viernes, 23 de febrero de 2018

Un escritor provinciano

Reproduzco acá artículo que publica hoy Hypermedia Magazine a propósito del libro Para matar a Robin Hood del escritor Néstor Díaz de Villegas:
Si hay algo que evita cualquier escritor cubano que se respete es parecerse a Martí, repetir su destino. Menos por los tres balazos de Dos Ríos que por la ejecución ritual en cada matutino donde se representen “Los zapaticos de rosa” o se reciten sus “Dos príncipes”.  A nada teme más un poeta cubano que se respete que a verse atrapado en la telaraña de “La guantanamera”. Alcanzar, en suma, la gloria nacional en la provincia más recóndita del planeta, Cuba. Si a algo le teme un escritor cubano que se respete es al gentilicio que lo engarrotará en poses predecibles (aunque a continuación trafique infinitamente con ese gentilicio, que tampoco se trata de despreciar lo –poco- bueno que viene junto al derecho al pasaporte más caro e inservible del planeta). El mayor desvelo de un escritor cubano que se respete es ser universal. Como Kafka, pero sin escribir en alemán o cantar sus borracheras en checo. La idea literaria cubana de lo universal es la misma que la de cualquier balsero: escapar de la isla, así sea metafóricamente. Desprenderse cuanto antes de la dosis de fatalidad que le tocó al nacer. Si se ocupa de la pobre isla en sus páginas deberán parecer escritas por un sueco en sueco, y luego traducidas a un español aséptico de revista soviética. Y mucho name dropping de celebrities, de marcas de ropa, de cacharrería tecnológica. Y muchas palabras en inglés que es el latín de los pobres en este siglo que nos ha tocado vivir. Y lo seguirá siendo mientras el mandarín no se vuelva más asequible.En este contexto, el escritor Néstor Díaz de Villegas es un escritor esencialmente provinciano. Un escritor que no se respeta. Por mucho que se pueda haber esforzado no ha evitado seguir los pasos de Martí. Preso por un escrito en plena adolescencia, exiliado temprano, traductor, comentarista de la vida norteamericana, poeta en sus ratos libres. NDDV parece un remedo irónico del Apóstol en quien la ironía es apenas el modo de conseguir que los mismos avatares de hace siglo y medio no parezcan anacrónicos. Así, sus Palabras a la tribu pueden verse como una actualización de los Versos sencillos por mucho que a versos como “los que quisieron/ desollarme, arrancarme el pellejo, hacer/ conmigo unas botas de piel humana, jabón”  les cueste sustituir a “para el cruel que me arranca/ el corazón con que vivo” en los escenarios escolares. Pero no insistiré en un símil al que echo mano cada vez que escribo sobre el autor de Cubano, demasiado cubano. Porque justo cuando empiezo a buscar otros símiles, NDDV se aparece con un manojo de textos para confirmar la comparación inicial: los artículos donde cuenta su regreso a Cuba luego de más de treinta años es su particular Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos. Y su colección de reseñas de cine que ha titulado Para matar a Robin Hood es su versión personal de las Escenas norteamericanas del mártir de Dos Ríos.
Pero más que cualquier paralelo infantil lo que decide el martianismo de NDDV es una de las lecciones que con más insistencia nos impartió el Apóstol: su manera desvergonzada de ejercer la cubanía. No la cubanía turística de palmas, banderas, arroyos y frangollos sino la de la malentendida frase “El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!”. Una cubanía que no disimula la amargura del vino local ni convierte su sabor insoportable en toque de distinción. Asumo que Martí sugería que en caso de que nos diera por elaborar un producto típicamente europeo con frutos asiáticos deberíamos asumirlo como propio y cargar con el peso de haber fracasado tan miserablemente. (Quizás esté forzando un poco la interpretación, pero no me negarán que ya la imagen venía con defectos de origen. Si el Apóstol hubiera querido crear una metáfora más precisa sobre lo autóctono debería haber dicho “El casabe, de yuca, y si sale agrio, es nuestro casabe”). Y para ser cubano e intentar ser desvergonzadamente universal —nos dice NDDV— habrá que preservar el saber que nos ha dejado la experiencia originaria. Ser cubano consistirá, en el caso de NDDV (como en el de Martí), en no traicionar la infamia que se ha vivido. Hacer valer, junto a su talento literario, los instintos pulidos por la experiencia del desastre. Tanto de manera indirecta, con alusiones, chascarrillos (o referencias oscurísimas para quien no conozca el paño) como con intrusiones descaradas. Así, al comentar el placer culpable con que el público norteamericano disfruta el sadismo de la película 12 años de esclavitud, NDDV nos suelta en un aparte teatral: “No hay nada más aleccionador que el caso Cuba, donde la esclavitud se transformó en pasatiempo global, un Bergen-Belsen cum Tropicana que puede tomarse o dejarse, y hasta entenderse. También los negros cubanos son bellos: su sexualidad es cotizada al valor de cambio del mercado extranjero. Los dueños de plantaciones italianos, españoles o canadienses pueden ir a castigar a una mulata en La Habana. La esclavitud castrista no provoca repulsión, sino deseo. Por eso Europa niega la emancipación a los cubanos, que curran y singan por una fracción del sueldo que gana un gallego”.Todo en este libro termina o comienza con el lugar de origen de sus desgracias, de su experiencia. Lo apunta NDDV en el exergo en el que Cabrera Infante, como guionista de cine, se las ingenia para colar a Cuba en la trama de una película norteamericana perfectamente ajena a la isla. Cuba está en Para matar a Robin Hood incluso cuando no la menciona. NDDV al analizar dos películas de Tarantino (Django e Inglourious Basterds) diceLo que se echa de menos en estos pueblos —lo que se les echa en cara a negros y judíos— es la incapacidad para crear el caos en momentos marcados por el barbarismo. Lo que se les reprocha (detrás de la intención emancipativa hay un regaño metafísico) es su ineptitud para irrumpir en la Historia”. Al leer esto, no pude evitar pensar que los cubanos hemos compartido en las últimas seis décadas esa misma ineptitud. Que esa observación fue hecha teniéndonos en mente.
Para matar a Robin Hood  incluye, como era de esperarse en un crítico tan provinciano, una sección, la última, dedicada al cine local. El cubano, quiero decir. Una sección para proclamar, por si quedaban dudas, que nuestro cine es, más que agrio, intomable. Con alguna otra excepción como la que hace NDDV con Conducta. Ante la película de Ernesto Daranas reconoce, asombrado: “Cuba es ese lugar común absoluto donde reinciden los mismos pioneros, las mismas insignias, las mismas desgracias, los mismos orishas. Ahora sabemos cómo luce el fascismo ininterrumpido: baile flamenco, coro de niños, atardeceres con peleas de perros y la desidia como costumbrismo. El cine, bajo el castrismo, no produce escenas, sino escenitas en las que hay siempre una bronca y una miseria humana que explotar, una carencia que ventilar. Que de esas condiciones deplorables emerja una paideia, una regla de conducta, y que de lo trillado surja lo auténticamente revolucionario, parecía inconcebible”. Más adelante proclama incluso que ante tanto cine nacional cobarde, “mudo”, Conducta es la primera película cubana “hablada”. Y es que en Conducta, por si no lo recuerdan, se dice lo que en otras películas no pasaba de insinuaciones, incluido este diálogo:
Carmela: Yo doy clases aquí antes que tú nacieras.
Directora: A lo mejor ha sido demasiado tiempo.Carmela: No tanto como los que dirigen este país. ¿Te parece demasiado tiempo? La cubanería  no es el único componente de Para matar a Robin Hood pero sí su punto de partida. El que le da pie para dictaminar sobre lo humano y lo divino con esa confianza tan cubana y esa agudeza tan personal. La que le permite decir, por ejemplo, que “La idea de que las protestas del Cairo responden a desigualdades sociales, al rampante desempleo o al alza de los precios, es precibernética. El malestar moderno es una función del hecho viral, otro efecto de la aceleración informática. La conglomeración de criterios asegura el desencuentro, aunque a la larga conduzca a alguna forma de hiperdemocracia (que es la democracia donde Hezbolá gana las elecciones)”. Porque se trata en apariencia de analizar un puñado de películas creadas por la cinematografía mundial y local (y aquí local léase en el doble sentido de Cuba como lugar de origen y Los Ángeles como sitio de recalada del crítico) algo que NDDV hace con brillantez. Pero al mismo tiempo esa glosa cinematográfica desde las butacas angelinas (NDDV insiste en ir al cine como otros a misa, con ese fervor anacrónico) le sirve para estudiar el mundo americano, el mundo mundial, las relaciones entre ellos y ese mundo aparte que es el universo Hollywood: un Narciso que se ve en sus películas como Dios al universo el séptimo día de la creación. “La crisis a la que se refiere Blue Jasmine [la película de Woody Allen] es la enfermedad hollywoodense, y tiene que ver con el mundillo del cine, con sus exclusiones e hipocresías. Por eso Woody viene a San Francisco, que es el Xanadú de George Lucas, la Gomorra de Francis Ford Coppola, la finca privada de la Izquierda, la Babilonia del falso progresismo, un mundo libre donde están prohibidos el plástico, el tabaco, el odio y la irreverencia”.El cine, lo sabe NDDV, e insiste en ello una y otra vez, no es mero “reflejo de la realidad” como se estilaba decir en los manuales marxistas de historia del arte. El cine es, él mismo, realidad. Realidad que, como corresponde a todo lo real, engendra a su vez más realidad. “El ambiente gansteril de La Habana de los años cincuenta —afirma en la introducción del libro— sale directamente del film noir. El cine americano de acción tuvo más influencia en la historia de Cuba que las intervenciones de los marines”. Y si el arte es realidad, su libro lo concibe como arma. Un arma para matar a nuestro particular Robin Hood. El arte como arma de la contrarrevolución. “Fidel Castro fue otro héroe de matiné: Errol Flynn, que había sido Robin Hood en Hollywood, alguna vez lo comparó a su personaje. Durante una visita de Fidel Castro a la ciudad de Cienfuegos, el actor Chema Castiñeira (El robo del cochino, ICAIC, 1965) y Kemel Jamís, hermano del poeta Fayad, planearon un atentado al Líder. Los magnicidas habían plantado un rifle de mirilla telescópica en una ventana con vista a la habitación de Robin Hood. Por desgracia, un delator desbarató el complot. En 1976, en el campo de concentración de Ariza, Chema solicitó y obtuvo permiso de las autoridades para construir un cinecito al aire libre. Se usaron piezas sobrantes de la concretera anexa al penitenciario donde Chema, Kemel y yo cumplíamos condena. True story. La primera película que se nos permitió ver fue Atentát, de Jiří Sequens. Estos escritos arrancan de antiguas conversaciones, en aquel cine anónimo, con el actor convicto y magnicida frustrado José Manuel Castiñeira”.
NDDV podría fingir distancias, convertir sus reseñas en esferas cerradas donde todo encaje y se explique a sí mismo con lógica perfecta, más allá del bien y el mar. Pero por dondequiera NDDV le hace agujeros a su esfera por donde le inocula el origen de su sabiduría: las infinitas lecciones recibidas en Cuba en nombre de la confraternidad y la perfección humanas. Provincianiza su saber para hacerlo más visceral, más contundente. Para no engañarnos. Para dejar claro que no es la lucidez la que lo guía sino la rabia. Rabia lúcida, eso sí. No solo para avisarnos de dónde viene sino también a dónde teme que podamos ir a parar. “La vida de los otros, que transcurre en el año terrible de 1984, es el augurio de lo que nos espera bajo un futuro  —y acaso inevitable— régimen socialista” porque “El Terror socialista, a pesar de las advertencias de quienes lo sobrevivieron, sigue siendo la utopía de los progresistas, da lo mismo si son europeos, bolivarianos, coreanos o californianos”.  NDDV aprovecha cualquier descuido para emprenderla contra el culto totalitario a la corrección política y comentar, por ejemplo, la cañona de incluir un personaje negro en Inglourious Basterds: “En el ambiente de la Francia cinematográficamente ocupada, Marcel representa un racismo simpático, introducido en el guión con el exclusivo propósito de satisfacer a la Gestapo de nuestra mala conciencia […]: en comparación, los nubas de Riefenstahl son más decorosos, por ser menos decorativos”.
NDDV no solo quiere  dejar en claro el origen de sus instintos estéticos y éticos. O convencernos de lo fácil que resultan de conectar entre sí  todos los temas que abordan sus reseñas (Estados Unidos, el mundo, el cine, Hollywood, el izquierdismo de salón o el derechismo de andar por casa, la lógica del capitalismo tardío o del neocomunismo) y lo natural que resulta exprimirles un sentido. También usa toda esta operación de análisis en dirección inversa: para darle sentido a tanta brutalidad padecida, para convertir lo que podría ser apenas rabia, encono permanente, en una especie de sabiduría. Para que la vida sepa menos a mierda, para evitarse el destino de vulgar llorón. O peor: de un vulgar escritor que se respeta, de esos que van por la vida como si esta no fuera con ellos.
Que todo lo que escribe NDDV lo diga con esa prosa nerviosa y fulminante, la mejor que escribe un hijo de aquella isla ahora mismo, hace de Para matar a Robin Hood un libro todavía más perturbador.


martes, 20 de febrero de 2018

Un premio recibe Almanza

Es de agradecer que el Premio Nacional de Literatura independiente Gastón Baquero (solo un lugar tan enrarecido como lo es Cuba justifica la tautología de llamarle a la literatura "independiente"), es de agradecer, decía, que el premio recaiga en ese  monumento a la decencia llamado Rafael Almanza. A él a su vez le agradezco la confianza que tuvo en el proyecto "El compañero que me atiende". Tanta como para entregarme en tiempo record un extenso y conmovedor texto, de los más conmovedores que contiene la antología. Se lo agradezco aun más pensando que su respuesta inmediata a la propuesta fue un rotundo "no": no veía bien posar de víctima cuando había tantos que habían sufrido una represión mucho más violenta. Tuve que explicarle que no se trataba de un memorial de agravios sino de un intento de reconstruir ese totalitarismo de andar por casa del que hemos sido testigos los escritores cubanos durante décadas. Fue entonces que accedió y me envió a los pocos días el texto del que para celebrar su premio redundante les ofrezco un fragmento:
"Y ahí es donde comienza la leyenda del compañero que nos atendía. No lo vimos más. Otros personajes le sustituyeron. Para nada quiero dar a entender que el asunto con Daniel y conmigo fue la causa de su desaparición. De todas maneras lo iban a tronar, el nuevo grupo necesitaba su propia gente. Por otro lado, el país se hundía en la desesperación del llamado Período Especial y los jóvenes de la plástica citadina empezaban a sublevarse y hasta amenazaron ir con carteles a Villa María Luisa si no nos soltaban. El hecho es que no vimos más a Fredy y comenzaron las evaluaciones populares. Nunca manifesté odio contra esta persona. Caucásico como yo, lo veía como un hijo de guajiros como yo, que debía andar cantando décimas por los montes, en compañía de Samuel Feijóo y de Rafael Almanza, y no participando de la represión de las libertades de Guáimaro, que le hubieran permitido vivir su propia vida y cantar lo que le diera la gana, en aras de un proyecto político que lo había condenado a la pobreza, a perder a su hijo por suicidio y a ganarse el repudio de sus mejores conciudadanos. Ahora me duele no haber hablado por última vez con él en la Caridad, pero me negué por honor y porque lo vi como un cobarde, incapaz de oponerse a un abuso que yo sabía que su concepto masculino de la vida no podía tolerar. ¿O sí se opuso, pero solo ante sus colegas? Me queda la duda. La leyenda incluye el rumor de que fue finalmente expulsado de la Seguridad cuando lo encontraron blanqueando expedientes de los opositores. Al parecer eliminaba documentos, pruebas, cuando ya sabía que le quedaba poco. Es muy improbable que alguna vez sepamos si es la verdad o no, aunque debiéramos averiguarla, y hasta es posible que sea el invento de alguien que quiere mejorar su imagen o se niega a considerar que era un hombre bajo, o lo jubilaron por enfermedad o por incapacidad para reprimir, pero lo interesante de esta leyenda es que resulta creíble para aquellas personas a las que molestó. Cuando en la escuela me decían que Cristo no era sino una leyenda, yo pensaba: el problema es que es una leyenda. Una hilera interminable de mártires cristianos durante dos milenios mantiene la increíble leyenda. Creemos en el Bien. Creemos que Fredy pudo haberles dicho que detener a Almanza y a Morales era una estupidez, y una mariconá. Creemos que blanqueó los expedientes creados por él mismo, para que su sustituto no usara sus posibles maldades o investigaciones certeras en contra de esas personas a las que no odiaba. Creemos todo eso porque nunca le tuvimos odio y porque algo en esa persona era valioso, el escritor de las décimas se imponía al soldado, por mucho que él se esforzara en reprimirlas. Él no lograba reprimir con eficacia, porque él mismo reprimía lo mejor de sí, las décimas y las críticas que le acudían a la garganta, y tal vez ya se había dado cuenta, demasiado tarde, que había perdido lo mejor de sí mismo"

