viernes, 12 de diciembre de 2025

Armando Álvarez sobre Cuba Libre Social Club: “Se puede hacer patria con alegría”*

Desde hace año y medio el segundo viernes de cada mes un grupo de amigos, en su mayoría cubanos de Nueva Jersey y Nueva York, se reúne en un local de West New York con un doble objetivo: pasarla bien y ayudar a los presos políticos en la Isla. A eso le llaman Cuba Libre Social Club Mes a mes se van comprobando el efecto de la ayuda en los videos agradecidos de los familiares de los presos o alguna carta o poema de los mismos presos mientras se baila casino o reparto y se degustan platos criollos. Una fórmula sencilla y eficaz destilada por Armando Álvarez y el equipo que ha conseguido formar. Gracias a ellos más de treinta familias puede llevarle comida y medicinas a sus parientes presos y se sienten menos solos. Armandito, el patriarca bueno de la zona, alguien que se ha dedicado toda su vida a ayudar a todo el que puede y al que todos le deben montones de favores es el alma de Cuba Libre Social Club. A su llamado de cada segundo viernes acuden lo mismo abogados y arquitectos que albañiles y camareros, prósperos comerciantes que inmigrantes recién llegados. Gente buena que piensa que la Cuba libre con que sueña no debe esperar a un futuro incierto y ya la viven en el presente.

Llegaste muy joven al exilio, hijo de un preso político y perseguido tú mismo en medio de la ofensiva castrista tras la ocupación de la embajada del Perú por más de diez mil cubanos y el posterior éxodo del Mariel. ¿Cómo estos acontecimientos te marcaron e hicieron de ti lo que eres?

Mi padre, Armando Álvarez Castro, luchó contra la dictadura de Fulgencio Batista y en 1959 fue licenciado con el grado de Capitán del Ejército Rebelde. A finales del año 59 y comienzos del 60 ya muchos revolucionarios se dan cuenta de que la Revolución iba por un rumbo que no era por lo que se había luchado, o sea, por el regreso a la constitucionalidad del gobierno cubano rota por el golpe de estado de Batista.

Entonces mi padre comienza a conspirar con el MRR, el Movimiento de Recuperación Revolucionaria y es delatado y encausado en la causa 600 del 60 que es la misma de Pedro Boitel, el líder estudiantil que después muere en una huelga de hambre en 1971. Mi padre es sentenciado a 20 años de los cuales cumple diez, plantado. Cuando mi padre cae preso yo tengo un año de edad.

Mis recuerdos de infancia son las visitas a prisiones. Inclusive mi madre y yo nos mudamos para la Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud, porque mi madre estaba convencida -después de visitarlo y no poderlo reconocer por la pérdida de peso, de cabellos y de su dentadura- de que mi padre estaba a punto de morir.

Por cuestiones de salud mi padre no llega a cumplir la sentencia de veinte años. Sale de prisión en 1970 y llega a Estados Unidos a través de Mariel en 1980. Yo también llego aquí a finales de 1980 porque el 2 de mayo de ese año, frente a la Sección de Intereses de los Estados Unidos, hoy su embajada, se forma una gran pelea por la agresión de miembros de Seguridad del Estado vestidos de civil contra los que estábamos ahí para recibir información de cómo emigrar a los Estados Unidos. Estuve asilado en la Sección de Intereses de los Estados Unidos aproximadamente cuatro meses. Al salir de allí fui detenido por la Seguridad del Estado y recluido en Villa Marista. Finalmente me soltaron y llegué a Estados Unidos el 1 de octubre de 1980.

Imagen del ataque a los ex-presos políticos congregados frente a la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana tomada de los créditos de la película The Experiment (2010)

Mi experiencia personal siempre ha estado sensibilizada con los derechos humanos y especialmente con los presos políticos. Recuerdo con claridad las necesidades y carencias para llevarle la “jaba” a mi padre. Porque con la prisión no sólo sufre el preso sino toda la familia porque se vive en función de cómo aliviar su pena.

A lo largo de 45 años como exiliado has visto muchos cambios en el exilio. ¿Cuáles han sido los cambios fundamentales desde tu punto de vista? 

Desde mi llegada a Estados Unidos me vinculé con organizaciones que buscaban la libertad de Cuba. Inicialmente me incorporé a CID, Cuba Independiente y Democrática de Huber Matos y después otras.

Este ha sido un muy largo exilio, ya de varias generaciones, y han cambiado las estrategias y métodos de lucha. Todavía en los 80 se pensaba en la posibilidad de un cambio a través de la lucha armada en cualquier país donde hubiera presencia castrista: “la guerra por los caminos del mundo” le llamaban a aquella estrategia. Después cambió la perspectiva y surgieron grupos y movimientos de derechos humanos y comenzó otro tipo de lucha, la no violenta.

Había muchas organizaciones y movimientos opositores, cada uno con su estrategia y métodos de lucha, aunque el objetivo era el mismo, derrocar la tiranía castrista. Existían rivalidades entre ellas, por supuesto: nunca ha existido una verdadera unidad, unas veces por la misma naturaleza humana y otras por manipulaciones, tanto del gobierno de Cuba como el de Estados Unidos.

Cada organización tenía que buscar su forma de financiación, algunas como la Fundación Cubano Americana, liderada por Jorge Mas Canosa, que tenía los fondos de miembros que estaban muy bien económicamente. Otros como Alfa 66 o Abdala (un grupo de estudiantes que habían llegado muy jóvenes a los Estados Unidos) lo hacían a través de actividades de recaudación, pagos de sus miembros y donaciones de los comerciantes.

A finales de los 80 fundamos la organización Jóvenes Cubanos Pro Democracia en la zona de Nueva York-Nueva Jersey. En 1990 en un Congreso donde participamos en conjunto con un grupo de Miami, Jóvenes Cubanos Libres y otros jóvenes de cubanos radicados en Venezuela y otras partes de Estados Unidos fundamos el Directorio Revolucionario Democrático Cubano, hoy Directorio Democrático Cubano. Todos y cada uno de estos esfuerzos lo financiamos con nuestro propio dinero.

Cuando el Congreso de los Estados Unidos comenzó a financiar directamente las organizaciones anticastristas muchas de ellas no vieron la necesidad de continuar con los viejos métodos de financiación y buscaron la forma de lograr los grants, o sea, subvenciones. La lucha en aquellos años era diferente en la medida que la mayoría de los recursos económicos venían de donaciones de los mismos cubanos y no de grants. Creo que eso nos daba más independencia de acción. Recuerdo ir de negocio en negocio solicitando ayuda económica, los recursos eran limitados, pero nuestros, todo eso hacía que el exilio tuviera una dinámica diferente. Hoy se vive a la caza de un grant. Es importante entender que los intereses de los Estados Unidos no tienen por qué coincidir con las aspiraciones y la forma de lograr la libertad de Cuba. Creo en una sana distancia de acción de ésta o de cualquier administración.

Si lo miramos a la distancia pienso que la búsqueda de subvenciones fue un espejismo y ha sido contraproducente. Se lograron los fondos para la lucha, pero se perdió independencia y la necesidad de movilizar al exilio con actividades y compromisos. Cuando alguien te da una donación, por pequeña que sea también se siente parte del proyecto para el que dona, la apatía actual es producto de esa falta de conexión entre el exiliado y las organizaciones que dicen representarlos.

No cuestiono ni la honestidad de quienes reciben los grants, ni el buen uso de los recursos dados. Cuestiono la falla del vínculo con el exiliado de a pie, del tabacalero en la época de Martí, para conectarlo con un nuevo proyecto de Nación. Y eso ocurrió porque ya no hacían falta los 5 pesos de ese exiliado y era más fácil y productivo buscar esos fondos a través de los grants. Tenemos que volver a buscar su confianza, lograr que el exiliado se sienta parte del proyecto de una nueva Cuba, que apoye directamente un cambio por los cubanos y para los cubanos. Tenemos que estar conscientes que depende de nuestro esfuerzo y solo de nuestro esfuerzo en forma individual y en conjunto que ocurran cambios en Cuba.

Algunas veces pienso que somos un exilio de “Power Ball” [lotería]: nos jugamos un boleto y esperamos tener éxito con eso y cuando no ganamos volvemos a jugar con la misma ilusión y confianza de que esta vez sí ganaremos y así hemos ido saltando de proyecto en proyecto, de organización en organización, de líder en líder, de Papa en Papa y de Presidente americano en Presidente americano.



¿En qué consiste el Cuba Libre Social Club? 

Creo que el nombre lo resume, somos un grupo de amigos que queremos ver una Cuba Libre. Por más de un año nos hemos estado reuniendo el segundo viernes de cada mes y hacemos una fiesta donde hay comida, música y baile, lo natural en cualquier fiesta, pero también vemos videos que nos mandan los familiares de los presos que ayudamos explicando las condiciones en que se encuentran en ese momento y el significado que tiene para ellos la ayuda que les mandamos.

Hemos tenido la dicha y honor de tener como invitados a personas como Paquito D’Rivera, una gloria de la música cubana y a su esposa Brenda, una excelente soprano puertorriqueña. A Iván Acosta, laureado dramaturgo y cineasta y uno de los mayores conocedores de la música cubana junto a su esposa Teresa. A Ramón Saul Sánchez, fundador del Movimiento Democracia y de la flotilla del mismo nombre, ejemplo viviente de dedicación a la causa cubana. A Oriente López pianista, arreglista y ganador de un Grammy. A Orlando Luis Pardo Lazo, activista y escritor; a Alexis Romay profesor y escritor. Y a muchos más que por espacio no los menciono, pero no por ellos menos importantes.

Hay otros grupos y organizaciones que ya están ayudando y lo hacen muy bien en diferentes causas. Conozco personalmente a un comerciante muy exitoso del área que tiene varios restaurantes y que las donaciones que recibe en la Santa Bárbara que tiene en cada negocio las duplica con su propio dinero y calladamente y sin publicidad ayuda a los más necesitados en su región. También conozco unos amigos que a través de su congregación religiosa ayudan a los de su región en Holguín. Todos ellos entienden y apoyan con su presencia y contribución la causa de Cuba Libre Social Club.



¿Por qué concentrar sus iniciativas en la ayuda a los presos en Cuba?

