jueves, 13 de octubre de 2022

Envejecer

 


Hablamos de reguetón. Menciono que un libro mío debió estar entre los primeros en usar como título el de un reguetón. “¿Qué pensarán de nosotros en Japón?” le puse, supongo que para ponerme a tono con todos aquellos libros con títulos de boleros que pululaban por aquellos días. Mi interlocutor, un joven simpático y risueño, comenta.

-¡Qué mal ha envejecido esa canción!

Yo, que dije en el cuento del mismo título “La canción es una idiotez pero la pregunta no deja de ser inquietante” no le respondo. No es que la canción no haya envejecido mal, sino que nunca tuvo quince. Pero lo que me silencia es el tema del envejecimiento en general. Porque desde un tiempo a esta parte todo envejece mal. Da igual que sea un reguetón de segunda o la Ilíada. Ante el atentísimo ojo de las nuevas generaciones -y sobre todo de las viejas que quieren pasar por nuevas- toda la producción cultural de los último cuatro o cinco milenios se ha vuelto tremendamente anacrónica. Se ha adquirido un punto de vista y  una superioridad moral tan elevados que frente a estos todo el pasado humano se queda corto. No importa cuánto hayan sido veneradas ciertas obras hasta ahora porque nos descubren que son portadoras del germen o el recuerdo de algún tipo de opresión y si continuamos permitiendo su existencia entre nosotros contaminará para siempre las posibilidades de superarlas. Y claro, no nos habíamos dado cuenta hasta este momento en el que, gracias a esta nueva perspectiva de la realidad, todo será distinto y mejor de una vez y para siempre.

2 comentarios:

Miguel Iturralde dijo...

Bueno, los talibanes de la corrección y la inclusión, quizás por falta de talento y creatividad, han encontrado su llamado en el revisionismo. Nunca sabremos qué pensarán de Bad Bunny en el futuro. Saludos.

Realpolitik dijo...

El fenómeno diera risa si no fuera tan triste, o mejor dicho, patético. Por supuesto que algunos de los afligidos lo hacen por estar a la moda y "en onda," o sea, por oportunismo o conveniencia. Pero, otros aparentemente lo hacen por convicción, lo cual implica una escasez o estrechez intelectual harto penosa, y equivalen a seguidores de un culto estrafalario. En general, el problema se basa en que mucha gente quiere o necesita algo para sentirse superior o por lo menos especial, sin ser una cosa ni la otra, y se agarran de lo que sea para logralo. En resumen de cuentas, se trata de un desorden mental.