domingo, 21 de octubre de 2007

Más sobre el regreso de Los Siete...


Juan Carlos Quintero me envía lo que parecen ser los textos del programa de la puesta en escena de Los Siete contra Tebas que fue estrenada en La Habana el sábado pasado, apenas 39 años después de haber sido censurada por oscuros burócratas que afortunadamente ya no están entre nosotros (nosotros los que nos fuimos, claro está). Por cuestiones de espacio dejo fuera los textos de Jesús J. Barquet, Carlos Celdrán y Ricard Salvat pero si lo desean se los pongo después. Si esto es resultado de la guerrita de los emails es de agradecer. Para algo tenía que servir además de que repartieran viajes a unos cuantos, digo yo. A menos que el publico opine distinto y diga que hubiera preferido viajar aunque la obra permaneciera guardada cuatro decadas mas.

Vivir para ver
Por Antón Arrufat. Premio Nacional de Literatura
Estimado público, buenas noches. Les habla Antón Arrufat. Ocupen sus asientos y hagan silencio, un silencio propicio. Este acto de reparación y de justicia pudo ser un acto póstumo. Pero las secretas leyes que rigen nuestras vidas, no lo dispusieron así. Cuarenta años después de haber escrito Los siete contra Tebas, de haber sido prohibida y marginada de la cultura y del teatro cubano, sube a las tablas y se presenta ante la consideración de sus espectadores. Y para dicha de Tebas, su autor no ha muerto. Está aquí, ocupa su lugar y su luneta, habla y camina, sonríe y estrecha las manos que se tienden para saludarlo. Otros han muerto, entre ellos muchos de sus grandes amigos y de sus pequeños enemigos, otros viven en tierra ajena, y ni unos ni otros podrán asistir a este espectáculo, que he de ver con vida y salud, sépanlo bien los que me quieren y aquellos que hubieran preferido que esta obra no se estrenara jamás. Este momento supremo ha llegado para mí y para todos los que saben acompañar.

Como conocen mis lectores, Los siete contra Tebas no es la única obra que he escrito. Libros de cuentos y poemas, novelas y ensayos se han sucedido durante estos cuarenta años, y reconocimientos, medallas, premios nacionales me han sido otorgados en mi país. No obstante esta obra permanecía en la sombra, en una sombra ominosa, que se reflejaba en todo cuanto hice hasta hoy. Las circunstancias sociales en que los hombres que la condenaron pudieron llevar a cabo esa desdicha, ya no son las mismas. Han pasado casi tres generaciones. Todos somos más sabios. En ese largo y fructífero tiempo aprendimos que nuestra sociedad y nuestra vida forman una relación contradictoria, desgarrada, jubilosa, creadora entre todos, individuos y Estado. Eso está aquí en Tebas, en esta especie de ágora se han de debatir con lágrimas y lamentaciones, como corresponde a una tragedia. En el mágico espacio del teatro, nos conducirá a otra zona donde la irrealidad se transforma en un saber acerca de la realidad de nuestras vidas. Sobre la permanencia de aquella sombra, abiertas las puertas, caerá una luz potente que a todos sus espectadores, el autor incluido, los hará más luminosos. Como es costumbre en su ritual de iniciación, Mefisto toca tres veces para que empiece la representación.

Nuestra mejor literatura
Por Abelardo Estorino. Premio Nacional de Literatura y Premio Nacional de Teatro
Cuando en 1968 Antón Arrufat gano el premio UNEAC con Los siete contra Tebas me produjo una gran alegría: la calidad poética y funcional del texto era un triunfo para el teatro cubano y pedía su inmediato montaje. No sucedió así y ya sabemos por qué. En los últimos meses hemos analizado ese proceso hasta el cansancio, al menos para mí. Pero no es tan simple. También Electra Garrigó tuvo su odisea. Y el asunto está en la palabra odisea. No conviene presentar batalla a los dioses. Cocteau lo ha dicho: los dioses existen… es el diablo. La Medea de Eurípides no fue aceptada en su estreno y tal vez sepan los dioses lo que sucedió con el Edipo rey de Stravinsky. La mejor virtud de un dramaturgo es la paciencia. Siéntese en el quicio de un edificio y verá el cadáver de su enemigo pasar.
La espera de Antón en el quicio en compañía de Etéocles y Polinice ha sido fructífera. Ahora a casi 40 años de su escritura la obra subirá a escena. El momento es diferente, todos hemos madurado, somos más sabios: entendemos la función del teatro mucho mejor, ya no pensamos que es un catecismo con reglas rígidas y silicio por los pecados. Ahora lo aceptamos como el ágora adonde vamos a discutir nuestros problemas de manera franca y vital; ya sabemos que el héroe es un ser de múltiples facetas, nunca hecho de una pieza, personaje negativo o personaje positivo. ¿De otra manera dónde quedarían Raskolnikov u Oppiano Licario? La vida remeda a los hombres que la hacen: es multifacética, conflictiva, cielo e infierno y el ansia constante de transformarla para hacerla mas fructífera y partir juntos el pan horneado por la mañana y brindar con los vinos de nuestros viejos odres.
(Iba a escribir nuestro memorable pasado, con nombres como Heredia, y Luaces escribiendo tragedias a partir de los clásicos y Martí entregándonos sus versos libres para sentirnos siempre orgullosos de nuestras generosas raíces). De ese tronco nace nuestra mejor literatura y Los siete contra Tebas es una de sus ramas. Alcemos el telón y lo comprobaremos.

