En el partido que
jugaban contra la favorita selección de Bélgica (segunda en el ránkin de la
FIFA) los canadienses (número 41 del escalafón) salieron como si se hubieran tomado
la poción mágica de Panoramix, el druida de la aldea de Asterix. Los futbolistas
que vinieron del frío consiguieron apabullar a los bélgicos (como dice un socio
mío) al punto que los tenían peleando entre sí como si estuvieran decidiendo
quién debía fregar los platos al final de la comida. Tanto dieron los de Canadá
que hasta consiguieron un penalti. Pero en la portería estaba Curtois, tipo
inmenso espiritual (es un decir) y físicamente a quien la portería le queda dos
tallas más estrecha, como camisa de reguetonero, y el pobre Davies no pudo
hacer otra cosa que fallar.
No obstante, los
canadios insistían hasta que... llegó el gol bélgico: un balonazo que cazó
Batshuayi al primer picón y lo enterró en el fondo de la red. No hizo falta
más. Los norteamericanos del norte no dejaron de insistir aunque sin tino ni
suerte y terminaron así perdiendo por la mínima. Bélgica salió aliviada de no
terminar como Argentina o Alemania y los canadianos, extenuados, preguntándose
si les alcanzará la poción mágica para el próximo juego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario