“La maldita circunstancia del agua por todas partes” de que habla Virgilio Piñera en “La isla en peso” es interrogada por el Nobel Derek Walcott en su conocido poema “The Sea is History”. La búsqueda de sentido (mítico e histórico en este caso) en un Caribe que parece flotar en un vacío frente a las mitologías judeocristianas y su peso aplastante sobre el resto de la humanidad.
Existe una traducción elegante pero un tanto desleal publicada por Vuelta hace muchos años. La versión de Vuelta lo mismo se toma licencias incongruentes con el sentido del poema que entiende literalmente “men-o'-war” como "hombres de guerra" cuando en realidad la expresión inglesa se refiere a barcos, no a soldados. Por eso les comparto la más modesta traducción de Google (con abundantes retoques míos) para intentar entender el formidable paralelo con el que Walcott contrapone pasajes bíblicos con la menospreciada experiencia caribeña y poder calibrar así su peso verdadero.
El mar es Historia
Por Derek Walcott
¿Dónde están vuestros monumentos, vuestras batallas, mártires?
¿Dónde está vuestra memoria tribal? Señores,
en esa bóveda gris. El mar. El mar
los ha encerrado. El mar es Historia.
Primero, estaba el petróleo agitado,
pesado como el caos;
después, como una luz al final de un túnel,
el farol de una carabela,
y eso era el Génesis.
Después estaban los gritos empacados,
la mierda, los gemidos:
Éxodo.
Hueso soldado por el coral al hueso,
mosaicos
cubiertos por la bendición de la sombra del tiburón,
eso era el Arca de la Alianza.
Entonces vinieron los cables punteados
de la luz del sol en el fondo del mar
arpas plañideras de la esclavitud babilónica,
mientras los cauris blancos se arracimaban como grilletes
en las mujeres ahogadas,
y esos eran los brazaletes de marfil
del Cantar de los Cantares,
pero el océano seguía pasando páginas en blanco
buscando la Historia.
Luego vinieron los hombres con ojos pesados como anclas
que se hundieron sin tumbas,
bandidos que asaban ganado,
dejando sus costillas carbonizadas como hojas de palma en la orilla,
luego las espumosas y rabiosas fauces
del ras de mar que se tragó Port Royal,
y ese era Jonás,
pero ¿dónde está vuestro Renacimiento?
Señor, está encerrado en esas arenas marinas
allá afuera, más allá de la repisa tumultuosa del arrecife,
donde los buques de guerra flotaron hacia abajo;
póngase estas gafas, yo mismo lo guiaré hasta allí. Todo es sutil y submarino,
a través de columnatas de coral,
pasando por las ventanas góticas de los abanicos de mar
hasta donde la cherna crujiente, de ojos de ónice,
parpadea, lastrada por sus joyas, como una reina calva;
y estas cuevas arqueadas con percebes
deshuesados como piedras
son nuestras catedrales,
y el bochorno antes de los huracanes:
Gomorra. Huesos molidos por molinos de viento
en marga y harina de maíz,
y eso era Lamentaciones,
eso era solo Lamentaciones,
no era Historia;
luego vinieron, como mugre en el labio seco del río,
los juncos pardos de los caseríos
cubriendo y coagulándose en ciudades,
y al atardecer, los coros de jejenes,
y sobre ellos, las agujas
lanceando el costado de Dios
mientras Su hijo se ponía, y eso era el Nuevo Testamento.
Entonces vinieron las hermanas blancas aplaudiendo
al progreso de las olas,
y eso fue la Emancipación—
júbilo, oh júbilo—
desapareciendo rápidamente
como el encaje del mar se seca al sol,
pero eso no era Historia,
eso era sólo fe,
y entonces cada roca se rompió en su propia nación;
luego vino el sínodo de las moscas,
luego vino la garza secretaria,
luego vino la rana toro bramando por un voto,
luciérnagas con ideas brillantes
y murciélagos como embajadores en jet
y la mantis, como policías de caqui,
y las orugas peludas de los jueces
examinando cada caso atentamente,
y entonces en las orejas oscuras de los helechos
y en la risa salada de las rocas
con sus charcas marinas, se escuchó el sonido
como un rumor sin eco
de la Historia, realmente comenzando.
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