Cuestión de Justicia
Por Reynaldo González. Premio Nacional de Literatura.
Cuestión de justicia. Poética y de la otra. Los siete contra Tebas llega al escenario cuarenta años después de haber sido premiada y publicada, denostada y exaltada en uno de los actos más raros que pueda tener libro alguno: un prólogo que lo ataca y no recomienda su lectura. De ese gesto altanero solamente podemos decir que contribuyó a darle una importancia y una expectación ya irreversibles. Ahora podremos ver su culpabilidad o su inocencia, o, como son las cosas que de verdad valen, una mezcla de ambos extremos. Quizás apreciemos las razones o sinrazones que entorpecieron su realización como pieza teatral, que no como texto. Muchos hemos leído Los siete contra Tebas, libro hurtado, escondido, afrontando la posibilidad de que su lectura fuera vista como declive, flojera ideológica, pecadillo condenado en los altares de una burocracia que presumió saber y ordenar lo que debíamos leer y como debíamos ser. Para muchos de quienes contendimos en la cultura cubana de los últimos cincuenta años esta puesta en escena es, también, una realización personal, un manotazo al atrevimiento de decirnos qué era bueno o malo, conveniente o denostable. El pensamiento dogmático, sus cartabones y oportunos ajustes tendrán un grave revés al levantarse el telón. Sin temores ni prevenciones, por sí mismos, los espectadores se harán sus propias opiniones de esta obra maldecida. Sintámonos herejes, reafirmemos la bondad más alta, el riesgo.

LA MALDICIÓN DE APOLO
Por Adolfo Gutkin. Director del Festival de Teatro de Porto, Portugal.
Miembro del jurado del Premio José Antonio Ramos, 1968
Querido Antón:
Esta noticia me llena de tanta alegría y me conforta tanto como a ti. Finalmente, tras cuarenta años de tonterías y celos profesionales, cuatro décadas después de que aquellos «tontos con poder» ejercitaran su censura, finalmente se estrena Los siete contra Tebas.
Aquellos oportunistas, sin saberlo, hacían cumplir, en La Habana, la lejana maldición de Apolo que, castigando la desobediencia de Tiresias al salvar a Edipo, determinó en su oráculo que su sentencia llegara incluso a los hijos de Edipo, una de las más célebres víctimas inocentes de la tragedia clásica, y que los hermanos se matarían mutuamente.
Aquellos sectarios, prohibiendo y persiguiendo tu versión de la tragedia de Esquilo, justificaban y llevaban a la práctica en la sociedad de nuestro tiempo, el comienzo de una persecución y de una lucha fratricida que, precisamente, tu obra condenaba de antemano,
Extrapolar aquella maldición «oblicua» de Apolo a una situación particular de cubanos en la isla y cubanos en el exilio, identificar el coro griego que juzga con horror la matanza entre hermanos con los miembros de los C.D.R., sólo podía estar en la mentalidad perversa y paranoide de los inquisidores responsables de la cultura nacional de aquellos tiempos pasados.
Alegría dolorosa, querido Antón.
El oro es un mineral escaso y caro, pero tiene, además, un valor intrínseco como mineral, es el metal más bello (“hijo del sol pero más rutilante que su propio padre...” Ben Jonson), maleable e incorruptible. Tiene la cualidad de conservarse puro, y aunque toneladas de tierra y excrementos traten de ocultarlo, algún día, en virtud de esos movimientos telúricos que no controlamos y que poseen algo de justicieros, lo traen de nuevo a la superficie y brilla como si fuera el primer día de la creación.
En este acontecimiento que resulta el estreno de tu obra, te deseo, Antón, que brille como el oro recién surgido de la tierra, como debió brillar hace cuarenta años. Y que al igual que esas rosas sembradas en el camino de tantas víctimas inocentes, desmienta, con su perfume inexorable, el viento de la muerte.
En días como hoy, en que esa lucha podría darse incluso en el espacio de nuestro ámbito más íntimo y querido, Los siete contra Tebas, puede tener una lectura de mayor utilidad y alcance que la que hicieron hace cuarenta años aquellos que tan ciegamente la condenaron.
Un gran abrazo y mucha suerte,
Adolfo Gutkin.

