La introducción a la presentación a Leve Historia de Cuba que tuvo lugar el viernes pasado en la librería Lectorum en Manhattan estuvo a cargo de Anke Birkenmaier, profesora de Columbia University, editora del libro Cuba: un siglo de literatura (1902-2002) (Madrid: Colibrí, 2004 y autora del estudio Alejo Carpentier y la cultura del surrealismo en América Latina. Aquí les dejo el texto que leyó en dicha presentación:
Leve Historia de Cuba
Nos enseñó Horacio en su Ars Poética que la literatura debe ser “dulce et utile”, y este libro lo es. Dulce, porque es uno de los libros más entretenidos y cómicos que he leído recientemente, y útil, porque revisa los episodios importantes de la historia cubana, y nos los vuelve plásticos, palpables, de manera que empezamos a verlos con ojos nuevos. Es un manual histórico subversivo, por así decirlo, y nunca se aprende mejor que de esta manera.
Leve Historia de Cuba no tiene índice, pero sí tiene una cronología al final del libro que sirve a manera de orientación y nos da una idea de lo que se privilegia en esta nueva historia de Cuba: lo irrespetuoso y el escarmiento. Con la notable excepción de Martí, las autoridades, al empezar con el Papa, pasando por los capitanes generales y terminando con el máximo líder, son burladas sistemáticamente; también se encuentran burlados los episodios más horroríficos de la historia cubana, como, por ejemplo, cuando la crisis de los misiles se recuerda porque durante ella un tal “Fito Pimpollo estampa su firma en uno de los cohetes rusos.” Se mezcla lo culto con lo popular, como por ejemplo en la entrada para 1927, que, en vez de mencionar la Declaración del grupo Minorista, menciona la primera grabación en disco del Trío Matamoros. La cronología termina en el utópico año 2045, con el la entrada del “Superhéroe” a la ciudad, pero eso es lo único realmente que hay de utopía en este libro totalmente dedicado a la reescritura del pasado.
El humor del libro resulta sobre todo de su sentido del detalle con el que se cuenta la petite histoire, según la frase de Proust, que siempre hay en los grandes eventos históricos. Muchas veces es que simplemente un episodio se cuenta no desde la mirada de sus protagonistas principales, sino desde la de los menores, como por ejemplo, cuando la llegada de los españoles a Cuba no la cuenta Cristóbal Colón, sino un marinero común, o cuando el estilo florido del diario de Colón se aplica a la descripción de una orgía, observada por los españoles como si fuera un ritual contado por antropólogos. No sólo a nivel de contenido, sino también en el estilo, los autores captan los diferentes registros del habla cubano, y es un festín leer estos cuentos cortos por sus matices tanto regionales como históricos.
Gérard Genette, el gran crítico francés ha escrito un libro precioso que se llama Palimpsestos. La literatura al segundo grado. En él analiza los tipos de textos que declaradamente son basados en otros, parodias, sátiras, travestismos literarios (eso también es un género literario, al menos en francés), imitaciones y pastiches, transposiciones y traducciones. Son estos los géneros literarios “bajos” que Aristóteles en su Poética no había desarrollado, o que se han perdido a lo largo del tiempo, como sabemos del Nombre de la rosa de Umberto Eco. Genette nos explica que la parodia, que en griego significa “cantar falso”, típicamente se presenta de tres maneras: la modificación de la dicción tradicional; la anti-épica o “parodia dramática”, que reemplaza a los protagonistas héroes por personajes “inferiores” o menores; y la parodia basada en el contraste entre estilo épico y tema bajo o risible. Las tres formas de parodia, como hemos visto, las encontramos en la Leve Historia de Cuba, que es un verdadero manual de virtuosismo paródico. Pero las historias de Enrisco y Francisco García no son “falsas” aunque sean personajes o episodios inventados, ficticios que sirven de contrapeso a los grandes relatos míticos. Son, más bien, historias que nos hacen realizar la atmósfera, el ambiente de los momentos decisivos en Cuba, y la cantidad de personas y de factores imprevisibles que contribuyeron a que precisamente se vuelvan momentos decisivos.
Si mal no recuerdo, Enrique tiene una teoría elaborada en otro lugar sobre el “mito leve” en la historia cubana, que comprende para él los relatos de Reinaldo Arenas, los de Virgilio Piñera, las novelas de un Pedro Juan Gutiérrez, tanto como algunas escenas en las obras de Alejo Carpentier. Este concepto del mito leve se refiere a los textos heterodoxos, que no proponen ideologías para entender Cuba como nación, sino las cuestionan y la ironizan. Este libro, me parece, que es un complemento de la teoría de Enrisco, y demuestra en la práctica del escritor—no del académico-- lo que son estos mitos leves, que ofrecen una especie de “comic relief” de los grandes relatos de una nación.
Aunque cada uno de los cuentos trate de un episodio diferente, hay un motivo que aparece repetidamente, que es el de la “gloria.” Así por ejemplo en “Ultimas aventuras del soldado desconocido cubano”—reescritura de la conocida noveleta de Pablo de la Torriente Brau. Este cuento se burla de la heroización de los soldados anónimos, en este caso, en la Guerra Civil Española, y de las peleas entre los muertos de entrar “en la gloria.” El asunto es, sin embargo, no sólo la glorificación del hombre común, cosa que se ve en los monumentos a la guerra en muchos países, sino el hecho consabido de que los escritores cubanos que se fueron de la isla, solo después de muertos vuelven a ser editados y recordados en ella oficialmente. Es, creo yo, la cuestión del canon cubano, que se plantea aquí, de la jerarquía entre autores muertos y vivos, y de la manera cómo se construye ese canon, por inclusiones y exclusiones un tanto arbitrarias. Y creo que la discusión sobre la gloria, que aparece en este cuento, es característica de la preocupación fundamental de este libro, que es la relectura de la historia y la literatura cubana. Si, al menos desde 1959, la historia ha sido impuesta de manera oficial un tanto caricaturesca, los cubanos se hacen cargo de reescribirla incesantemente tal como les parece correcto, y estas distintas versiones no-oficiales se multiplican y contradicen siempre. Es una manera eminentemente letrada—típica de las diásporas-- de preservar una memoria colectiva viva, de releer José Martí y los demás autores fundacionales de la nación, comentándolos y glosándolos siempre, para que nunca se mueran de verdad.
