Todos los jueves uno de mis estudiantes viene a hablar una hora conmigo. Para practicar su español dice. Mentira. Descubiertas un montón de preferencias en común lo que hablamos es de música y de cuanto se ponga en el camino. En español, claro, pero lo de menos es el idioma. Y así ha pasado de pensar que toda la música latina anterior al reguetón era “salsa” a descubrir géneros, a distinguirlos entre ellos y aprender uno que otro tema en su piano.
Ayer hablábamos de la rumba. Intentaba explicarle lo que significaba la rumba para los cubanos. Lo cotidiano y extraño que puede ser al mismo tiempo. Que yo no vine a chocar con ella de verdad hasta las escuelas al campo. Y claro, tuve que explicarle qué era una escuela al campo. Y qué era una maleta de escuela al campo como principal instrumento en aquellas rumbas. Que no, que no había piano ni guitarras. Que todo era a golpe de maletas, jarros y cucharas. Y si acaso algún machete o guataca.
Lo de la música lo entendió. Lo de la escuela al campo, creo que no. Su alma limpia y buena no alcanzaba a descifrar qué hacían niños de 12, 13 o 14 años con cuchillos, machetes y guatacas en medio de un surco. Ni qué pretendía hacer un Estado con tanta tierra si no podía hacerla producir y tenía que inventarse ese simulacro de las escuelas al campo. Debo decir que mi estudiante es, además de músico, estudiante de economía. Lo único que atinó a decir al final fue: “Lo que no entiendo es por qué los profesores de ciencias sociales son marxistas y socialistas y nos miran a los economistas como monstruos”. Pero yo creo que en el fondo lo entendió. Que lo que no pueden soportar sus profes marxistas es que dos más dos siga dando cuatro.
Ayer hablábamos de la rumba. Intentaba explicarle lo que significaba la rumba para los cubanos. Lo cotidiano y extraño que puede ser al mismo tiempo. Que yo no vine a chocar con ella de verdad hasta las escuelas al campo. Y claro, tuve que explicarle qué era una escuela al campo. Y qué era una maleta de escuela al campo como principal instrumento en aquellas rumbas. Que no, que no había piano ni guitarras. Que todo era a golpe de maletas, jarros y cucharas. Y si acaso algún machete o guataca.
Lo de la música lo entendió. Lo de la escuela al campo, creo que no. Su alma limpia y buena no alcanzaba a descifrar qué hacían niños de 12, 13 o 14 años con cuchillos, machetes y guatacas en medio de un surco. Ni qué pretendía hacer un Estado con tanta tierra si no podía hacerla producir y tenía que inventarse ese simulacro de las escuelas al campo. Debo decir que mi estudiante es, además de músico, estudiante de economía. Lo único que atinó a decir al final fue: “Lo que no entiendo es por qué los profesores de ciencias sociales son marxistas y socialistas y nos miran a los economistas como monstruos”. Pero yo creo que en el fondo lo entendió. Que lo que no pueden soportar sus profes marxistas es que dos más dos siga dando cuatro.
2 comentarios:
No pretendo ser experto en el tema, pero tengo cierto sentido de las cosas, y por lo que he podido apreciar, los conocedores de la música popular cubana “de antes” no consideran eso de “salsa” respetable--lo consideran un invento poscastrista ignorante y empobrecedor que equivale a una suerte de reduccionismo, por no decir de ninguneo y falta de respeto.
Por favor no tomes esto como dirigido a tu caso personal, que suena perfectamente comprensible dadas las muy lamentables circunstancias que no fueron culpa tuya. Desgraciadamente, la cultura cubana ha sido imperdonablemente pisoteada y degradada, pero en su apogeo era mucho más compleja y rica que una banal y genérica "salsa."
Debe de tocar5, si le interesa,, el mesianismo que permea o permeaba a la cultura cubana. El mismo mesianismo que tenia Venezuela antes de los Bolivaristas.
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