El otro día -a propósito de la visita de Obama a Cuba y los apresurados arreglos que recibieron las calles de La Habana- recordaba un artículo satírico publicado en octubre de 1988 en la revista Sputnik. En él se agradecía a Gorbachov su visita a una ciudad de provincias por las mejoras que habían hecho las autoridades locales para recibir al visitante. Lo recordaba con mucho placer pero no conseguía encontrarlo y he aquí que me lo acaban de hacer llegar:
AGRADECIMIENTO
Por Mijaíl ZADORNOV
Estimado camarada Secretario General:
Muy agradecidos le dirigimos estas líneas los habitantes de la ciudad que Ud. acaba de visitar por motivos de trabajo. Cierto es que Ud. había informado de su llegada a las autoridades locales con solo tres días de anticipación, pero hasta en esos tres días hicieron para nuestra ciudad más que en toda la época soviética.
Primero, se orientó pintar todas las fachadas de las calles por las que Ud. debía pasar. Pero luego alguien dijo que a Ud. le gustaba desviarse de las rutas planificadas, de modo que nuestras autoridades tuvieron que mandar pintar también todos los demás edificios. Lo cual se cumplió con tanto ahínco que en algunos también pintaron hasta los cristales de las ventanas.
Segundo, para el momento de su llegada se había iluminado, pavimentado y sembrado de flores todas las calles . . . La noche antes de su llegada se cavó 365 pasos subterráneos. En los comercios aparecieron cosas que ya hacía tiempo creíamos que debían figurar en el Libro Rojo. Hasta conservas, cosa que habíamos visto la última vez hace unos veinte años cuando no lejos de nuestra ciudad, en las aguas neutrales, se hundió un barco refrigerador inglés que las transportaba a África, para socorrer a los hambrientos.
Tercero, por fin se terminó de construir el puente que ya en el quinquenio pasado fue solemnemente inaugurado y que, al romper a tocar la orquesta y los miembros de la comisión cortar la cinta roja, se movió y se puso a flotar con la comisión encima.
Por fin, los funcionarios del Komsomol limpiaron el camino del aeropuerto con aspiradoras propias, y los de los sindicatos barrieron el bosque que rodea este camino, pintaron de verde vivo las hojas de todos los árboles y lavaron con champú yugoslavo todos los monumentos de nuestra ciudad. Con la particularidad de que se logró lavar el monumento a Mendeléiev hasta tal grado que resultó ser a Lomonósov.
Es más: muchos dirigentes, temerosos de disgustarle a Ud., donaron al Estado las villas de su propiedad, en las que, durante su visita, se abrieron establecimientos de puericultura, que tanta falta nos hacían. Y la villa del administrador del Comité Urbano de Partido fue transformada en el nuevo aeropuerto; y su arriate de pepinos, hormigonado y habilitado para ser pista de aterrizaje de los aerobuses Il—86.
También se han sacudido el polvo y cambiado para mejor los demás dirigentes nuestros. Como todo el mundo sabe que lo que Ud. más aprecia de un dirigente es su opinión personal, estuvieron sesionando tres días en el Comité Urbano, a fin de elaborar la respectiva opinión personal de cada uno, ratificándola luego el Comité de Provincia.
Todo el mundo sabe también que Ud. es un gran conocedor de la ganadería. Por eso, se convocó un concilio científico para debatir el tema de «El número de pezones en la ubre de la vaca», resultando que estos eran cuatro y no cinco, como solían indicar en los planes que han asignado desde! que el proletariado fuera enviado al campo para llevar a cabo la colectivización.
Tampoco faltaron excesos. Por ejemplo, la noche anterior a su llegada, quién sabe para qué, realizaron un simulacro de defensa civil. Mas, como la sirena de alarma estaba estropeada y resultó que todas las caretas antigás solo servían para espirar (para aspirar había que quitárselas), a las 3 de la madrugada, al grito pelado de «¡Atención: explosión nuclear! ¡Cuerpo a tierra!», dado por el jefe de la defensa civil de la ciudad, todos salimos corriendo de nuestras casas y nos dejamos caer en la tierra, tapándonos las caras con las manos y abotonándonos bien contra la radiación. Como resultado, a la mañana siguiente el 50% de la población llegó tarde al trabajo, por haber estado esperando el toque de retirada.
Además, publicaron un libro de lujo dedicado a nuestra ciudad, con cuatro fotos de nuevas obras de construcción que tenemos, o más exactamente, del único bloque nuevo fotografiado por los cuatro costados. Y en su recorrido por la ciudad se llevó delante un mismo kiosco donde se vendían hortalizas.
Por fin, corrió el rumor de que le gustaba a Ud. visitar museos en todas las ciudades para ver su estado. Al instante, por orden del jefe del sector de la cultura, graduado en la escuela técnica de la fábrica de ladrillos, con una excavadora se tumbó la vieja y vetusta casita donde viviera Antón Chéjov, construyéndose en su lugar una casa nueva donde él viviera. En el parquecito frente al museo se erigió un monumento a este gran escritor, donde aparece sentado en un banco, leyendo con aire de aprobación el informe que Ud. presentara en el reciente Pleno.
Pero no les reprochamos a nuestros dirigentes estos excesos. Comprendemos que están en un apuro. Ud. les ha orientado que deben tener individualidad pero no les ha bajado instrucciones de cómo lograrlo. Les ha indicado que la renovación es imprescindible, pero no les ha bajado los plazos. De modo que no aciertan a comprender en qué momento deben informarle a Ud. que se han renovado antes del plazo indicado. Es más . . . Ud. dice a cada rato que debemos avanzar, pero no explica en qué dirección; y ellos por su cuenta no lo saben, compréndalo. En nuestra ciudad siempre hemos tenido la siguiente situación: los que tenían dotes para el arte, se dedicaban al arte; los que se apasionaban por la ciencia, iban a trabajar en la ciencia; los que querían estar en la producción, iban a la producción . . . Y los que en su juventud fueron perezosos y no manifestaron ninguna propensión concreta, se dedicaban a trabajar en el Komsomol y los sindicatos, a dirigir a aquellos que sí tenían talento, hasta que estos también lo perdieron a causa de tal dirección.
En una palabra, le agradecemos su visita. Nuestra ciudad se ha vuelto linda, verde y cómoda. Han empezado a circular aviones entre ella y los koljoses vecinos, y se ha restablecido por fin la comunicación telefónica con otras ciudades, que los nazis alemanes destruyeron al retirarse durante la SGM.
Después de que Ud. se marchase, por supuesto que nuestros comercios volvieron a quedar vacíos. Pero en los días que Ud. estuvo entre nosotros, nos dio tiempo de proveemos como para tres años en adelante. Por eso le rogamos que dentro de tres años vuelva a visitamos. Ya se habrá caído la pintura de los edificios, ensuciado los monumentos, vuelto a hundir el puente, habrán nacido nuevos niños que necesitarán nuevas guarderías. Claro, comprendemos lo ocupado que está Ud. porque muchas ciudades como la nuestra están esperando su turno para que las visite. Por eso, si no va a poder venir, de todas maneras le rogamos comunique al menos a nuestras autoridades que piensa hacerlo. Entonces tendrán que volver a hacer algo por el pueblo.
Estimado camarada Secretario General:
Le rogamos, además, si no le es difícil, encargue a alguno de su gente que antes de su futura visita eche a correr el rumor de que a Ud. le encanta recorrer las casas para comprobar si tienen agua caliente. ¡Tenemos tantas ganas de bañarnos!