Quien vivió en Cuba
y solo aprendió a detestar el comunismo fue poco lo que aprendió (bueno, hay
gente que ni eso). Es como haber vivido en el jurásico y solo saber de
dinosaurios: para lo único que te va a servir es para el caso, improbable, en
que vuelvas a caer en el jurásico. Y mientras tanto te entretienes creyendo que
el perro de la vecina es un velocirraptor.
Pero haber vivido en
un sistema como el cubano puede ser muy instructivo si no se es demasiado
literal.
Puede servir para
enterarse que:
No hay almuerzo
gratis, ni soluciones “de una vez y por todas”.
Que la histeria, el
miedo y la estupidez son contagiosos.
Que no hay motivo
político suficiente para romper con un pariente o un amigo. (Ser desagradable o
mala persona no es motivo político).
Aprender a desconfiar de los salvadores de la patria, de
los puritanos, de los comecandelas de toda especie o de los extremistas (que
siempre son de la misma especie aunque pertenezcan a sectas distintas).
En sistemas como el
cubano uno debería aprender a rechazar las adhesiones incondicionales, los entusiasmos
ilimitados, las defensas a ultranza.
A prevenirse contra
los que desprecian la realidad y quieren destruir la crítica; contra los
generosos con el dinero ajeno, los que pretenden saberlo todo y tener
soluciones para todos, los que no pierden oportunidad para abusar de su poder.
Contra los que te
eligen los enemigos, las preocupaciones y los miedos.
A estar alerta
contra la solemnidad forzada, la alegría inducida y el imperio de lo
irracional.
A no tener miedo a
decir lo que se piensa y al mismo tiempo cuestionarse constantemente si lo que
se piensa sigue teniendo sentido.
1 comentario:
alergia a todo tipo de mesías
apatía hacia todo tipo de entusiasmo colectivo
alta sensibilidad en detectar ilusiones sociales
a valorar las ideologías por los hechos y no por las palabras
a no reir ni aplaudir llevada por la marea
a "no sé si soy de derecha, de lo que sí estoy segura es que no soy de izquierda"
a ser humilde y pedir perdón a todos aquellos que lo vieron antes que yo
ay!, si el comunismo nos hubiese enseniado eso, no le tendría la ronia que le tengo
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