viernes, 26 de mayo de 2017

Comunismo y homofobia


La semana pasada daba una charla en Carleton College, Minnesota, sobre la presencia de Cuba en el imaginario norteamericano en los últimos años, su inexplicable prestigio. Hablé, entre otros temas, sobre cómo se estableció la homofobia de Estado a inicios de los años sesenta y cómo a partir de los noventa ese mismo estado se ha apropiado del discurso antihomofóbico. Entre las preguntas que me hicieron los estudiantes la más profunda era al mismo tiempo la más elemental. ¿Por qué los homosexuales? La pregunta, imagino, presuponía otras. ¿Acaso la Revolución Cubana no se suponía progresista? ¿Acaso no había surgido para emancipar a los débiles frente a los poderosos? ¿Por qué en lugar de defender los derechos de los homosexuales como mismo se había propuesto con las mujeres o los negros había elegido a los homosexuales como enemigos? ¿No es el comunismo un movimiento de izquierda y los derechos de los homosexuales no son hoy parte de las agendas de los movimientos de izquierda en todo el mundo? Creí entender que le era difícil asumir que "gente de izquierda" pensara, "al menos de cintura para abajo, exactamente igual que la gente de derecha" al decir del novelista chileno Roberto Bolaño. Quizás sobreentendí demasiado. Pero sobreentender no es pecado si exige de uno respuestas más completas.

Es cierto que el castrismo no inventó la homofobia cubana pero también es cierto que el comunismo institucionalizó la homofobia nacional hasta un punto desconocido hasta entonces. Y así ocurrió no solo en Cuba sino donde quiera que se asentara un gobierno comunista, al margen de las diferencias culturales locales. Son varios (entre ellos el poeta HebertoPadilla) los que recuerdan la preocupación de los principales dirigentes de la revolución (Fidel Castro, Raúl Castro, Ramiro Valdés) al viajar a otros países del bloque comunista. Allí donde fueran se asombraban de no encontrar homosexuales y de inmediato preguntaban cómo habían podido “resolver” el “problema”. Entonces los anfitriones chinos, búlgaros o rusos enumeraban sus soluciones locales: desde el asesinato en masa al encierro preventivo o la creación de rechazo condicionado electricidad mediante.

Que la homofobia de Estado no fue una particularidad del comunismo cubano lo confirma el artículo 121 del código penal soviético mediante el cual la homosexualidad se castigaba con cinco años de prisión o la famosa declaración de Máximo Gorky de que “Destrúyase la homosexualidad y el fascismo desaparecerá”. La utilidad de la homofobia como instrumento de coacción hacia toda la sociedad debió ser un elemento principal a la hora de escoger a los homosexuales como enemigos. Bajo la acusación de homosexualidad se pretendía arrinconar no solo a ciertas preferencias sexuales sino a todo tipo de conductas que se consideraban inconvenientes a la hora “crear” la “nueva sociedad”. En un editorial de la revista de los jóvenes comunistas cubanos en junio de 1965 al explicar una campaña para la expulsión masiva de “contrarrevolucionarios y homosexuales” de todos los centros de enseñanza media del país se advertía: “Algunos pretenden, en su afán de frenar el proceso de Depuración por lo que les toca de cerca, el dividirlo en dos procesos distintos: el de los contrarrevolucionarios y el de los homosexuales. Nosotros decimos que la Depuración es una sola, que tan nociva es la influencia y la actividad de unos como de los otros en la formación del profesional revolucionario del futuro. Es una actitud […] lo que estamos analizando”. El esfuerzo por asociar conducta política y social, buscaba excluir a todos “los que continúen por el camino de anteponer sus placeres, sus desviaciones, sus intereses a los intereses de la Revolución”. Se parte del principio de que todo el que no priorizara los intereses de la Revolución era un contrarrevolucionario en potencia para excluirlo de la vida social primero e internarlo más tarde bajo la acusación genérica de vagancia, de actitud antisocial.

“Claro que no chocan contra la Revolución como sistema,―decía Fidel Castro en un conocido discurso de 1963― pero chocan contra la ley, y de carambola se vuelven contrarrevolucionarios.  Porque en la Revolución ven la ley, y ven el orden, son contrarrevolucionarios, y lo que son unos...  Bueno, lo que son todos los contrarrevolucionarios. Porque son unos descarados, tan descarados como todos los contrarrevolucionarios [porque] la contrarrevolución aglutina a lo peor, desde el burgués hasta el mariguanero, desde el esbirro hasta el ratero, desde el dueño de central hasta el vago profesional, el vicioso; y todo ese elemento se junta para dar batalla a la ley, y a la Revolución, a la sociedad, para vivir de vagos, para estorbar”.

El juicio en 1964 contra un supuesto delator de estudiantes asesinados durante la dictadura de Batista se convirtió en un auto de fe homofóbica. En dicho juicio la descripción de la manera de vestir el acusado se usó como prueba de convicción dejándose entrever que la propia delación fue la manera en que el acusado intentó vengarse de supuestas burlas sobre su condición homosexual por parte de las víctimas. Un año más tarde uno de los dirigentes de la Revolución se preguntaba en un discurso: “¿Cómo vamos a tolerar nosotros a gente extraña, a tipos de actitud rara, que igual lo vimos un día en la Plaza Cadenas para un día conocerlo como traidores?” Para de inmediato asociar apariencia “homosexual” con traición: “ Porque esta gente responde al mismo aspecto que el de Marcos Rodríguez”. Y a continuación amenazaba: “O cambian y actúan como hombres y como mujeres, o no pueden ser nuestros compañeros ni tampoco tienen derecho a estudiar con el sudor de los trabajadores”.


