sábado, 7 de julio de 2018

La porfiada Albión




Usualmente el equipo inglés viene acompañado de más fantasmas que los que pueblan los castillos de por allá. Los fantasmas de viejas derrotas, de penaltis fallados, de balones que se escapan entre los dedos de los porteros en cámara lenta hacia la red, de goles en contra en el último minuto. Fantasmas que han alimentado un fatalismo casi tan profundo como el de los mexicanos en el fútbol o de un cubano en la cola de la democracia.

Ante ese panorama este partido contra Suecia les debió parecer una apacible excusión campestre. Una excursión sin mayores sobresaltos que encontrarse un paraje minado con plastones de mierda de vaca ante los que basta andar atentos para no hundirse en el medio de uno de ellos. Algo tan apacible como encontrarse con un gol en un tiro de esquina que aterrizó en la frente de Mcguire para de inmediato rebotar dentro de la red. Luego los ingleses pudieron anotar al menos dos goles más. Sin embargo, tanto empeño pusieron en fallarlos que hicieron pensar a más de uno en el regreso de los viejos fantasmas en la forma de oportunidades perdidas que pronto serían lamentadas.

Las plastas de vaca aparecieron recién en el segundo tiempo cuando el entrenador sueco debió recordarles a sus jugadores en el vestuario de qué lado se encontraba la portería contraria y qué se esperaba que hicieran con ella. Pero cuando más entusiasmados andaban los suecos con el redescubrimiento de la esencia del fútbol llegó el segundo gol inglés nacido de otra frente, esta vez la de Dele Alli. Un gol que a los suecos debió sonarles a mazo de juez reafirmando la sentencia. Todavía los suecos tuvieron tiempo de lanzar unos cuantos ataques que parecían cargados de peligro pero nada. Esta vez a los ingleses no les falló ni la defensa ni el portero que rechazaba los balones como si de un videojuego se tratara. Con las plastas de vaca esquivadas una a una y los fantasmas conjurados nada más se interpuso entre Inglaterra y las semifinales donde se encontrarán con Croacia o con el mismísimo Putin disfrazado de equipo de fútbol.

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