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domingo, 29 de diciembre de 2024

El mar es Historia: poema de Derek Walcott


“La maldita circunstancia del agua por todas partes” de que habla Virgilio Piñera en “La isla en peso” es interrogada por el Nobel Derek Walcott en su conocido poema “The Sea is History”. La búsqueda de sentido (mítico e histórico en este caso) en un Caribe que parece flotar en un vacío frente a las mitologías judeocristianas  y su peso aplastante sobre el resto de la humanidad.

Existe una traducción elegante pero un tanto desleal publicada por Vuelta hace muchos años. La versión de Vuelta lo mismo se toma licencias incongruentes con el sentido del poema que entiende literalmente “men-o'-war” como "hombres de guerra" cuando en realidad la expresión inglesa se refiere a barcos, no a soldados. Por eso les comparto la más modesta traducción de Google (con abundantes retoques míos) para intentar entender el formidable paralelo con el que Walcott contrapone pasajes bíblicos con la menospreciada experiencia caribeña y poder calibrar así su peso verdadero.

El mar es Historia

Por Derek Walcott

¿Dónde están vuestros monumentos, vuestras batallas, mártires?
¿Dónde está vuestra memoria tribal? Señores,
en esa bóveda gris. El mar. El mar
los ha encerrado. El mar es Historia.

Primero, estaba el petróleo agitado,
pesado como el caos;
después, como una luz al final de un túnel,

el farol de una carabela,
y eso era el Génesis.
Después estaban los gritos empacados,
la mierda, los gemidos:

Éxodo.
Hueso soldado por el coral al hueso,
mosaicos
cubiertos por la bendición de la sombra del tiburón,

eso era el Arca de la Alianza.
Entonces vinieron los cables punteados
de la luz del sol en el fondo del mar

arpas plañideras de la esclavitud babilónica,
mientras los cauris blancos se arracimaban como grilletes
en las mujeres ahogadas,

y esos eran los brazaletes de marfil
del Cantar de los Cantares,
pero el océano seguía pasando páginas en blanco

buscando la Historia.
Luego vinieron los hombres con ojos pesados como anclas
que se hundieron sin tumbas,

bandidos que asaban ganado,
dejando sus costillas carbonizadas como hojas de palma en la orilla,
luego las espumosas y rabiosas fauces

del ras de mar que se tragó Port Royal,
y ese era Jonás,
pero ¿dónde está vuestro Renacimiento?

Señor, está encerrado en esas arenas marinas
allá afuera, más allá de la repisa tumultuosa del arrecife,
donde los buques de guerra flotaron hacia abajo;

póngase estas gafas, yo mismo lo guiaré hasta allí. Todo es sutil y submarino,
a través de columnatas de coral,

pasando por las ventanas góticas de los abanicos de mar
hasta donde la cherna crujiente, de ojos de ónice,
parpadea, lastrada por sus joyas, como una reina calva;

y estas cuevas arqueadas con percebes
deshuesados como piedras
son nuestras catedrales,

y el bochorno antes de los huracanes:
Gomorra. Huesos molidos por molinos de viento
en marga y harina de maíz,

y eso era Lamentaciones,
eso era solo Lamentaciones,
no era Historia;
luego vinieron, como mugre en el labio seco del río,
los juncos pardos de los caseríos

cubriendo y coagulándose en ciudades,
y al atardecer, los coros de jejenes,
y sobre ellos, las agujas
lanceando el costado de Dios

mientras Su hijo se ponía, y eso era el Nuevo Testamento.

Entonces vinieron las hermanas blancas aplaudiendo
al progreso de las olas,
y eso fue la Emancipación—

júbilo, oh júbilo—
desapareciendo rápidamente
como el encaje del mar se seca al sol,

pero eso no era Historia,
eso era sólo fe,
y entonces cada roca se rompió en su propia nación;

luego vino el sínodo de las moscas,
luego vino la garza secretaria,
luego vino la rana toro bramando por un voto,

luciérnagas con ideas brillantes
y murciélagos como embajadores en jet
y la mantis, como policías de caqui,

y las orugas peludas de los jueces
examinando cada caso atentamente,
y entonces en las orejas oscuras de los helechos

y en la risa salada de las rocas
con sus charcas marinas, se escuchó el sonido
como un rumor sin eco

de la Historia, realmente comenzando.

martes, 12 de noviembre de 2024

Neoclasicismo asere o Lope de Vega en tiempos del Taiger*



La pura casualidad hizo coincidir el luto por la muerte del cantante conocido como El Táiger con la publicación de la tragicomedia en tres actos La capital del sol (Bokeh, 2024) del recién estrenado autor César Pérez. 

Que se trate de una coincidencia no impide buscarle sentido. Si en los alrededores de la muerte del reguetonero chocaron frontalmente el dolor popular con los escrúpulos clasistas, el populismo intelectual con los pujos de alta cultura, el exhibicionismo sin frenos con la perfecta indiferencia —dejando al descubierto las brechas que separan a la tribu cubana más allá de la política—, la tragicomedia de César Pérez, ambientada en Miami, convoca y representa multitud semejante de sentimientos contradictorios: pobreza de espíritu, frustraciones, deseos insatisfechos, celos, ambiciones insaciables y un desajuste radical con la realidad cotidiana de una sociedad más o menos normal. 

