La solución estaba frente a los ojos de todos. La misma que cuando los vuelos de la Libertad, cuando Camarioca, cuando el Mariel, la Crisis de los Balseros o la de los migrantes por Costa Rica en el 2017. Un buen ariete humano de unas cuantas decenas de miles de emigrantes que forzaran a negociar al tío rico y gruñón. Y, como el Mar Rojo ante Moisés, se abrió el éxodo a Estados Unidos a través de Nicaragua. Esta vez se les fue la mano. 225, 000 personas en apenas un año. Casi el doble de cuando Mariel. Y siguen. Por fin el gobierno de Biden está dando señales de rendirse.
Sobrevivientes del hundimiento en Bahía Honda |
La señal más clara de capitulación hasta ahora: ante el hundimiento de una embarcación por parte de los guardacostas cubanos y la muerte de cinco personas la respuesta de la embajada norteamericana en La Habana ha sido la de referirse a un “accidente”, advertir de los peligros de la “migración irregular” y anunciar que se van a ampliar las “vías seguras y legales de migración”. En resumen, se oculta el crimen, se regaña a la víctima y se anuncia la recompensa al asesino.
Luego vendrán señales de otras aperturas y toda la etiqueta que sigue a estas situaciones que se repiten cíclicamente en las relaciones entre ambos países. (Siempre con gobiernos demócratas, por cierto). Como si la computadora encargada de Cuba en el Departamento de Estado tuviera sistema operativo pero careciera de memoria. Cualquier trato será criticado por los republicanos en alta voz aunque agradeciéndolo en silencio, porque ¿quién va a querer más hispanos en este país? Y mientras tanto, Cuba sigue donde mismo. Sin hundirse del todo, pero tampoco sin acabar de salir a flote.
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