P.D.: Otros autores de la antología han recibido dicho premio: ellos son Jorge Olivera, Ángel Santiesteban, Manuel Díaz Martínez y María Elena Cruz Varela

Elecciones

Una de las líderes del independentismo catalán contempló la posibilidad de refugiarse en Cuba antes de decidirse filnalmente por Suiza, una dificilísima elección como todos sabemos: en Suiza hasta el agua tendrá que pagarla como si fuera champán mientras que en Cuba podría vivir como una sultana con su sueldo de fugitiva. Pero lo mejor de la noticia es descubrir que, según sus asesores catalanes Cuba no pertenece al Tercer Mundo. Sí, ya sé, uno esperaría que quienes aspiran a cambiar el mapa de Europa estuvieran mejor informados pero eso es lo que hay :
"Por un lado, las relaciones diplomáticas entre Madrid y La Habana son demasiado buenas como para arriesgarse a comprometer al Gobierno castrista con una eventual petición de asilo político cuyo desenlace sería imprevisible. Por otro lado, la situación casi de aislamiento internacional de la dictadura cubana habrían dado pocas opciones a Anna Gabriel en caso de verse en la tesitura de tener luego que salir de la Isla: “Acabarías en un país del Tercer Mundo”, fue el mensaje crucial para que la militante anticapitalista descartase el último paraíso comunista por la Meca centroeuropea de los evasores fiscales"

lunes, 19 de febrero de 2018

El primer habitante de Manhattan fue dominicano




El artículo del que ya publiqué la primera parte ahora completo:

El primer habitante de Manhattan fue dominicano


Pese al rechazo de los fundadores de Nueva Amsterdam (que pronto se convertiría en Nueva York) a todo lo que sonara a hispano o católico, no puede descartarse que el mangú fuera el primer plato cocinado en Manhattan por un poblador no nativo. Lo que sí está documentado es que un tal Juan Rodríguez fue el primer no indígena americano en residir en Manhattan, palabra que en lengua lenape significa “Isla Donde el Metro Cuadrado Cuesta Más Caro Después de Hong Kong”.
También se sabe que ese Juan Rodríguez (Jan Rodrigues, en holandés o João Rodrigues en portugués) nació en Santo Domingo hijo de un marinero portugués y de una mujer africana. Todos los ingredientes para conformar el glorioso destino de recordista múltiple: Rodríguez fue el primer inmigrante en residir en Manhattan, el primero con ancestros africanos, el primero con ancestros europeos, el primer mercader, el primer latino, el primer dominicano y, ya esto en el plano de la especulación, el primero en cocinar un plato de mangú en la segunda isla más cara del mundo.



Plano de Nueva Amsterdam, 1661
Plano de Nueva Amsterdam, 1661

Pero, sin siquiera entrar en sus gustos culinarios, lamentablemente de Juan Rodríguez no sabemos mucho. Se conoce que nació en la entonces Capitanía de Santo Domingo pero no se sabe siquiera el año en que se produjo su nacimiento, como tampoco se conoce el nombre de sus padres. El detalle de que su padre fuera un marinero portugués no es raro si tenemos en cuenta que en esa época los portugueses eran considerados los mejores navegantes del planeta.
Portugués fue el rey Enrique el Navegante, pionero en las exploraciones de la costa oeste de África. Portugués fue Vasco da Gama, el primero en llegar navegando a la India desde Europa luego de darle la vuelta a África. Portugués fue Magallanes, quien comandara la primera expedición que dio la vuelta al mundo aunque no la consiguiera terminar por motivos ajenos a su voluntad (pero no ajenos a la voluntad de los nativos filipinos que lo acribillaron a lanzazos cuando se asomó por allá).
Tampoco es raro que el padre de Jan Rodrigues fuera portugués en una época (finales del siglo XVI) en que el diez por ciento de la población de Santo Domingo procedía de Portugal. Les recuerdo que entre 1580 y 1640 España y Portugal fueron un solo país gracias a que Felipe II, rey de España, había heredado la corona de Portugal a través de su madre, Isabel de Portugal.
Tampoco era raro que la madre de Juan Rodríguez fuera africana en una época en que los colonos españoles, cansados de exterminar indígenas, se dieron cuenta que alguien tendría que trabajar en medio del calor tropical. Y como veían el trabajo algo indigno de su condición de hidalgos los españoles se dedicaron a importar mano de obra desde África. Que los africanos no iban muy dispuestos a trabajarle gratuitamente a señores que no conocían puede inferirse del cuidado que ponían sus importadores en trasladarlos encadenados a América. O en la insistencia de los colonos en el uso de látigos e instrumentos similares para agilizar el ritmo productivo. Al parecer el uso del látigo no era indigno de su condición de hidalgos.
Por no saberse, de Juan Rodríguez no se tiene noticia cierta —aparte de su impreciso origen— hasta el año 1613. Fue ese el año en que el capitán holandés Thijs Volckenz Mossel contrató a Rodríguez para que lo acompañara en su barco Jonge Tobias. Se trataba de un viaje comercial a la isla de Manhattan recién explorada por Henry Hudson en 1609. Rodríguez, dadas sus reconocidas habilidades para aprender lenguas (se dice que para entonces ya sabía español, portugués y holandés), viajaría en calidad de traductor.
La intención del holandés Mossel era comprarle pieles a los indios lenapes a cambio de hachas, cuchillos y otros solicitados utensilios de los Home Depots de la época. Los detalles son discutibles pero lo que queda claro es que el Jonge Tobias ancló frente a Manhattan en la primavera del 1613. Anduvo negociando pieles con los lenapes pero cuando Mossel se dispuso a regresar a Europa Juan Rodríguez o Jan Rodrigues le informó que de eso nada. Que ya se había instalado con su novia lenape y sabía hablar la lengua de por ahí como para irse de pronto. Que en Europa no se le había perdido nada y no quería perderse la oportunidad de ser el primer dominicano en instalarse en la Isla Donde el Metro Cuadrado Cuesta Más Caro Después de Hong Kong. Quería aprovechar e instalarse allí antes de que Washington Hights empezara a gentrificarse y los alquileres a subir. Y aprovechar que todavía no hubiera migra ni permisos de residencia.
Convencido por tan sólidos argumentos Mossel decidió dejarle a Rodríguez ochenta hachas, unos cuantos cuchillos, una espada y un mosquete para que se fuera defendiendo. Literal y figuradamente. Y Rodríguez se defendió. Cuando Mossel regresó al año siguiente Rodríguez seguía allí, con su familión lenape y con tremendos contactos en el negocio de las pieles (100% orgánicas).
Tan buenos contactos tenía que otro capitán holandés, Adriaen Block, se quejó a las autoridades de Amsterdam de que Mossel y Rodríguez se habían puesto de acuerdo para arruinarle el negocio de las pieles con los lenapes. Eso es todo lo que se sabe de Rodríguez. No hay otros documentos que atestigüen su presencia en años posteriores: ni cuentas de gas o multas de tráfico.
Pero nada hace pensar que no haya sobrevivido hasta una avanzada ancianidad rodeado de hijos y nietos lenapes que le hacían la vida imposible con el equivalente al reguetón de aquella época. Como tampoco nada impide imaginar que fuera Rodríguez el primero en introducir a esta parte del mundo las delicias del mangú y el sancocho.
Dice un libro bien informado al respecto: “los portugueses llevaron las bananas de África Occidental a las Islas Canarias y entonces en el siglo XVI las bananas fueron llevadas de Canarias a Santo Domingo en 1516”. ¿Acaso no era Rodríguez hijo de un marinero portugués? ¿Puede descartarse que su mamá lo iniciara en los secretos que hacen del mangú una delicia incomparable? ¿Por qué negarle entonces a todos sus títulos de pionero el de Rey del Mangú?
¿Ha oído hablar de Alex Rodríguez, Manny Ramírez o Romeo Santos? Pues eso: nunca subestime las capacidades de un dominicano suelto en Nueva York.