Entre la reacción en cadena ante la muerte del cantante y La capital del sol hay muchos temas comunes. Con ambas se podría armar un retrato robot del alma cubana a la altura del primer cuarto de siglo del segundo milenio, contando desde Cristo a esta parte.

Parecería una decisión extraña que, en su estreno dramatúrgico, César Pérez eligiera el recurso anacrónico de la obra en verso —desde el octosílabo hasta el alejandrino— para representar el presente cubano en Miami. Sin embargo, este reparo se conjura desde la entrada en escena de Larisa, la protagonista, presentando biografía, conflicto, filosofía y estética en solo ocho versos:

Fui jinetera en La Habana
Y aquí vendo 
rial estei   
Traje a mi madre y mi hermana 
Y a Lorencito también.
Muchas veces me pregunto
Por qué traje a ese cabrón
Es que no pueden ir juntos
Billetera y corazón.

Así, el ritmo antinatural de la poesía, con su filosofía callejera y su Spanglish recién adquirido, naturaliza lo que parecería incompatible y deja que el instrumento llevado por Lope de Vega a su máxima expresión teatral fluya por las autopistas y eficiencis de Miami, con la misma desenvoltura que por las calles del Madrid del Siglo de Oro. 

Basta con esa tranquila audacia de César Pérez para atar mundos que se enemistaron a muerte durante la agonía y fallecimiento del Taiger, donde, si a unos les molestaba el llanto de los otros, a estos últimos les mortificaba que su desolación no fuera unánime. 

Pérez escribe como si la vieja brecha entre alta cultura y cultura popular no existiera. O como si apenas fuera un estímulo para saltársela. El ritmo de su verso no se enemista con la realidad mayamesa, pareciendo tan natural como el de cualquier reguetón. ¿Acaso el género no ha conseguido, además de generar fanatismo y dinero, devolverle a la gente de a pie el gusto por el ritmo verbal y la rima? 

César va más allá y, para advertirle al siniestro Pepe Martí sobre los peligros de cortejar la mujer del prójimo, uno de sus secuaces resume el primer gran clásico de la literatura occidental, La Ilíada, de esta forma:

Acuérdese de que Homero
Nos cuenta que Troya ardió
Porque Paris le tumbó
La jevita a Menelao:
La calentona de Helena
Que aunque se partía de buena
Le puso malo el picao
A Héctor y su pandilla
Por ser tan guaricandilla.

(Enseguida se aclarará que el matón no leyó Homero, pero sí vio Troya, la película de “Brad Pí” interpretando al “pendenciero / Aquiles de pies ligeros”).

La capital del sol muestra el Miami cubano de ahora mismo, con sus jineteras reconvertidas en agentes inmobiliarias, sus chulos “degradados” a camioneros y sus chivatos ascendidos a testaferros de los negocios sucios del régimen cubano en el corazón del exilio cubano. 

No es la clásica capital del exilio gobernada por viejos periodistas republicanos atrincherados en emisoras AM, sino el Miami por donde se pasea como un príncipe Pepe Martí, encargado de lavarle el dinero sucio al régimen instalado desde siempre al otro lado del estrecho. 

Si tiene un baro ilegal
Escondido por ahí,
Tintorerías Martí
Le resuelve en un minuto,
Entra sucio por aquí,
Por allá sale impoluto.

Como antes los espías infiltrados en Langley, Pepe Martí es el nuevo héroe de un régimen que antes exaltaba la austeridad y ahora descubre placeres, como el caviar y las anguilas que, por cuestiones técnicas, nunca llegarán a la famélica libreta de abastecimiento. 

El nuevo héroe, además de lavarle el dinero en paraísos fiscales, conoce lo suyo de buenas marcas y artículos suntuarios. Así, Pepe Martí da órdenes a su ayudante:

Sácame los Ferragamos
Y el traje de Valentino
azul que me va de muerte
Con el Rolex de platino
Que esta noche me combino
Mejor que una caja fuerte.

Otro personaje esencial en la trama es la propia ciudad de Miami que le da título a la obra, escenario de la trama y sin la que no pudiera explicarse buena parte de los conflictos. Ciudad en que dos de cada tres habitantes han nacido en otro país, en la que se reinventan vidas a diario y, junto con el viejo sueño americano, se vende el de las segundas oportunidades. 

Pero, ante la ingente esperanza de dejar atrás el pasado de una buena vez, termina llegándose a la conclusión fatal de que “todo el futuro es incierto / y el pasado no caduca / el aliento de tus muertos / siempre te eriza la nuca”. 

No es este el Miami de las postales, ni siquiera el de las cartas triunfales al país natal. En La capital del sol se representa lo que la sociología decimonónica llamaría “los bajos fondos”: criminales, traficantes de casi cualquier cosa, hampones o gente que trata de escapar de ese ambiente sin conseguirlo. 

