Se veía venir. Un buen
juego entre dos de los equipos que mejor impresión han causado hasta ahora. Y
la –no excesiva- superioridad francesa, con una escuadra más completa en cada
uno de los aspectos del juego. Enfrente, un Uruguay algo disminuido con la
pérdida de Cavani por lesión, un gran centro delantero que volvía a su viejo
romance con el gol. Uruguay se debió sentir como el cowboy que va al duelo sin
su índice. Ese con que halar el gatillo a toda velocidad. En una situación en
la que cada instante cuenta. En que todos los dedos son necesarios, para no
hablar del índice.
Mbappé, el índice
francés, no estaba en su mejor día. Pero ni falta que hacía con toda la mano y
el brazo funcionando perfectamente. Los uruguayos no andaban mancos pero el
índice Cavani se echaba en falta. Luis Suárez, que en estos días anda haciendo
de dedo de medio, hacía lo que podía. Pero Stuani, sustituto de Cavani, no
acababa de dar la talla. Fue entonces que Suárez debió caer en cuenta de lo
difícil que es para el dedo de medio agarrar todo un cigarrillo por sí solo. Y
en eso llegó el primer gol francés. Un falta no muy lejos del área que
Griezmann centró y Varane remató de cabeza: el balón entró ajustado al segundo
palo. Imparable. Minutos después Uruguay lo pudo empatar con jugada muy
parecida con cabezazo de Cáceres. Pero Lloris, el portero francés, se estiró y
consiguió desviarla con la punta de los dedos.
El segundo tiempo no
estuvo a la altura del primero. También por una cuestión de dedos. Pero no
metafóricos sino literales. Griezmann que dispara desde fuera del área. Duro y
con efecto pero de frente. O al revés. De frente pero con efecto. Muslera que
se mueve a su izquierda y el balón a su derecha. Extiende las manos pero nada. Como
si los dedos de ambos guantes estuvieran llenos de aire. Y la pelota que sobrevuela
la cabeza del portero para entrar en el arco ante su mirada angustiada. (Yo
también fui portero, pero de los malos. De los que recuerda pocas heroicidades pero
es experto en remordimientos. Con la diferencia de que yo a lo más representaba
a una escuela mientras que Muslera carga encima con un país. Chiquito pero país.
No quiero asomarme hoy a su muro de facebook).
Pero no hay que
ensañarse con el portero uruguayo. Uruguay hoy no tenía cómo hacerle mucho daño
a Francia. A lo más que arruinó Muslera fue la posibilidad de una resistencia
digna, de soñar. Porque la esperanza es lo último que se pierde. Y eso lo
perdieron los uruguayos minutos antes de que el árbitro pitara el final del partido.
De ahí el motín rabioso cuando Mbappé hizo de Neymar. O las lágrimas del
defensa Giménez mientras hacía la barrera para que Griezmann volviera a cobrar
una falta. O luego las lágrimas de toda la afición charrúa. Y el único consuelo
que les queda es haber perdido con el que puede ser el campeón de esta copa.
Que no es poco.
1 comentario:
Exactement, mon ami, se despidió mi favorito del mundial. Tu crónica es un retrato fiel de lo acontecido, también creo que con Cavani en pie la historia hubiese sido diferente pero así es el deporte. Nada que reprochar, ambos jugaron bien. A Mbappé se le están subiendo los humos a la cabeza estilo el payaso brasileño. Estos berrinches de prima donna empañan las excelentes actuaciones y talento nato de estos magníficos jugadores. Saludos.
Publicar un comentario