Cada 20 de octubre tomo nota de este especial cumpleaños mío. El que marca mi salida de Cuba. Ese segundo nacimiento en el que estaba más consciente y ávido que en el primero. Y casi tan esperanzado. Porque a excepción de esas cosas que forman parte de la patria del amor y la memoria (ustedes saben: la familia, los amigos y esos rincones que dejan de existir en cuanto uno los deshabita) dejaba atrás el minucioso infierno de la Cuba de aquellos años.
Infierno al que, por cierto, le debo la cura perfecta para la nostalgia y de otros subproductos de cualquier fuga más o menos definitiva. Suena feo (y sobre todo viejo) decir que a diferencia de la gente de ahora esto y lo otro. Porque en mi caso -si me comparo con los que ahora salen de Cuba- poco puedo oponerle a mi indigencia de aquellos días que no sea una ignorancia mucho más perfecta que la de ellos. Porque mi ignorancia ni siquiera conocía de los paliativos de la internet y el wifi como para hacerme ilusiones con ella. Mi mayor riqueza en aquellos días –y posiblemente en estos- era tener la convicción socrática del que se sabe salido del mismísimo culo del mundo: saber que no sabía.
Infierno al que, por cierto, le debo la cura perfecta para la nostalgia y de otros subproductos de cualquier fuga más o menos definitiva. Suena feo (y sobre todo viejo) decir que a diferencia de la gente de ahora esto y lo otro. Porque en mi caso -si me comparo con los que ahora salen de Cuba- poco puedo oponerle a mi indigencia de aquellos días que no sea una ignorancia mucho más perfecta que la de ellos. Porque mi ignorancia ni siquiera conocía de los paliativos de la internet y el wifi como para hacerme ilusiones con ella. Mi mayor riqueza en aquellos días –y posiblemente en estos- era tener la convicción socrática del que se sabe salido del mismísimo culo del mundo: saber que no sabía.
2 comentarios:
Happy Birthday, Bro. Para tener 23 no luces nada mal.
Abrazotes, Yoyi
Ah, pero imagina los que conocieron bien la Cuba precastrista (que por supuesto era otro país y otro mundo que ya no existe ni volverá) y se vieron obligados a abandonar la isla. Imagina la diferencia, la magnitud y crueldad de esa diferencia. Eso destruyó a mi padre, y ese crimen no se lo perdono a los culpables ni hay reconciliación posible con ellos, empezando por el hecho de que nunca admitieron delito y jamás pidieron perdón, ni siquiera por cubrir la forma.
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