miércoles, 20 de noviembre de 2013

Crimen y sutileza

Mark Lilla, el autor de The Reckless Mind: Intellectuals in Politics (un libro fundamental para entender las tendencias filotiránicas de la intelectualidad en el siglo XX) disecciona en estos días la película “Hannah Arendt” de Von Trotta. Lilla se ocupa –para entender mejor el alcance de la película y sus limitaciones- de rastrear las circunstancias intelectuales no sólo del debate al que se enfrentó Arendt sino las que mediaron la actitud de la cineasta hacia la filósofa empezando por los típicos prejuicios de la izquierda occidental contra una crítica profunda del comunismo:

Von Trotta admite en el libro de Wiebel que ella , al igual que muchos en la izquierda alemana en las décadas de 1960 y 1970 , despreció a Arendt por comparar el comunismo y el nazismo como ejemplos de totalitarismo y se negó a leer sus libros. Pero más tarde se encontró con la biografía de Elisabeth Young- Bruehl y descubrió a una figura fuerte, una filósofa comprometida en el debate político, cuya vida personal también era rica en amigos y amantes. Esa era una mujer a la que podía admirar y celebrar.
La transición del desprecio a la admiración, sin embargo, renueva el repertorio de torpezas de la realizadora:

El problema es que von Trotta ha elegido un episodio en la vida de Arendt, donde las apuestas eran tan altas, intelectual y moralmente, que no puede ser tratado como el telón de fondo de una historia de interés humano sin faltar al buen gusto. Aunque puede ser una batalla perdida nunca se insistirá bastante en que el Holocausto no es una circunstancia aceptable para viajes sentimentales.
Otro momento sugerente del artículo es cuando aborda las curiosas justificaciones a las que echó mano la izquierda alemana para justificar el terrorismo de ultraizquierda en plena democracia:

Cuando el radicalismo de izquierda estaba en su violento apogeo en la década de 1970 se convirtió en lugar común el siguiente falso silogismo: los crímenes nazis fueron posibles gracias a la obediencia ciega a las órdenes y las convenciones sociales, por lo tanto, cualquier persona que todavía obedece a reglas y sigue las convenciones es cómplice del nazismo mientras que cualquier persona que se rebele contra ellos golpea retrospectivamente a Hitler. Para la izquierda en ese período, el Holocausto no era fundamentalmente sobre los judíos y el odio hacia ellos (de hecho, el antisemitismo era común en la izquierda radical). El análisis del holocausto se centraba, de una manera narcisista, en la relación alemanes con ellos mismos y en caso extremo en su falta de voluntad de pensar por sí mismos. La Hannah Arendt de Von Trotta comparte esa perspectiva.
Sin embargo el argumento central de Lilla con respecto a la película y al debate en el que Arendt se vio envuelta es la dificultad de analizar los horrores del Holocausto en toda su complejidad sin perder lo que él mismo llama “claridad moral” un concepto que en tiempos tan sutiles como los que vivimos puede sonar fundamentalista:

[Primo] Levi cuenta la historia de Chaim Rumkowski, el vanidoso y dictatorial anciano judío del gueto de Lodz que imprimía sellos con su imagen sobre ellos, comisionaba himnos que celebraban su grandeza e inspeccionaba sus dominios en un carruaje tirado por caballos . Historias como éstas que unos han contado y otros han querido enterrar son complicaciones mal recibidas. Pero Levi las cuenta sin permitir que el lector pierda de vista la simple realidad moral en la que tuvieron lugar. Sí, "todos nos reflejamos en Rumkowski , su ambigüedad es nuestra, es nuestra segunda naturaleza, somos híbridos moldeados de arcilla y espíritu. Sin embargo, "no lo sé y no tengo mucho interés en saber si en mi interior se esconde un asesino: lo que sí sé es que yo era una víctima inocente y que no era un asesino".

8 comentarios:

Carlos dijo...

Aquí te dejo la nota que escribía sobre la misma película hace una semanas, con un enfoque bien diferente; http://cubanuestra1.wordpress.com/2013/11/02/hanna-arendt-y-los-eichmann-de-nuestro-tiempo/

Enrisco dijo...

Gracias por el enlace, Carlos. Muy interesante todo. El problema es que el argumento de Arendt sobre la banalidad del mal en Eichmann cae (a posteriori) con el descubrimiento de las grabacionesque habia hecho años antes del juicio reconociendo su plena conciencia de su papel en la solucion final, su deseo ardiente de ejercer el mal que es lo que se discute ahi. O sea, que Arendt, en su afan de sostener su independencia acepta la version descargandose su responsabilidad del mal que causo haciendose pasar por un simple funcionario que cumplia directivas. Y todo lo acepto Arendt porque encajaba en su nueva teoria que era mucho mas interesante que la que el sentido comun asumia. Y eso es algo que los intelectuales solemos ignorar: que a veces la verdad no es muy interesante que digamos. Por lo demas mi admiracion por la Arendt viene de antaño pero debo aceptar que pudo equivocarse.

Anónimo dijo...

Bro,

No puedo estar mas en desacuerdo con tu lectura de la pelicula de Von Trotta y con tu lectura del texto de Arendt sobre la banalidad del mal. Es cierto que su lectura de la figura historica fue errada pero su argumento filosofico no. Su posicion hay que leerla teniendo como transfondo las teorias del mal radical en la tradicion filosofica alemana. A pesar de que se equivoco respecto al personaje que describia, trazo un protopio moral que tiene una gran verosimilitud filosofica. La historia, como lo sabia el Estagirita, habla de lo que es, la filosofia y la poesia de lo que puede ser.

Abrazos,
Yoyi

cubasno dijo...

El argumento de Arendt está basado sobre todo, me parece, en un preconcepto muy germánico y romántico sobre la naturaleza del mal y los malhechores, ese mismo que las películas de Hollywood han llevado a su máxima saturación, sobre todo en las series basadas en comics, y como Eichman no se parecía al Joker, ni tenía mirada profunda ni cejas mefistofélicas ni usaba una capa negra...
Por cierto, Lilla debería aprender español y escribir una secuela sobre García Márquez, Cortázar, Neruda y compañía. Le iba a sobrar material, por la parte del lameculismo totalitario, aunque ahí el problema iba a ser encontrar las "ideas" de esos intelectuales bananeros. Pero siempre podría contratar a John Beverly para que se las explique.

Enrisco dijo...

Yoyi. Lo primero es aclarar que la lectura de la pelicula no es mia sino de Lilla no vaya a ser que me acusen de plagio. y no se trata de discutir si el argumento filosofico esta errado o no sino si es aplicable en este caso. en este caso ella hablaba y llegaba a conclusiones a partir de una realidad concreta. hablaba de lo que fue mas de lo que podia ser. que Arendt se haya dejado llevar por aquella primera impresion se puede entender. lo imperdonable -nos dice Lilla- es que 50 años mas tarde mire todo el asunto como si supieramos lo mismo que sabia Arendt de Eichmann. y por lo demas siempre podrias estar mas en desacuerdo conmigo, no seas exagerado.

Realpolitik dijo...

Algunas preguntas (aunque conozco las respuestas):

Si alguien, por muy "intelectual" que sea, es inconsecuente o hipócrita hasta llegar a ser filotiránico, y se vale de silogismos falsos para justificarse, ¿es tal persona respetable o confiable, por no decir decente? ¿Qué valor tiene tal persona para la sociedad? ¿Tiene sentido tomar en cuenta lo que sostiene tal persona, por no hablar de tomarlo en serio? ¿Tiene sentido darle valor alguno a lo que es, en efecto, un farsante, por muy importante o iluminado que se crea o sea tratado por otros, sobre todo otros de la misma calaña?

En el caso particular de Cuba, ¿de qué sirvió gran parte de lo que pudiera llamarse su clase intelectual de la era republicana? ¿De qué sirvieron inclusive intelectuales honestamente equivocados, aunque después, tras el desastre, reconocieran haberlo estado (por ejemplo Mañach y Cabrera Infante)? ¿Cómo es posible que todavía, ante la pésima y frecuentemente despreciable gestión de tantísimos "intelectuales" por tanto tiempo ante tanta infamia y tanto horror, se siga comiendo tanta mierda con gente que descaradamente insulta la inteligencia a pesar de presumir tanto de ella?

Nadie que rechaze una crítica profunda del comunismo tiene credibilidad ni merece respeto--nadie, y no hace falta ser "intelectual" para darse cuenta de algo tan obvio, o mejor dicho, flagrante. O sea, aunque siempre haya excepciones, ¿"intelectuales" para qué? Parte del problema es una sociedad absurdamente embelesada por casi cualquier tipo de "celebridad" o encumbramiento, por inmerecido que sea. Hasta un penoso patán de Hollywood (y ejemplos sobran) puede erigirse en guía moral o salvador de la humanidad y ser aceptado (o al menos tolerado) como tal, y por eso hay tanto cretino con tantas pretensiones y tanta ala. Si un Sean Penn puede asumir la ridícula postura que ese tipejo ha adoptado, pues claro que un Sartre o un Chomsky puede gastarse un hubris descomunal.

Anónimo dijo...

Enriquillo:

Los filósofos nunca hablan de lo que fue. Tratan de derivar de un hecho un prototipo moral, estético, gnoseológico, metafísico que configure una posibilidad de sentido hasta entonces no reconocida. En el caso de Arendt lo peculiar es que se equivocó con el personaje real pero no con la figura ideal que perfiló. La banalidad del mal no explica a Eichmann pero si a todo un perfil de lo humano.
Respecto a cuánto puedo estar en desacuerdo contigo sólo me resta decir que mis opiniones son fuertes sobre lo que me importa mucho, y la filosofía es una de las pocas cosas que tienen esa categoría. En todo lo demás, puedo estar más o menos de acuerdo contigo pero eso no me importa demasiado.

Un abrazo,
Yoyi

Enrisco dijo...

La etica es parte de la filosofia? Entonces hay que empezar por reconocer que en ese caso concreto Arendt se equivoco. La filosofia, me importa pero no tanto como intentar distinguir el bien del mal, la verdad de la mentira (si es que es algo diferente).