viernes, 2 de noviembre de 2007

Jorge Fernández Era

Viejo amigo, ex miembro de Nos y Otros y sobre todo muy buen escritor humorístico. Suyos son los 50 cuentos de Nuestro Era. Aquí les pongo uno que pertenece a una colección más reciente que todavía permanece inédita.

SAL PA’ FUERA

–¿Vieron ayer el noticiero?
–...
–Cuando yo lo digo... La noticia es que van a cerrar la mitad de los centrales azucareros. ¡Se acabó la dulce vida!
–¿Y eso en qué nos afecta, compañero ministro?
–Somos cubanos y revolucionarios, valga la redundancia, y cualquier cosa que toque de cerca al país nos toca también a nosotros, aunque nos toque lejos.
–Lo decía en el sentido de qué tiene que ver nuestro ministerio con la problemática del azúcar.
–Que seremos los encargados de buscarle un sustituto en el mercado mundial.
–¿Un sustituto? En nuestra rama, la minero-metalúrgica, el fuerte es el níquel y no tengo que explicar los vaivenes de precio que ha sufrido en los últimos años.
–Olvídense del níquel, del cobalto y del níquel más cobalto. Exportaremos sal.
–¡¿Sal?!... Usted disculpe, pero eso no tiene ni pies ni cabeza.
–Sí lo tiene. Somos un país rodeado de mar. Eso lo sabe cualquier revolucionario cubano, y que valga doble la redundancia.
–Ministro: salvo que me equivoque, el mar está ahí desde mucho antes del 59...
–No estés tan seguro... La estrategia es construir no menos de mil salinas a lo largo de nuestras costas, para que comiencen a producir de aquí a dos meses.
–¡¿Dos meses?!
–Sí. Según el Instituto de Meteorología, en esa fecha se producirá el mayor nivel de evaporación, y la productividad de una salina aumenta proporcionalmente a este último.
–¿Y dónde está la fuerza de trabajo para atender las penúltimas?
–La semana que viene se abre un curso de salineros emergentes en Caimanera, con cinco mil alumnos.
–Eso es peligroso dada la proximidad de la Base Naval de Guantánamo. ¿Quién convence a los yanquis de que tanta gente en su cercanía estudian por el futuro de las exportaciones nacionales?
–Ellos quizá vean más el noticiero que ustedes... Centremos nuestro plan de acción en el aspecto económico. Nos dividiremos en dos equipos. Los que están a mi derecha partirán el lunes hacia Bolivia y los de la izquierda a Paraguay.
–La idea de mandarnos al extranjero es magnífica, pero: ¿qué haremos allá?
–Explorar mercados potenciales para nuestro futuro primer rubro económico. Esos dos países son los únicos en América que no tienen costas. Se supone estén obligados a comer bajo de sal.
–No acabo de entender. Son naciones pobres. Incluso logrando acaparar todo su mercado, no creo logremos ingresar mucho a nuestras arcas.
–Eso déjenmelo a mí. Yo parto el mismo día que ustedes a una gira por Suiza, Austria, Hungría y la República Checa.
–Una objeción...
–¿No te gusta Paraguay?
–No es eso. Me preocupa la publicidad: ¿qué va a pensar la opinión pública mundial cuando se entere de que Cuba incita a consumir cloruro de sodio?
–Ya hay dos equipos de especialistas trabajando en la confección de sendas campañas publicitarias: una con el fin de demostrarle a los asiáticos lo mal que sabe el arroz desabrido; la otra, para que nuestro pueblo conozca el alto índice de hipertensos que existe en el país.
–No acabo de entender...
–¡Mijito, vas a salarme el día! ¿Qué no entiendes ahora?
–¿Por qué alarmar a nuestros compatriotas?
–Sencillísimo. Si queremos empezar mañana mismo a exportar sal, o como dices tú, cloruro de sodio, hay que suprimir un cuarto de libra del que se da a la gente por la cuota. Pero con persuasión, para que crean que es por el bien de su salud.
–Ni que fuera tan fácil cambiar los hábitos alimentarios...
–¿Hábitos? Eso qué importa cuando está en juego nuestra sobrevivencia... Miren, para aliviar hipertensiones propongo celebrar con un buen café el que a partir de hoy este edificio se convierte en el corazón de la economía cubana... ¡Coño, Clarita, no le echaste azúcar!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Miren, yo pienso que el cuento es francamente malo, además de abiertamente subversivo y contrarrevolucionario. El tal Fernández Era debía revisar su propia ideología, pues su condición de revolucionario, tanto como la de escritor, está por el piso...

Unknown dijo...

anónimo , revolución es la que se necesita para cambiar todo lo que se cuenta .El tal , puede ser un anónimo como tu , no alguien que tiene la moral de criticar abiertamente las cosas que funcionan mal en su casa , esa es la ideología que nunca entenderás . En este caso , subversivo y contrarrevolucionario se contraponen , por lo que tu juicio al respecto de un escritor deja mucho que desear . Nada , se feliz dentro de tu ostra y que te dure .
El tigre de Madrid