César Pérez lo retrata con rima esdrújula:

Aquí hay que andar con un látigo
Con tanto sapingo eléctrico
Choferes de Uber erráticos
Y mormones evangélicos
Dealers que venden orgánico
Adictos que compran vértigo
Kioskos de tacos asiáticos
Y de tamales transgénicos
Boarding homes esquizofrénicos
Y hospitales post-psiquiátricos
Llenos de
 homeless famélicos
Con modelos fotofóbicas
Y millonarios excéntricos
Con sus guardaespaldas sádicos
Y abogados energúmenos.

En este Miami se desarrolla una trama sencilla y al mismo tiempo rocambolesca. Lorencito, antiguo chulo de Larisa, intenta recuperar el control sobre esta cuando su viejo compinche, Roli, le propone el negocio que lo liberará del timón del camión que maneja y lo volverá irresistible nuevamente ante Larisa. El negocio consiste en secuestrar a la hija de Pepe Martí y pedir por ella un rescate millonario. 

Una salida aparentemente mágica, para quien cree en las propiedades milagrosas del dinero, cualquiera sea su procedencia. Trasplantados a la patria del capitalismo, tanto a Lorencito como al resto de los personajes les parece lógico y necesario adscribirse al evangelio del dinero. 

Así declama Lorencito: “En Cuba éramos esclavos / de gorilas con fusiles / aquí nos comen los biles / hasta el último centavo”. Y más adelante confunde, muy marxistamente, dinero con libertad: “Lo que quiero es muy sencillo / hemos llegado a una edad / en que no hay libertad / sin dinero en el bolsillo”. Así, bajo la convicción casi romántica de que “vivir es meterse en líos”, Lorencito acepta la propuesta de su compinche. 

La capital del sol, divertidísima en casi toda su extensión, tiene en cambio un resabio amargo que hace pertinente su subtítulo de tragicomedia. Es la amargura y el resentimiento de los forzados a abandonar su país sin entender muy bien por qué. De quienes intentan resanar viejas heridas e impotencias a golpe del siempre elusivo billete. De los que han renunciado a casi nada, que es todo lo que tenían, e intentan resarcirse del tiempo y la fe perdidos. 

César Pérez cumple con la obligación de todo autor hacia sus personajes: al hablar por ellos, trata de entenderlos, de hurgar en sus razones más profundas y dejar el juicio para sus lectores y espectadores. 

La política parece pesar poco en las decisiones de los personajes. Y con razón. Aquello que parece decisivo, a nivel de nación o de grupo, suele ser en la vida de los individuos un factor secundario, opacado por los demonios personales. 

Por eso cuando, en medio del secuestro, los extorsionadores pretenden aducir motivaciones políticas, Pepe Martí responde:

Pero, dime, ¿qué cojones
Tienen en la cabeza?
Suelten a Yumi, cabrones,
Y déjense de bajeza
Dándoselas de patriotas
Mientras secuestran mujeres…
Mira, tú, si lo que quieres 
Es llevar esto hasta el fin
Para hacerte el paladín
De la justicia, ¿por qué
En vez de este paripé
No me secuestraste a mí
al mismo Pepe Martí?
Ahí sí ibas a hacer historia
Y hasta cubrirte de gloria.

Con todo lo deslumbrante y magnífica que resulta La capital del sol, no es seguro que complazca a todos. El contraste entre la bastedad de los personajes y sus conflictos vitales, y la exquisitez de la factura de los versos con que se expresan, puede espantar a muchos. 

Como el belicoso luto por la muerte de El Taiger ha demostrado, las trincheras cubanas no pasan solo por lo político. Sobre todo, porque La capital del sol no intenta la síntesis populista que algunos proponen, sublimando lo grosero, sino que parte de la convicción de que no hay temas menores, como no hay estratos inferiores de cultura, sino maneras más o menos torpes o superficiales o frívolas al aproximarse a ellos. 

Ahí quedan las preguntas esenciales para este tiempo, o cualquier otro, que nos deja la obra. Preguntas tales como: ¿Qué sentido tiene la vida (o la muerte) más allá de acumular dinero?  ¿Qué hacemos con el pasado? ¿Es posible enfrentar una nueva vida sin sanar las heridas de la anterior? ¿Hasta qué punto podemos justificar nuestras acciones? 

Sería una lástima que La capital del sol no fuera bien entendida pues, como todo buen teatro, esta obra —junto a su gracia indiscutible— tiene mucho de la catarsis curativa que solo se puede experimentar a plenitud una vez llevada a escena. 

Allí se podría comprobar cómo nuestra ridícula tragicomedia vital, la del pasado que no cesa de insistir en ser presente —en Miami o cualquier otro sitio donde nos agarre el naufragio—, puede ser cantada con versos que no envidiarían a los del teatro del Siglo de Oro:

Se me reseca la boca
Y el agua del mar es poca
Para arrasar el pasado.
Y aunque levantes un muro
Y sea un búnker tu casa,
El pasado nunca pasa
Y te espera en el futuro
Para tirarte a la lona
Preguntando: ¿A dónde vas
Que yo no vaya detrás 
Como una sombra burlona?

*Publicado originalmente en Hypermedia Magazine

martes, 22 de octubre de 2024

Forever Young, o Rimar en casa del trompo: Unas décimas para Alexis Romay

Por César Pérez



Hoy es tendencia mundial

Lo más comentado en X

Me preguntó hasta una ex

Con la que terminé mal.

Lo susurra el platanal

En la finca de Otaola

Fue la portada del Hola!

Junto a una foto del Papa

Buscando a Cuba en el mapa

Para dejarla más sola.


En Facebook esta mañana

No se hablaba de otra cosa

Y el efecto mariposa

Arrastró a niñas y ancianas

Carnívoras y veganas

Con el hashtag @quesesepa

Desde el trópico a la estepa

Mucho loco y algún cuerdo 

Poniendo por fin de acuerdo

A frikis, mikis y repas. 


Está en Fox y en CNN

Lo comenta J.D. Vance

Mi amiga Brenda, que es trans

Le dice que no sea pene

“Miren como se mantiene”

Gritaban en un espasmo

De juvenil entusiasmo

Jueces, fiscal y jurado. 

Aquí hay felino encerrado

Que gritería no es orgasmo.


Al fin se aclaró el secreto

De la edad real de Romay:

Tres cuartos de lo que hay

Dos quintos de estate quieto

Menos su cara de nieto

Más que ya casi es abuelo 

Dividido por el celo

Con que olvidó envejecer

Multiplicado por Cher

Conservado en ron con hielo.


Las malas lenguas murmuran

Que ya anda por los cincuenta

Pero es que no se dan cuenta

Que sigue siendo criatura

Atemporal si madura

Y eterna en su desvarío.

Que no le hace mella el frío

Del almanaque sangrón

Y sigue ahí en su balcón

Mirando pasar el río.


Lo de este hombre con la canas

Más que abandono es desidia

No lo digo por envidia

O si acaso, envidia sana:

Pues La apertura cubana 

La cerró con jaque mate

No hay canción de Chocolate

Que lo supere en sapiencia

Y Salidas de emergencia

Fue un jonrón de cuarto bate. 


"Octosílabo" le llaman 

Porque vuelve cotidiano

El milagro quevediano

Del ingenio que proclama

De Cuba el grotesco drama

Con donaire y con altura:

Versos de seria diablura

Lo cubano y lo divino 

Héroe, cómplice, asesino

Y caviar con raspadura.


Creo que siempre haya el modo

De comentar nuestra historia

Porque acumula memorias 

De verlo y vivirlo todo:

Fue romano y visigodo

Peleó con Atila el Huno

Tocó el primer son montuno

Allá en las lomas de Oriente

Y lo arrastró la corriente

A Belascoaín y Neptuno


Fue tan precoz el muchacho

Que publicó una novela

Sin haber ido a la escuela

Titulada “Los borrachos”.

Fue él quien inventó el gazpacho

Y el papel allá en la China

A Jerjes en Salamina

Le dio hasta en las cicatrices

Y fue él quien amarró a Ulises

Cantando La gasolina.


En cada Constitución 

Que se escribió allá en la islita

Si lees la letra chiquita 

Verás su contribución.

Dijo que no en el Zanjón

Mandó a Fidel pal carajo

Le curó la peste a grajo 

Al Che de un tiro en La Higuera 

Compuso "La gozadera"

Y en Sodoma armó el relajo.


Liga del ibuprofeno

Cuida y ampara a tu hijo

Lávalo en tu regocijo

Que aunque sea ponchón es bueno

Que cada día sea estreno

De un musical infinito

Caetano con "Suavecito"

Que su gracia siempre suba

Que con él los New York Cubans

Tendrán su destino escrito.

miércoles, 22 de junio de 2022

La cólera de Gleyvis*


[Prólogo a Concierto mambí]

La poesía civil vio pasar su mejor momento en el siglo XIX. La decencia, en cambio, siempre ha sido anacrónica. De eso se trata Concierto mambí: poesía civil escrita por una poeta decente e indignada. O sea, es un libro extemporáneo como extemporánea es la situación que la inspira. Un libro que habla de tiranía y de derechos cuando la libertad es casi reaccionaria y los derechos humanos más elementales, ante la sutileza de los reclamos actuales, resultan una grosería. De ahí la importancia de la decencia para hacer creíble lo que no debería serlo.

Ante tanto comprensible oportunismo que circula en estos tiempos —¿cómo no ser oportunista si ya nada tiene tiempo de asentarse y todo lo que vemos pasar es una oportunidad tras otra?—, la convicción con que Gleyvis Coro Montanet arroja sus versos en la página parece cosa de magia y ella misma una hechicera.

Hablemos primero de la fuente de inspiración que del libro mismo porque la fascinación que genera este Concierto… se debe casi por completo a ella. El 11 de julio de 2021 era el día que los cubanos estábamos resignados a que no llegara nunca y sin embargo no dejábamos de esperarlo. Porque la vida bajo el totalitarismo, una vez hecha consciente, equivale a la de un esclavo.

Así de profunda es la humillación a tu humanidad cuando comprendes que tu existencia ha estado circunscrita a un estrechísimo margen de posibilidades que basta con atravesar para que te devuelvan a él con una violencia que no sospechabas. Pero a diferencia de la esclavitud real en esta, muchas veces tú y tu familia han colaborado activamente para hacer el sometimiento aún más completo, si no es que has colaborado para infligírselo a otros. Eso hace todo el asunto de la toma de conciencia más complicado e insidioso.

Si difícil es liberarse de tal sujeción como individuo, esperar a que el país se levante al unísono equivale a creer en milagros. Si encima te educaste ateo, tal fe milagrosa adolece de una excepcional incoherencia. Durante mucho tiempo los déspotas cubanos coincidieron con muchos de sus críticos en afirmar que el pueblo cubano tenía el gobierno que se merecía. Tal fue el sortilegio, la maldición, que rompieron las masivas protestas del 11 de julio, por mucho que el monstruoso despliegue represivo posterior quisiera convencernos después de que tal rebeldía fue mero espejismo. Las condenas monstruosas que se han venido imponiendo a los que ese día y los siguientes apenas intentaron ejercer su libertad de manera cívica y —en su mayor parte— contenida dan la medida en que el régimen teme que se repitan.

Cuando esa sincronización de la dignidad colectiva ocurre en un régimen donde lo único previsible es la sumisión, no queda otra opción que maravillarse. No creo que ningún otro libro dé cuenta de ese asombro y regocijo ante la dignidad recuperada como lo hace este. Lo que explica la fuerza de estos poemas suele ser el fracaso de muchos otros y es la empatía con que siguieron lo acontecimientos minuto a minuto. Tal hazaña da una idea de la fuerza poética de Gleyvis, de su identificación absoluta con el tema y de su honestidad esencial al abordarlo.

Estos poemas aparecieron en el Facebook de la poeta en las fechas que aparecen anotadas en el libro, con esa urgencia. A ese apremio le deben esos poemas buena parte de su fuerza. Eso explica el gradual serenamiento de los poemas a medida que se alejan del día que es el epicentro del libro, aunque su inteligencia y penetración poética se mantengan intactas.

Sobre Concierto mambí planea la sombra de Martí, sobre todo el de los Versos sencillos. Contra ese modelo, Gleyvis se apoya y compite, ya sea de manera implícita o explícita. No es demasiado atrevimiento si se tiene en cuenta que antes la poeta lo había hecho con La Ilíada. Como en el poemario de Martí, hay un deliberado esfuerzo por la sencillez, por dirigirse a todos, por ser entendida por el protagonista de los hechos que es el pueblo mismo. Como insiste en “De los humildes”: “/El líder de esta contienda // tan absoluta y tremenda, // tan harta de no poder, // es quien tenía que ser: // EL PUEBLO que se resinga // y que no tiene ni pinga // que perder/”. La Gleyvis de estos versos es distinta a la de sus libros anteriores. No es que antes esquivara las angustias cubanas, pero nunca lo había hecho con esa voz tan dispuesta a hablar por todos y de todo.

Por hablar, Gleyvis habla incluso por boca de Martí. Un José Martí adolescente que se ha lanzado a la calle junto a tantos jóvenes de su generación a pedir lo mismo que pidió siempre, libertad. Un Martí que se ha lanzado a correr la misma suerte de estos jóvenes en las prisiones cubanas: “/Te juro que se acabó. // Si quieres venir por mí, // me llamo José Martí // y estoy en 100 y Aldabó/”. Pero Martí no está solo. En prisión lo acompañan el resto de los próceres de la independencia (“/Hace un rato, al mediodía, // en la fila de los reos, // vi a Gómez y a los Maceos // junto a Calixto García/”), que con recelo escuchan hablar de una amnistía que finalmente no llega.

Poesía de ocasión con aires de eternidad, Concierto mambí engarza el lenguaje culto de la poesía decimonónica con las expresiones populares más crudas. Como cuando dice: “Es más puro y más volao // —más lindo y potente, asere— // amparar al que se muere // que obedecer a un singao/”.

Incluso las referencias históricas y poéticas que contiene este libro no necesitan más cultura que la que se obtiene prestándole alguna atención a la educación primaria en Cuba. Por enfrentarse, Gleyvis lo hace no solo con el régimen que aborrece, sino hasta con la tribu de la que nominalmente procede, la de los poetas e intelectuales: “/Ilustres intelectuales, // indaguen por qué razón // este joven, a pulmón, // con su naso colorao, // prefiere gritar ¡Singao! // a gritar revolución/”.

Tan auténtica es la rabia y la pasión con que afronta el episodio la poeta que no se detiene en consideraciones gremiales ni lingüísticas para dar a sus verdades el tono y las palabras exactas que necesitan.

Pero Gleyvis sabe que, además de a su pueblo, se debe a la poesía. Sabe que la emoción del Once Jota no la va a disculpar cuando la lean mañana o dentro de cien años. En ese sentido, los de Concierto mambí no son poemas de urgencia. Con todo y la prisa con que fueron escritos, la aspiración de estos versos es a quedarse para siempre o al menos todo el tiempo que puedan. Digamos que hasta que palabras como “Cuba” o “libertad” tengan sentido. Por ello, Gleyvis se sirve del repertorio poético-patriótico de la Isla, ya sea el Himno del desterrado de José María Heredia, Mi bandera de Bonifacio Byrne o hasta la letra del himno nacional cubano a la que troca el llamado original a la muerte heroica por la patria por la celebración de la vida: “/Del tumbao escuchad la atrevida // sinfonía que aplaude la vida // ¡Y vivid, bayameses, vivid!/”.

