viernes, 4 de marzo de 2011

Sobre la tolerancia

Ya desde la carta criticando la invitación a Miguel Barnet por el Bildner Center en Nueva York me sentía obligado a volver sobre el tema de la tolerancia y sus límites. Otra carta, la de intelectuales oficialistas argentinos opuestos a la presencia de Mario Vargas Llosa en la Feria del Libro de Buenos Aires expone de manera tan clara esos límites que no me permitiré otra postergación. Y es que aunque el concepto de tolerancia queda más o menos claro a todos (aceptar la emisión de ideas contrarias a las de uno y sobre todo, defender el derecho de los otros a hacerlo) lo que separa a esta de la permisividad amoral es una línea más o menos sutil pero al mismo tiempo clara y necesaria. "La máxima tolerancia –dice Tzvetan Todorov- necesita un zócalo que permita condenar la intolerancia". En su diccionario filosófico André Comte-Sponville se pregunta si se debe tolerar todo. “Por supuesto que no –se responde- porque para eso habría que tolerar la intolerancia, incluso cuando amenaza la libertad, y dejar indefensos a los más débiles: ¡sería abandonar el terreno a los fanáticos y los asesinos!”. Y a seguidas da con una definición: “Existe lo intolerable: es todo aquello que volvería suicida o culpable a la tolerancia”.

La comparación entre el caso Vargas Llosa y el de Barnet es, por ejemplar, bastante útil para observar la diferencia entre la intolerancia y el rechazo a esta, actos que en apariencia se acercan bastante. (La diferencia estética –tan cara a los funcionarios culturales cubanos a la hora de determinar cuál voz merece ser escuchada y cuál no- aunque obvia es improcedente en este caso. En cuestiones éticas la estética debe esperar su turno. Y viceversa). La protesta nacida en los círculos del poder cultural kirchneriano contra el más reciente premio Nobel no apela a otro argumento que al de sus opiniones. O sea, por más vueltas que se le dé se trata de un caso claro de intolerancia ideológica. La carta que criticaba la invitación a Barnet a una universidad neoyorkina se basaba en sus actos y en este caso concreto en el acto de justificar un crimen –la muerte del prisionero de conciencia Orlando Zapata- calumniando a la víctima. Y lo hacía desde su posición de funcionario del régimen, no como intelectual que meramente opina desde las columnas de un periódico. Vargas Llosa critica gobiernos que evidentemente le sientan mal pero a los que les sobran recursos para defenderse. Barnet en la declaración de la UNEAC atacaba institucionalmente a un preso muerto en una huelga de hambre, alguien que había alcanzado el grado máximo de indefensión posible. La protesta –y eso la carta lo dejaba bien claro- no era siquiera contra la presentación y circulación de los libros o las ideas de Barnet –o de cualquier intelectual o artista proveniente de la isla- en los Estados Unidos. Iba dirigida a recordarle a la institución que lo invitaba sus responsabilidades y deberes respecto no solo a la sociedad en que está inmersa sino con aquella a la que consagra su estudio y que nada podía justificar que entre sus deberes estuviera el de retribuir a un represor en funciones, a un cómplice de asesinos. La carta intentaba hacerle ver a quienes invitaban a Barnet la culpa que entraña tolerar lo intolerable.

La diferencia entre los casos, me parece, queda bastante clara. Lo preocupante no es ni siquiera que traten de impedir que en una Feria del Libro se presente el último premio Nobel, un intento que no tiene otra opción que el escándalo y el ridículo. Preocupante es cuando esa intolerancia se ejerce en silencio contra aquellos que tienen menos notoriedad que Vargas Llosa (o sea, todos los escritores latinoamericanos a excepción de García Márquez). Preocupante es el caso de los intelectuales argentinos -o de otras partes- que ahora mismo se ven marginados por disentir de sus gobiernos. Pero lo realmente aterrador es ese poder creciente en Latinoamérica que se ejerce para acallar a la gente en nombre del pueblo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No ha podido decirse mejor. Esta aclaración es justa y necesaria, son argumentos muy fuertes que ayudan a confirmar el motivo de la carta a los directivos de CUNY.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

magistral

Armando Tejuca dijo...

Bueno, pero es que tampoco hay comparación. Estas poniendo por un lado a un "escriba" que ha cobrado notoriedad por su enorme grado de adaptación y sumisión hacia una dictadura decadente, para colmo con grados de capitana de la seguridad, domingos de la defensa con su chiguagua, y por otro lado de un gran hombre libre con un premio bajo el brazo. Oiga que hay que ser argentino y comunista para no dejarle entrar. Cosas normales de nuestros hermanos que prefieren el grotesco (véase hija de guevara) a la exquisitez.