lunes, 1 de octubre de 2007

Aclaración histórica

Recuerdo perfectamente el día en que escuché por primera vez a Bebo Valdés. Caminaba por las calles de Madrid en el invierno de 1995 cuando de pronto a través de los audífonos de mi radio empezó a salir una música que nunca había escuchado y que al mismo tiempo me era tremendamente familiar. Era como si toda la música cubana se hubiera vestido de traje y como si esa nueva elegancia no restringiera sus movimientos, su gracia, su alegría innegable. Luego me enteraría que aquella pieza pertenecía al disco “Bebo rides again” que Paquito D’Rivera había producido para hacer regresar a los estudios de grabación al viejo y admirado director de la orquesta de Tropicana, Bebo Valdés y devolver su marginada grandeza a un público que pronto caería admirado ante ella. Si ese disco sacó del olvido a Bebo, sus apariciones primero en la película Calle 54 y luego en el disco “Lágrimas negras” junto a Diego El Cigala lo han convertido en una figura admirada mundialmente. A Paquito D’Rivera le ha molestado que últimamente se suela olvidar no sólo el papel que jugó en la recuperación de Bebo Valdés como músico mientras que el hijo de este no movía un dedo incluso cuando se le propuso grabar el “Bebo rides again” con su padre. Abajo les pongo una carta que me envió Paquito sobre el tema que les pongo luego de pedirle autorización. La única pieza que encontré de Bebo y Paquito tocando juntos es el video de la grabación en estudio de “Lágrimas negras” que les pongo al final.


Chucho y Bebo Cabalgan de Nuevo.
Muy tierno, nostálgico y emotivo el artículo de Carlos Galilea en “El País” de Madrid (Julio 12-07) sobre la reunión musical de Bebo y Chucho Valdés en esa ciudad. Una pena que dicho escrito esté tan plagado de inexactitudes y omisiones premeditadas. ––Es que Chucho tiene mucho miedo, por favor trata de comprenderlo –– me pidió el Bebo cierta vez en que su hijo tuvo la osadía (que en ocasiones se parece mucho a la cobardía) de decir en cámara ––y sin que nadie se lo preguntara ––que él le debía su carrera a la revolución; a lo que el viejo, que estaba cerca replicó: “Coño, yo pensé que aquel piano lo había comprado yo”. Y yo agrego que parece que en ese tiempo la Sabor de Cuba sería entonces un conjunto de tangos que dirigiría el Che Guevara, y no la cubanísima orquesta que en los años cincuentas fundara El Caballón, que es como llamamos con afecto y admiración al Bebo,.
Por otra parte, Chucho no se cansa de agradecer públicamente a nuestro amigo el cineasta español Fernando Trueba, el regreso de su ilustre padre a la vida artística; pero lo cierto es que probablemente ni Trueba, ni nadie hubieran sabido de la existencia del Bebo Valdés si en 1995, un músico cubano llamado Paquito D’Rivera, no se le hubiera ocurrido y llevado a cabo la idea de grabar el disco “Bebo Rides Again” (Bebo Cabalga de Nuevo) en Alemania, después de mas de tres décadas que El Caballón no entraba a un estudio de grabaciones; proyecto al que (en contra de mi escepticismo) alguien tuvo la brillante idea de invitar a su hijo, quien como era de esperarse, hubo de cancelar la reunión con su padre, par de horas antes de salir el vuelo de (lo que quedaba de ) La Habana. Según dijo él, tenía que ensayar unos numeritos nuevos para un bailongo muy importante que había en Güines o Calabazar (¡?).
También se le ha olvidado a Chucho que en el verano de 1978, fue mi madre quien me llamó al hotel Salisbury de Manhattan, para suplicarme que convenciera a Chucho de que aceptara encontrarse con su padre, con quien, durante 18 años no había querido hablar ni contestar sus cartas. Tampoco aclara mi antiguo colega que aquella noche del debut de IRAKERE en el Nueva York de aquel mismo año 78, los invitados en aquel palco del Carnegie Hall, comprado generosa y elegantemente por su padre, no eran “todo el mundo” como el dice, sino específicamente su tía Emelina, su esposo Cocó, mi madre y mi padre, ilustre profesor y virtuoso del saxofón tenor, además de viejo amigo y compañero de profesión del suyo desde los años cuarentas; todos ellos exiliados cubanos que al final del show no les fue permitido reunirse con sus familiares en nuestros camerinos, por ordenes de los sicarios que venían de Cuba “cuidando a la delegación”.
Ahora Chucho le pide, o casi le exige a su padre que se abstenga de hablar de política. Extraña petición, viniendo de alguien que no hace mucho, desde el escenario del teatro Colón de Buenos Aires, le dedicó una canción de homenaje al mismísimo Che Guevara. Y yo me pregunto si se atrevió a sugerirle ese mismo apoliticismo a Raúl Castro cuando este le entrego el machete de Maceo y todos esos otros premios y reconocimientos que la revolución––la que le compró el piano –– le entrega cada vez que regresa de “ganarle alguna batalla al imperialismo” allí donde el deber (y sobretodo los dólares) lo reclaman.

Paquito D’Rivera.
Sep.30-07


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Paquito como siempre dandole duro, no te caigas, sigue fustigandolos a todos, gracias Enrisco por publicar esta carta, hay muchos equivocados, que no saben esas historias y el pacman siempre aclara todo.

Güicho dijo...

Paquito tan afinado con la palabra como con las notas musicales. (Originalmente iba a poner "tan afinado con la pluma como con el tubo sonoro", pero de alguna manera la frase no me pareció sólida.)

Y qué pena de Chucho, plantado firme en la Galería de Talentos Serviles al Régimen.

Anónimo dijo...

Enrisco, esto me mató!!!!
Cuando veo y oigo cosas como esta, entiendo a Salieri y su candanga con Dios...

Anónimo dijo...

¿Así fue como se inventó ese juego infantil llamado "El Chucho escondido"? El Samurai de Bayamo