Y hasta logra la increíble hazaña de que el antipoético lenguaje inclusivo suene bien en un verso: “/Voy con todos, con todas y todes // a decirle al tirano: ¡Te jodes!/”. O de resumir sesenta años de castrismo en Cuba de manera lapidaria: “/Presumo // que este sistema —y resumo— // es un enorme trapiche // acoplado a un timbiriche // para vender miedo y humo/”.

Por mucho que los versos de Concierto mambí se basten a sí mismos, el libro no se reduce a ellos. Vienen acompañados de un riguroso batallón de notas al pie que explican día a día, con biografías, noticias y declaraciones, el contexto en que los poemas fueron surgiendo, haciendo del libro además de acto poético, documento histórico.

También se suman al Concierto mambí un lúcido análisis de la crítica Mónica Simal y las tremendas miniaturas de Omar Santana, un caricaturista que sabe, como poquísimos, aunar humor y poesía, complemento perfecto a versos que ni siquiera en las más dramáticas circunstancias renuncian por completo al ingenio y la gracia.

Esta presentación de Concierto mambí no intenta ser objetiva. No se trata solo de mi ya vieja admiración por la poesía de Gleyvis desde que me la tropecé en una antología. Sucede que las circunstancias que dieron origen a este libro me afectan tanto como a su autora. Sentí parecida emoción en aquellos días y ante tanta complicidad me siento sobornado de antemano. Pero por lo mismo que he estado al tanto de lo hecho y dicho en las semanas esperanzadas y terribles que sucedieron al 11 de julio de 2021, puedo dar testimonio de que nadie ha expresado mejor el entusiasmo y la rabia que —como nunca en su historia reciente— le hincharon de orgullo y esperanza el pecho al país.

*Publicado en Hypermedia Magazine

martes, 3 de mayo de 2022

Oda urgente a Enrique del Risco*



Otro regalo, en este caso de mi hermanito Alexis Romay:

Nuestra hambre en aquella Habana
—donde no nos conocimos,
ciudad de la que nos fuimos
ya cansados de la fiana,
la represión chabacana
y el futuro inalcanzable—
era un hambre insoportable
de libertad, de comida,
de no pasarnos la vida
comiéndonos aquel cable.

Décimas para Nuestra hambre en La Habana


César Pérez me hace el regalo inmenso de dedicarle once décimas a "Nuestra hambre en La Habana"

Soberanía alimentaria o El hambre, un arma de la Revolución

(Para Enrique Del Risco en la presentación de Nuestra hambre en La Habana).

Con tanta pasta de oca
Moringa texturizada
Y tripa desmucosada
Cuba está a pedir de boca.
Y como si fuera poca
Esa abundancia inaudita
Tenemos cáscara frita
Cortesía de Frei Betto,
Pan de cabilla y concreto
Y fricasé de termita.

De exquisiteces sin par
Cuba es una cornucopia:
Tiene una cuisine muy propia
Imposible de imitar.
¿Bisté de colcha e trapear?
Ya eso es manjar del pasado.
Ahora hay fritas sin pescado
De aserrín de pinotea
Carapacho e jicotea
Y mosquito empanizado.

No hay país donde se coma
Como en Cubita la bella
Patria de la mortadella
Con dientes, pelo y carcoma.
Ya está en nuestros cromosomas
Digerir lo indigerible
Masticar el imposible
Roer con saña el infinito
Para aplacar un poquito
Nuestra gula inextinguible.

El estómago cubiche
Es un órgano especial:
Si le echas piedra o cristal
Los muele como un trapiche.
Hace de espinas ceviche
Y del bagazo jamón,
Es alquimista y campeón
En transformar la materia:
Tragas un pan con bacteria
Y cagas filé miñón.

Te vendo en MLC
Tu leche de cucaracha
De contra, Machi borracha
Perreando con Buenafé.
Te vendo borra e’ café
Que es tu caviar de beluga
Te vendo pluma y pechuga
De avestruz imaginaria
Te vendo un mojón de claria
Y el fanguito en la lechuga.

No hay nada más rico y sano
Que vender a precio de oro
Pellejos de sapo toro
Y que paguen los gusanos.
Qué suerte tiene el cubano
Adentro y fuera rehén!
Somos piano y comején
Somos el alfa y la omega
Cola y bronca en la bodega
Guachipupa y chispetrén.

Fidel Castro lo sabía:
Si el pueblo come bazofia
Gusto y sentido se atrofia
Y te rinden pleitesía.
No era locura o manía
Sino un plan casi perfecto
Para crear un abyecto
País de zombies sin más plan
Que hacer la cola del pan
Como sumisos insectos.

