sábado, 30 de marzo de 2019

Agradecimientos*

Como buena parte de las personas, me basto para hacer las cosas mal, pero para hacerlas bien necesito mucha ayuda. Si Turcos en la niebla tiene alguna virtud se la deberá a personas que, conscientemente o no, contribuyeron a que fuera un libro mejor informado, menos pobre. No poco le debe mi conocimiento sobre los sucesos en torno a la ocupación de la embajada de Perú en La Habana en 1980 y el posterior éxodo a través del puerto del Mariel a mis largas conversaciones con los hermanos Sergio y Roy de la Vega. De mi información sobre la vida de los cubanos en el condado del Hudson, en buena parte son responsables los esposos Irma y Mario Davidson, ya fallecidos, y Armando Álvarez. A María Antonia Aymerich y a Silvina Stamponi les agradezco compartir conmigo sus experiencias como exiliadas sudamericanas en la Cuba de los años setenta y ochenta y, a Hugo Stevenson, su asesoría sobre el trabajo de un psicólogo clínico. A Hugo Pezzini le debo la frase popular argentina de la que este libro toma su título. Y la conversión del manuscrito original en libro más o menos legible, le debe mucho a las lecturas y recomendaciones que de éste hicieron Nanne Timmer, Francisco García González, Armando Tejuca, César Reynel Aguilera y César Pérez. A Jorge Ignacio Domínguez le agradezco, además de su atenta lectura, su sugerencia de aliviar el manuscrito original de más de cien cuartillas que ningún lector se merecía. A la poeta Reina María Rodríguez le adeudo su cuidadosa lectura, sus detalladas recomendaciones y, sobre todo, la fe que le tuvo al manuscrito desde que lo leyera. Y si de fe y aliento se trata me veo obligado a mencionar a Eida de la Vega quien, a pesar del cuestionable aval de ser mi esposa, tiene un agudo olfato literario. Siendo la más temible de mis lectoras, hizo importantes observaciones al manuscrito y además se encargó de hacer la revisión final de las galeradas que junto al magnífico equipo de Alianza Editorial (pienso en las editoras Valeria Ciompi Di Bernardo y Marta Barrio García y en la correctora Rocío Gómez de los Riscos) ha logrado que el texto sea bastante más presentable que el que envié al Premio Unicaja Fernando Quiñones. Y al poeta José Manuel García Gil le agradezco que se comportase con este libro como el ángel guardián que ha sido de buena parte de mi vida. Quiero por fin agradecerles la compañía y el apoyo a los familiares, amigos, artistas, intelectuales, expresos políticos, exiliados y emigrantes en general que le han dado un sentido tan especial a vivir en este costado del Hudson. A todos ellos puede servirles de emblema el nombre de Jorge Valls Arango, revolucionario, poeta, intelectual, preso político y exiliado hasta el fin de sus días, un ser cuya grandeza todavía estamos digiriendo.

Y last but not least le agradezco a la Fundación Unicaja y al jurado del Premio de Novela Fernando Quiñones el haber elegido, entre todas las opciones que se presentaron al premio, esta novela. Que escogieran, entre todas, una historia tan alejada de su experiencia vital dice mucho de su amplitud de miras y vocación de riesgo que es más de lo que uno puede esperar de un jurado al uso. Agradezco la suerte inmensa de que entre los primeros lectores que le tocó a Turcos en la niebla (fuera del círculo de mis amigos más cercanos) estuvieran esos que le permitirán a la novela salir al encuentro de nuevos lectores.  
*Texto incluído al final de "Turcos en la niebla"

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