sábado, 10 de febrero de 2018

Los rostros de los que escogieron luchar


En Diario de Cuba aparece hoy una versión abreviada de una entrevista al artista Geandy Pavón sobre su última exposición dedicada al presidio político cubano. Este blog se complace en ofrecerles la versión íntegra de dicha entrevista:


Vae Victis Vanitas: los que escogieron luchar

Por Enrique Del Risco

251 años. Esos fueron los años que cumplieron en el presidio político las 18 personas representadas en los retratos que reúne Vae Victis Vanitas, exposición que acaba de inaugurar el artista visual Geandy Pavón en William Patterson University. Apenas una mínima muestra, modélica pero no excepcional, del presidio político más nutrido y extenso que haya conocido el hemisferio: decenas de miles de reos condenados a largas penas que habrían de cumplir en condiciones atroces. Para en buena parte de los casos salir de la prisión directamente al destierro donde nunca dejaron de enarbolar los mismos principios que sostuvieron en prisión. Opositores armados o pacíficos, magnicidas frustrados (la única variante que conoce nuestra historia) o conspiradores de café sin leche; intelectuales, campesinos, obreros, de origen africano, europeo, asiático o hasta del Medio Oriente; liberales, anticomunistas, socialistas, anarquistas: todos fueron engullidos por la misma maquinaria que repartía años de prisión con una generosidad asociada a cosas más leves. Hermanados en el dolor y el aislamiento en épocas que nadie se daba por enterado de su propia existencia. Lo que no consiguió la violencia ejercida sobre ellos lo están consiguiendo los rigores de la edad, los desmanes del tiempo. De ahí que esos rostros que Geandy se esfuerza en conservar antes que desaparezcan sean –en su severidad y desafío- mucho más elocuentes de lo que fueron recién salidos de la cárcel. De eso se tratan estos retratos, de una última línea de defensa contra el tiempo. No es metáfora. El día en que se inauguraba la exhibición buena parte de los retratados estaban en el funeral de la esposa de uno de ellos.  

¿Cómo surgió la idea de crear la serie?

Mi relación con la comunidad de expresos políticos comienza desde mi primer día de exilio en los Estados Unidos. La persona que nos recibió en el aeropuerto fue también un ex preso político, el director de la oficina de Rescate Internacional en West New York, el señor Guillermo Estévez. Y el primer lugar al que llegué después de aterrizar en el aeropuerto Kennedy de Nueva York, fue la Unión de Ex Presos Políticos Cubanos. Pero sin embargo, la idea de un ensayo fotográfico sobre los expresos políticos surgió casi 20 años después, paralelamente al de mi interés por la fotografía documental.

El  primer retratado de ésta serie fue el poeta y ex-prisionero político Jorge Valls. Todos los que conocimos a Jorge Valls, tenemos la certeza de habernos encontrado con otra Cuba, con la dimensión de un universo y un carácter que le fue arrebatado a mi generación. Por eso comencé a retratar a Jorge Valls, como quien se encuentra con un ser de otro universo y quiere conservar el testimonio de ese encuentro. Después descubrí que Jorge era la puerta a un mundo al que ya tenía acceso, pero que justo por tenerlo tan cerca y haberlo mirado, nunca había visto: los expresos políticos del presidio histórico cubano. Ésta es una serie que de muchas maneras me hizo consciente de un mundo a mi alrededor que está a punto de desaparecer, de individuos con vidas increíbles que están desapareciendo junto a ese mundo. Es un trabajo que me ha obligado a andar con prisa, que agudizó mi consciencia sobre la mortalidad.