Muy poca gente se lanza
A la calle a protestar
Si el día se les va en pensar
En cómo llenar la panza.
Cuando tu única esperanza
Es que llegue el fricandel
Tu vecino el coronel
Come su bisté confiado
En que aturdido y hambreado
Gritarás Viva Fidel.

Pide croqueta explosiva
Grita Viva la salchicha
Juega dominó sin ficha
Traga en seco sin saliva
¡Esta es la última ofensiva
Contra el Norte decadente!
Sigue hambriento y obediente
Hasta que se seque el mar
Que entonces podrás jamar
Un poco como la gente.

Tanto campo desolado
Peladera y marabú
Donde no vuela el sijú
Ni hay un boniato sembrado.
Este desastre anunciado
Ciclón Comité Central
Ha vuelto a Cuba un erial
Y si no cambia la cosa
El vómito de tiñosa
Será el plato nacional.

Sueño una Cuba futura
En que comer no sea un lujo
Ni haya que ser mago o brujo
Pa asegurar la fritura.
¡Abajo la dictadura
Y que la cola se acabe!
La libertad es la clave
El limón, la panacea
Para que Cuba no sea
Circo sin pan, ni casabe.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Lilliam Moro fallece en el exilio

Por Felipe Lázaro 
Lamentamos comunicar el fallecimiento de la poeta y escritora cubana Lilliam Moro Núñez, el pasado sábado 14 de marzo, en su casa de Miami.
En 1965,  siendo una joven estudiante habanera, Lilliam irrumpió en la poesía cubana al ganar el Primer Premio del Concurso “13 de Marzo” al que concurrían los alumnos de las Escuelas de Letras de las universidades cubanas, con su poemario El extranjero. Libro que no fue publicado por considerase contestatario … En esos años universitarios,  se vinculó al grupo de escritores reunidos alrededor de las Ediciones El Puente (1961-1965) que dirigía el poeta José Mario.
En su patria, realizó estudios de Magisterio en el Instituto Pedagógico Makarenko y se licenció en la Escuela de Letras y de Artes de la Universidad de La Habana. Trabajó como profesora de Literatura en un preuniversitario y publicó críticas y poemas en revistas cubanas de la época, como La Gaceta de Cuba, Unión, Bohemia  y Casa de las Américas.
En 1970, tomó el duro camino del exilio: Primero, residió cuarenta años en España y, posteriormente,  unos años en Puerto Rico hasta terminar una década en Miami.
En España, trabajó durante años en la editorial Playor, que dirigía Carlos Alberto Montaner en Madrid y con posterioridad  en la casa editora Plaza Mayor de Patricia Gutiérrez (Hija de Eloy Gutiérrez Menoyo) en Puerto Rico.
Su extensa bibliografía se puede sintetizar en estos títulos,  escritos y publicados todos en el destierro: Poemarios: La cara de la guerra (Madrid,1972), Poemas del 42 (Madrid: Playor, 1989), Cuaderno de La Habana (Madrid: Fundación Cultural Olivar de Castillejo, 2005), Obra poética casi completa    , Contracorriente (Salamanca: Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador, 2017),  El silencio y la furia (Miami, 2017 ), Tabla de salvación (Madrid: Betania, 2018) , Viaje hacia el horror (Madrid: Betania, 2018)  y Ese olor a después (Miami: Ediciones Furtivas, 2020). Novelas: En la boca del lobo (Madrid: Verbum, 2004), I Premio de Novela Corta “Villanueva del Pardillo” y Las reencarnaciones de Mamá Inés (Miami: Ediciones Furtivas, 2020).
Además de poeta y narradora, realizó ediciones críticas-didácticas de clásicos de la literatura española,  como: Novelas ejemplares Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes , El Lazarillo de Tormes, Poema del Cid, La verdad sospechosa de Juan Ruis de Alarcón, Peribánez y el Comendador de Ocaña de Lope de Vega,
La Celestina de Fernando de Rojas, El burlador de Sevilla de Tirso de Molina, La vida es sueño de Calderón de la Barca, entre otras.
Una selección inicial de poemas de Lilliam Moro apareció en la antología  Segunda novísima de poesía cubana  (La Habana,: Ediciones El Puente, 1964) del poeta cubano José Mario. Sin embargo, esta edición fue censurada y no llegó a publicarse en Cuba. Esta obra se puede leer en el libro Ediciones El Puente en La Habana de los años 60: lecturas críticas y libros de poesía (México: Ediciones del Azar, 2011)  de Jesús J. Barquet.
Otras selecciones de su poesía pueden leerse en: Poesía Cubana Contemporánea (Madrid: Catoblepas, 1986), en Poetas Cubanos en España (Madrid: Betania, 1988) de Felipe Lázaro, en  La poesía de las dos orillas. Cuba, 1959-1993) de León de la Hoz (Madrid: Libertarias / Prodhufi, 1994 y Madrid: Betania, 2018), en la Poesía Cubana: La Isla Entera (Madrid: Betania, 1995) de Felipe Lázaro y Bladimir Zamora, en la Antología de la poesía cubana. Tomo IV (Madrid: Verbum, 2002) de Ángel Esteban y Álvaro Salvador, en la Antología de la poesía cubana del exilio (Valencia: Aduana Vieja, 2011) de Odette Alonso y  en Otra Cuba secreta. Antología de poetas cubanas del XIX y del  XX (Madrid: Verbum, 2011) de Milena Rodríguez Gutiérrez,  entre otras.
También, como poeta,  fue invitada y participó en los Congresos de poetas iberoamericanos celebrados en la ciudad de Salamanca (2009 y 2017).
Como homenaje a la trayectoria poética de Lilliam Moro (La Habana, 1946 – Miami, 2020), ofrecemos a nuestros lectores una breve selección de  cuatro poemas:


Ofelia flota sobre las aguas verdes
 A Sir John Everett Millais
Ofelia flota sobre las aguas verdes,
su cabello enredado entre nenúfares,
los juncos de la orilla.
Los pececillos de colores entran en sus oídos
Con su batir de aletas diminutas
Reproduciendo el perenne murmullo de la alucinación.
Ofelia flota y está inmóvil.
Bajo sus párpados conserva la imagen última:
el fugaz pajarillo, la abeja sobre el lirio,
las ojeras del príncipe de Dinamarca.
La conciencia se desvanece lentamente con su cerebro
que ya de descompone.
Pero no habrá descanso para la dulce Ofelia:
la locura no es alimento de la muerte
y flotará –como ella ahora-
sobre los ruidos del cuerpo reventándose,
sobre el hedor de sus emanaciones
y aun cuando todo esto haya pasado
persistirá en los órdenes desconocidos,
en los recuerdos que en los demás pervivan,
en el remordimiento del ojeroso príncipe.

Elogio del danzón
 En recuerdo del primer danzón,
Las alturas de Simpson, 1879.
Para Ana Riutort
          
Inquieta abre la puerta llenando aquel salón
la herencia afrancesada,
el experto compás que intenta una cadencia
más colonial si cabe. Son las luces
que blanquean la piel como es debido.
La contradanza está sonando.
No obstante la levita y el cuello almidonado.
las largas y acampanadas faldas,
se cuela entre los pies un ritmo abrupto,
melancólico suena en aire y percusión:
toque negro insolente pese a las muchas luces.
Y el cochero allá afuera sonríe picaresco
y el que lleva las copas de ponche se estremece:
el flautita mulato se ha estado congraciando.
Han nacido el danzón y muchas cosas:
Las alturas de Simpson están tomadas ya.

Precauciones
Cuando amanezco, a veces,
una mirada en derredor me dice
que vivir es muy fácil:
-tengo todo mi cuerpo en buen estado,
trabajo, como recibo a veces cartas.,
y tengo compañía-
Cuando amanezco, a veces,
una mirada en derredor me dice
que no abra la puerta si me llaman,
que no coja el teléfono
y que ningún periódico se escurra
de puertas para adentro:
porque afuera está aullando la fiera de la desesperanza
porque allí está de guardia el hecho imprevisible
porque un montón de cosas se me vienen encima
sin que yo las comprenda.

En memoria de ellos
Los poetas poetas
mueren en vida o se suicidan
o se entregan al virus de las tres iniciales
o abren las puertas al cangrejo que camina de lado
y los devora internamente como si fuera un gran amor.
Los poetas poetas,
los que desprecian las certezas,
los aguafiestas, lo que visten tan mal,
son los que eligen arder como en la alquimia
para crear los mundos imposibles
que sustituyan la sonrisa forzada,
la mediocre metáfora,
el premiecito que los compra,
la otra mejilla puesta para la bofetada
del que administra las medallas y el hambre.
Los poetas poetas se arriesgan al olvido,
la peor de las muertes.
*    *     *
Desgraciadamente, otro poeta cubano muere en el exilio… Pero estas recurrentes muertes -lejos de la patria- representan un gran  testimonio y  una denuncia contundente contra uno de los mayores crímenes del régimen del 59, responsable de este masivo destierro vitalicio que ya dura más de 60 años…
Por esta tragedia exiliar cubana, hoy más que nunca, hay que recordar que estos “muertos de la Patria” (Virgilio Piñera, dixit) jamás fueron emigrantes, sino sucesivos  exiliados políticos y, entre esos millones de ciudadanos cubanos, nuestra admirada Lilliam Moro -como poeta y escritora cubana- mantuvo una dignidad  de disidente ejemplar y su postura radical contra el castrismo estalinista siempre fue una constante en su vida de desterrada.
Al  menos, solo nos conforta saber que la obra literaria de nuestros ilustres muertos exiliados se recordará para siempre en cada rincón de nuestra Isla, como  señalaba Lilliam al final de su poema  “Meditaciones de Odiseo”: “Para ti todo ha terminado. / Ya sólo eres un hombre que muy pocos recuerdan. / Ha sonado el portazo de Dios / y estás del otro lado”.
¡Descanse en paz nuestra amiga Lilliam!
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Para completar este recuerdo-homenaje, ofrecemos la versión digital  (PDF) de los dos títulos publicados por Lilliam Moro en Betania (2018)  para su lectura  y descarga GRATUITA. Son su poemario Tabla de salvación y la separata Nº 12 con el poema Viaje hacia al horror.