En la manera desenvuelta pero obsesiva de reescribir no sólo la historia cubana sino también su literatura, es donde veo más relaciones entre el libro de Enrisco y Francisco García, y otros autores y artistas cubanos de hoy. Así Abilio Estévez, en su Inventario secreto de La Habana, repleto de referencias a escritores cubanos y visitantes extranjeros de la isla, Pedro Juan Gutiérrez y otros escritores del llamado Período Especial, muy impactados por la escritura de Guillermo Cabrera Infante, y en la reivindicación de Virgilio Piñera, de Julián del Casal y de Lorenzo García Vega por la generación de poetas de los años ochenta. Dado que la división real entre los que viven en la isla y los que ya se fueron es tan tajante, la nación cubana, me parece, se ha establecido en este espacio intelectual, y es por eso que la constante relectura del panteón de los escritores nacionales sigue siendo tan importante.
El contraste entre la historia oficial cubana y sus versiones no oficiales se ve en los epígrafes que preceden cada uno de los cuentos. Son tomados de manuales de historia cubanos, de antes o después de 1959, libros leídos en la escuela primaria y secundaria, que dan versiones abreviadas y didácticas de la historia cubana, las cuales se encuentran comentadas en los cuentos mismos. Ese contraste hace gran parte de la gracia de este libro, y muestra la investigación en la que se basa, pues requiere tiempo dar con tantos manuales y obras de historia. Y esto es un libro bien investigado, y bien pensado.
Eso me lleva a decir algunas palabras sobre el público lector de este libro. Me parece que es un libro que está escrito para cubanos, pero que es interesante para todos, cubanos, latinoamericanos y los demás. Los cubanos lo leerán a su manera, disfrutando y descifrando las muchas alusiones que hay a personajes conocidos y las reescrituras de anécdotas consabidas. Pues es esto el encanto y a veces la limitación de las parodias, que ofrecen ese placer al lector enterado que se alegra cuando sabe identificar Cirilo con Villaverde, Juan Francisco con el ex esclavo Manzano, y así sigue la lista de nombres y de episodios menos conocidos o desconocidos en el resto de América Latina. Los demás lectores, sin embargo, irán conociendo una historia cubana que es imaginaria y entretenida, pero no del todo. Estos lectores se quedarán con la curiosidad de saber más sobre los episodios y personajes referidos, y tendrán un primer ancla en estos epígrafes de manuales históricos, que sí refieren hechos duros.
Donde más características generalmente latinoamericanas hay es en los cuentos dedicados a la época colonial, que ocupan poco menos de la mitad de este volumen. Estos cuentos captan muy bien el famoso “se acata pero no se cumple” de la administración criolla colonial, que se manifiesta en cierto diletantismo cruel y deleite en el goce ilegal, y que refleja una experiencia no exclusivamente cubana, diría.
También en algunos de los cuentos hay un tono borgiano, “argentino”, si quieren, o simplemente más allá de los estilos y las obsesiones nacionales. Esto ocurre, por ejemplo, en el cuento dedicado al Maleconazo de 1994, “Un día mortal”, donde el protagonista describe un día perfecto de vacaciones, una salida en bicicleta a la playa, una comida un tanto precaria y un partido de futbal, yuxtaponiéndolo con la irrupción de la protesta en la ciudad. El protagonista al final hace sus conexiones sobre las razones misteriosas por las cuales esta protesta no tuvo los resultados intentados, y las ve justamente en la felicidad suya de este día. Eso es una instancia de aproximaciones muy poéticas entre historia personal y política, una suerte de azar objetivo que marca muchos de los cuentos recogidos en este volumen.
No nos equivoquemos, la levedad de estos cuentos no consiste en el choteo y la levedad nacional republicana tan deplorada por Cintio Vitier. El humor aquí es una manera de melancolía, diría, una forma de distanciarse de una historia sentida en gran parte como trágica o triste. Algunos de los cuentos expresan este contraste hasta en el título, como el cuento “Carnaval”, que trata de la tortura bajo Batista, o el cuento “Compañeros son los bueyes”, que se refiere a la lucha contra bandidos, y es una reescritura a su vez de la literatura de la violencia de los años sesenta.
En ningún momento es este un libro frívolo, sino más bien uno que adquiere su peso a medida que vayamos volviendo a él, discutiendo y cuestionando los inagotables fondos de la historia no oficial cubana.
Anke Birkenmaier, Columbia University
2 comentarios:
Anke Birkenmaier? Suena que ni la hija de Erich Kaupp. Luce inteligente. Algo raro en las walkirias. Y los llevó muy bien con la crítica.
Aún no me he empatado con el libro. Aquel socio, que tenía uno, está alzado. Ya dije en Miami que me compren un ejemplar.
fito pimpollo no es un personaje ficticio. vivio en caimito del guayabal por muchos annos y sus historias son impactantes... le pedire a silvia que me recuerde unas cuantas, sobre todo, aquellas en las que putea a los castristas y chivatos del pueblo.
abrazo y felicitaciones por el libro... lo estoy disfrutando mucho....
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