 Sí, y me imagino que la muerte posterior de algunos de los retratados confirme esa necesidad y esa urgencia. ¿Cómo ha sido el proceso de retratarlos? ¿Sentías incomodidad en ellos al dejarse retratar? 

Cuando se retrata a una persona que ha estado tantos años en prisión, siempre hay tensión, tanto de un lado de la cámara como del otro. El retratado tiene la suspicacia natural, la sospecha de estar siendo el objetivo de algo sobre lo cual no tiene ni el control, ni la certeza de un fin particular. El que retrata, tiene en sus manos la responsabilidad de la dignidad estética de quien es retratado. Cuando digo “estética” no me refiero solo a la mera representación de lo bello o lo feo, sino al testimonio material de una vida, contenida en una sola imagen.

Algunos de los retratados se mostraron reticentes al principio, después pude convencerlos de la importancia de su testimonio. Esta serie incluye fotografías de carácter situacional, para dar una idea del contexto, otras son más estudiadas, donde el sujeto posa para la cámara. Todos los sujetos fueron retratados usando el mismo formato del Mugshot. El mugshot es un close up del rostro del acusado, es la manera en la que la policía documenta a los detenidos. Pero para realizar este tipo de retratos, generalmente se usa un teleobjetivo para no acercarse demasiado al retratado. Yo en cambio usé un lente normal con una anilla de acercamiento, de manera que literalmente estoy a un pie del rostro de cada una de las personas retratadas. Como te puedes imaginar no es una situación demasiado cómoda para quien está frente a la cámara.

Una vez que el sujeto estaba sentado y listo para ser retratado, yo le pedía que mirara directamente al mismo centro del lente (una cámara Hasselblad de formato mediano). Así los dejaba por unos instantes, concentrándose, y entonces tomaba el retrato. Creo que esos pocos segundos de concentración frente a un objetivo tan cercano a sus rostros, fue lo que me permitió lograr que el retratado estuviera centrado en sí mismo y no distraído por el hecho de posar para un retrato. Es algo paradójico, porque quizás lo que rompe con esa aprensión de ser el objetivo de un lente, es precisamente el extremo de una cercanía tal, entre la cámara, que funciona como un espejo, y el rostro.

Muchos de estos ex-presos han visto su vida reflejada en los libros de otros, en los documentales y las palabras de otros, en el saco testimonial de un colectivo: los presos políticos cubanos. Creo que para una gran parte de mis retratados en esta serie ha sido la posibilidad de un último testimonio, pero esta vez individual, más personal. Las calaveras todas son iguales, los rostros no.


También te lo preguntaba pensando en que todos ellos son parte de una generación que ve ajenos a su idea de dignidad ciertos gestos de vanidad, ya sea retratarse o exponerse como víctimas, en contraste con el propio título de la serie.

Los ex-presos políticos cubanos se ven a sí mismos, con toda la razón del mundo, como los guardianes del testimonio de la lucha contra la tiranía en Cuba. Tal vez la esperanza no es algo que esté reflejado en cada una de las imágenes de esta serie. Sin embargo, su persistencia después de tantos años de cárcel y exilio, es una prueba irrefutable de ese optimismo, de su conmovedora voluntad.

Mi serie, a pesar de tener en cuenta todo lo anterior, pretende ir un poco más allá. Vae Victis Vanitas es un retrato de los vencidos de una coyuntura histórica y material pero no de una derrota moral; su existencia y testimonio representa en sí, una derrota ética para sus carcelarios, una fisura irreparable en el despliegue del proyecto totalitario cubano.

Cuando se piensa en la fotografía cubana, generalmente se piensa en la fotografía épica. Una de las primeras imágenes que nos vienen a la mente son las de los vencedores, la entrada triunfante del joven Fidel en La Habana, el famoso retrato del Che etc. Vae Victis Vanitas es el reverso del triunfo, de la vanidad, un retrato de la crueldad de los “héroes” vencedores.

Iván De La Nuez, en un ensayo sobre su proyecto curatorial Iconocracia, expone cómo la Revolución Cubana se hizo retratar no en mármol o grandes monumentos, sino en la blandura del papel fotográfico. Nuestro imaginario occidental nos hace aceptar la caída de un monumento, la mutilación de una estatua, pero no la destrucción de un documento. Iván llega a la conclusión de que ese es el motivo por el cual, el arte cubano no recurre al gesto iconoclasta, sino más bien a una intervención del ícono, transformar la imagen épica y darle otro sentido, hacerla hablar contra sí misma, revertirla. Esta serie, aunque no de manera exacta, sigue esa lógica. Mi manera de lidiar con la imagen épica del vencedor, no es destruyendo su monumento, sino mostrando los cimientos sobre los que se alza y la sombra que aún proyecta.


¿Por qué el título?

Vae Victis (¡Ay, de los vencidos!) es la frase pronunciada por Breno, el jefe galo que entró triunfante a Roma. Cuenta la leyenda que Breno impuso un rescate impagable a los vencidos. Al acudir estos a presentarles sus quejas, el jefe galo tiró su espada sobre la balanza exclamando que no solo tendrían que pagar el impuesto original, sino que ahora además tendrían que equiparar el peso añadido de su espada.

