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domingo, 1 de abril de 2012

Intercambio

En Tersites, un blog que no me canso de recomendar, he tendio un breve un intercambio con un comentarista anónimo que dice estar de visita. Porque resume lo que pienso sobre la visita del Papa y porque el comentarista mientras intenta explicarse ofrece su visión de la práctica del catolicismo en la Cuba actual traslado acá el intercambio iniciado aquí.


1.   Muy bueno Tersites. No soy de los que tiene muchas expectativas. Si no esperaba un milagro cuando la visita de Juan Pablo, o ni siquiera algo parecido a lo que habia ocurrido en Polonia (el mundo y el Papa habia cambiado mucho para esas fechas), ahora con Benedicto espero aun menos. pero te pregunto: seria demasiado pedirle un poco de decencia?
2.                        
Ahora que ha terminado la visita, queda claro que no sucedio el milagro. ?Que esperaban? Dice la persona que comento anteriormente que "al menos un poco de decencia". Bueno, lo cierto es que el Papa, ademas de ser el representante de la Iglesia Catolica, es un jefe de estado. La visita fue precisamente eso: la visita de un jefe de estado. No sabemos lo que el Papa y Raul Castro hablaron a puertas cerradas. Quizas nunca lo sabremos. 
La gente no se puede imaginar las cosas que tenemos que hacer los catolicos en Cuba para practicar nuestra fe. Yo estoy de visita y me quedo estupefacto ante los insultos. No es como uds se imaginan. Sigue habiendo infiltrados en las iglesias, cada reunion es grabada, cada peregrinacion llena de agentes de la seguridad. Cada iglesia pintada y renovada, un verdadero calvario. Nunca sabemos con quien estamos tratando. Y a la cabeza el cardenal intenta llevarse bien con los comunistas, predicar la palabra de Dios y tener cuidado de que ninguno de sus fieles vaya al paredon gritando Cristo Rey. Ya eso paso y no sirvio de nada... 
Ojala alguno de ustedes estuviera en nuestros zapatos. 
Entonces entenderian.
3.                        
Bueno, la verdad es que si es cuestión de zapatos la comprensión es dificil. A muchos lo primero que se nos ocurrió cuando los zapatos nos quedaban demasiado apretados fue cambiarnoslos por unos que nos quedaran más cómodos. Entiendo que no todo el mundo tenga la posibilidad o el deseo de hacerlo pero creo que merecemos alguna comprensión los que luego de habernos probado ambos calzados lleguemos a la conclusión que los anteriores no nos sirven para caminar. Nadie, o casi nadie, insisto, le pide a la gente en Cuba que se inmole, o a la iglesia que haga lo que el resto del país no ha podido hacer pero, por solo poner un ejemplo, el jefe de estado Ratzinger podría haberse reunido unos minutos con la oposición o al menos haber evitado reunirse con un anciano decrépito que en cuestiones protocolares no pinta absolutamente nada. Un Papa, más que un jefe de estado es una figura simbólica y poco cuenta lo que le diga en secreto a otro jefe de estado (si es que algo dijo) cuando públicamente parece complacer todos los deseos de sus anfitriones que por lo que cuenta este visitante se siguen comportando de modo bastante tiránico.




Y como resumen de la visita aquí tienen el TeleGuamá 6:

jueves, 24 de mayo de 2007

Correspondencia (real) con el Don Arturo Arango (y Parreño)


La debatida cuestión de la doble identidad que se me atribuye (Enrisco y Enrique Del Risco) estuvo presente en una iluminadora aunque breve correspondencia con el archiconocido escritor Arturo Arango. Hace años en algún ensayo este me atribuyó equívoca e indistintamente la personalidad de uno y de otro. Por eso algo molesto le reproché a dicho Arango el haberme confundido con el tal Enrique Del Risco. Arturo Arango, que luego ganaría más fama y gloria aún con la llamada Guerrita de los emails, tras la cual más nunca podrá hablarse de censura en Cuba (so pena de cárcel) en la breve respuesta que me dedica ya empezaba a afilar las armas de quien con el tiempo se convertiría en uno de nuestros más respetados rebeldes cibernéticos.

Estimado escritor Arturo Arango:
Ha llegado a mí, ya ni siquiera recuerdo como, (esos son los tristes resultados de la tan cacareada globalización: nos atiborra de información y a cambio nos arranca la memoria) un trozo de una polémica que sostuvo hace un tiempo con otro escritor cubano. Ni el contenido ni el resultado de la polémica me interesan aunque sí, y este es el motivo de esta misiva, la mención que usted hizo de mi humilde, pero no por eso menos respetable, nombre. Que me hubiera mencionado no es el problema sino que, a lo que logro entender, usted de algún modo insinúa que Enrisco y Enrique Del Risco son la misma persona. Supongo que cierta eufonía entre nuestros nombres respectivos fuera el origen de tal confusión pero una figura pública como usted debiera ser más cuidadoso y evitar errores que injustamente confundan y empañen mi nombre. Conozco al autor que menciona, Enrique Del Risco y por esa razón me extraña que alguien pueda confundir mi personalidad y obra, sencilla pero llena de vigor y claridad de estilo, con la de Del Risco, mucho más pretenciosa y, a la larga, ramplona. Él ha publicado un libro de lamentable título (Lágrimas de cocodrilo) mientras en cambio los míos (Obras encogidas y Pérdida y recuperación de la inocencia) desde su nombre tienen la mezcla de ingenio y lirismo que me caracterizan. Él concede entrevistas mientras que yo no, pues nunca me las han solicitado. Él aspira a ocupar algún escaño en nuestra República de las Letras en tanto que yo, humilde servidor de las letras, no me propuesto trascender, sino humildemente dar testimonio de mi tiempo, como paseando un espejo a lo largo de un camino para que al final, como ocurre con el espejo de cualquier camión, ese espejo termine cubierto por la huella de su tránsito por este mundo: o sea, cubierto de polvo. Y le pregunto estimado Arango ¿le gustaría que por ejemplo en algún artículo o viñeta yo anduviera confundiéndolo con su colaborador Parreño aunque siempre se les suela mencionárseles en conjunto? ¿O con la afamada Orquesta Arangón? Júzgueme por mis actos, pues toda persona, posea o no el don de la escritura es responsable de lo que hace. Pero para ello la primera condición es que se respete su identidad intransferible y no se le ande asociando con el primero cuyo nombre se le parezca. Esto me hace recordar una anécdota, lamentablemente verídica, que me ocurrió. Habiendo pedido un libro del poeta César López en la biblioteca municipal de la Habana Vieja, la bibliotecaria me respondió: “No te lo puedo prestar porque uno de los dos Césares, López o Leante, está prohibido y ahora no recuerdo cuál...o si son los dos”. Como comprende no es tiempo ni lugar de andar confundiendo la identidad de las personas de modo que le agradecería que reparara un error, que supongo no intencional, del modo que estime conveniente. Esperando que quede pronto subsanado su error se despide de usted, su servidor, Enrisco
PD. Y recuerde dármele saludos a su colega Parreño.




