miércoles, 11 de junio de 2008

Gombrowicz

No he tenido tiempo de postear en estos días ni lo tendré en buen rato pero quería compartir con ustedes unos fragmentos del prólogo que Witold Gombrowicz, el escritor polaco amigo de Virgilio Piñera escribió para su novela Trans-Atlántico. Amigo es una manera simple de describir una relación que seguramente fue bastante más complicada: desde escritor-traductor, maestro -discípulo pasando por continuas solicitudes de dinero del polaco al cubano o que en la propia novela Trans-Atlántico Gombrowicz tomara a Piñera como modelo de uno de sus protagonistas. Estos fragmentos del prólogo nos dan una pista sobre las coincidencias entre Gombrowicz y Piñera al menos en cuanto al tema del “ajuste de cuentas con la conciencia nacional” tema sobre el que los cubanos siempre hemos tenido mucho de qué hablar.

Hagamos evidente, legalicemos el otro polo de las percepciones que obligan al individuo a la actitud defensiva en relación con la Nación, como ocurre en el caso de cualquier violencia colectiva. En fin, lo más importante es que conquistemos la libertad en lo referente a la forma polaca: aunque sigamos siendo polacos, busquemos ser algo más amplio y superior al polaco.
(…) Se trata, por consiguiente, de una revisión bastante profunda de nuestra relación con la nación (…) Le sugeriría lo mismo a las personas pertenecientes a otras naciones, ya que el problema se refiere no tanto a la relación entre un polaco y Polonia, sino entre un individuo y la nación a la que pertenece. Revisión, en fin, estrechamente ligada a toda la problemática moderna, ya que pretendo (como he pretendido siempre) reforzar y enriquecer la vida del individuo, haciéndola más resistente al abrumador predominio de la masa.

3 comentarios:

Jorge Salcedo dijo...

"Aunque sigamos siendo polacos, busquemos ser algo más amplio y superior al polaco", dice Gombrowicz.

Pero ¿se puede ser algo superior al cubano?

Yo me crié oyendo cuentos sobre el ruso, el chino, el americano y el cubano, y en todos, absolutamente en todos, el cubano era el mejor. El más pícaro, el más macho, el más mentiroso, el más gracioso, el más lo que tú quieras. En los otros dos países donde viví por varios años nunca escuché nada igual. Obviamente, ser cubano es lo sumo.

Otros dirán que se trata de compensar por una falta y que esos cuentos sólo evidencian nuestro complejo de inferioridad. Pero si uno piensa así, seguramente es porque ha pasado mucho tiempo fuera de Cuba, sin contacto con el ser.

La ontología debería corregir su curso y limitarse exclusivamente a la investigación de la cubanidad.

Anónimo dijo...

Aquí en Suecia existe ese tipo de chiste, sin embargo, ni siquiera los propios suecos pueden verse a sí mismos como la máxima expresión de picardía, así que se buscaron a un pícaro sueco que los representara. El escogido resultó C.M. Bellman, un poeta y trovador del siglo XVIII. Así los chistes aquí son "un noruego, un danés y un Bellman".
(http://en.wikipedia.org/wiki/Bellman_joke)

Jorge Salcedo dijo...

No sé en cuántos pueblos se da el mismo fenómeno, pero una de las diferencias que noto enseguida con los chistes de Bellman es que éste se codea con un danés, un noruego, un alemán, un ruso, en fin, gente más o menos del vecindario del sueco. El cubano se codea con los americanos, los chinos, los rusos—y también, si no recuerdo mal, con los alemanes y los franceses— pero nunca con un dominicano, un puertorriqueño, un mexicano, un jamaicano. Nosotros siempre de tú a tú con las grandes potencias.

Uno de los primeros chistes de este tipo que escuché —probablemente de alguno de mis hermanos, que son 11 y 12 años mayores que yo—, la cosa adquiría interés interplanetario. Se trataba de un marciano que venía a la tierra a averiguar cómo somos los cubanos. El marciano cae en la isla y le pide a un tipo en la esquina que le muestre un cubano. El tipo, muy jodedor, le señala una bomba de gasolina. El marciano regresa a Martes y su socio le dice:
-Bueno, cuéntame, cómo son los cubanos.
-No me digas nada, los cubanos son rarísimos… Para empezar, son cuadrados…
-¡Manda pinga!
-Tienen un solo ojo en la frente con numeritos que se mueven…
-¡Manda pinga!
-No tienen manos ni piernas
–¡Manda pinga!
-¡Eso es lo que más mandan! Fíjate que le dan cinco vueltas en la cintura y se la enganchan en la oreja…

En fin, los marcianos tienen un interés particular por los cubanos, hablan —necesariamente— como ambias de Cocosolo y llegan por el camino equivocado a la solución correcta: los cubanos somos unos pingú.