miércoles, 29 de marzo de 2017

Libertad de prensa y censura





El viernes de la próxima semana se celebrará un evento sobre libertad de prensa y censura en el Graduate Center de CUNY en Nueva York. están invitados.

El precio de la vida


A ver si entiendo: luego de quitarle durante seis décadas un por ciento incalculable de su salario para pagar el presupuesto de salud, educación, las fuerzas armadas, la policía, etc. de la manera en que lo ha estimado conveniente el gobierno cubano decide pasarle a sus súbditos una “factura simbólica” por los servicios de salud que reciban. Es como para que, a su vez, cada ciudadano cubano le pase al gobierno una factura simbólica por ese por ciento del salario del que dicho gobierno se apropia de manera consuetudinaria y sin dar cuentas de ello. Y también pasarle la factura simbólica por todas las horas de trabajo voluntario donadas, por el dinero del que se apropia en las llamadas “misiones internacionalistas”, por el por ciento en las remesas con que se quedan, por el robo continuado en los consulados cubanos que viven en el extranjero o viajan. Pueden empezar a airear esos recibos simbólicos los mismos médicos cuyo descuento salarial va incluido en la famosa factura. Eso sin incluir tanta vida que nos hemos dejado a la cuenta de nuestros nada simbólicos gobernantes. Sólo así podríamos calcular por fin lo caras que nos han costado tales “gratuidades”, el privilegio innombrable de haber nacido allí.

lunes, 27 de marzo de 2017

Firmas

La carta protestando por la censura contra la película Santa y Andrés por parte del Havana Film Festival de Nueva York puede ser firmada ahora en el sitio change.orghttps://www.change.org/p/new-york-council-for-the-arts-against-censorship-at-havana-film-festival-new-york donde ha recibido ya más de 160 firmas de apoyo y entre ellas las de los escritores Juan Abreu y Antonio Álvarez Gil, los artistas Danilo Maldonado (El Sexto) y Erasmo Jorge González, los músicos Carlos Averoff Jr. y Luis Bofill y los actores Orlando Casín y Raúl Durán. Abajo una lista (incompleta) de los firmantes.

Jhon Narvaez
Brasília, Brazil

Xavier Goergler
France

Terashima Sachiko
Japan

Boris González Arenas
La Habana, Cuba


Ruben Valdes
Havana, Cuba


Orlando Casin
Miami, FL

Marilyn Perez
New York, NY

Juan Perez
Queens, NY

Maria E. Ortiz

Iris Leyva
San Juan, San Juan, Puerto Rico, PR

Siro del Castillo
Miami, FL

Yudelka Gomez
New York, NY


Manuel C. Díaz
Hollywood, FL

Luisa Barroso
Caracas, Venezuela
Jesús Vega
Louisville, KY

Susana Miguel
Hialeah, FL

Mario Vállejo
Miami Beach, FL
Denise Chatman
Miami, FL

Jose Lorido
Key Biscayne, FL

Michel G. Nunez
Miami, FL, Journalist & Photographer
Juan Abreu
Spain

Wendy Golden
New York, NY

Radames Suarez
New York, NY

Raul Duran
Miami Beach, FL

Danilo Maldonado
Miami, FL

Serguei Hernandez
Miami Beach, FL

Alexandra Martinez
Miami, FL

Román Pevida
Santo Domingo., Dominican Republic

Ruben Mendoza
Union City, NJ

Angela Fontova
Valencia, CA

Carlos Averhoff
Miami, FL

Mario Crespo
chacao, Venezuela

Luis de la Paz
Miami, FL

Humberto Capiro
Venice, CA

Balbina Rey
México DF, Mexico

Antonio Álvarez Gil
Spain

Jennifer Rodriguez
Miami, FL

David Díaz
Miami, FL

Wilfredo Ramos (teatrista)

Julio Benitez
Miami, FL

Miguel Paneke
Coral Gables, FL

Rita Martin,
Radford, VA

Luis Bofill
Miami, FL

José M. Fernández Pequeño, escritor.

