiles de migración reciente; dos amigos celebran un encuentro improbable mientras en la otra esquina de la ficción ven sus vidas enredadas alrededor de un filósofo alemán loco; un chamán le cuenta a su discípulo de sus relaciones con el Che Guevara; la muerte irrumpe en una fiesta de exiliados. Exiliados, emigrantes, fugitivos de variadas especies: historias de seres desplazados, vidas desplazadas en busca de un centro que se les escapa pero al que no pueden darse el lujo de renunciar"
Buscar aquí.

Grafitti en Nueva York

El viernes pasado frente a la sede de la Misón de Cuba ante la ONU un grupo de personas estuvieron manifestándose y el artista Geandy Pavón hizo uno de sus performances:







Image may contain: car and outdoor

martes, 22 de enero de 2019

La esclavitud y el amor al terruño

Frederick Douglass, cimarrón americano:

Creo que la gente del norte, y la gente libre en general, tiene menos apego a los lugares donde nacen y se crían, que los esclavos. Su libertad para ir y venir, de mudarse de un lado a otro les evita ese apego extravagante a un sitio en particular que suelen tener los esclavos. Por otro lado, el esclavo es un elemento estático; no tiene elección, ni meta, ni destino sino que está vinculado a un solo punto, y debe echar raíces allí, o en ninguna otra parte.

Televangelistas tropicales

Ilustración de Alen Lauzán
Por Jorge Ignacio Domínguez

En su libro San Cristóbal de La Habana, publicado en 1920, Joseph Hergesheimer dice: “En La Habana las iglesias no eran ricas en tradición ni belleza, y los conventos de antaño habían sido convertidos en almacenes. En fin, no era una ciudad avasallada por su historia”.

Lo que dice Hergesheimer de las iglesias y conventos podría decirse también hoy. Su referencia a la historia, de repetirse ahora, sería más una burla que un piropo.

Hablar de la levedad de la historia de Cuba setenta años después de Hergesheimer, en La Habana dura de los noventa, era una provocación. Leve historia de Cuba

El libro de Enrique del Risco y Francisco García, Leve historia de Cuba, escrito en esos años, aunque no se publicaría por primera vez hasta 2007, parece hoy más fresco y relevante que en los años del Maleconazo.

La “levedad” que los autores endilgan a la historia en el título es, de alguna manera, “otredad”. Anuncian que van a contar otra historia de Cuba. ¿Otra en contraposición a cuál? ¿Cuál es la “pesada” historia de Cuba a la que el título haría referencia?

La historia de un país, la que se enseña en las escuelas, es siempre una leyenda áurea regurgitada por el poder, una manipulación de los hechos para que sirvan como justificación de sus antojos pasajeros.

La historia oficial es como un cuento de niños narrado con la voz engolada del gobierno. Cuanto más omnímodo y largo sea el gobierno, más engolada será su voz, más arcaicos sus ceremoniales, más almidonadas sus guayaberas totémicas, más ridículas se volverán sus liturgias.

Hay un punto en que la omnipresencia y la duración de ciertos poderes hace inútil rebatirlos seriamente. Tomarlos en serio sería ya una concesión. Hay que recurrir al sarcasmo para mostrar su ridiculez.

Sin embargo, aunque esta Leve historia de Cuba tiene un componente irónico, no es la ironía lo que la hace más relevante hoy que cuando se escribió.

Leve historia de Cuba es, entre otras cosas, el recuento de los pasajes clave de la historia de siempre, aquella que nos hacían tragar con la leche en polvo. Unas veces la narración se teje a partir de supuestas “fuentes primarias”, fragmentos en que los autores imitan el estilo literario, la voz de los protagonistas para contar lo que ellos nunca tuvieron tiempo de contar… o contaron y luego fue suprimido, como las páginas perdidas del Diario de Martí, que están aquí recobradas del fuego, para explicarnos en detalle qué se dijo y que pasó en la reunión de La Mejorana.

La recreación no es reverente en el sentido oficioso, pero sí rigurosa en los datos y en el estilo narrativo. No es reverente, pero es en el fondo más respetuosa que la historia oficial.

Cada uno de esos fragmentos es, en sí mismo, el desmontaje del mito. El mito en el sentido de la manipulación del poder —el manoseo de los mandantes; esa alquimia por la que el poder convierte a los personajes históricos en figurines útiles, y cada hecho histórico en una justificación del capricho que tendrán mañana a media tarde.