Tal vez algunos de los retratados no se sientan del todo cómodos con la condición de vencidos que yo subrayo en esta serie. Una vez tuve esa conversación con uno de ellos y me dijo lo siguiente:

“Mi generación al menos tuvo el honor de ser derrotada, la tuya nació en la derrota, es parte de ella. Uno no puede escoger ganar o perder, solo puede escoger luchar o no luchar”

El titulo de esta serie incluye también la palabra Vanitas. El Vanitas fue un tema recurrente en la pintura durante los siglos XVII y XVIII. Es un tipo de obra simbólica en la que se pone de manifiesto la futilidad del poder terrenal, lo material e intrascendente de la vida física. En esas imágenes era recurrente el uso de símbolos que aluden al tiempo y la mortalidad, uno de ellos, tal vez el más común, es la calavera. En mi serie la calavera es sustituida por el rostro, mis retratados no son un still life, sino más bien un still alive. La foto no es más que una forma apresurada y a la vez quieta de captar ese “todavía” (Still significa quieto, pero también significa todavía). Siendo el Vanitas una forma de la ruina puede entenderse de manera equívoca, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de seres humanos. Porque para hablar de la vanidad del poder cubano, su futilidad, está toda Cuba que es una ruina, un testimonio de la decadencia del poder que la controla. Un uso menos riguroso de la palabra Vanitas, la limitaría a su acepción más elemental, la de “ruina”. Pero para que las huellas de la decadencia tengan el valor de un Vanitas, tienen que contener un valor moral y ese es el valor de los ex-presos políticos. Sus retratos son un Vanitas político, una manera de recordarle al Poder su temporalidad, un testimonio contra su vanidad.

Mis retratados, además, no se acomodan a esa idea común que muchos tienen del exilio cubano, gente exitosa económicamente etc. Sin embargo y paradójicamente, han sido el núcleo principal de eso que todavía llamamos exilio. Son ellos quienes han dedicado su vida antes, durante y después de la prisión política, a sostener el peso de esa otra cara de la Historia, la de los  que todavía luchan. Nosotros, el resto, vivimos en la comodidad moral de una derrota digna, la que ellos han pagado contra el peso de la espada.

Siempre que se habla de modelos de sobrevivencia uno de los que primero que vienen a la mente son los sobrevivientes de los campos de exterminio nazi. Estos, sin embargo, por lo general sobrevivieron a su prisión y al sistema que los encarceló. No es el caso de los sobrevivientes que representas en tu serie. ¿Qué características en tu opinión los identifican como grupo? Cómo sobrellevan esa condición de sobrevivientes "a medias"? 

Sí, su tiempo en prisión ha terminado, pero el sistema que les arrebató su libertad no ha desaparecido todavía. Son los sobrevivientes de un monstruo que sigue vivo, de manera que aún en libertad y después de tantos años, los sigue uniendo una misma causa. Una causa que conserva su ubicuidad, que dominó y determinó su pasado, que sigue dominando y determinando su presente al igual que su proyección de futuro inmediato, y el futuro de las generaciones que los siguen.

Es importante aclarar que la serie se concentra específicamente y de momento, en la comunidad de ex-presos vinculados a la Unión de Ex-Presos Políticos | Zona Norte (New York y New Jersey). Digo que por el momento, pues es un trabajo en proceso, un proceso que no creo llegue fácilmente a su fin. Cuba ha tenido la población penal por causas políticas más grande del hemisferio, y una de las más grandes per cápita del mundo. En un momento llegaron a existir más de 35,000 prisioneros políticos en la isla. Hay también muchas mujeres que aún estoy documentando pero casi todas están radicadas en el estado de la Florida.

Señalas en el texto introductorio a esta exposición la variedad política, social, racial, cultural, educativa y de todo tipo de las personas encarceladas. Como mismo hicieron Jorge Ulla y Néstor Almendros en su esencial Nadie escuchaba hay un especial énfasis en recordarnos que los presos eran lo mismo batistianos, miembros del Ejército Rebelde, del Movimiento 26 de julio, del Directorio Revolucionario, anarquistas, sindicalistas, negros, blancos, intelectuales, obreros, campesinos. Pero al mismo estas larguísimas penas de cárcel, y las condiciones terribles que sufrieron los acercaron en medio de sus diferencias. Forjaron una hermandad que se puede apreciar hasta el día de hoy. ¿Qué nos puedes decir sobre ello?   

Sí, contrario a lo que muchos creen, los expresos políticos cubanos no son un grupo homogéneo. Mi trabajo para este ensayo fotográfico incluye, por ejemplo, los retratos del coronel Ricardo Montero Duque y del poeta Jorge Valls. No puede haber dos figuras más antitéticas; Montero Duque fue uno de los militares a los que Batista confió la solución del problema rebelde en la Sierra Maestra, Jorge Valls en cambio era un revolucionario católico y socialista, opuesto radicalmente al gobierno de Batista. Ambos, Montero Duque y Jorge Valls, purgaron largas condenas en la cárcel política: el gobierno de Castro, fue igualmente despiadado con ellos. Montero Duque fue sentenciado a 30 años de los cuales cumplió 27, Valls fue sentenciado a 20 años, cumplió 20 años y 40 días. Expongo todo lo anterior para afirmar que a pesar de haber estado en antípodas ideológicas después de tantos años compartiendo la prisión, estos hombres terminaron siendo amigos, perdonando al otro y perdonándose a sí mismos. Es una historia de reconciliación realmente conmovedora, que debería servirnos de ejemplo al resto de los cubanos, no solo para el futuro, sino desde ya.

¿Me puedes hablar de algunas de las personas concretas que aparecen en esta serie? ¿Alguna anécdota que los defina más allá del grupo al que pertenecen?

Cada una de las personas de esta serie tiene una vida intensa y llena de anécdotas. Pero te pongo de ejemplo algunos casos que me parecen especialmente reveladores.

Kemel Jamís un cubano de origen libanés, fue sentenciado a 20 años de prisión y salió en libertad después de 14 años. Mientras Kemel estaba preso, su hermano el pintor y poeta Fayad Jamís, era el attaché cultural del gobierno de Cuba en México. Durante el tiempo que Kemel pasó en la prisión política, su cuñada en aquel entonces, estaba a cargo del Departamento de Derechos Humanos del MINREX cubano para las Naciones Unidas. Su trabajo consistía precisamente, en negar públicamente en foros internacionales a los que iba, en representación del gobierno cubano, que en Cuba hubiera prisioneros políticos.