Pensamos que los presos son un símbolo de la lucha del pueblo cubano por su libertad y que ellos y sus familiares son los más vulnerables dentro de esa gran cárcel que se llama Cuba. Acordamos que íbamos a apoyar a los presos menos visibles o menos mediáticos, muchos de ellos de áreas marginales, que ya de por sí vivían en condiciones paupérrimas. Ojalá que no tengamos presos políticos en un futuro cercano, pero lo más importante es entender que en Cuba no habrá una democracia y una recuperación económica sin la participación decisiva del exilio. No creo en la unión de organizaciones, creo en la coordinación de acción y de propósitos. La democracia no consiste en la unión de todos los partidos o factores políticos sino un consenso en el respeto a la diversidad de objetivos y propósitos. Nuestra intención es que estos esfuerzos se multipliquen y cada uno encuentre la manera en que pueda ser útil a la patria.

Cada vez que se trata de recaudar ayuda salta el eterno tema de la desconfianza entre los cubanos, una desconfianza que se ha convertido en una de las principales armas del régimen de la isla. Aparte del prestigio que acumulado ayudando incansablemente a generaciones de cubanos que van llegando al exilio. ¿Cómo lidiar con esa desconfianza?

Es natural. El gobierno cubano siempre se ha encargado de crear estimular desconfianza. Es una vieja estrategia que funciona muy bien “Divide y vencerás”. Pero como Cuba Libre Social Club está constituido por un grupo de amigos que nos conocemos, en algunos casos, por décadas, tenemos confianza total entre nosotros. Nuestra propuesta actual no es necesariamente que nos envíen donaciones, que siempre son bienvenidas, sino que utilicen nuestra experiencia como grupo y ayuden a la causa que cada uno determine. 

En nuestro portal Cubalibresocialclub.com están los nombres de algunos de los familiares de presos políticos: pueden ponerse en contacto directo sin la necesidad de nosotros. Pueden ayudarlos directamente o, si lo prefieren, a través de nosotros. También pueden comprar las camisetas y productos similares que tenemos en venta online.

Recuerdo a un compañero de prisión de mi papá, Israel Abreu, un gran hombre, que me decía “Uno nunca sabe si va a ganar o perder una pelea, pero sí puede tomar la decisión de pelear o no”. Nuestra decisión es ayudar.



¿Cómo surgió la idea del Cuba Libre Social Club? 

Vivimos en un mundo muy polarizado, donde la comunicación directa entre los seres humanos es cada vez menor. Te aseguro que lo que yo leo o me informo es muy diferente de lo que tu lees o te informas. Hay unos algoritmos que deciden lo que me gustaría y lo que debo leer. Por eso reunirnos ahora, compartir en persona, es más esencial que nunca. 

Creo que se alinearon las estrellas para que esto ocurriera, nada ocurre sin la ayuda y esfuerzos de todos. Tenemos la dicha de tener una muy bonita comunidad que se ha ido forjando con los años, siempre en las tertulias terminábamos preguntándonos como podíamos contribuir a la cuestión cubana.

Cuando digo que se alinearon las estrellas quiero decir que sin la ayuda de Claudia Mendoza, Rubén Mendoza, Meyken Barreto, María Pérez, Loreta Martínez, Lesly Farrán, Isabel Milanés, Camila Lobón, Anamelis Ramos, y otros muchos no sería posible el funcionamiento de Cuba Libre Social Club. Cada uno de ellos tiene una función fundamental: desde la organización, la animación de las actividades y la coordinación de la ayuda a los familiares de los presos. Funcionamos como un equipo donde cada uno sabe su papel.

Como comunidad tenemos bien claro que queremos ser protagonistas de nuestro futuro y para ello trabajamos en lo personal y en lo comunitario. De esa idea surge Cuba Libre Social Club, un grupo de cubanos que queremos ver una Cuba Libre con nuestro propio esfuerzo. Si no somos capaces de comprometer nuestro tiempo y recursos por cambiar y transformar la situación actual en Cuba me parece inmoral pedir que alguien lo haga por nosotros. O somos libres por nosotros mismo o nunca lo seremos.

¿Qué efecto crees que pueden tener iniciativas como la de Cuba Libre Social Club en el panorama actual marcado por la desunión cuando no el enfrentamiento abierto?

Dentro de Cuba Libre Social Club hay todas y cada una de las tendencias y opiniones políticas locales naturales de un grupo pensante. Lo que nos une es el amor a Cuba y el deseo de ayudar, sabemos que lo que hacemos es menos que un grano de arena en el desierto, pero al igual que la vuelta al mundo comienza con el primer paso, este es el paso que puede servir de ejemplo. No nos vemos como la organización que va a resolver el problema de los presos o de Cuba, ni como una organización que tenga delegaciones en otras partes de Estados Unidos, sino como lo que somos, un grupo de amigos, que con su ejemplo puedan motivar a otros a ayudar donde crean que puedan ser útiles.



Sé de primera mano que has sido promotor de otras iniciativas para apoyar el esfuerzo por la democratización de Cuba. ¿A qué atribuyes el éxito particular de Cuba Libre Social Club?

A combinar la necesidad natural del cubano de pasarla bien, de divertirse, con el deseo de ayudar a un cambio en Cuba. A demostrar que se puede hacer patria con alegría. La ayuda o caridad funciona en las dos direcciones: el que la recibe, queda agradecido y el que la da, satisfecho de haber podido ayudar. 

Cuba Libre Social Club ha conseguido ayudar sistemáticamente a más de treinta presos y sus respectivas familias. No obstante, esa ayuda parece insignificante en comparación con los más de setecientos presos por causas políticas que permanecen en las cárceles cubanas. ¿Crees que alguna vez el exilio podrá ocuparse de asistir a todos los que están en las cárceles por disentir del régimen que hay en Cuba?

Tenemos claro que un grupo relativamente pequeño como el nuestro no puede dar abasto para atender las necesidades de los centenares de presos que hay en Cuba. Pero confiamos en que nuestro ejemplo se multiplique en otras comunidades. Alguna ventaja tiene que tener el hecho de estar desperdigados por el mundo. Hay comunidades cubanas en toda la Florida, California, Kentucky y en otras ciudades de Estados Unidos y Canadá, así como las hay en México, Ecuador, España. Si en todos esos sitios se consigue crear organizaciones que, por un lado, le den más cohesión a esas comunidades, más allá de la política y que al mismo tiempo se ocupen de atender las necesidades urgentes que sufren sus compatriotas en Cuba creo que se puede lograr mucho. Nosotros podemos transmitir nuestra experiencia y ayudar a reconstruir el tejido social entre el exilio y el pueblo cubano sin la intervención de ningún gobierno.

¿Qué efecto crees que pueden tener iniciativas como la de Cuba Libre Social Club en el panorama actual marcado por la desunión cuando no el enfrentamiento abierto?

Ahora más que nunca que la dictadura no puede darle lo más mínimo al pueblo es el momento del exilio, de una forma inteligente, independiente y autónoma de ayudar cada uno a su forma y manera al pueblo cubano. Nos encantaría que este minúsculo esfuerzo de unos amigos se multiplique en todo lugar que se encuentre un cubano de buena voluntad. Que cada uno encuentre la forma de ser útil y servir a esa idea suprema de todo cubano de ver a Cuba Libre y a su pueblo feliz y próspero.

  

*Publicado en Diario de Cuba


miércoles, 10 de diciembre de 2025

Lam en el MoMA


Fotografía de Jorge Ignacio Domínguez

No pocas veces he acompañado a amigos en su primera visita al Museo Metropolitano de Nueva York. Palco privilegiado para el asombro ajeno. Excepto para los que vienen de visita de Cuba y piensan regresar a ella, claro. Esos miran tanta acumulación de historia y belleza como una amenaza o una ofensa. Nadie me lo dejó más claro que una amiga que al final de la visita al museo concluyó:

-Este museo tiene problemas serios de curaduría.

Más tarde, mientras almorzábamos, le comenté que me explicara los problemas de curaduría de los que hablaba. A mí, que tantas veces he visitado ese museo, mareado ante tanto esplendor, no me había dado tiempo a fijarme cómo estaban dispuestos los cuadros y esculturas.

-Mira Enrique -confesó al fin- yo tengo que regresar a Cuba.

No recuerdo el resto de la explicación pero ni falta que hace. Era evidente que, de vuelta a la agresiva fealdad imperante en la isla alguna reserva debía ofrecer mi amiga como una forma de consuelo.
Todo esto a propósito de la expo antológica de Wifredo Lam en el MoMA. Con tanta admiración que compartir voy a hablar de curaduría.

Fotografía de Jorge Ignacio Domínguez

No se trata de que los cuadros estén mal colgados ni aparezcan de manera desordenada. Es una magnífica exposición, la más completa que haya visto hasta ahora del más famoso pintor cubano del siglo XX. Si acaso eché en falta la escasa representación de la última etapa de la obra del artista, la que produjo de vuelta a Francia a inicios de los cincuenta hasta su muerte. Esa de la que escapó del peligro de repetirse incursionando en los movimientos de moda en aquellos años (el expresionismo abstracto y la abstracción a secas) o autoparodiando su obra anterior hasta refinar su imaginario hasta convertirlo en símbolos depurados de rodo lo que no fuera su idiosincracia obsesiva de artista, (aunque luego llevaran títulos razonablemente oportunistas como "Tercer mundo"). Tengo entendido que Cuba (o sea, el Ministerio de Cultura cubano o el del Interior que es al final el que decide por el resto de los ministerios) no quiso prestar los cuadros del artista que son parte de la colección del Museo de Bellas Artes. Y hablando de curaduría el propio cuadro "Tercer mundo" de 1965 aparece en la colección del museo titulada "Consolidación del arte moderno (1938-1951)". Uno esperaría que los curadores, entre otras exigencias de su disciplina, supieran contar.




Pero mi conflicto con la mencionada retrospectiva del MoMA es con los dichosos cartelitos que acompañan los cuadros queriendo embutir al pobre Lam en el discurso decolonizador -en el que encaja perfectamente- que, al limitarlo a él, lo disminuye y empobrece. Ese encorsetamiento teórico se nota sobre todo en las maromas que tuvieron que hacer los curadores para resolver la ecuación que le presentaba la biografía del artista. Una ecuación que les presentaba este problema: ¿cómo alguien tan decididamente decolonizador como Lam había preferido vivir casi todo el tiempo en Europa, la Meca de la colonización global? Y se le complicaba aún más la vida a los productores de cartelitos al entrar en detalles biográficos. ¿Cómo explicarse que alguien que había vivido tranquilamente bajo los aliados del colonialismo como Batista, Grau y Prío nunca se animara a fijar residencia en el gran proyecto decolonizador que fue dizque la Revolución Cubana?


Pero en eso a nuestros decoloniales curadores habrá que reconocerle el talento. Resolvieron el asunto con un cartelito que informa: "Tras el golpe militar de Fulgencio Batista en 1952 Lam abandonó Cuba de forma definitiva y se estableció en París". Cabría preguntarse que si Lam vivió los últimos treinta años de su vida en Europa hasta su muerte en 1982 ¿fue porque no encontraba -pese a sus frecuentes gestos de complicidad a distancia- que la revolución iniciada en 1959 fuera especialmente habitable? Pero gracias al cartel de marras nos enteramos que lo que retuvo a Lam en el Viejo Continente no fue alguna fisura en su compromiso decolonial -o revolucionario- sino debido a un incurable estremecimiento ante el golpe batistiano de 1952.


No obstante, queda un detalle que afea la brillante solución a la compleja álgebra biográfica del artista. Y resulta que es otro cartelito. Ese que nos informa que Lam regresó en 1956 a la Cuba batistiana para producir un mural en el nuevo edificio del Seguro Médico. Así, sin mayores explicaciones, luego de despacharlo de Cuba ante el rechazo que le producía el regreso de Batista al poder, rechazo que le duró a Lam hasta mucho después de la caída del dictador, nos presenta al artista dirigiendo la instalación de un mural en pleno batistato. Con lo fácil que habría sido presentar aquel mural de trazos ininteligibles como parte de un plan clandestino por derrocar al dictador de Banes!

Fotografía de Jorge Ignacio Domínguez

Pero sucede que los curadores en esta ocasión parecieron tener las manos atadas porque la gran ausente en esta expo es la Revolución Cubana. Y con razón. Luego de 66 años de esforzada labor hoy la revolú está menos presente en los diablitos de Lam que en los basureros de Tomás Sánchez. En lugar de la ya añeja Revolución Cubana la apuesta decolonial es bastante más segura y refrescante. Por un lado forma parte de una versión actualizada de lo que Milan Kundera llamó "el kitsch de la Gran Marcha" que va "
de revolución en revolución, de lucha a lucha, siempre adelante" sustentada en la engañosa pero consoladora fe "en la grandeza del destino del hombre". No obstante, de observarse bien, en la prestigitación de los que curaron la retrospectiva de Lam en el MoMA hay mucho de la picaresca que sostuvo tanto la carrera del genial artista de Sagua la Grande como la fe de los adeptos de la Gran Marcha. 

martes, 9 de diciembre de 2025

La Liga del Ibuprofén concluye su quinta temporada


 

El pasado domingo 9 de noviembre fue posiblemente el último partido de la Liga del Ibuprofen correspondiente a la temporada 2025. Ya son cinco temporadas desde que en el 2020 nos juntamos un grupo de amigos para darle algún uso a aquellos domingos sin salida de la pandemia. Por supuesto que no nos pasaba por la cabeza que cada semana del quinquenio siguiente la pasaríamos jugando aquella pelota manigüera siempre que el clima lo permita, entre marzo y noviembre.

Al año siguiente de iniciada la Liga tuvimos que interrumpirla porque el ayuntamiento había remozar el terreno donde jugábamos. Un año completo en blanco parecía bastar para cortar el impulso de la liga naciente pero no fue así. Con el nuevo terreno de yerba sintética, un sistema de absorción de agua que permite jugar casi inmediatamente después de un violento aguacero y mejoras y añadidos en equipamiento y reglas hacen el juego más atractivos tanto para los veteranos como para la gente nueva que se añade año tras año, una semana tras otra. Le hemos hecho tantos a las reglas que ya se puede hablar de otro deporte.

Hombres y mujeres, viejos y niños padeciendo cada dia del señor alternativamente la victoria y la derrota, el ponche y el jonrón pero sobre todo el agrado infinito de juntarnos ya fuera en un terreno llagado por los baches o ya acomodados a la tersura de la hierba plástica. Confirmando que ganar o perder -por mucho que nos importe- es bastante menos que el milagro de juntarnos, de recordarnos cuánto nos necesitamos, cuán preciosas pueden ser esas tres o cuatro horas semanales en que todos somos niños.

Y al final de cada juego no puede faltar el ritual de la foto colectiva de todos los que jugamos ese día o al menos los que quedan al final de la tarde. Y en lugar del "cheese" que se estila acá para fingir la sonrisa a la hora de tirar las fotos nos despedimos con un "Díaz Canel, singao!". Ojalá que la liga dure más que ese régimen que invocamos en nuestro grito de guerra.




lunes, 8 de diciembre de 2025

Un rey en Queens


El martes 2 de diciembre fuimos a ver el concierto de Pedro Luis Ferrer en Terraza 7, en Queens. Después de más de treinta años sin verlo no iba en busca de aquel cantautor que ponía a correr a los segurosos con sus conciertos. El único artista que se atrevía a decir en público lo que muchos pensábamos y un poco más allá, solo que con rima y ritmo y con una gracia infinita. Han pasado treinta años, el abuelo Paco está muerto y enterrado y aunque su dictadura sigue matando y avasallando de muchas maneras distintas ya ni la rima ni la gracia alcanzan para describir tanto horror.

En efecto, Pedro Luis era otro. Aquella imprescindible voz de resistencia se ha convertido en algo menos contingente pero mas esencial y profundo. Ahora le urge rescatar, preservar y reconstruir parte del legado cultural menos obvio. Sones, sonidos, salidos de sitios que él conoce como nadie porque les sabe su música. De “esencias” habla el músico más que de canciones siendo al mismo tiempo más abstracto y tremendamente preciso. En estos días escandaliza una nota reciente en el periódico español de El País preocupada por la supervivencia del manjuarí, un pez endémico que es a la vez una especie de fósil viviente. Le preocupa menos a ese periódico la supervivencia del cubano, especímen del que sobreviven aún en la isla unos nueve millones de ejemplares. La música que rescata Pedro Luis es menos antigua que el manjuarí y hará poco por salvar a esos millones de cubanos que sobreviven en la isla pero sirve para recordarnos algo de lo mejor que supieron hacer mientras vivían, cómo supieron rimar y ritmar sus alegrías y hasta sus tristezas.

Por dos horas cantaron y tocaron Pedro Luis y su hija Lena Ferrer quien lo acompaña con la marímbula, las claves y todo el repertorio cubano de percusión que suele perderse en formatos rítmicamente más fastuosos. Éramos no más de quince espectadores un martes por la noche en un rincón perdido de Queens y tocaron como si fuéramos cientos de personas en el Carnegie Hall: tal fue la seriedad y la entrega. Y con seriedad quiero decir la seriedad de Pedro Luis, esa que no le impide tomar una frase irrelevante como “tú estás toda tostada, toda tostada estás tú” y con esa alquimia cubana para exterminar las eses convertirla en ritmo puro: “Tu etá to totá, to totá etá tú”. O que recomienda a la bailadora de una conga tener la precaución de lavarse “la mandonga”. Juegos infantiles con el idioma que nos informan que Pedro Luis y la esencia popular que representa siguen vivos a pesar de todo.

Privilegio. No se me ocurre mejor palabra para resumir esas dos horas escuchar a Pedro Luis y Lena desgranando guarachas, sones montunos, nengones, congas y cuanto género en extinción se le ha ocurrido darle una sobrevida. Como los sones de güirón que ignoraba hasta esa noche. A veces las explicaciones sobraban, la música bastaba para hablar por el músico. (Extrañé, eso sí, el formidable contador de cuentos que era Pedro Luis en aquellos conciertos de los 80 y 90). Fue aquella una clase magistral en toda regla sobre la música campesina, tan amenazadas de extinción como el propio campo y los campesinos. Si algo no tuvo ese aliento de eternidad amenazada fue la canción extra que cantó al final del concierto. Un éxito de antaño, “Cubano 100%”, que ahora, cuando toda Cuba parece haberse ido suena -con ese reclamo por “los de adentro”- extrañamente anacrónica.

lunes, 17 de noviembre de 2025

Discurso a mis 58 años



Amigas, amigos y amigues
Queridas, queridos y querides:
A punto de cumplir 58 años me acerco a una edad que da que pensar sobre mi futuro fiestero. Porque cuando se hace ya tradición la cocinadera durante un día completo, la bailadera, la borrachera y la limpieza de pisos y calderos el día después llega la hora de preguntarse ¿Fiestas para qué? ¿Cumpleaños para qué?
Ciertamente no para celebrar una vida que, mírese por donde se mire, no justifica tanta recholata. Si algo quiero y me gusta celebrar es la mayor riqueza que he conseguido acumular durante todos estos años: la amistad de todos ustedes y el amor grande o pequeño que nos tenemos. De ahí que este discurso vaya a consistir principalmente en una larga lista de agradecimientos.
En primer lugar quiero agradecerle a mis padres traerme al mundo y perdonarles que siendo el mundo tan grande se les ocurriera desembarcarme en Cuba. A ellos también les agradezco todas las enseñanzas que me dieron aunque nunca las haya conseguido seguir.
a Armandito a quien entre las tantas cosas que le debo agradecer está el ejemplo y la demostración de que las fiestas son lo más sublime para el alma divertir, aunque uno se quede dormido en medio de ellas (y a Isabel, por supuesto, por soportarlo y soportarnos).
A los amigos que están lejos que se morirían por estar aquí aunque no tanto como para comprarse el pasaje.
A nuestro octosílabo-adicto Alexis Romay porque nadie sabe lo que es ser querido por un amigo si no ha sido querido por él.
A Pedrito el Bacalao porque sus cuidados esta casa ya no existiría y tendríamos que celebrar esta fiesta en una casa de campaña. Y a Mónica por su increíble dulzura y el valor de prolongar la arrebatada estirpe de los Cordovés.
Al Dany por su amistad y ritmo constantes y sus novias cambiantes.
A Jairo, Meyken, Magda, Guillermo y Oliver por resistirme semana tras semana en su casa, por todo el café que pacientemente me hacen, por todas las malacrianzas que me aguantan y que vienen a desquitarse una vez al año en mi cumpleaños.
A Reina, Juan Carlos y Mateo por su amor constante y su presencia intermitente. Y por sus camisas y jamones, claro.
A Ernesto por ese carácter que apacigua y equilibra todo y esas comidas que curan.
A Desireé por ser tan linda por dentro y por fuera y así y todo maltratarse haciendo crossfit para el cuerpo y el alma.
A los músicos, Frank, Hilaria, Arthur, Roberto tropa celestial sin los que la vida valdrían menos la pena y las fiestas no tendrían sentido.
A Rubén Claudia, Maikel y Alicia por compartir la responsabilidad de hacer fiestas en sus casas.
A los recién casados Loreta y Leslie y a sus niños Salomé y Sam, por ser la buena vibra personificada.
A Sandra y Douglas, porque desde que se mudaron a los bajos no he tenido que preocuparme por despertarlos con las fiestas pues ellos toman la precaución de estar en todas.
A todos los artistas Danay, William y el resto -eternas cigarras de la fábula- que le recuerdan con su talento a las hormigas que la vida está en otra parte.
A mi suegra por ser tan poco suegra y a Emérita por ser ejemplo de vitalidad y por comportarse como la suegra que me falta.
A Madelca y Jorge Ignacio por soportarme a mí y a mi ateísmo irredento.
A Amanda por su gracia, su energía contagiosa y su dicción avileña que no es contagiosa porque los habaneros no tenemos remedio.
A Yurien y Daniel, bayameses involuntarios que todo lo queman y todo lo dejan pero no se dejan rendir.
A Mairim, cuyo exilio a Elizabeth no le ha impedido estar mas cerca de nosotros mismos.
A Camila Lobón, las más arisca de todas, por su novio salvadoreño.
A Yasser por ocuparse de las imprescindibles pero insoportablemente aburridas.
A Vincent, Pancha, Asdrubal, Marian, y Vicente, Wanda y Frank por su aporte de cosmopolitismo a esta tribu.
A los veteranos de la travesía que vienen sabiendo que este es territorio libre de ICE.
A los que realizaron la increíble hazaña de cruzar el Hudson para llegar hasta aquí. Y a los que consiguieron parqueo.
A los amigos del peloteo por sostener la ficción de que todavía tengo algo que hacer en un terreno deportivo.
A los que me dejan huesos de pollo, vasitos plásticos y platos sucios en los libreros.
A los que me dejan las botellas de cerveza mojadas sobre el piano y han dejado una huella indeleble sobre este y hacen que me acuerde de ellos cada día, aunque no sepa sus nombres.
A los que aquí van a encontrar por primera vez el amor o el enemigo de toda la vida.
A los que se están preguntando por qué su nombre no aparece en esta lista. A los que me lo perdonarán y a los que no me lo perdonarán nunca.
Y en último lugar a mi familia.
A Ericuso que se apunta lo mismo a un velorio que han un fetecún. Hoy por suerte tocó fetecún.
Y a Lila y Eida porque toda la resistencia que han puesto a que siga celebrando cumpleaños no ha sido suficiente para que desista aunque cada año su resistencia se va haciendo más férrea, más difícil de superar.
Pero les confieso que ya se me va acabando la cuerda para superar la resistencia del ala femenina de la familia. Creo que los sesenta será un buen momento para cerrar el ciclo de celebraciones. Porque a partir de ahí -como dice Armandito- los cumpleaños más que celebrarse se conmemoran. Pero la cocinadera, la resistencia de la mujer, los huesos en el librero y la cerveza, limpiar las cazuelas y los pisos al día siguiente, todo eso tiene sentido rodeado por todos ustedes.
Sobre todo la resistencia de mi mujer.
Gracias de nuevo por venir.

sábado, 15 de noviembre de 2025

Armando Capiró (1948-2025)


Hubo un tiempo, el de mi infancia, en que la pelota no se llamaba Muñoz, Cheíto, Linares o Kindelán. El nombre completo de aquel deporte era Armando Capiró Laferté. Un left fielder de brazo incomparable que fue el primero en sobrepasar los 20 jonrones conectados en una temporada con 22. Esa marca en las breves temporadas cubanas vino a equivaler a los 60 jonrones de Babe Ruth en la MLB: para sobrepasarla debieron pasar años y cambiar del bate de madera al de aluminio.


Pero todo eso antecedió a mi experiencia de fanático. Cuando empecé a ver pelota Capiró atravesaba un profundo slump que lo acompañó hasta su temprano retiro. Daba igual. Su manera de pararse en home, extendiendo el brazo izquierdo hacia adelante con el bate en la mano como si estuviera calculando las dimensiones del terreno, del juego todo, como si anunciara de antemano su próximo jonrón. Poco importaba su mala racha porque su nombre seguía siendo el del mejor bateador de cada barrio, el del que más lejos bateaba la pelota, con más frecuencia. Todavía recuerdo ver a un muchachito en el terreno de béisbol de la escuela Valdés Rodríguez de El Vedado al que le llamaban Capiró como recuerdo la emoción que sentíamos de ver jugar a alguien que se mereciera tal sobrenombre.

La jugada que más le recuerdo no fue un jonrón sino un error de su portentoso brazo. Un error por exceso. Capiró lanzó tan fuerte la pelota que había recogido en un rincon del jardín izquierdo que esta pasó por encima de la cabeza del catcher Elnudys Poulot y chocó contra el muro que estaba unos cuantos metros detrás de este con fuerza suficiente como para regresar de rebote al home y que Poulot pudiera sacar al siguiente corridor.

Un mal día que cuesta trabajo precisar Capiró desapareció de los estadios. Nadie dio explicación alguna y corrieron en su lugar millares de rumores. El más persistente era que se había descubierto que el pelotero era homosexual, acusación lo bastante grave para expulsar a cualquiera de su puesto (a menos que fuera la presidencia del ICAIC). Fue entonces que tuvimos que acudir a otros nombres, otros ídolos.

No fue hasta muchos años después que en una entrevista el gran Capiró pudo dar su version: según él, su ex, despechada, había escrito una carta al Comité Central acusándolo de todo lo que se le ocurrió. Y en el Comité Central del Partido Comunista le hicieron suficiente caso a la señora como para terminar separándolo del béisbol. Cuba era un país donde la carrera de un pelotero no se decidía en el estadio Latinoamericano sino a un kilómetro de allí, en alguna oficina con aire acondicionado del Comité Central.

Da igual. Armando Capiró Laferté debe saberlo donde quiera que se lo haya llevado la muerte esta semana: los que lo vimos jugar nunca olvidaremos el momento en que con su bate medía a su oponente, al terreno, a la vida toda.

miércoles, 29 de octubre de 2025

Jack DeJohnette (1942-2025)



Decirle “leyenda del jazz” a Jack DeJohnette es rebajarlo. Leyenda se ha convertido en vocablo compasivo que se le concede a aquellos que no han llegado a ningún sitio pero se aferran a la vida el tiempo suficiente como para que a última hora le reservemos un lugar del olimpo de que se trate. DeJohnette era otra cosa y no solo por asociación aunque tocó con lo que más valía y brillaba desde su adolescencia hasta ahora mismo (desde Coltrane, Jackie Mclean, Stan Getz, Chet Baker, Miles Davis, Charles Lloyd, Keith Jarret, Bill Evans, Chick Corea hasta Gonzalito Rubalcaba). La lista de aquellos grandes músicos con los que colaboró es tan larga que se termina primero mencionando a los que no tocaron con él. No era un baterista estridente, de los que revientan los tambores para llevarse a las mujeres correspondientes al resto de la banda. Lo suyo era llevar el pulso de la música que ella demandara con sabiduría y tino perfectos. Fue así como se hizo el baterista más solicitado y respetado de su tiempo que es el mío.

La primera vez que lo vi fue justo en el primer concierto de jazz al que asistí en Nueva York, en el desaparecido The Bottom Line. Acompañaba al clarinetista Don Byron con Bill Frisell en la guitarra y Drew Gress en el bajo. La máxima estrella en aquel escenario era DeJohnette pero se cuidaba mucho de no ser otra cosa que quien se ocupaba de que la música avanzara con la cadencia necesaria, sin el menor tropiezo, como un buen padre que lleva de la mano a su niño en su primer paseo por el parque. La última fue en el Carnegie Hall, esta vez acompañando al inmenso pianista Keith Jarrett con Gary Peacock en el bajo. Su presencia allí no fue muy diferente que en mi primer concierto: tan discreta como decisiva. La pieza con que cerraron, el clásico de Billie Holiday “God Bless the Child” tenía, gracias al baterista, una vitalidad y una gracia que parecía acabada de componer.

Los dejo con una de las canciones que escuché en aquel primer concierto de 1999 creo. Una versión de “I follow the Sun” de The Beatles que la sutileza rítmica de DeJohnette convierte en uno de los danzones más bellos que se puedan escuchar. Como si estuviera haciendo un casting para la orquesta de Don Miguel Faílde y se ganara el puesto.



lunes, 27 de octubre de 2025

Discurso póstumo por la boda de Sandra y Douglas

 



En mi ya veterana aunque mal remunerada profesión como escritor de discursos el único remordimiento con el que cargaba mi conciencia es por uno que no había escrito. Debo confesar aquí  que durante más de un año mi consciencia ha cargado con el aplastante peso de no redactar unas líneas en contra del casamiento de Sandra y Douglas.

En mi descargo, recuerdo que durante la emotiva ceremonia que consagró la unión de ambos sentí la insatisfacción del deber incumplido. Ante el conmovedor y lacrimógeno espectáculo de ver a esos dos seres prometiéndose amor eterno me pregunté ¿Cómo no se me había ocurrido escribir un discurso que echara a perder tan sublime momento? ¿No intuía que Sandra y Douglas no iban a perdonármelo nunca?

Y es que a veces, o casi siempre, en la cercanía y la confianza está el peligro del descuido: mis inquilinos, mis más cercanos vecinos, los invitados en nuestra mesa una semana sí y la otra también si fueran un milímetro más cercanos ya no sabríamos dónde terminábamos nosotros y empezaban ellos.

Debo remontarme al momento en que conocí a Douglas, un hombre poseedor de un alma noble, un talento excepcional y una cabeza brillante una vez que la cabellera que la adornaba se decidió a abandonarla. Douglas era un hombre bueno y soñador a quien solo se le descomponía el carácter cuando se le mencionaba la palabra “estadística”, vaya usted a saber por qué.

A Douglas no le faltaba nada -sin contar la cabellera y una buena cuenta de ahorros, que como todos sabemos, es un estorbo para la creatividad de todo artista que se respete- a excepción de un alma que acompañara la suya en las alturas siderales de su espíritu. Alguien que supiera apreciar su talento artístico, su exquisita sensibilidad y su cocina, tan exquisita como sensibilidad, pero bastante más nutritiva. Y entonces apareció Sandra no menos sensible ni talentosa, tan etérea como Douglas, pero con un buen despachado fambeco que colabora con la fuerza de gravedad para asentar los pies en la tierra.

Sandra no era una desconocida para Douglas. Resulta que la niña Sandra tenía tremendo coco con el artista adolescente -hablo de Douglas- cuando este sacaba a pasear su ahora fallecida cabellera por las polvorientas calles de Fontanar. Sandra arrastró esa pasión media vida hasta que pudo cumplir su sueño de convertir a Douglas en su señor Titi. Fue así como transformaron mi triste sótano en un paraíso amoroso. Pero Sandra es mujer y, desde Eva, el paraíso nunca ha sido suficiente para las mujeres. Sandra quería casarse. Pero hay que entenderla. Tener a mano las artes joyeras de Mairim, las decorativas de Claudia y el patio de Rubén es una tentación muy difícil de resistir. Porque entre Claudia y Mairim se han jurado abolir la soltería en West New York y darle casamiento a los pocos concubinos que quedan. (¿Oyeron Armandito y Jairo?: Aclaro que no me refiero a que celebren nupcias entre ellos sino con sus respectivas concubinas Isabel y Meyken).

Así que Sandra y Douglas llevan casados más de un año sin que hayan tenido más que lamentar que la falta de un discurso mío en el día de su boda, dolor que espero haber remediado ahora mismo. Espero que, con el pago de esta deuda, la generosidad de Sandra disculpe al fin mi falta imperdonable y que las invitaciones a comer en los próximos seis meses sirvan para pagar los intereses.

¡Gloria eterna para señor y señora titi y su melao infinito!


viernes, 24 de octubre de 2025

Album 30 aniversario



En 1997, cuando pasábamos la entrevista de asilo en la embajada norteamericana en Madrid lo único que puso en duda nuestra interrogadora fue nuestro casamiento, ejecutado cuatro días antes de salir del país. Así lo cuento en “Siempre nos quedará Madrid”:


“En la embajada todo fue bien hasta que la entrevistadora ―una mujer de rasgos latinos y acento indeterminado― nos dijo que le llamaba la atención que nos hubiéramos casado tan sólo cuatro días antes de nuestra salida de Cuba. La única evidencia que teníamos contra la sospechosa fecha del matrimonio era nuestro álbum de fotos cubanas en el que aparecíamos en todos los avatares que habíamos atravesado en los últimos cinco años: con la melena de león africano (al cortármela había alcanzado para rellenar el cojín que Cleo ponía entre ella y la parrilla de la bicicleta); trasquilados los dos tras una epidemia de piojos que contrajimos en un hotel de provincias; rodeando casi siempre a recién casados porque en aquellos días era difícil conseguir una fotografía sin que hubiera una boda por medio. Y todas las fotos distintas entre sí en textura, colores y papel como si fuesen retratos hechos a mano por pintores diferentes. La distancia tecnológica entra cada una de las cámaras con que habían sido sacadas resumían la evolución de la fotografía desde fines del siglo XIX hasta la última década del siguiente, desde aquellas cámaras de cajón que ofrecían imágenes turbias a orillas del capitolio habanero hasta los aparatos más o menos sofisticados de amigos extranjeros. Un muestrario fuera del alcance de cualquier falsificación”.


Ahora sería mucho más fácil convencer a nuestra entrevistadora de 1997 con un teléfono a mano mostrándole este álbum. Y la verdad es que a aquella boda no le dimos mucha importancia ni siquiera los implicados directos. Apenas era un trámite más entre los muchos que tuvimos que hacer en los últimos meses en Cuba. Sabiendo que no nos darían permiso para salir estando casados no pasamos por el trámite del matrimonio hasta no recibir los respectivos de salida. Por eso la fecha y el aniversario nunca han sido relevantes para nosotros y lo calculamos por haber sido cuatro días antes de nuestra salida de Cuba. Esa fecha si la tenemos clarísima.













lunes, 13 de octubre de 2025

Evgeny Dobrenko: "El comunismo fue un desvío que tomó la Historia"



En el 2016 entrevisté al profesor ucraniano Evgeny Dobrenko, catedrático de la universidad de Sheffield en el Reino Unido y especialista en la literatura del realismo socialista. Buena parte de la larga entrevista apareció en Diario de Cuba. Ahora que el incansable y acucioso Carlos Aguilera arma un dossier sobre el realismosocialista en Cuba vale la pena desempolvar este intercambio. En parte porque, como verá el lector, debatimos bastante sobre la naturaleza del dichoso realismo socialista. Según Dobrenko este fue un proceso histórico acotado entre finales de la década del 20 y mediados de la del 50 en la URSS y, por tanto, irreproducible en cualquier otro contexto. En cambio -con mi habitual falta de tacto- le insistí en el carácter cíclico -"la pulsión genética" dije- que representa el realismo socialista: un momento que forma parte de todos los procesos totalitarios de diferentes épocas y que pasa por la imposición de cierta ortodoxia política y estética a la producción artística, para "educar" a las masas y forzarlas a adoptar un discurso triunfalista y maniqueo.

Y hablando de totalitarismo. Como verán, una buena parte de la entrevista -inédita hasta ahora- se convierte en discusión encarnizada sobre el totalitarismo. Según Dobrenko el totalitarismo es -como estaba de moda decir en esos días- un invento de la propaganda de la Guerra Fría. Yo en cambio sostenía y sostengo que sin ese concepto se hace imposible entender la diferencia radical -ideológica y totalizante- que hay entre los regímenes autoritarios previos y los que encarnaron tanto el comunismo como el fascismo y el nazismo. Y también sirve para explicar -más allá de las diferencias ideológicas- ese aire de familia que uno sorprende en regímenes que enarbolan un antagonismo radical. Sin más preámbulo, que la entrevista es bastante extensa, los dejo con la transcripción de nuestro intercambio. 


Por Enrique Del Risco

No es que la historia la escriban los vencedores sino que es muy raro que la gente se resigne a la derrota. Lo que ocurre con bastante más frecuencia es que los vencedores de ayer y los aplausos que les dedicamos quedan olvidados en la trastienda de cada cual para pasar a aplaudir a los triunfadores más recientes. De ahí lo necesarios que pueden ser ciertos empecinados como Evgeny Dobrenko (Odesa, 1962). Profesor y jefe del Departamento de Estudios Rusos y Eslavos de la universidad de Sheffield se ha especializado en el estudio del realismo socialista, ese héroe invencible del que ahora nadie se quiere acordar. El empeño de Dobrenko lo ha llevado a ser autor, co-autor o editor de una veintena de libros como “The Making of the State Writer” y “The Making of the State Reader”. En un campo dominado por los lugares comunes, los prejuicios (más o menos justificados) o la visión chata y condescendiente Dobrenko tiene una visión original y sofisticada del realismo socialista tal y como se desarrolló en la época estalinismo. Trata de explicar su estética “retrógrada” ya pasada de moda en el momento de surgir como un “postmodernismo menos el modernismo”. Más que como movimiento artístico Dobrenko define al realismo socialista como una institución que creaba al mismo tiempo sus productores y consumidores y en el que el “acto de censura es transformado en parte constituyente del proceso creativo”. Una institución que le ofrecía a cada creador la oportunidad de alcanzar la “armonía” con el proyecto político-social comunista. En el momento en el que la censura se transformaba “en un problema externo a él [al creador] (o lo que es más, en un obstáculo) este por consiguiente dejaba de ser un escritor soviético en el sentido estricto del término”. A continuación los dejo con la conversación que sostuve con Dobrenko días atrás en la que, como se verá, no siempre estuvimos de acuerdo pero que en cualquier caso fue altamente estimulante para el que quiera pensar en estos temas. 

 

Del Risco: Déjeme comenzar con la que es quizás la pregunta más frecuente que le hacen como académico: ¿Por qué dedicarse a estudiar el realismo socialista, un tema en apariencia tan aburrido y soso?

Dobrenko: Todo el que estudia la literatura rusa se dedica a lo que se considera la “gran literatura” Tolstoy, Dostoyevsky y los grandes escritores del siglo XX. Pero el siglo XX no fue un siglo normal de ninguna manera. Incluso el siglo XIX fue más normal. Hasta el siglo XVIII con la Revolución Francesa fue más normal. En cambio el siglo XX fue completamente anormal. Y la anormalidad del siglo XX proviene de un inmenso proceso  de democratización. Lo mismo que el siglo XVIII fue el siglo de la ilustración que llevó a la Revolución Francesa el siglo XX fue un siglo que condujo a la liberalización de enormes masas de población. Y lo que quiero decir con  democratización es que personas ordinarias que en el siglo XIX no tenían acceso a la educación, a la medicina, a la alta cultura o a ningún tipo de cultura ―en esa época el 99% de la gente no tenía nada― y ahora tienen todo. Por supuesto que no todo en todas partes pero la tendencia es innegable. Y cualquier proceso a tal escala trae consecuencias: la cultura se hace más accesible para más personas y por tanto se extiende pero a medida que se extiende más se hace menos densa. Así que en ese proceso la cultura pierde profundidad, muchas veces se hace más primitiva. La diferencia entre la cultura anterior y la nueva es la diferencia entre Tolstoy y…

Del Risco: …Boris Polevoi…


Dobrenko: (ríe) Sí, Polevoi. El asunto es que Tolstoy ahora es leído por millones y millones de personas. Pero, por supuesto, la comprensión, de acuerdo con el nivel cultural de estas personas, es mucho más reducida. Por eso es importante entender esta literatura no desde el punto de vista estético sino desde el funcionamiento en ese mundo. Por eso pienso que la cultura estalinista es un caso muy bueno para entender cómo esto funciona. La manera en que, como resultado de este proceso de ilustración y democratización, grandes masas de estas sociedades patriarcales y tradicionalistas se trasladan a las ciudades, transforman su alta cultura y crean un medio más amplio para la comprensión de esta cultura. Cómo este proceso cambia la cultura. Rusia es un excelente ejemplo de un país campesino que trató de modernizarse en el siglo XX y en este proceso acabó creando un régimen totalitario. Ese es el caso de todos los países patriarcales en Europa, desde Portugal y España a Italia, los países balcánicos, Rusia y Europa del Este…

Del Risco: Pero en ese caso ¿Alemania no es una excepción…?

Dobrenko: Es una excepción pero en el siguiente sentido: Alemania era, entre las grandes naciones europeas, uno de los estados más jóvenes. Allí el totalitarismo no fue tanto el resultado de un proceso social como de un proceso político.

Así que regresando a su pregunta inicial por eso pienso que es importante leer novelas realmente malas: para entender el proceso de modernización en sociedades muy tradicionales y patriarcales.

Del Risco: ¿Cuál fue su experiencia personal como ciudadano soviético y como lector soviético? ¿En qué manera dicha experiencia lo formó a usted como investigador?

Dobrenko: Yo me gradué de la universidad estatal de Odesa, de un departamento de filología con un doctorado en literatura rusa y leí los clásicos de la literatura rusa y también de la literatura soviética y trataba de entender por qué eran tan distintos. Por otra parte cuando la Unión Soviética se derrumbó muchos de mis colegas comenzaron a estudiar la literatura prohibida durante el período soviético pero yo descubrí algo interesante. Una vez entré al llamado “salón especial” que existía en las antiguas bibliotecas soviéticas ―ése donde guardaban los libros prohibidos a los que el público en general no tenía acceso y al que tenías que acceder con un permiso especial. Pues en la biblioteca de la universidad en la que estaba trabajando en aquel tiempo el “salón especial” tenía el tamaño de tres o cuatro habitaciones como ésta, todo lleno de libros. Cuando yo entré allí quedé estupefacto. Porque lo que me encontré no eran solo libros antisoviéticos sino que muchos de los libros eran realmente libros soviéticos escritos en tiempos de Stalin: en tiempos de Jrushov todos esos libros que glorificaban a Stalin habían sido sacados de los estantes públicos. Era extraño ver los libros de Solzhenitsyn junto a aquellos libros de poemas que glorificaban a Stalin, libros que no podías encontrar en ningún otro sitio. Eso fue justo antes de la perestroika. Entonces la perestroika llegó y yo participé en montones de discusiones donde la gente decía cosas como “Tenemos que descubrir la historia real de la literatura soviética porque durante la época soviética la mitad de los libros estuvieron prohibidos, la gente era reprimida”. Y yo decía “Bien, quieren rescatar sólo la buena literatura (Bulgakov, Babel, todos los grandes escritores) pero ¿por qué no rescatar también a todos esos poetas estalinistas?”. “Pero eso es mierda, no es literatura” me decían. Pero yo les respondía: “Si quieren tener una historia de la literatura tal y como ocurrió quizás eso sea una porquería pero también es parte de la literatura”. El 90% de mis colegas decidieron entonces rescatar la gran literatura pero yo decidí rescatar esa mala literatura porque también era parte de la historia real de la literatura.

Del Risco: Hábleme de su experiencia en Occidente como académico. ¿Cuáles han sido los más comunes estereotipos e ideas erróneas que se ha encontrado acerca de la cultura soviética y de la sociedad soviética en general?

Dobrenko: Vine a los Estados Unidos en 1992, justo cuando la Unión Soviética se había derrumbado. Era interesante porque la sovietología era el instrumento que tenían para entender lo que había pasado pero no podía reclamar ninguna victoria sobre la Unión Soviética porque no pudo predecir lo que había pasado. De hecho la sovietología nos decía lo opuesto de lo que ocurrió. Nos decía que el comunismo creaba sociedades monolíticas, lo cual no es cierto. He encontrado muchas concepciones erróneas de cómo la cultura funciona en este tipo de sociedades. Los académicos occidentales tienen una idea demasiado simple de cómo estos sistemas funcionan. Tú tienes por un lado los tipos malos ―Stalin, Hitler, Fidel Castro, Saddam Hussein, los que tú quieras― y por otro una enorme población sufriendo, que es reprimida por ese gobierno canalla. La verdad es justo lo opuesto: tú tienes un problema con una sociedad con millones y millones de personas que no están listos para vivir en una sociedad libre. Tienes políticos que pueden ser todo lo malos que quieras ―Mussolini, Hitler, Stalin, quien sea― que son mero reflejo especular de la cultura política de la población. Por ejemplo, el mayor problema de Rusia hoy no es Putin, como alguna gente piensa. El problema es el 87% de la población rusa que es la que apoya a Putin.


Del Risco: Pero si piensa en sus propias ideas que expone en sus libros The Making of the State Writer y The Making of the State Reader sobre cómo el Estado produce a los productores de cultura y a sus propios lectores también se puede concluir que esa población ha sido producida por el propio Estado. Después de todo si ellos tuvieron que enviar millones de personas al GULAG fue por alguna razón. Como una manera de “educarlas” diría yo.  

Dobrenko: Voy a darle un ejemplo. Un ejemplo soviético. Tienes una sociedad que fue suprimida por siglos. El 90% de la población eran esclavos. La única diferencia con los esclavos en los Estados Unidos era que aquí los esclavos eran étnicamente diferentes. En Rusia el propietario podía matar a los siervos, venderlos, hacerles cualquier cosa que quisiera. De manera que tienes una nación de esclavos por siglos. Tienes una acumulación de odio, de desigualdad social. Entonces tienes un gobierno que no aborda estos temas y cuando lo hace es demasiado tímido, demasiado tarde. En Rusia la servidumbre la servidumbre fue abolida en 1861 y el primer parlamento fue introducido en 1907, tras la primera revolución rusa. Cuando enseño en Inglaterra y discutimos el tema de la democracia en Rusia le digo a mis estudiantes. “Miren: ustedes tuvieron la Magna Carta en 1215. En Rusia tuvimos parlamento en 1907”. ¿Qué se puede esperar de una nación con un 90% de antiguos esclavos? ¿Cuál es su cultura política? ¿Quién será su líder? ¿Vaclav Havel? ¿Barack Obama? ¡Qué va! ¡Stalin! Esa es la figura que encaja en esa cultura política! Ellos tratan de explicar eso como una coincidencia pero no es coincidencia. No podía haber ocurrido de ninguna otra forma. Solo podría haber sido un desastre. Hubiera sido un milagro y los milagros no ocurren usualmente en la historia.

Del Risco: ¿Cuán difícil es traducir la experiencia soviética y comunista a la experiencia occidental? ¿Piensa que es una batalla perdida? ¿Cómo se las arregla para evitar las trampas más comunes a la hora de explicar esa experiencia?

Dobrenko: Soy especialista en realismo socialista y ¿qué dicen acá de eso? Dicen “Oh, el realismo socialista es un invento de Stalin”. No. He tratado de explicar eso en mis libros. ¿Cómo esos campesinos de ayer leían los libros? Ese fue un proceso interesante porque de alguna manera fue un proceso de Ilustración porque los bolcheviques llevaron al país desde el analfabetismo a la alfabetización. Pero ¿qué querían esos campesinos? ¿Cuál era su experiencia de lectura? ¿Qué tipo de literatura querían leer? La gente dice “Stalin destruyó las vanguardias” pero la mayoría de esos antiguos campesinos no querían las vanguardias. ¿Cuál era su ideal estético? ¡El arte pequeño burgués! Eso era lo que querían y eso fue lo que recibieron. De eso es de lo que se trata el realismo socialista.

Vaya al metro de Moscú y vea los “Palacios del Pueblo”. Pero esos “palacios” eran solo una copia de los palacios zaristas. Esos campesinos querían vivir como el zar, como los grandes hacendados. Ese era su ideal. Por eso es que no puedes venderle a esta gente el arte revolucionario. No porque Stalin era estúpido o tenía mal gusto. No. Él era un populista. Sabía lo que el pueblo quería tener. ¡No querían el arte de Kandinsky o de Malevich! ¡Lo que querían era arte realista! ¡Esa es la mentalidad campesina! ¡Eso es todo!

Del Risco: Y ¿qué me dice de la experiencia del realismo socialista en el antiguo Bloque Soviético? ¿Cuán común fue esa experiencia con la experiencia propiamente soviética?

Dobrenko: Después de la Segunda Guerra Mundial Stalin vio Europa del Este como una zona de contención entre la Unión Soviética y Occidente y su idea era controlar y sovietizar esos países. Por supuesto que muchos de esos países estaban mucho más desarrollados que la Unión Soviética en ese momento, eran más liberales. Algunos países estaban menos desarrollados como Albania, Rumania, Bulgaria, la antigua Yugoslavia…


Del Risco: Pero los resultados fueron muy parecidos.

Dobrenko: Muy parecidos en muchos aspectos pero diferentes en otros. El punto es que mientras más culturalmente desarrollados estaban esos países, mientras más profunda era la tradición cultural en un país dado, más difícil era sovietizarlos. Por ejemplo, en Albania después de la guerra no tenían ningún teatro. Así que por supuesto, en esos casos cuando introduces algo es más fácil influir en esa sociedad que luchar contra una tradición establecida.

Del Risco: Pasemos ahora a un tema muy específico de la cultura soviética. Un tema que parece exclusivamente retórico. Y es el caso de que a veces en los estudios sobre la cultura soviética da la impresión de que de alguna manera la cultura rusa quedó intacta: que solo por el hecho de tener un nombre diferente, una narrativa diferente a la de la cultura “nueva”, la cultura rusa “real” permaneció intacta. ¿Fue bueno para los viejos valores rusos que la “nueva” cultura se desarrollara bajo un nuevo nombre? ¿Cuál fue, en su percepción, la relación establecida entre las dos culturas?

