Hace rato el
wokismo dejó de ser ideología nebulosa para convertirse en religión hecha y
derecha bajo la que vivimos todos. No como religión oficial de Estado pero sí
de los medios de comunicación, centros de enseñanza y cualquier otro espacio de
intercambio público. Una religión sin dios ni trascendencia, pero obsesionada,
como los otros monoteísmos, con un absoluto, la inalcanzable justicia social, y
empeñada en el diseño y edificación de un infierno bastante más accesible y real que su paraíso.
Independientemente
de que estés convertido o no a la nueva fe debes dar cuenta de que no andas en
pactos con el demonio de la incorrección. Dar todo el tiempo señales de
beatitud para que no te confundan con los infieles practicantes del sexismo, el
racismo, la homofobia o cualquier otro de los nuevos pecados capitales. Aunque
no venga a cuento aludes esos pecados como antiguamente los católicos se
santiguaban ante la mención del diablo.
Puede suceder
que, por ejemplo, un periodista no encuentre mejor ejemplo para ilustrar una
tendencia sociológica (como por ejemplo, cuando colisionan el mundo de tus
amigos con el de tu pareja) con una comedia televisiva anterior a estos
iluminados tiempos, una de esas que ahora sería inconcebible. Pues mencionamos
la referencia pecaminosa, pero siempre advirtiendo nuestro horror ante los
pecados que se cometían en la serie sin apenas pensárselo.
La serie es, por
ejemplo, Seinfeld y entonces, para dar muestra de esa nueva conciencia a la
que alude el término “woke” nos disculpamos de antemano como un monje de la Alta
Edad Media se excusaría por mencionar a Aristóteles o cualquier otro filósofo o
escritor surgido antes de las enseñanzas de Nuestro Salvador. O como los historiadores
del castrismo temprano se sentían obligados, cada vez que en sus textos debían
mencionar algún protagonista de los hechos que contaban que luego se había
exiliado siempre hacían acompañar su nombre con un “(traidor)” o (“apátrida)” y
así cubrirse las espaldas por haberse atrevido a mencionar a alguien borrado de
la historia oficial.
En estos tiempos,
en cambio, se hace notar que el material en cuestión está “dated”, que ha
“envejecido mal”, que solo cabe en una conciencia entenebrecida por el
oscurantismo pre-woke. Y se advierte de entrada: “Este capítulo se emitió en
1995 y se nota. La serie está plagada de chistes machistas, racistas y
homófobos que es difícil que pasaran el filtro actual, pero también refleja
situaciones cotidianas que siguen a la orden del día 30 años después”.
Y en esa nota
-que se puede tomar como fórmula universal de disculpa ante el pecado de
incorrección- brilla la conciencia woke en todo su esplendor. Por un lado
aparece la conciencia de lo terriblemente viejo y ajeno que le resulta a la
nueva religión todo lo producido antes de su advenimiento. Por otro, que por
muy iluminadora que resulte la nueva religión en la consecución del Bien
absoluto de la justicia social no sirve para explicarlo todo. O más bien no
sirve para explicar nada que escape a los rígidos moldes en que el wokismo trata
de ajustar el mundo, que es casi todo. Porque, a fin de cuentas, nuestra
humanidad no ha cambiado tanto como pretendemos. Eso sí, ahora somos
bastante más hipócritas que antes.
3 comentarios:
Excelente entrada. Gracias.
Fe de erratas:
Seinfeld (no Sienfeld)
“brilla la conciencia wok”(sic). Debía ser woke aunque un “wok”, ese eficiente sartén de invención asiática, también serviría para freír rápidamente conciencias y cerebros, como trata de hacerlo la religión woke.
Interesante comparacion. Representa este fenomeno un peligro para el humor? Como se rien las nuevas generaciones? Alenos yo, como persona nacida en los 70, no me imagino el humor sin reirse de algo o alguien, ya sea una rubia o un politico...
Y ni hablar de "sitcoms" de los años 70, como "Sanford and Son", cuyos protagonistas eran dos afroamericanos de Los Angeles, en el cual el padre se refería a los mexicoamericanos como chicanos o "wetbacks", y la mayoría de los personajes anglos eran presentados como torpes o corruptos. Sin embargo, raramente cogían de punto a las mujeres, excepto a la cuñada de Sanford por su fealdad. Fue una comedia popular de esos años. Saludos.
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