martes, 19 de junio de 2018

Desastre a la entrada

Tienes una cita trascendental con la mujer de tu vida. Te metes un mes en el gimnasio, te compras ropa nueva y nada más entrar en el restaurante chocas con un camarero que lleva en la bandeja un coctel de camarones: quedas cagado de arriba abajo con la salsa roja y un camarón asoma del bolsillo de tu camisa. Algo así le sucedió a Colombia en su debut mundialista contra Japón. A los dos minutos ya le habían pitado un penalti con expulsión incluida. Jugarían el resto del partido con uno menos. Que al principio no se nota tanto pero a medida que avanza el juego pesa como haber elegido el restaurante equivocado, la chica equivocada., la vida equivocada. Así y todo Falcao, el Thomas Alba Edison colombiano, se inventó una falta al borde del área por el conocido método de empujar y dejarse caer. El árbitro tragó y Quintero coló la pelota por debajo de la barrera y dentro de la portería. Casi al final del primer tiempo.
Un juego nuevo como quien dice. Pero no. Los colombianos estaban reventados por corretearle a un japonés de más y en un corner los japoneses se fueron arriba de un buen cabezazo. Como si luego de sacudirte como mejor podías la mancha del coctel de camarones al padre de la chica se le derrame una copa de vino tinto encima de tus pantalones. “Ella no va a ser tan superficial” te dices. Y te engañas. Porque estamos en un mundial y cualquier detalle cuenta. Y te regresas a casa diciéndote que la próxima vez que abras la puerta del restaurante tendrás más cuidado. 

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