Nunca la
humanidad se había sentido más croata que el domingo 15 de julio de 2018. Ya
fuera porque admiraban la gesta forjada a lo largo del campeonato por de Modric
y pandilla, o por apoyar al equipo pequeño o simplemente por irle en contra a
los franceses, los argentinos de Europa. De parte de Francia estaban los
franceses y el hecho de que el himno que cantan antes de jugar es parte de la
banda sonora de Casablanca Y durante el primer tiempo los croatas correspondieron
generosamente a tal entusiasmo. Fue tal el dominio que ejercieron en el campo
durante la primera mitad del partido que fueron responsables hasta de los dos
goles marcados en propia puerta: el primero un autogol y el segundo por un
penalti tras una mano en el área de Perisic. Y entre ambos goles los croatas consiguieron
incluso marcar en la puerta contraria, algo que debió ser prioritario desde el
primer momento. Era como si los croatas hubieran aprendido fútbol de un
reglamento al que le faltaba la primera página: esa que dice precisamente que
el objetivo del juego es colar el balón en la portería contraria y que es ilegal
tocarlo con la mano excepto si eres el portero. Francia veía premiada su
timidez inicial con exagerada largueza: un tiro al arco y dos goles. Como diría
Borges: el destino, ciego a las culpas, es implacable con las distracciones.
Sin embargo, entrando
al segundo tiempo la remontada no parecía imposible. Después de todo esa
parecía ser la especialidad del equipo: partidos épicos y tormentosos cual cola
en la pipa de cerveza. Pero eso implicaba dejar las espaldas descubiertas como
ciertos vestidos de noche. La retaguardia más desprotegida que durante la
proverbial recogida del jabón en la ducha de la cárcel. Y por allí llegaron
cual cargas de caballería los contragolpes franceses. Uno de ellos coronado por
un gol de Pogba y otro por ese veterano de 19 años que es Mbappé.
Con el juego 4 a
uno incluso el fanático número uno de los croatas que es su propio entrenador,
Dalic, parecía resignado a la derrota. Algo maquilló el resultado y la
desesperanza un gol que el portero Lloris -suponemos que conmovido por tanta
desventura croata- le regaló a Mandzukic para que terminara su jornada laboral
con un gol en cada puerta. El resto del partido fue contar los minutos que
separaban a los franceses de ir a recoger la copa que les correspondía como
campeones de este mundial. Y para empezar a contar los cuatro interminables años
que nos separan del mundial de Qatar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario