Hace
unos días me enviaron un cuestionario acerca de los rumores sobre el inminente
cierre de la alicaída escuela Lenin. Mis respuestas fueron extensamente citadas
en un reportaje posterior de la periodista Sarah Moreno. Aquí les transcribo
todas mis respuestas:
Se
rumora que va a cerrar la Lenin. ¿Te alegra, te toma por sorpresa? ¿Lo ves como
un sintoma más de la decadencia de la educación en Cuba?
Sí,
me sorprende. Sabía de la debacle del sistema educativo cubano pero no pensaba
que llegara tan lejos como para arrastrar consigo su “joya” más preciada. Al
menos si se habla de las escuelas creadas después de 1959 en los niveles
primario y medio. No sabía siquiera que desde hace tiempo de la escuela
funcionaba apenas un tercio de lo que había sido antes. Pero más que síntoma de
la decadencia de la educación en Cuba es una muestra del desinterés de las
clases dominantes cubanas por siquiera disimular lo poco que les importa dicha
decadencia: resuelto el problema educativo de sus hijos y nietos con las
escuelas privadas extranjeras que se han ido abriendo en Cuba todo el discurso
igualitario al que todavía echan mano se hace cada vez más vacío. Y no me
alegra, por supuesto. ¿Cómo me va a alegrar que los muchachos cubanos que no
pertenezcan a las élites tengan menos oportunidades de acceder a una educación
de calidad que antes.
Cómo
definirías la escuela, y ya en lo particular, cómo recuerdas el tiempo que
pasaste ahí (por cierto, de que año a qué año).
Debí
de entrar en séptimo grado en 1979 pero no me gustó la idea de estar internado
y pasé mi secundaria en la calle. Pero en el momento de entrar en el
preuniversitario en 1982 ya se rumoraba que todas las escuelas serían mudadas
para el campo. Así que al aparecer una nueva oportunidad de entrar en la
escuela accedí. La escuela acababa de ser remozada para usarla como Villa
Olímpica para los Centroamericanos de 1982 así que estaba en bastante buen
estado. Aun así ya se escuchaban recuentos nostálgicos de glorias pasadas
cuando estudiaban allí los hijos de Fidel Castro y él mismo visitaba la escuela
a cada rato. Una época en que las piscinas estaban llenas y la comida era mucho
mejor. Parece ser también la época de oro del bullying: tiempos en que los
hijos de dirigentes campeaban por sus respetos aterrorizando a los muchachos
más débiles. La escuela que recuerdo es la más exigente del país (a excepción
quizás de la Humbolt 7) y la mejor equipada. Aunque ese equipamiento era
engañoso. Era una escuela-vitrina en la que muchas de sus instalaciones solo se
usaban en caso de visitas de delegaciones nacionales o preferiblemente
extranjeras. Piscinas que apenas fueron llenadas tres o cuatro semanas en el
curso de tres años; tabloncillos que se pasaban la mayor parte del tiempo
cerrados y de pronto te halaban, te daban un short y te metían a correr detrás
de una pelota para que un grupo de extranjeros se asombraran de la buena vida
que nos dábamos; laboratorios de idiomas que nunca vi por dentro. Y no es que soportáramos
callados esas falsedades porque mucho que las criticamos en cuanta reunión
había. El poeta Jorge Valls luego de pasar en la prisión política “Veinte añosy cuarenta días” como reza el título de sus memorias carcelarias al sacarlo lo
llevaron directamente a ver la Lenin. Querían que comprobara todo lo que había
hecho la revolución a la que tanto se había resistido*. Eso fue en 1984, cuando
yo todavía andaba en aquella escuela ornamental protestando por ese engaño
gigantesco o convirtiéndome en el peor jugador de fútbol que haya jugado nunca
en esa escuela. Por lo demás éramos adolescentes haciendo vida de adolescentes,
para bien y para mal. De allí me gradué en 1985.
Alguna vez hemos comentado que la gente de la Lenin se creían mejores, es
verdad esto? ¿De dónde crees que surge esa percepción?
Puede
que sí se creyeran mejores sobre todo si debían compararse con muchachos de
otras escuelas pero la Lenin resultó para muchos una cura de humildad. De ser
los primeros expedientes con las notas más altas en sus respectivas escuelas la
mayoría pasábamos a ser estudiantes promedio donde solo unos pocos sobresalían.
Si no mejores seguramente se sentirían distintos al resto de los muchachos.