Dobrenko: Bueno, en la era Soviética la cultura oficial trató de apropiarse de la antigua cultura rusa. Al menos de las partes de las que podía apropiarse. Porque es muy difícil por ejemplo, apropiarse de Dosyevsky pero era más fácil apropiarse de Tolstoy. La apropiación de la vieja cultura rusa pre-revolucionaria fue una parte importante de la cultura soviética. Pero tuvo un precio. El precio fue la falsificación, a veces la falsificación completa de la cultura pre-revolucionaria.

Civilización atlántica, 1953, André Fougeron, Londres, Tate Modern

Del Risco: Pero ¿en qué lugar sitúa, cómo usted define, a escritores como Platónov, Bulgakov, Ajmátova o Brodsky? Escritores que resistieron la idea del realismo socialista pero al mismo tiempo crearon su obra bajo el régimen soviético.

Dobrenko: Ni Ajmátova ni Brodsky crearon literatura soviética. Ni siquiera lo intentaron. El caso de Platónov es diferente. Él pensó que estaba creando literatura soviética pero de hecho no lo estaba haciendo. Bulgakov nunca creó literatura soviética…. Tienes una cultura oficial que fue creada por el Estado pero luego tienes esta alta cultura que sobrevivió bajo este régimen.

Del Risco: Pero en la experiencia cubana, por ejemplo, no tenemos dos nombres diferentes para una cultura producida en el mismo lugar. Aparentemente solo tenemos “cultura cubana”. Puede tratar de separarlas en una cultura oficial y otra no oficial pero al final ambas son “cubanas”. En Rusia no tienen ese “problema”. Ponen a Ajmátova y a Polevoi en diferentes categorías (literatura soviética o rusa) incluso si estuvieron escribiendo al mismo tiempo en el mismo lugar.

Dobrenko: Bueno, de acuerdo a esa categorización tienes la literatura rusa, que es más amplia e incluyen a Ajmátova y a Polevoi y tienes la literatura soviética que incluye a Polevoi pero no a Ajmátova. ¿Qué pasó cuando la Unión Soviética se derrumbó? Que la mayoría de mis colegas quisieron deshacerse de la literatura soviética como si fuera una completa basura. Mi punto es que si quieres tener una historia de la literatura necesitas incluir todo. De alguna manera tienes que acomodar a Ajmátova con Polevoi.

Del Risco: Sí, pero cuando se va a escribir una historia de la literatura soviética ¿por qué no incluir a Ajmátova o Mandelstam?

Dobrenko: Hay muchos casos diferentes. Le voy a dar uno de mis ejemplos favoritos: Solzhenitsyn. Yo defino su escritura como literatura anti-soviética-soviética. Es absolutamente anti-soviética en términos de su mensaje ideológico pero no en términos de la propia escritura. Por su estilo pertenece absolutamente a la literatura soviética. La idea de la literatura soviética desde los años 1920s es que todos ellos querían ser Tolstoys rojos. Todos querían escribir “La guerra y la paz” soviética.

Del Risco: Como Vasili Grossman… 


Dobrenko: Por supuesto. Grossman es un gran ejemplo de literatura anti-soviética-soviética. En todas sus novelas Grossman trató de escribir La guerra y la paz. Por supuesto: es más rico y más profundo que Polevoi: Grossman era un escritor muy bueno. Pero desde un punto de vista estilístico era una literatura muy soviética. Eso es precisamente lo que trato de decir: que la literatura soviética fue derivada de la literatura rusa del siglo XIX. Todos los escritores soviéticos estudiaron la literatura del siglo XIX y todos querían ser León Tolstoy. Todos querían escribir La guerra y la paz soviética o anti-soviética. Ellos querían hacer algo muy ruso.

Del Risco: ¿Y el caso de Varlam Shalamov?

Dobrenko: El caso de Shalamov es distinto porque Shalamov muestra un tipo de verdad diferente sobre el GULAG y el trauma que esto causó, algo que no es para nada soviético. Porque la literatura soviética es un tipo de literatura muy racionalista y Shalamov con su experiencia tan traumática definitivamente fue mucho más lejos de lo que la literatura soviética les permitía ir a los escritores. Hay otros casos como el de Platónov. Platónov era un creyente sincero, él quería escribir literatura soviética todo el tiempo.

Del Risco: Sí, pero fracasaba… todo el tiempo…

Dobrenko: Sí, por supuesto que fracasaba. Era demasiado bueno para la literatura soviética. Alguna gente lo hacía inconscientemente, alguna conscientemente, como Bulgakov, por ejemplo. Algunos trataban de negociar entre lo que querían hacer y lo que les estaba permitido. Hay una anécdota muy famosa sobre el lingüista formalista Viktor Shklovsky. Una vez le preguntaron en una entrevista con una publicación italiana “¿Cómo fue que usted negoció durante toda su vida con la censura soviética?” y Shklovsky respondió: “Cuando estás en la calle tu dejas que el autobús pase antes que tú, ¿no es así? Y no lo haces por cortesía sino porque no tienes opción”. Hubo casos como el de Yuri Trifonov o el de los “prosistas de aldea” en los setentas. Ellos eran antisoviéticos, eran nacionalistas, nunca aceptaron la colectivización pero al mismo tiempo fueron aceptados por el Estado. De alguna manera encontraron la vía para convertirse en parte del mainstream soviético en los setentas. ¿Por qué? Porque en la práctica el régimen soviético era un régimen nacionalista ruso que se trataba de vender a sí mismo como un régimen internacionalista marxista cuando en él no había nada que fuera internacionalista o marxista.

Andrei Platonov
Del Risco: Regresando al realismo socialista, ¿Cuán diferentes eran los peores autores soviéticos a los peores autores occidentales? O, en otras palabras: ¿Cuán diferente en su opinión es el proceso de satisfacer las necesidades más elementales de entretenimiento o de cultura en ambas sociedades? ¿No piensa que al igual que usted define al realismo socialista como creador de sus propios productores y consumidores de cultura occidente también tiene mecanismos parecidos?  

Dobrenko: Claro. Occidente, como cualquier otra sociedad, crea sus propios escritores y lectores. Cuando vine a la Universidad de Duke a principio de los años noventas me encontré con esta académica, Janice Radway. Ella escribió el libro Reading the Romance. Básicamente lo que ella estaba tratando de entender era por qué ciertas mujeres leían las novelas románticas que puedes comprar en los supermercados. Esos libros horrendos y baratos con héroes apasionados en la portada. Así que leen esa porquería y tienen clubes de fans y van allí y discuten las novelas. Esta académica trataba de entender por qué la gente leía mala literatura. Pero en Occidente tienes diferentes clases y diferentes estratos y para cada uno de ellos tienes una cultura. Así que la gente que lee esas novelas no saben que The New York Review of Books existe. Ni The New York Review of Books siquiera se imagina la existencia de ese tipo de novelas. Es como si existieran en diferentes países. Incluso en diferentes continentes. Es una cultura muy compartimentada.

Pero el caso de la cultura soviética es totalmente distinto. Todas las culturas totalitarias son distintas porque son populistas. Tratan de producir una cultura que les sirva a todos. Y la realidad es que no se puede producir una cultura que le sirva a todo el mundo. Como resultado obtienes una cultura que no le sirve a nadie. Entonces tienes un lector ideal para quien esta cultura funcionaría potencialmente cuando de hecho no funciona para nada. Y tienes una intelligentsia que no lee esta literatura para nada. La toleran pero no la leen.

El problema con la cultura rusa es que después de las reformas de Pedro el Grande Rusia se convirtió en un país europeo pero al mismo tiempo no era un país con libertad: no había parlamento, ni libertad de expresión, ni de asociación. De manera que los debates políticos no tenían manera de ser expresados más que a través de la literatura. Así que en Rusia la literatura se vio abrumada con funciones sociales y políticas.

En Occidente es totalmente distinto: tienes literatura intelectual y tienes esas novelas baratas para algún mujer solitaria en alguna parte de Minnesota, literatura para diferentes tipos de personas. En el caso ruso la literatura es el único sitio en el que te puedes expresar libremente. Por eso es que tienes literatura que es al mismo tiempo política y tribuna nacional y filosofía, y estética y ética, etc, etc.

Del Risco: Viendo esa pretensión totalizante que tenía la cultura soviética ¿en qué medida usted piensa que conceptos como “totalitario” o “totalitarismo” son todavía útiles? No ya sólo en el aspecto represivo sino también en el creativo, como aspiración a una totalidad.

Dobrenko: Bueno, el término totalitario está muy pasado de moda en la actualidad…

Del Risco: ¿Por qué?

Dobrenko: Porque ahora está claro que la esa “totalidad” no era realmente una “totalidad”. Trataba de presentarse a sí misma como una totalidad cuando de hecho no lo era. Trató de alcanzar una totalidad pero nunca pudo alcanzarla. El concepto de “totalitarismo’ fue parte del discurso sovietológico. Toda la sovietología estaba basada en la idea de la existencia de un  régimen totalitario. Pero luego de muchas décadas de influencia de la sovietología vino un proceso de revisionismo. Ellos se acercaron de una manera totalmente distinta a la sociedad soviética y a la cultura soviética. Se dieron cuenta de que había que mirar más allá de los aspectos meramente políticos. Que hay que ver la historia social, no solamente la historia política. Hay que ver la historia no solo desde arriba sino también desde abajo. Y cuando miras una cultura no solo desde arriba sino también desde abajo eres capaz de ver una imagen más complicada y rizomática. Todo el concepto de totalitarismo se desmorona a causa de esto. Y se hace más difícil entender cómo este proceso de sovietización funcionó en diferentes generaciones y períodos de tiempo. Cómo fue el proceso de internalización de su mensaje ideológico, cómo fue recibido por la población en dependencia de su nivel educativo y de su desarrollo social y político. Hay montones de aspectos que juegan un papel en este proceso. De manera que el término “totalitario” se hizo totalmente superfluo. Pero por supuesto, pienso que cuando te acercas al fenómeno en su totalidad desde el punto de vista de la historia política tiene sentido usar ese término.  