Enrisco: su carta me ha llenado de estupor y de vergüenza. Tiene usted toda la razón: pensé, hasta recibirla, que Enrisco y Enrique del Risco eran la misma persona. En realidad, no he leído libro publicado de uno ni de otro (no recuerdo haber visto sus libros), aunque sí creo recordar que alguna vez conocí a uno de ustedes dos, y seguí dando por sentado que eran la misma persona. Lo otro que me asombra es que hasta el momento nadie me haya sacado del error. Tiene usted toda la razón para enojarse, y le ruego acepte mis disculpas. Haré lo posible por enmendar ese lamentable error.
Arturo Arango

Muy querido escritor Arturo Arango y Parreño:
Valga su pronta y sabia respuesta (ya lo dice el proverbio "... rectificar es de sabios" y no seré yo quien le escatime su sabiduría) para elevar su cotización en la bolsa de valores de mi estima. A quien habrá visto alguna vez fue al tal Enrique Del Risco supongo que más dado que yo al roce social con lo más granado de la inteligencia habanera. Me dice que no conoce mi obra ni la de mi cuasi tocayo. Lo segundo apenas me interesa en lo anecdótico pero lo primero le confieso que me abruma en no poca manera. No se trata ya que mi insignificancia resplandezca con tal magnitud incluso ante sus escrutadores ojos (es que así trato de imaginármelos) sino que temo algo mucho peor aún. Cierto que mis dos libros publicados hasta el momento abundan en el defecto o virtud de la brevedad y vistos por el lomo apenas harían reparar la atención incluso de un atento observador como usted. Pero a mi temor lo abona la posibilidad de que por alguna razón, quizás la misma que lo indujo a cometer a usted mismo el error que le reclamé en la primera misiva, haya llevado a un funcionario, no menos oscuro que yo como escritor, a confundirme quien sabe si con alguno de los Césares (López o Leante) que antes le mencioné (¿o son uno los dos? que diría el apóstol) y por tal razón decidiera enviar mis libros junto con mi nombre al círculo infernal de los blasfemos y por tanto no aptos para la lectura. ¿Sabe usted algo al respecto? En tal caso ¿podría hacer algo para ayudar a limpiar a limpiar mi nombre deslindándolo ya no sólo de Del Risco sino incluso de los dos Césares. Tenga en cuenta que no tengo la suerte de usted, cuya fama y libros recorren todo el orbe y, por añadidura, en ejemplares más gruesos que los míos a la vista de cualquier visitante de librerías y bibliotecas. Yo mismo no me he podido sustraer a la curiosidad y he leído los lustrosos lomos de sus libros "Discurso sobre la agricultura en Cuba y medios de fomentarla", "Informe al Rey sobre la condición de los esclavos en Cuba" o "Estudio sobre los males y remedios que en la isla de Cuba tiene el ramo de tabacos". Se le nota un gusto por lo histórico más que loable. Mirando y buscando he ido poco a poco dándome cuenta del tamaño error que he cometido. En realidad usted y Parreño son uno los dos como los Césares de marras. No sabe la verguenza que siento ahora mismo luego de haberle pedido que saludara a su supuesto colega. Ya sabe lo sensible que soy al tema de la identidad y por eso mismo tengo preguntas adicionales que hacerle. ¿Cómo es que he encontrado que se llama en realidad Francisco y no Arturo como hasta ahora creía? ¿Qué explicación tiene que lo declaren muerto en 1837? Y en cualquier caso ¿qué explicación tendría que en el pequeño Larousse que poseo (ya sabe que lo de pequeño es sólo un eufemismo) no mencionen a ningún Arturo Arango y Parreño o ni siquiera a ningún Arturo Arango? ¿Se trata acaso de una conspiración de silencio? ¿O de la Conspiración de la Escalera? ¿O la de los Pasillos que es donde, según se dice,se suele conspirar en la UNEAC? Porque en tal caso debe saber desde ahora que contándome entre los afectados por el mismo mal puede también contar con mi computadora para librar las batallas que haya que librar y restaurar su alabado nombre que, por cierto, me gustaría que me aclarara cuál es en definitiva. Agradeciéndole su atención dé por sentado que para todo lo que le he dicho puede contar con este seguro servidor, Enrisco