miércoles, 11 de julio de 2007

La leve historia se hace pesada

Jorge Ferrer en El Tono de la Voz tuvo la generosidad de poner un fragmento de Leve Historia de Cuba, el libro que acabo de sacar. Por supuesto no se hicieron esperar los comentarios. De todos me quedo con este: "Ya no compro el libro. Hay que cerrar filas para salirle al paso a los irrespetuosos de Martí, onda que propagan los intelectuales de nueva factura que abandonaron a Cuba para siempre y tambien a su pueblo. Sigan extranjeros y dándoselas de sabiondos". Ese es un modo de pensar que basta para justificar este libro. Con los martianos pasa lo mismo que con los beatlerianos: no importa cuanto te gusten Martí o los Beatles porque cuando te encuentras con uno de ellos llegas a la conclusión de que nunca vas a querer lo suficiente a George, a John, a Paul, a Ringo y a Pepe. En comparación con ellos más bien los odias.
Volviendo al libro, a continuación las opiniones de algunos escritores que alcanzaron a leer el manuscrito:

“Leve Historia de Cuba es el tratado definitivo que explica a propios y ajenos por qué la susodicha isla no se ha hundido en el mar, como dice el himno. Con un método científico único (...) sus autores prueban en cada capítulo que si esto no ha sucedido, ello se debe a la existencia de una misteriosa fuerza más que hace más leve el peso constante de la isla, y que en términos vulgares se conoce como buen humor.”
Emilio García Montiel

“Si todo el mundo fuese Cuba, Caída y decadencia de casi todo el mundo... Si el universo se redujese a isla, Historia universal de la infamia... Un conjunto de excelentes narraciones donde el humor brinda claves para la historia de un país. Donde un país lanza su S.O.S.”
Antonio José Ponte

“La isla puerto, la del contrabando y la finta existencial, es pródiga en el engendro de peloteros, músicos y políticos, tres índoles de la extroversión. Y lo es también produciendo cómicos, y aun más, chistosos. Pero humoristas da pocos. El humor exige separación, distancia, abismo. Los "trigres" de Cabrera Infante eran tristes. Eran tristes los tres. Tigres sentidotes, ajenos al desparpajo y al descaro. La intensidad intelectual de Enrique Del Risco, y la sabiduría melancólica de Francisco García, les avalan para mirar la historia con humor. Ellos nos hablan de lo que saben. Y sonríen sobre lo que hablan. Es un libro que anuncia el advenimiento de una nueva etapa en la literatura cubana. Desde aquí la veo.”
Emilio Ichikawa

“Tal vez nuestras futuras lecciones de historia tengan menos que ver con el voluntarismo trágico que con ese riquísimo espectro sentimental que va de la sonrisa a la carcajada. Si es cierto aquello de que el país más sabio es el que aprende a reírse de sí mismo, esta Historia leve bien puede ocupar el lugar de nuestros definitivos anales.”
Ernesto Hernández Busto

Los traumas por no poder cambiar el mundo han enriquecido a muchos siquiatras. La historia provoca ciertas impotencias, pues cada hombre se siente capaz de haber hecho las cosas de distinto modo a como sucedieron. Este libro no arruinará a los doctores en Siquiatría, pero les va a preocupar. El humor es la alternativa. Si uno no puede trastocar los sucesos, puede, al menos, inventarse cómo habrían sido, cómo pudieron ser en realidad, o cómo nos hubiera convenido que ocurrieran. En el fondo no cambia nada, pero nos da la alegría y la tranquilidad de la risa. Nos hace cómplices de fundación: podemos cambiar el mundo, el país, y lo que somos hoy, simplemente con imaginarlo un poco en broma. Desde niño esperé siempre un libro así, que recogiera la Historia de Cuba de una manera menos aburrida. Luego el gobierno de mi país se empeñó en dos cosas: en sacralizar la historia tomando lo que más le convenía y obligándome a dejar la infancia. El resultado no pudo ser peor: la historia verdadera continuaba existiendo debajo del maquillaje y yo me alejé de la isla para continuar ejerciendo mi larga y feliz infancia. Hoy encuentro el libro que esperaba. Una visión que sabotea la imagen que tenemos los cubanos de nosotros mismos, escrito mediante el sencillo método de imaginar, con gracia y vitriolo, la parte que nunca nos contaron de la Historia. Es decir, contando los sucesos que nadie recogió, con el vuelo de la imaginación humorística, y dejando a un lado los resultados solemnes. Soy ahora un niño feliz y agradecido, y la historia de mi país está mejor.
Ramón Fernández-Larrea

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bien, pero ¿cuándo le vas a enviar el libro a tus amigos?