Aquí va una anécdota contada por el propio Kemel Jamis:

“Mi cuñada en aquel entonces era la Dra. Marta Jiménez, viuda de Fructuoso Rodríguez, de cuyo matrimonio resultó Osvaldito Fructuoso. La breve historia como sigue: cuando salí de prisión en el año 1976, hice un viaje a La Habana, por petición de mis hermanos, llamé a Marta al MINREX, donde ella tenía el cargo del Departamento de Derechos Humanos ante ONU. En ese entonces viajaba a Suiza con frecuencia (todo esto según me cuentan mis hermanas). Una vez sentados frente a frente, en su oficina majestuosa, lo primero que me dijo fue: “¿cómo no te convertiste en revolucionario a través del Plan Camilo Cienfuegos?”. Inmediatamente le contesté que ella se refería al Plan de Trabajo Forzado de Isla de Pinos, donde muchos de mis compañeros fueron asesinados y otros sufrieron múltiples heridas, golpes a diario en condiciones infrahumanas, celdas de castigo en las cuales pasé alrededor un año. Se sorprendió y lo comprobé en sus expresiones. El régimen le mentía. Me pidió que antes de partir de La Habana para Santi Spíritus, escribiera las primeras cuartillas de mi relato. Como es de suponer no escribí nada. Yo desconfiaba de todo y todos. Acababa de pasar 14 años en distintas prisiones. Nunca más supe de mi ex cuñada”.

Ya sé que nada de esto es nuevo, pero a mí me parece un ejemplo terrible de cómo el régimen logró fragmentar a tal punto la sociedad y la familia cubana, de engañar a sus propios representantes.

Otro de los ejemplos que me vienen a la mente es el de Guillermo Estévez, es un caso que revela la arbitrariedad del sistema legal impuesto por Fidel Castro. Guillermo fue uno de los pilotos acusados en 1959 de haber bombardeado localidades civiles durante el conflicto entre los rebeldes y el ejército. En el juicio, que tuvo lugar en un tribunal de Santiago de Cuba, también se acusaba de similares cargos a los artilleros y mecánicos del ejército. La fiscalía nunca entregó el sumario de los cargos a la defensa hasta el mismo día del juicio. A pesar de ello, los abogados pudieron defender magistralmente a sus representados. Tanto así, que el tribunal revolucionario terminó absolviendo a los acusados unánimemente. Inmediatamente Fidel Castro, a través de los medios, proclamó el juicio nulo y exigió uno nuevo. Castro siendo abogado el mismo, sabía perfectamente la aberración jurídica en la que incurría. Se realizó un segundo juicio, el veredicto lo dio el propio Fidel: “Pilotos: 30 años; Artilleros: 20 años; Mecánicos: 2 años. Condenados todos a trabajo forzado”

Tres meses después, tras una intensa campaña de descrédito contra su persona, el fiscal del juicio, el comandante Félix Lugerio Pena, se suicidó. Guillermo Estévez fue condenado a 30 años, de los cuales cumplió 19 en diferentes prisiones  de la isla.

¿Qué sentido tiene para ti incluir en esta exhibición, junto a los retratos de los ex presos políticos, tres piezas de video arte que parecen alejarse del tema central de esta serie?

Siguiendo un recorrido en orden de la exposición, la muestra termina en una sala de videos. La curadora, Kristen Evangelista y yo, decidimos incorporar dos videos en los que se traduce, de una manera más libre y no en forma de documento, el tiempo mismo del poder.

Un último video es mi retrato de Orlando Zapata, esta es la obra que cierra, da conclusión a toda la muestra. El video sobre Orlando Zapata, muerto durante una huelga de hambre en el 2010, devuelve al espectador a la misma prisión política muchos años después. A los primeros presos políticos el gobierno los acusaba de no haber entendido la Revolución, de haber estado contaminados por los vicios de otra época, etc. ¿Qué sucedió entonces con Orlando Zapata? Un albañil negro, un proletario para el cual, al menos teóricamente, la Revolución se había gestado. Sin embargo terminó muriendo a manos del Estado cubano, en una huelga de hambre convertida por sus carceleros en huelga de sed. Hay testimonios que aseguran que el militar a cargo de la cárcel donde estaba Zapata, ordenó que le impidieran tomar líquido alguno, para de esa manera hacerlo abandonar la huelga de hambre. Orlando Zapata no cedió a esa presión ni a ninguna otra y murió a consecuencia de la huelga que duró 83 días.

La parte fotográfica de la exposición lidia con un tema del pasado más distante, de alguna manera congelado por el tiempo. La parte que contiene los videos, habla de un momento más actual, todavía vivo y en movimiento. Creo que era necesario devolver el tema al presente: es por eso que la exposición se concibió así.

¿Es esta serie solo una documentación o también lo ves como un homenaje?

Vae Victis Vanitas es una documentación y a la misma vez un homenaje. Confieso no ser optimista con relación al futuro de Cuba, quiero creer en una Cuba verdaderamente democrática y plural, pero no encuentro la fe. Sin embargo los ex-presos políticos, al menos los que yo he conocido, sí tienen esa fe. Y a juzgar por sus vidas parecen haberla tenido siempre. Me da un poco de vergüenza, porque yo no he sufrido ni sacrificado un ápice de lo que ellos sí han sufrido y sacrificado. Sin embargo, no tengo la confianza en el futuro que ellos tienen.

Pero es quizás mi aceptación de la derrota lo que me ha hecho documentar a estas personas. Si ya se ha perdido todo, entonces al menos nos queda la responsabilidad de contar las víctimas, ponerles nombre y rostro. Mostrar el precio, el costo humano sobre el cual se ha erigido el poder totalitario en Cuba.