Del Risco: Pero cuando hace un momento describía las diferencias entre la cultura soviética y la occidental decía que se diferenciaban precisamente en que la cultura soviética pretendía crear una cultura que se ajustara a toda la sociedad y que había una aspiración a la totalidad inexistente en Occidente. ¿Existe por ejemplo un concepto que trate de definir esta concentración de todos los diferentes niveles de la cultura en uno solo?

Dobrenko: Bueno, nada ha venido a reemplazar al viejo totalitarismo. A veces uso este término en literatura pero solo en un sentido estrecho, cuando hablo en un sentido puramente político. Hay un buen historiador del arte, un exiliado, Igor Golomstock. Vive en Londres y escribió un libro muy famoso, Totalitarian Art, un tomo voluminoso. Es muy interesante. Él habla de este arte totalitario en la Unión Soviética, la Alemania Nazi, la Italia fascista y la República Popular China. Cuatro culturas. Y lo que muestra este libro es que lo que pasó en todos esos países fue lo mismo: tienes a estos cuatro países atacando a las vanguardias y estableciendo un arte realista populista. Tienes el mismo culto a la personalidad, las novelas industriales, el culto por la cultura populista, usted sabe, esas cosas campesinas y folklóricas. Así que cuando lees el libro y repasas las ilustraciones te dices “¡Dios mío! ¡Todo es igual! ¡La cultura totalitaria existe!”. Pero no es lo mismo. ¡No a causa de los idiomas distintos sino porque son culturas absolutamente diferentes! No puedes comparar la cultura italiana con la china solo porque en la era de los regímenes autoritarios ambas producían obras dedicadas a rendir culto a Mussolini o a Mao Tse-tung. Es como decir “todas las guerras son iguales” solo porque en todas las guerras hay peleándose unas contra otras. La verdad es que todas las guerras son diferentes. No puedes explicar nada diciendo que todas las cosas son iguales. La cuestión con el totalitarismo es que te da un nivel de generalización que es prácticamente como decir que todos son iguales. Es un modelo que dice que la China de Mao, la Cuba de Fidel, la España de Franco o la Alemania de Hitler son lo mismo porque son totalitarias.

Del Risco: En mi experiencia, incluso con todas esas culturas e ideologías diferentes puedes encontrar un meta-lenguaje en el cual se puede predecir lo próximo que va a ocurrir solo porque al haber vivido bajo un régimen totalitario terminas dominando ese metalenguaje. Me refiero a ese tipo de familiaridad que encontré cuando era un estudiante leyendo ciertos libros satíricos de Europa del Este y descubriendo el asombroso parecido que había entre los personajes, situaciones, relaciones y mentalidades que aparecían en esos libros y los que encontraba en mi país a pesar de las profundas diferencias culturales.

Dobrenko: Le daré un ejemplo. Hace pocos meses en Inglaterra la BBC pasó una versión televisiva de “La guerra y la paz”, muy exitosa. Mucha gente empezó a leer las novelas de Tolstoy y decían: “¡oh, es igual a las novelas de Jane Austin!”

Del Risco: Si, pero cuando leo las novelas de Europa del Este no estoy comparando estas con otras novelas clásicas sino con mi propia vida. Por otra parte cuando tratas de mostrar las buenas novelas escritas bajo esos regímenes es muy difícil traducirlas a las culturas occidentales, no solo a causa de las dificultades idiomáticas sino a las condiciones absolutamente distintas entre las sociedades. ¿Cómo traducir a Platónov a un punto de vista occidental, por ejemplo? Pero al mismo tiempo yo pude leer a Platónov casi como si fuera un escritor cubano…

Dobrenko: El problema con Platónov a quien considero el más grande prosista ruso del siglo XX es que es absolutamente intraducible.

Del Risco: Pero yo lo he leído siempre en traducciones y lo he disfrutado muchísimo…

Dobrenko: El problema con Platónov es que todo ocurre en el lenguaje: los mayores acontecimientos en las novelas de Platónov ocurren en el lenguaje mismo. Le voy a dar otro ejemplo que es muy único: nadie puede entender en Occidente por qué Pushkin es la figura más importante de la literatura rusa. Uno de los mayores especialistas de Pushkin en los Estados Unidos amigo mío dice: “El problema cuando traduces a Pushkin es que suena como un poeta victoriano de segunda categoría”. ¡Pushkin es tan trivial! Cuando lo lees traducido no puedes entender su grandeza. ¡Es tan convencional! Platónov es una historia diferente porque él es todo lo contrario. Él es muy poco convencional.

Del Risco: Y sin embargo yo siento una familiaridad con Platónov, incluso en traducciones, que no logro sentir con Pushkin y precisamente a eso me refería. Pero, volviendo al tema de la internacionalización del realismo socialista, en su libro The Making of the State Writer usted traza los orígenes del realismo socialista como institución hasta un pasado ruso muy anterior a la Revolución de Octubre. Su narrativa trata de ser histórica, basada en la tradición rusa pero al mismo tiempo sabemos que instituciones similares fueron construidas en naciones con tradiciones muy distintas entre sí. (En mi país, por ejemplo, a pesar de la narrativa histórica y cultural en la que se inserta, la base de la construcción de una cultura socialista son dos frases. Una del Che Guevara que dijo que “la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmo para que dé peras, pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original”. La otra, más breve es de Fidel Castro que definió los límites de la libertad artística en estos términos: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada”. Son menos prescriptivas, más pragmáticas pero a la larga igualmente castrantes). Mi pregunta es: ¿cómo explica la proliferación de modelos similares de producción cultural a pesar de las grandes diferencias entre las tradiciones culturales en que estos modelos fueron insertados?

Dobrenko: Nunca había oído antes esas citas que me refiere pero me recuerdan la fase de la cultura pre-realismo socialista, los tiempos de la cultura revolucionaria. Con Rusia el problema es que a menudo la gente no lo entiende y entiende la cultura soviética como algo que comenzó en 1917 y terminó en 1991 cuando de hecho la cultura revolucionaria, especialmente en los 1920s, se desarrolló después de la Guerra Civil y antes de que Stalin llegara al poder en 1928. La cultura revolucionaria es más cercana a las vanguardias y tiene ideas menos convencionales sobre la cultura. Quizás es debido a que la Revolución Cubana ocurrió mucho después. Su cultura fue formada en los sesentas. Por supuesto que es el mismo tipo de cultura, es la cultura populista de las masas no educadas pero aun así tiene un trasfondo completamente diferente al del realismo socialista ruso. Porque por ejemplo el realismo socialista en Rusia trata de simular o explotar la cultura folclorista y está basada en el cristianismo ortodoxo. Por otra parte la cultura cubana está basada en la tradición católica.

Del Risco: Las citas que le leí necesitan un contexto. En el caso de la de Castro este trataba de responder a los reclamos se los intelectuales cubanos sobre supuestos planes de imponer en la cultura cubana la estética del realismo socialista y la respuesta de Castro es: “No se preocupen por eso. Nuestro único interés es político: el de que ustedes no usen la cultura como un arma de la contrarrevolución”.


Dobrenko: Sí, ese era el programa de la cultura pre-Stalin. ¿Sabe por qué no trataron de imponer el realismo socialista en Cuba en los sesentas? Porque en esa época ya estaba muerto.

Del Risco: Pero luego, en los setentas tuvieron bastante éxito implantando cierto realismo socialista. Parecería que fuese una pulsión genética en esos regímenes.

Dobrenko: El punto es que cuando el realismo socialista colapsa como institución en todos los países de Europa el Este después de 1956 no pienso que tuvieran planes serios de introducir el realismo socialista en ninguna parte. Fue introducido en países como China y Corea del Norte pero en una época diferente. A finales de los cuarentas y a principios de los cincuentas todavía podías hacer eso. No conozco el caso cubano pero después de la muerte de Stalin, después del XX Congreso del PCUS ya nadie trataba de introducir el realismo socialista. Quizás algunos elementos pero como institución totalmente desarrollada…

Del Risco: Le sorprendería lo bien que se desarrolló el realismo socialista como institución en los setentas en Cuba…

Dobrenko: El realismo socialista como una institución integral de promoción de esta literatura desde la escuela a la biblioteca, la producción de libros, a ciertas políticas de publicación es un sistema inmenso.


Del Risco: En ese sentido institucional es muy similar el caso de Cuba aunque a nivel estético fuera bastante menos estricto y formalista que el soviético. Pero seguía la misma estructura: escuelas, bibliotecas, medios de prensa, editoriales con “cierta” política de publicación, talleres literarios, compañías de teatro aficionado, escritores que iban a las fábricas a “empaparse” de la realidad del país, premios literarios nacionales patrocinados por las fuerzas armadas o el ministerio del interior para promover literatura policial y de espionaje. Incluso figuras literarias bien establecidas trataron de acercarse en su obra al canon del realismo socialista. Pero sobre todo en el sentido que usted explica en The Making of the State Writer de que en el realismo socialista el “acto de censura es transformado en parte constituyente del proceso creativo” en el intento de buscar la “armonía” con el proyecto político-social comunista. Pero permítame hacerle una última pregunta: ¿cuál piensa que es la lección más importante que las sociedades actuales pueden aprender de la experiencia comunista?

Dobrenko: Tenemos la percepción de que el comunismo tal y como ocurrió en la Unión Soviética y en muchos países incluida Cuba, por supuesto fue un paso histórico hacia adelante. Como si hubieran avanzado demasiado rápido. Cuando de hecho el comunismo tal y como fue implementado fue una reacción de las sociedades patriarcales y tradicionalistas a los retos de la modernización, al individualismo y a la democratización. Bajo esta luz el comunismo fue un desvío que tomó la Historia. Y si observas el resultado en las sociedades postcomunistas en la actualidad lo que ves es que todos esos países terminaron en una situación en la que todavía tienen que pasar por todas las etapas que ellos pensaban que habían dejado atrás (el capitalismo, la democratización, etc.) para poder desarrollarse. La lección es que no debes basar tus planes y principios en un intento de modernizar sociedades tradicionales de un modo acelerado. Esas sociedades son difíciles de desarrollar. El comunismo es un intento de modernizarse de una vez pero los procesos de modernización no ocurren de esa manera. Básicamente terminaste en la primera casilla del juego y tienes que volver sobre todos esos pasos que intentabas evitar con el desvío comunista. El comunismo es impaciencia histórica y es muy difícil ser paciente.