Agustin lugones
Miami, FL

Erasmo Jorge Gomez
North bergen, NJ

Renata Guitart

West Palm Beach, FL

viernes, 24 de marzo de 2017

Carta abierta



El Nuevo Herald da la noticia. Este es el enlace en change.org para que añada su firma. Aquí la carta completa con las firmas recogidas hasta el momento:

La semana pasada el cineasta cubano Carlos Lechuga anunció que su película “Santa y Andrés” había sido excluida de la competencia del 18vo Havana Film Festival de Nueva York que se celebrará en esa ciudad del 30 de marzo al 7 de abril. No es la primera vez que la película de Lechuga sufre censura. Ya el pasado diciembre había sido vetada del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba. Tal exclusión, aunque injustificada, obedecía a cierta lógica: “Santa y Andrés” muestra la represión y el hostigamiento contra un intelectual homosexual cubano décadas atrás. De manera que la censura de las instituciones culturales cubanas contra la película de Lechuga venía a confirmar la misma naturaleza represiva del Sistema. Pero si es lógico que en Cuba el régimen rechace su propio reflejo resulta inconcebible que una institución cultural de Nueva York emule a una dictadura. Nosotros, cineastas, artistas y creadores denunciamos y rechazamos enérgicamente que artistas cubanos sean censurados no solo en su país de origen sino también en los Estados Unidos, nación en la que tantos artistas de todo el mundo han buscado refugio frente a la violación de su derecho de expresarse y de crear y difundir sus obras. Si nos provoca repulsa que estas cosas ocurran en Cuba, más intolerable se nos hace que en los Estados Unidos se reproduzcan tales prácticas autoritarias. Mucho más cuando se invoca la necesidad de tender puentes entre ambos países, como ha hecho la directora ejecutiva del festival, Carole Rosenberg, para justificar su colaboración con las autoridades cubanas en la doble censura a "Santa y Andrés”.  Establecer lazos con las instituciones de un régimen dictatorial, al tiempo que se cierra el paso a las voces más críticas y libres del país, no es tender puentes sino trampas a la libertad. Colaborar con los represores es un ataque a la libertad en cualquier lugar y en cualquier tiempo, pero lo es más en Nueva York, la ciudad donde José Martí, el Padre Varela y Reinaldo Arenas y tantos otros intelectuales han vivido y creado libremente. 
Hacemos además un llamado a instituciones privadas y públicas que patrocinan el festival a no financiar prácticas contrarias al espíritu libertario e inclusivo de la ciudad de Nueva York y de la Constitución de los Estados Unidos. 

Orlando Jiménez Leal
Andy García, actor, productor, director
Susana Pérez, actriz
León Ichaso, cineasta
Iván Acosta, dramaturgo y cineasta
Olatz López Garmendía, cineasta
Rolando Díaz, cineasta
Roberto San Martín, actor
Manuel Zayas, cineasta
Tania Bruguera, artista visual
Orlando Rojas, cineasta
Lester Hamlet, cineasta
Alysa Nahmias, cineasta
Paquito D’Rivera, músico
Manuel Castedo, president del Centro Cultural Cubano de Nueva York
Mari Rodríguez Ichaso, cineasta y periodista
Gustavo Pérez Firmat, escritor
Carlos Eire, escritor
Adriana Bosch, cineasta
Manuel Arce, guionista y productor
Camilo Vila, cineasta
Carlos Alberto Montaner, escritor y periodista
Raúl Kim, cineasta
Rosie Inguanzo, actriz
Humberto López y Guerra, cineasta
Rafael Almanza, poeta
Humberto Calzada, pintor
Estela Martinez, cineasta
Didier Santos, cineasta
Reny Díaz, productor
Alina Rodríguez, cineasta
Arístides Falcón-Paradí, cineasta y escritor
Pablo A, Medina, artista visual
Mabel Cuesta, escritora y profesora
Lilo Vilaplana, cineasta
Miguel Sirgado, periodista y editor
Pedro Monge Rafuls, dramaturgo y editor
Iraida Iturralde, poeta
Lourdes Gil, escritora y profesora
Perla Rozencvaig, profesora
Carlos Espasande, director de arte
Alejandro Ríos, crítico cinematográfico
Pablo F. Medina, escritor
David Oquendo, músico
Alfredo Triff, músico y escritor
Aurora de Armendi, artista visual
Eliécer Jiménez, cineasta
Alexis Romay, escritor
Valerie Block, escritora
Carlos Alberto Aguilera, escritor
Lizabel Mónica, escritora
Kenya Dworkin, profesora, escritora, editora
Coco Fusco, artista y profesora
Néstor Díaz de Villegas, escritor, crítico de cine
Luis Cruz Azaceta, artista visual
Alberto Lauro, poeta
Adriana Méndez Rodenas, crítica literaria
Ángel Delgado, artista visual
Elvis Fuentes, curador
Geandy Pavón, artista visual
Gladys Triana, artista visual
Alejandro Aguilera, artista visual
Orlando Luis Pardo Lazo, escritor
Enrique Del Risco, escritor
Alejandro Anreus, crítico de arte
Ana Olema, productora
Maya Islas, poeta
Juan Antonio Blanco, escritor y profesor
Armando Añel, escritor y periodista
Lourdes Zayas- Bazán, profesora
Eduardo Zayas- Bazán, escritor y profesor.
Rudely Cepero, escritor y profesor
Carlos Sotuyo, escritor y profesor
Nils Longueira, crítico de cine
Michel G. Nunez, periodista.
Armando Guiller, escultor
Emilio Sánchez, periodista.
Jorge I. Domínguez-López, escritor, editor
Armando Valdés-Zamora, escritor y profesor
Raúl Duran, actor y director
Ivette Falcón, músico
Boris Larramendi, músico
Clara Morera, artista visual
José Abreu Felippe, escritor
Jorge L. Porrata, escritor
Camilo Hernández, guionista
Ricardo Acosta, editor

