Arabia Saudita venía de ganarle a Argentina. Y de recibir cada jugador un Rolls Royce de premio regalado por Mohammed bin Salman. Bin Salman es un príncipe que tiene su propia idea sobre lo que es un plan de estímulos materiales y atención al hombre. Y también del castigo. Bin Salman fue el mandó a matar al periodista Jamal Khashoggi y a cortarlo en pedacitos de manera que pudieran sacarlo de la embajada saudí en Turquía sin que se notara el bulto. Lo cuento para que se lleven una idea de lo estimulados que podían estar los jugadores saudíes. Demasiado estimulados quizás.
En el primer
tiempo los saudíes atacaban continuamente pero quien se adelantó en el marcador
fue Polonia en el minuto 39. Minutos después el árbitro, ya fuera porque le
gustan los Rolls Royce o para no terminar como Khashoggi decretó penalti a
favor de los árabes. ¿Quién lo puede culpar? Bueno, si de algo pudo habérsele
culpado al árbitro fue de no lanzar el penal él mismo porque los saudíes no
solo fallaron el disparo sino también el remate cuando el portero polaco lo
rechazó.
Tampoco era para
desesperarse. El primer tiempo de los saudíes contra Argentina también había
terminado 0-1 y en el segundo, luego de recibir un inspirador discurso de su
entrenador en los camerinos parecido al “This is Sparta” en “300”, remontaron
en el segundo tiempo. Pero algo no funcionó esta vez. No es que los saudíes
dejaran de insistir, pero el que por fin anotó fue Lewandowski, que llevaba dos
mundiales sin celebrar un gol. Esta vez, aprovechando que uno de los defensas
estaba pensando en los adornos que le iba a poner al Rolls Royce que le
regalaron en el primer partido tuvo un descuido que el delantero polaco no
perdonó, poniendo todavía más interesante la clasificación del grupo C. Y preocupado a la defensa saudí que ahora mismo debe andar recordando a
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