Eran seis años de una vida bastante enclaustrada, siguiendo las mismas rutinas,
conociendo a las mismas personas, compartiendo vida con ellos: era inevitable
que tuvieran modos de convivir y hasta hablar muy específicos. Una de las
primeras cosas que tuve que hacer al entrar fue aprender ese dialecto de la
Lenin con palabras, giros y chistes muy específicos. Y los apodos
espectaculares que les ponían a los profesores. Incluso la manera de usar el
uniforme con el monograma rojo, las corbatas (que solo se usaban al salir de la
escuela) o las medias blancas de las muchachas contribuía a marcar una
diferencia. Yo y en general los que entramos en décimo siempre nos sentimos un
poco intrusos, siempre nos sentimos “los nuevos” en comparación con los que estaban
allí desde séptimo grado. En fin, existía una dinámica más o menos común de todo
grupo que tiene ciertos privilegios en un ambiente más bien miserable.
A diferencia de personas de otros países que se sienten orgullosos de las
escuelas a las que asistieron, ¿crees que no es motivo de orgullo, o más bien
algo que uno esconde, el hecho de que fue a la Lenin?
En lo personal por
todo lo que te dije anteriormente no me
avergüenza pero tampoco me enorgullece demasiado. Al fin y al cabo fueron tres
años de mi vida y no seis como ocurrió con la mayoría de mis compañeros de
graduación. Pero en general lo que me encuentro es orgullo de haber pertenecido
a una escuela de élite. A casi todo el mundo le encanta sentirse especial, por
una razón o por otra. En mi caso más importante fue la Universidad de La Habana
donde estudié cinco años y viví experiencias mucho más decisivas. Pero es
innegable que la Lenin es una de las escuelas más grandes y con mayor tradición
en los últimos cincuenta años de historia cubana (gracias sobre todo a que las
anteriores fueron eliminadas). Donde quiera se encuentra uno con antiguos
estudiantes de la Lenin con los que, al margen de las diferencias de todo tipo,
puede establecer un tipo de complicidad muy especial. Los pobres que se
encuentran en medio de ese intercambio no saben qué hacer porque no entienden nada
de lo que decimos. Y los compadezco.
*El poeta y ex prisionero político Jorge Valls dice en sus memorias: “En el Instituto Lenin el director me facilitó una serie de
estadísticas para demostrarme lo bien que funcionaba todo. Era un colegio de
lujo, con muchos jardines, museos y patios de recreo. Me acordaba de la hija
de Osvaldo Figueroa, a la que habían expulsado de aquel colegio porque su padre
era un preso político que no había aceptado el plan de reeducación. Pensaba en
cómo aquello la había puesto en contra de su padre”
5 comentarios:
Efectivamente, esto es otra muestra de la desconexión de la dictadura para con su responsabilidad con el pueblo, desconexión que además de en la educación se extiende a la sanidad. Al pueblo, que lo mantenga Miami y que se las arregle como pueda… ellos están solamente para el negocio: vender en sus tiendas a sobre precio y esquilmarle al cubano lo que recibe de remesas.
O sea, la versión escolar de una aldea Potemkin, con el nombre de Lenin. Perfecto. Porque claro, tal afinidad por la Rusia soviética era tan natural y lógica como la afinidad de Cuba por la China roja, Corea del Norte, Vietnam o Iran. Santocielo, la perversion--y el resto del mundo tan campante, como si nada.
XD si la Lenin esta asi, como estaran las demas ? La Lenin no deberia dejar de existir incluso aunque cambie el gobierno y la politica. Si bien es un simbolo de la Cuba subvencionada de los an~os 80, tambien lo es de la juventud de muchisimos cubanos, donde escucharon a los Beatles por primera vez o dieron el primer beso, ojala se salve y en un futuro sea una escuela realmente de elite.
Lo mismo que Alemania fue rigurosamente desnazificada, y por las mismas razones, Cuba debe ser descastrificada. Desgraciadamente, eso no se puede dar por seguro, ni siquiera por probable, solamente por posible. Hace un tiempo, me quedé estupefacto al ver latas de carne rusa a la venta en Miami, lo cual indica que hay gente que las compra. Todavía me cuesta trabajo creerlo. Vamos bien.
Lo que pasa con “la Lenin” es que todo frente falso acaba por desmoronarse y mostrar su falsedad. Es simplemente asunto de tiempo.
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