Los primeros cuatro minutos
del partido entre Croacia y Dinamarca prometían un partido lleno de goles. 45
para ser exactos. A razón de un gol cada dos minutos. Apenas pasado el primer
minuto Dinamarca marcó tras un saque lateral y un embrollo en la portería. Los croatas
no se lo creían todavía pero dos minutos después habían empatado tras un embrollo
parecido. Pero en la portería contraria. Luego de eso Croacia hizo de España en
el partido anterior y Dinamarca de Rusia aunque en versiones ligeramente
mejoradas. El resultado, no obstante, fue el mismo: no marcaron goles en los
siguientes 86 minutos de juego. Ni en la media hora de alargue. Y eso que en
este caso el árbitro pitó un penalti en el área danesa que fue cobrado por
Modric, parado por Schmiechel Junior y aplaudido por Schmiechel Puro allá en el
palco de honor.
Entrados a la ronda de penaltis con el portero
danés agrandado el futuro de Croacia era más negro que el alma de un repartidor
de multas. Por un momento los dioses del fútbol parecieron sonreírle a los
croatas cuando su portero detuvo el primer penalti danés. Pero justo después Schmiechel
Junior paró el disparo croata. Y su Puro en el palco estalla de contento. Ya
uno imagina toda una telenovela sobre las relaciones padres e hijos basada en
hechos reales. Estos. Entonces ambos equipos anotan sus respectivos disparos. Y
a continuación dos paradas más por bando. Empate a dos en cuatro intentos. En el
quinto turno Subasic, el portero de los croatas, detiene el remate danés. Y
entonces le toca a Rakitic decidir. ¿Anotará? ¿Será parado el penalti por
Junior que se convertirá en el nuevo semidios vikingo y se abrazará con Puro Schmiechel
mientras le perdona todos los espectáculos escolares que se perdió por estar
compitiendo en mundiales? Pero no, Rakitic no le regala esa oportunidad y los
huerfanitos croatas celebran ahora que
van a cuartos a batirse contra los hijitos de Putin.
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