sábado, 18 de marzo de 2017

Peloteros Anónimos


Durante más de cuarenta años a los cubanos de la isla les gustaba creer que equipo nacional de béisbol estaba entre los mejores del mundo. Para alimentar dicha creencia estaban los torneos mundiales amateurs donde casi indefectiblemente los cubanos derrotaban a equipos norteamericanos compuestos exclusivamente por universitarios. Tan acostumbrados andaban a la victoria que bastaba un sofocón o hasta una derrota contra alguno de aquellos equipos para hablar de crisis. Se entraba en pánico cada vez que el equipo sufría por alcanzar el primer lugar de cualquier competencia cuando lo cierto era que los mejores jugadores del segundo país con mayor tradición beisbolera se conformaban con toparse con un nivel muy inferior al que le correspondía. Algo así como si a un jugador de baloncesto adulto le bastase con enfrentarse con equipos de categoría infantil para poder creerse Lebron James. (Eso vale incluso para la generación de oro del beisbol post 1959, la de Víctor Mesa, Casanova, Gourriel, Pacheco o Kindelán que luego de peleadas victorias sobre equipos universitarios norteamericanos se les repartían títulos de héroes como a quien se le otorga un título de nobleza por vencer en un tablero de parchís).
Tal creencia comenzó a tambalearse en el 2000 cuando en los juegos olímpicos de Sidney los cubanos cayeron derrotados ante profesionales norteamericanos que ni siquiera jugaban en las grandes ligas. Pero el espejismo reaparecía cuando un equipo cubano derrotó a los Orioles de Baltimore o cuando en el Clásico Mundial de Béisbol del 2006 contra todos los pronósticos una bien aceitada selección nacional derrotó una tras otra a selecciones que apenas entraban en su pretemporada. Solo la inobjetable caída en la final ante Japón le impidió creerse a los cubanos que su equipo era el mejor del planeta. Pero bastaba verse en la tabla de posiciones por encima de los norteamericanos y del temido equipo dominicano para sentirse casi como si lo fuera.
Las pobres actuaciones del equipo cubano en las siguientes ediciones del Clásico así como su reingreso en la Serie del Caribe han terminado por darnos una imagen más realista del béisbol nacional. Sobre todo la participación cubana en la Serie del Caribe, un torneo que antes de 1959 dominaba casi por completo y que ahora gana o, mayormente, pierde. Es en esa competencia, (en la que tampoco el resto de los equipos pueden contar con los mejores jugadores del país, debido a sus contratos con los equipos de Grandes Ligas), donde puede llevarse una idea más o menos clara de cuánto ha decaído el deporte nacional en el último medio siglo. De pasar de ser ―extraoficialmente― la segunda potencia mundial de ese deporte  a ser un equipo más en el Caribe, ese ámbito donde antes solo se veía como rey absoluto.
En estos días ―tras sufrir humillantes derrotas ente Israel (41 en la clasificación mundial) y Holanda― el clamor por un equipo unificado se vuelve casi unánime. Y por equipo unificado se sobreentiende un equipo que reúna a los que hoy todavía juegan en Cuba con los que prestan sus servicios en las Grandes Ligas. O sea, los que hasta ahora se han considerado desertores por parte de las autoridades cubanas y de los que hasta se resisten a admitir su existencia, empeñados en borrarlos de la memoria nacional. Porque mientras la prensa de todos los países que tienen jugadores en las grandes ligas refleja día a día la actuación de estos la cubana actúa como si donde único jugaran béisbol los cubanos es en la isla y ocasionalmente y con permiso oficial, en Japón. Todos insisten en el equipo unificado aunque sepan que un equipo unificado no los llevará a la victoria sino a una derrota más o menos digna. Porque un equipo unificado en el 2017 hubiera incluido más o menos los mismos jugadores que en el 2013 fueron eliminados del Clásico por Holanda. El problema se remonta mucho más atrás: a aquellos tiempos pretendió ser el mejor mediante el subterfugio de mangonear a los pobres jugadores amateurs. Ganaba competencia de ratones y se anunciaba como cabeza de león.
Así del autoengaño épico se fue pasando al delirio y hace mucho que se ha perdido contacto con la realidad. Se invocan viejas glorias que nunca existieron como falsas marquesas invocan collares no menos falsos como si fueran verdaderos. La solución debería la misma del famoso sistema de Alcohólicos Anónimos: empezar por reconocer la realidad y cambiar de forma de vida. Aunque solo se trate de béisbol.      

viernes, 17 de marzo de 2017

This is a message from the Cuban People

Hace unas semanas, cuando se pusieron de moda las parodias de “America First, X Country, second” un buen amigo y gran humorista me envió la suya. Su intención era que yo intentara encontrarle productor en alguna televisión de Miami pero guardando su más estricto anonimato. Ya fuera por trumpismo o falta de sentido del humor (o son uno los dos, diría el Apóstol) la propuesta no encontró quien produjera su versión televisiva. De ahí que decida publicar ahora su texto antes que ya nadie recuerde el sentido original de esta parodia. Espero que lo disfruten.

This is a message from the Cuban People.
Dear Mr. President:
You Americans are the best, but we, Cubans,  are the best too.  You know us. For decades, we have been coming to your country in troves and making you pay for it, so if you need any pointers, let us know. We are the best navigators in the world, anyone can go around the world in one of those billionaire´s yachts , but try to brave the treacherous currents of the Florida Strait in something like this… or this…. And let’s face it: when something´s wrong in the neighborhood, who would you call? Us Cubans! No matter how daunting the task, how unsurmountable the odds… Coca Cola in trouble? Go Cuban! The Cubs have to overcome the Billy Goat curse? Go Cuban! Madonna needs impregnating? Go Cuban! This is Havana, best city in the world… is you are looking for a set for a Terminator sequel that is… with the best cars in the world, American cars, good cars, huuuge cars, not the Japanese or the German junk, total losers… Cars built to last forever, like our Castros … who have the best bodyguards in the world, huuuge bodyguards, bad hombres and if you keep insulting anything with a pulse you are going to need them… and last, but not least, we have the best hookers in the world, no matter what Putin says, ours are the best looking, hottest and best educated prostitutes in the world. They are so good that there is a porn specialty known as “The Cuban” consisting on ... well, better not to get too technical here, and since you seem to be a special needs kind of boy, take a minute, Mr. President, to consider the possibilities: hookers with a medical degree and a scientific knowledge on body fluids … do you get it? What a golden opportunity, what a splash! Finally, Mr. President for you, just for you, we are willing to row  the extra nautical mile and go where no Cuban has gone before meaning… this is so hard… that we are willing to accept that somewhere, somehow, somebody, in this case you, is better than us at something… so, Mr. President, we totally agree that America is first, but, could you let us… pretty please… be second…. Well, maybe not.

Un año cualquiera

Suerte los que lean "1984" como ciencia ficción, como distopía. Porque en la Cuba de los noventas la leíamos como costumbrismo puro. (Claro, me refiero a los que podíamos encontrar la novela que entonces estaba prohibida y ahora está entre los libros más vendidos del año. Así en la descripción de la ginebra orwelliana encontrábamos la de nuestro chispetrén: 
"Tomó de un estante una botella de un líquido incoloro con una sencilla etiqueta que decía: Ginebra de la Victoria. Aquello olía a medicina, algo así como el espíritu de arroz chino"
O en los guisos distópicos de la novela encontrábamos picadillo de soya:
"Empezó a tragar cucharadas del guiso, que contenía unos trocitos de un material substitutivo de la carne"
Si en la Cuba actual de los cambios se puede leer como una crónica del Período Especial es que algo habrá cambiado. Hay cosas que sin embargo parecen no cambiar nunca, como la credulidad y la mala memoria de los compatriotas:
Por lo visto, había habido hasta manifestaciones para agradecerle al Gran Hermano— el aumento de la ración de chocolate a veinte gramos cada semana. Ayer mismo, pensó, se había anunciado que la ración se reduciría a veinte gramos semanales.¿Cómo era posible que pudieran tragarse aquello, si no habían pasado más que veinticuatro horas? Sin embargo, se lo tragaron.

jueves, 16 de marzo de 2017

Contrastes

A una escritora egipcia la invitan a la televisión para que explique que todos los musulmanes no son terroristas. La escritora rechaza la invitación diciendo “Yo no tengo por qué andar explicando mi humanidad”.
Un cineasta cubano hace una película sobre cómo su gobierno acosaba y reprimía a un poeta décadas atrás. Como para demostrar que el paso del tiempo es pura ilusión el gobierno censura la película con la misma saña con que en la película persigue al poeta. El cineasta explica que “desde la primera reunión el 14 de octubre del 2016 con el presidente del ICAIC hasta ahora no he dado ninguna entrevista hablando de lo sucedido” y a continuación se pregunta por qué tratan mal “a los que se portan bien”.
Pareciera que los cubanos ya no sólo tenemos que explicarnos nuestra humanidad sino nuestra mera condición de adultos.

