miércoles, 11 de julio de 2018

El día que los croatas rugieron


En su partido de semifinales contra Inglaterra Croacia la tenía cuesta arriba. Y no era por falta de condiciones. Los croatas reúnen el físico de jugadores de baloncesto con la habilidad de los de fútbol-sala. O de los carteristas. No era por sus condiciones. Ni porque llevaran dos partidos seguidos jugando media hora extra. El problema es que además de los ingleses debían enfrentarse con su propio Attention Deficit Disorder, una condición que les ha costado unos cuantos goles en este campeonato. Inglaterra en cambio parecía haber superado ya su propio Síndrome de Amarillez Súbita (SAS o Sudden Yellowness Syndrom, SYS por sus siglas en inglés) que le impedía ganar juegos en momentos decisivos a golpe de psicoanalistas y de entrenar el lanzamiento de penaltis.

Y así fue. En el minuto 5 de juego y producto de uno de sus habituales despistes ya los croatas habían concedido una falta en el borde del área. Y quien la cobró fue Trippier que con el pie lanzó un slider alto y arriba bueno para el 1 a 0. Y pudo ser peor. Porque los croatas fieles a su desenchuche habitual concedieron varias oportunidades para lo que pudo haber sido una ventaja definitiva.

Pero por suerte para Croacia los ingleses andaban en vena generosa, parece que para espantarse de arriba la fama de imperialistas desalmados que se habían ganado en los siglos anteriores. Y poco a poco los croatas empezaron a recomponerse y a parecer cada vez más un equipo de fútbol. Y hasta a atacar, aunque sin demasiado peligro para la portería defendida por Pickford. Y a controlar el partido un poco más.

Pero nada de eso parecía afectar mayormente al marcador, impasible cual lord inglés desde el 1 a 0 inicial. Así terminó el primer tiempo y así se mantuvo los primeros 23 minutos del segundo tiempo. Hasta que en uno de los tantos centros croatas al área Perisic sacó un pie en medio de la nada y dejó a Pickfod sin nada que hacer que no fuera recordarle a sus defensas el nombre de sus respectivas madres. Así se fueron al alargue con Madzukic arrastrando su cuerpo como si le quedara cuatro cinco tallas más grandes a su alma y el resto de los croatas en condiciones no mucho mejores.

Llegados al alargue los ingleses se volcaron entusiastas a la ofensiva. Pudieron irse adelante con un cabezazo de Stones había superado al portero y fue rechazado con un frentazo de Vrsaljko bajo los palos. Y mira por dónde, cuando ya parecía que todo se resolvería a golpe de penales (como les gusta a los que no les gusta el fútbol), cuando faltaban 12 minutos para el final Perisic cabeceó a lo como pudo y Madzukic (que hacía rato que parecía estar en cualquier parte menos en el estadio) pareció recordar de pronto para qué está allí y remató el balón cruzado para el gol de la victoria. Porque no los marearé diciéndoles que en los minutos siguientes (más los cuatro de descuento que adicionaron) Inglaterra estuvo a punto de empatar. Y sí, pudo hacerlo como mismo los croatas pudieron marcar la puntilla con un disparo que dio en el poste. Lo que al final resultó es que los del tablero de ajedrez rojo, los del mantel de pizzería, irán el domingo a encontrarse con los franceses a decidir quién es el mejor del mundo. Y los de los tres tristes leones disputarán el tercer lugar y comerán mucho trigo.

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