De manera que puede verse la homofobia de Estado en los regímenes comunistas como una manera de poner a la defensiva a toda la sociedad y en especial a la intelectualidad. De disciplinarla en la obediencia ciega a sus directrices. Eso en el sentido negativo, instrumental de la homofobia. Pero también había un sentido “positivo”, ese que tenía que ver con la concepción de la nueva sociedad y del “hombre nuevo”. Como dije en Carleton College el marxismo surgió en un ambiente positivista y darwiniano, “en medio del más árido y presuntuoso dominio del intelecto, de un sabihondo imperio de profesores, carente de fantasía y amor” al decir del escritor Hermann Hesse. Tanto en los regímenes comunistas en general como en la Revolución cubana en específico se veía la homosexualidad como “subproducto del capitalismo”, consecuencia de la degeneración de la sociedad burguesa, sobre todo de la vida en las ciudades. Diría Fidel Castro en el discurso ya citado:

Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa materia, pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto.  Siempre observé eso, y siempre lo tengo muy presente. Estoy seguro de que independientemente de cualquier teoría y de las investigaciones de la medicina, entiendo que hay mucho de ambiente, mucho de ambiente y de reblandecimiento en ese problema.
Ante la concepción plana y unidireccional del “hombre nuevo” se veía a la homosexualidad y a la exuberancia asociada con ella como un desafío. La defensa de la diversidad asociada hoy con las agendas de izquierda fue ajena a los regímenes comunistas. Su idea de defensa de las minorías pasaba por la uniformización de estas. Como cualquier cartel de la Tercera Internacional su aparente defensa de la diversidad humana pasaba por la uniformidad del gesto. No es extraño que el movimiento de emancipación gay en los países capitalistas fuera reflejado en la prensa comunista como una muestra más de la corrupción del mundo burgués.


Por mucho que se insista en la homofobia de Estado en el comunismo como resultado de la homofobia tradicional debe tenerse en cuenta la persistente aspiración a la pureza de la ideología comunista. Una pureza que pretendía supeditar todo interés humano a la construcción de una sociedad que lo redimiría de una vez y por todas. Y ante tan alta aspiración cualquier otra parecería despreciable, criminal. No es extraño que estos implacables aplicadores de las leyes de la Historia vieran en la homosexualidad algo más que una opción sexual. En la árida concepción comunista de la pureza -como para cualquier otra variante de utopía puritana- el homosexual era un símbolo de su batalla espiritual y física contra enemigos más peligrosos: la frivolidad, la belleza, la poesía. Hesse, escritor y homosexual, parecería estar refiriéndose a sus inclinaciones sexuales cuando se refirió a las relaciones entre comunismo y poesía:

El comunismo tiene muy poco de poético; ya era así en tiempos de Marx y ahora lo es todavía más. El comunismo, como toda gran ola de poder material, llegará a constituir un serio peligro para la poesía; tendrá poco sentido de la calidad y, con paso tranquilo, aplastará gran número de cosas hermosas sin lamentarlo siquiera. Traerá consigo grandes cambios y un nuevo orden, hasta que esté edificada la nueva casa para esa nueva sociedad, por doquier abundarán los escombros, y nosotros, los artistas, nos veremos desplazados si tenemos que hacer de peones. La gente aún se reirá más de nosotros y de nuestras rebuscadas preocupaciones, tomándonos todavía menos en serio que en tiempos de la burguesía.

Nota: Debo agradecer el haber contado para este post con el formidable Archivo de Connie.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente trabajo. (Yo estuve en el círculo dantesco correspondiente a las UMAP desde 1965 a 1968). Pero viniendo a los tiempos actuales, noto muchos puntos de afinidad entre el comunismo como ideología y el Islam como ideología y no me refiero al Daesh, sino al Islam “normal”, el de todos los días.

Miguel Iturralde dijo...

Excelente artículo, Enrique, con tu acostumbrado ojo clínico para estos temas. Explica muy claramente el papel de la homofobia en el proceso revolucionario de depuración para producir un "hombre nuevo", cosa que los simpatizantes del régimen siempre han ignorado o negado.

BTW, me alegro que menciones el archivo de Connie porque ella ha colgado muchísimas muestras de publicaciones oficiales de la década del 60, en las cuales se ataca o denigra a los que eran diferentes, a los que no encajaban con el ideario revolucionario. Yo he bajado algunas porque es la única manera de mostrarle a los incrédulos lo que realmente pasó, son la prueba del gran paripé que fue, y es, la Revolución cubana.

Saludos

Realpolitik dijo...

Por cada Hesse hay por lo menos diez intelectuales, o intelectualoides, que no ven o se hacen. Solamente con pensar en Sartre y su babeo por el "Che," por no hablar de su maoismo, me basta y me sobra para desconfiar de todo "intelectual."

José Ney dijo...

Excelente como siempre. Quizás algún día nos daremos cuenta que el comunismo es una nueva forma de religión, donde el dios es el caudillo de turno que intercambia a los santos por los héroes, la promesa de un paraíso pero aquí en la tierra y sobre todo mucha fe para esperar que esa promesa llegue algún día.

Carlos M. Estefanía dijo...

Nadie sabe que es peor, si a antigua homofobia communista o la moderna y rampante homofilia capitalista de la que ya participa el Raulismo en la persona de Mariela Castro, convertida en estrella del movimiento homosexual internacional