domingo, 12 de marzo de 2017

Jairo Alfonso


El sábado Diario de Cuba publicó una entrevista que le hice al formidable artista plástico Jairo Alfonso residente en West New York, New Jersey:
Apenas marzo y ya el artista visual Jairo Alfonso puede considerarlo un buen año. En este 2017 ya ha sido invitado a participar en la Bienal del Museo de El Barrio. Y empieza a disfrutar de una recién ganada beca de creación de la prestigiosa Pollock-Krasner Foundation, creada en honor de los artistas Jackson Pollock y Lee Krasner para ayudar a artistas emergentes.
Tras desarrollar parte de su carrera en Madrid, Jairo Alfonso en apenas tres años de residir en Guttenberg, Nueva Jersey, ha exhibido su obra en varias exposiciones en todo el país y visto como piezas son adquiridas por importantes colecciones como la Jorge M. Perez Collection, principal donante del Pérez Art Museum Miami. Además, en ese mismo tiempo Jairo Alfonso ha recibido sucesivas becas del centro Guttenberg Arts de New Jersey y de la Marble House de Vermont. Un ritmo frenético para un artista reposado, obsesivo y preciosista.
Háblanos de tu formación. A la distancia de los años, ¿qué crees que te ha sido más útil y provechoso para tu desarrollo como artista? ¿Qué cambiarías siendo tú profesor?Mi primer acercamiento a los elementos básicos del dibujo y la pintura fue en el círculo de interés de artes plásticas en la Casa de la Cultura de mi pueblo natal, Aguacate. Estando allí supe de una escuela vocacional de arte en Güira de Melena en la que luego estudié tres años. Allí se conjugaron el asombro y la ilusión de la edad (12 años) con buenos maestros de Dibujo, Pintura, Grabado, Escultura, y profesores "no convencionales" algunos de los que participaban ya de la atmósfera creativa que se vivía en La Habana. Esa base fue fundamental en mi formación técnica y en mi manera de entender el arte.
De ahí pasé a la Escuela Nacional de Arte donde pude consolidar mi preparación técnica y tuve excelentes profesores, algunos formados en la academia rusa, con un fuerte rigor técnico. Esto es de agradecer en la etapa formativa, donde uno adquiere herramientas tradicionales con las que puedes contar en el futuro desenvolvimiento de tu obra.
La del Instituto Superior de Arte (ISA) fue una experiencia diferente: casi no recibíamos clases técnicas, el enfoque era más hacia la conceptualización de la obra, los talleres de crítica, la confrontación teórica. Muchos de mis profesores eran los protagonistas del arte de aquel entonces y esto fue muy enriquecedor a pesar de que fue una época muy difícil. La crisis económica de los 90, entre otras cosas, afectó mucho el acceso a los materiales de arte.
En total fueron 12 años becado. Solo añadiría clases en las que se nos hubiese preparado para enfrentarnos a temas relacionados con la autogestión y promoción del arte como trabajo. Creo que eso ha cambiado un poco en la actual enseñanza en Cuba, pero en mi tiempo nunca nos dieron las herramientas necesarias para afrontar la realidad después de graduados, todo lo referido al marketing, al networking, y a la proyección como artista en el mundo real. Eso es algo que aún estoy aprendiendo y entendiendo.
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viernes, 10 de marzo de 2017

En el medio

Es la vieja compulsión de hablar de algo que todo el mundo ve pero nadie comenta. O lo comentan pero de un modo tan discreto, tan cuidadoso, (como corresponde a estos tiempos) que es como si no existiera. (Son tiempos así, donde lo trivial se convierte en escándalo y de lo esencial se habla de modo esquivo, como si nos resultara terrorífica cualquier profundidad). Hablo de las dos revoluciones del momento. Una se desarrolla en nombre del progreso y la otra en el de los peligros que el tal progreso entraña. O sea, una liberal y la otra conservadora (para usar la terminología norteamericana) o una de izquierda y otra de derechas. Son revolucionarias en lo extremo de sus objetivos, en lo radical de sus medios y en su constante y profundo desprecio por el sentido común y por la realidad. Y lo que las hace revoluciones (no sólo sobre el resto de las corrientes políticas, ideológicas y culturales con las que comparten espacio sino de las anteriores revoluciones que en el mundo han sido) es su carácter esencialmente virtual y retórico.

La revolución progre se propone exterminar todo signo de desprecio o inferiorización hacia  las llamadas minorías raciales, étnicas, sexuales o de cualquier otro tipo. Extirparlos de nuestras mentes sin afectar en lo básico la realidad social o económica en la que ese desprecio se genera. Se trata de no hacer mucho en el plano concreto para mejorar las condiciones de vida de amplios sectores de las llamadas minorías siempre que se elija el vocabulario adecuado para tratarlos, la manera apropiada de representarlos: así se exigirá llamar a cierto grupo con un vocativo más respetuoso aunque se le mantenga a la misma distancia; o se exaltarán formas de vida que nunca les pasará por la cabeza adoptar para sí mismos; o se considera como crimen local lo que en otros lugares, menos favorecidos desde casi cualquier punto de vista, se ve una comprensible costumbre. En fin, se estimulará la marginación y el abuso en nombre del respeto a la diferencia. Así mismo prohíben comparar civilizaciones o formas de vida los mismos que construyen a su alrededor un minucioso engranaje civilizatorio donde cualquier detalle fuera de lugar es considerado una falta imperdonable. Y se considera, por ejemplo, mucho más urgente extirpar la palabra “negro” de los títulos de los cuadros del museo de una ciudad (con la excepción de la pintura abstracta, claro está) que mejorar la vida de los africanos que residen en esta. Pero todo eso es poco comparado con el estado de crispación que se consigue convirtiendo cualquier gesto o palabra inadecuada en agresion o "microagresión", cualquier frivolidad en hiriente "apropiacion cultural", cualquier tipo de intercambio tenso en guerra.  A fuerza de insistir en la potencialidad ofensiva de cualquier palabra hacen de cualquier frase inofensiva una declaración de guerra y del lenguaje mismo un campo de batalla. La propuesta de la revolución conservadora es mucho más sencilla: consiste en el agotador esfuerzo intelectual que entraña denunciar todo lo anterior como una hipocresía y reclamar las antiguas maneras del desprecio como un derecho que se le ha sido negado por demasiado tiempo. Por lo general menos afines a tales sutilezas -sobre todo en su infantería- tienden a tomar con demasiada literalidad el estado de guerra virtual y acercarlo progresivamente al enfrentamiento real.. 

Unos y otros revolucionarios se parecen mucho más de lo que imaginan y se necesitan más allá de lo que están dispuestos a admitir. Los acerca no solo el extremismo, el nihilismo o el abuso sistemático de la lógica y los hechos. Además actúan como si en verdad el mundo fuera lo que ellos dicen que es. Si los neopuritanos progres asumen que su realidad se ha vuelto totalitaria adquieren paranoias dignas de Norcorea (para luego visitar Cuba y agradecer su indigencia tecnológica en nombre de contacto más relajado con su entorno y consigo mismos). O persiguen hasta la exquisitez y la telepatía las manifestaciones de racismo más infinitesimales e inconscientes como si el otro racismo, el elemental y grosero, hubiese sido eliminado hace mucho tiempo. Por su parte cuando los fascistas vegetarianos del siglo XXI deciden sentirse amenazados reaccionan como cristianos perseguidos en tiempos de Diocleciano. En eso unos y otros evidencian una interdependencia y un comensalismo que difícilmente aceptarán. Mientras los progres copian las tácticas medievales de la Inquisición, la denuncia de las herejías y blasfemias, y prohibiciones y censuras a cual más imaginativa e irracional (medidas que han sido el sello tradicional de la reacción) los revolucionarios de derecha adoptan el victimismo y la sensibilidad extrema de que se ufana la progresía. De esos dos engendros que se empeñan en copiarse lo peor de sí mismos no hay predicción que no sean capaces de superar ni modo claro de defenderse: igual que ocurre con aquellos virus forjados en la apacible alevosía de los laboratorios.

De momento ni unos ni otros son mayoría, por mucho que lo pretendan. Pero ¿será por mucho tiempo? Porque la verdadera crisis no es económica ni política. Lo que ha alcanzado un punto crítico es nuestra confianza en las posibilidades y virtudes de nuestra convivencia. Y todo comienza por la destrucción del principal instrumento para hacer posible tal convivencia: el lenguaje, al que de un modo cada vez más sofisticado se convierte en medio de agresión. Justo como en aquellos años en que fascismo y comunismo parecían ser las únicas opciones viables. Por mucho que hayan cambiado los tiempos desde entonces estamos en una situación perversamente parecida. Como antaño, ahora, en medio del fuego cruzado de estos nuevos revolucionarios, es cada vez más difícil mantenerse neutro. O peor, conservarle alguna lealtad a la sensatez y el sentido común que ante la histeria progresiva encontrarán cada vez menos espacio sólido al cual arraigarse. Se pasa con demasiada facilidad de lo risible a lo amenazador y de ahí al zafarrancho de combate. Para ello basta con perderle el respeto por el sentido elemental de las palabras, permitiendo que unos cuantos listillos lo tuerzan y detrás de ellas nos desboquemos el resto, olvidándonos de nuestra mutua (e imperfecta) humanidad. Quizás el mejor antídoto para tal locura sea ese, el recuerdo de nuestras propias e infinitas imperfecciones. Y de que en la base de toda tolerancia está el reconocimiento íntimo de que todos tenemos algo que hacernos perdonar.  Pero cada vez resulta más difícil de mantener el equilibrio y la cordura en medio de la exigencia diaria de definiciones, del partidismo obligado y de la convicción progresiva de que en los extremos está el camino de la perfección y la victoria. Aunque la gran derrotada sea la sensatez.