Infortunato Liborio del Campo dijo...

Respeto mucho a Martí, como respeto mucho a esos dos ¿como se llaman? Arango y Parreño o a Ortega y Gasset (¿o son cuatro?) Es que soy malo para las matemáticas. Pero resulta que el pensamiento de Martí ya tenía cien años de atraso con respecto al pesamiento de su época, así que, echando números, hoy son algo más de doscientos años. Ahora para lo único que ha quedado Marti es para busto de escuela, esa cosa blanca al lado del palo de la bandera, para ser cambiado 24 a 1 por Washington y para una botellita que se ha ganado Armando Hart. Triste pero cierto.

Carajo, esto me ha quedado como una ecuación de Lagrange.

analista dijo...

Ya lo pedí en amazon pero aún no lo he recibido. Tienen períodos de entrega tan largos?

Liborio: Martí tiene dos problemas. Uno, el que tú comentas el otro, que lo cojen como base para todo. Es el autor intelectual del asalto al Moncada, de las escuelas al y en el campo, del ALBA,, en fin, de todo. Es un milagro que no le hayan echado la culpa de Ubre Blanca y del Cordón de La Habana.

Anónimo dijo...

Pero Enrisco, que se gana con ser asi tan irrespetuoso y hasta vulgar con el apostol...? Yo no quisiera que mis nietos aprendiesen una imagen asi, que es casi antipatriotica...para reirnos esta bien, pero es una risa que le quita solemnidad a lo mas sagrado de la patria, ud no cree?? Es qe ud se rie de todo y hace chiste con todo?

Enrisco dijo...

No soy religioso pero hay cosas que para mí son sagradas, la amistad, por ejemplo pero eso no quita que me ría de mis amigos y ellos de mí. La risa no es enemiga del cariño ni del respeto aunque sí del fanatismo. Los americanos se ríen de George Washington (Mark Twain lo hizo y muy bien) pero las bases de la democracia que él ayudó a edificar son intocables. Yo por cierto no he inventado los chistes con Martí: ¿quién, cuando era niño no se rió con las parodias a “Los zapaticos de rosa”? Con Martí nos reímos en privado y lo reverenciamos en público. Eso en cualquier parte se llama hipocresía. Lo que intento proponer es una relación más sana con nuestra historia, más humana y para eso la risa es uno de los instrumentos más eficaces. Tan sencillo como eso.

Anónimo dijo...

entiendo lo que dice, Enrisco, es solo que veo como hay toda una generacion de muchachos jovenes como ud, que escriben y hablan d eu a manera que no permite que nosotros, los de la vieja guardia, nos sintamos parte de esa cuba que dejamos hace tiempo...pienso que es eso que llaman el posmodernismo segun el cual dicen que se cagan en todo, pasan de todo, nada es serio...es que ud cree que no hace falta lo solemne? basta con lo leve? es cierto que lo solemne invita a la broma, a la trompetilla, pero cree ud que eso lo desacredita, que es mejor ser leve en todo? es que ud no se eriza con las cosas patrias?

Enrisco dijo...

El problema es que en ese país solemnidad es lo que se sobra bajo esa cáscara relajada y divertida que nos cubre. Que fue la revolución y el comunismo sino un monstruoso proceso de solemnización del país. Y no sólo en Cuba. Donde quiera que han imperado los totalitarismos la solemnidad ha sido una de sus principales armas: cuando se trata de crear una sociedad nueva, grande y superior la risa es una distracción. Y por supuesto que no soy el primero que lo dice. Es la tesis que expone Kundera en “La broma” o Umberto Eco en “El nombre de la rosa”. En Cuba ReinaldoArenas también habló sobre eso. Y no pretendo destruir la solemnidad. La solemnidad es indestructible porque es tan natural como la risa. Sólo que cuando la solemnidad tiene el poder de su lado el equilibrio se descompensa. Mi libro necesita de la Historia solemne como referencia. No lo presento como sustituto a los libros oficiales –sería muy triste que se convirtiera en libro oficial en cualquier circunstancia- sino como lectura complementaria. Y es que el hecho de que exista esta misma discusión demuestra lo acostumbrados que estamos a que lo solemne impere de manera absoluta.