*

Tenía hace años un buen amigo uruguayo que detestaba a los evangelistas de la televisión. Solía decirme que cuando a un “televangelista” lo sorprendían con la secretaria o le descubrían que se había robado un millón de dólares de la comunidad, siempre habría después un discurso lacrimoso de arrepentimiento y promesa de absoluta enmienda. “Ese sermón no es tan divertido”, me decía mi amigo. “El que uno no se puede perder es el que dará el evangelista cuando lo sorprendan con la segunda secretaria o el segundo millón robado”.

Y eso es lo que hace relevante este libro hoy. Nuestros televangelistas tropicales, después de haber manoseado y amoldado la historia patria a su gusto por varias décadas, han descubierto que el figurín que moldearon necesita ser continuamente reajustado para que no pierda su utilidad a la hora de justificar sus nuevos y recurrentes caprichos vespertinos.

Decir que Céspedes al liberar los esclavos era un precursor de la Ofensiva Revolucionaria, por ejemplo, requiere cierta dosis de imaginación. Ahora, pararse medio siglo después y explicar que el discurso de La Demajagua no profetizaba en realidad la Ofensiva Revolucionaria sino, digamos, el alquiler de médicos o jonroneros como sirvientes por contrato, es una hazaña retórica mucho más encomiable. Es como el segundo sermón del televangelista.

Leve historia de Cuba nos describe cómo funciona el mecanismo original de ese manoseo que ahora ha alcanzado, para decirlo en términos leninistas, su fase superior.

Hay otra razón por la que la relectura de Leve historia de Cuba es más iluminadora hoy que cuando fue escrita: en el imaginario del gobierno cubano de los últimos sesenta años, el poder siempre se ha identificado con cualquier cosa del pasado que consideraran buena. Y han profesado la noción improbable de que todos los “buenos” de la historia aprobarían cada tontería que se les ocurriera a ellos decir o hacer. Y que también darían su visto bueno cuando mañana se les ocurriera hacer lo contrario.


De ahí que el gran timonel de la Ofensiva Revolucionaria —que estatizó los carritos de algodón de azúcar y las quincallerías— dijera ese mismo año de 1968, refiriéndose a Céspedes y compañía, aquello de que “Nosotros entonces hubiéramos sido como ellos; ellos hoy hubieran sido como nosotros”.

Leve historia de Cuba, establece una serie de paralelos más interesantes y convincentes para hallar a los verdaderos “gemelos”. Y los gemelos son los hombres que ejercen el poder como si fuera su sistema respiratorio. La relación del poder con la historia, o con su adaptación continua, será en realidad lo único en lo que “nosotros hubiéramos sido como ellos”, no importa si se trata de fusilar filibusteros o ahorcar vegueros o perseguir cimarrones.

Hay otro detalle que le da a este libro una extraña frescura. En los últimos años hemos visto en ciertas universidades una especie de renacimiento puritano. No es religioso, por supuesto, pero es puritano. Su puritanismo se basa en la convicción de que han llegado a un estado de nitidez moral absoluto que les permite juzgar cada generación anterior de manera implacable, inapelable.

Esa extraña creencia no es tan sorprendente para quienes crecimos leyendo manuales de marxismo desde la secundaria. Podíamos juzgar nosotros, “pertrechados de una ideología científica”, cualquier hecho, cualquier personaje histórico, y descubrirle sus pecadillos retrógrados o, como decían nuestros maestros, “sus limitaciones burguesas".

Leve historia de Cuba nos presenta una lectura inversa. Mira el presente desde cada momento anterior de la historia de Cuba y nos muestra por qué los protagonistas de antaño podrían mirar con desprecio a quienes descubrieron luego la alquimia del gobierno eterno.

A ratos, Leve historia de Cuba parece una carta desesperada desde el presente a los personajes de la pesada historia nuestra de los últimos cinco siglos. Una advertencia quizás, o una disculpa.

Nuestras vidas han estado avasalladas por esa historia cuyo peso Joseph Hergesheimer no sentía al caminar en 1920 por la calle Obispo. “La Habana”, dice él arrobado, “era por el momento, y en un sentido muy profundo, la capital del mundo”. Leve historia de Cuba es quizás la explicación de cómo esa frase, que en 1920 era solo una exageración, se convirtió con el tiempo en un chiste.