TEBAS HA TRIUNFADO
Por Omar Valiño Cedré. Director de la Editorial Tablas-Alarcos
En vísperas de sus cuarenta años de escrita, premiada y acusada, Los siete contra Tebas, de Antón Arrufat, sube al fin a los escenarios de la isla en peso que es carne de su letra y destino de sus propósitos y deseos. Ningún acto es suficientemente capaz de exorcizar los demonios, más el triunfo de la fe, justa, incómoda y serena a un mismo tiempo, aplasta a nuevos, y peores, oficiantes de odiosas profecías, malsanos agoreros.
No sólo todo ocurre bajo el sol, sino mejor: bajo su luz todo encuentra un lugar definitivo en la tierra. Signo de signos. Hoy llega del alma, mucho más que de los brazos, de un cubano que, como Polinice, un día emprendió el viaje más allá de las puertas de la ciudad siempre acosada, y equivocada a veces, pero que jamás volvió con la lanza en su mano, sino con la eucaristía del “amor triunfante”.
En su grandeza, la ciudad no sólo enterrará piadosamente al enemigo: acogerá como suyos a los hijos dispersos. Antón sabía desde entonces que Tebas vencería. Y Tebas ha triunfado.

Alberto Sarraín
Director invitado de Mefisto Teatro para la puesta en escena de Los siete contra Tebas
No creo que haya existido, en mis treinta y siete años de trabajo en el teatro, un momento tan especial como este. Enfrentar la puesta en escena de Los siete contra Tebas de Antón Arrufat no ha sido sólo enfrentar una gran obra, un texto inolvidable, un elenco numeroso y una producción complicada. Cosas que someten, en cualquier lugar del planeta en donde se ejerza esta profesión de locos, a tensiones inevitables. Durante estos meses de trabajo en Cuba, he sentido que metía mis manos en materia sagrada. He sentido más que la pasión con que siempre enfrento mi trabajo, una devoción por la obra, una extraordinaria admiración por su creador y la responsabilidad de entregar a la cultura cubana un trabajo que esté a la altura de esa argamasa en que deviene la literatura teatral para el puestista.
Me ha salvado de esta angustia, la certeza de que me acompañaron en el viaje un equipo de creadores único, con los que he podido tener un diálogo del que siempre ha salido beneficiada la obra. Con ellos el texto de Antón se ha convertido en espacio, ropajes, música y movimiento, luces, maquillaje y voces.
En estas largas jornadas de ensayo, donde muchos abandonaron el barco temiendo su hundimiento, han seguido contra viento y marea un grupo de experimentados y noveles actores, asesores y asistentes, egresados del sistema de enseñanza artística cubana, que bajo el amparo de Mefisto Teatro y su director Tony Díaz, empeñaron con verdadera devoción su tiempo, cientos de horas, en realizar un trabajo titánico en medio del agotador verano de la isla.
No puedo finalizar estas notas sin mencionar los nombres de Omar Valiño y Abel Prieto, cuyo esfuerzo y determinación de devolver esta pieza a la cultura cubana después de cuarenta años, han sido fundamental para que se abra el telón.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien.

analista dijo...

Sabe alguien si Arrufat ha declarado si es cierto que puso esos símbolos (el coro y los CDR, etc)?. Es decir la verdadera historia de la prohibición. Pues una cosa es censura y otra es paranoia censurante.

Anónimo dijo...

me alegra ver que al menos en este blog se reconoce la labor del injustamente vilipendiado Abel Prieto en el rescate de la cultura, en el abrir los espacios para los artistas que estamos lejos geograficamente pero no en el corazon. Gracias, enrisco, por poner estos comentarios. Veo que tu tambien ves lo que otros vemos y que rectificar nunca es tarde. Gracias de un asiduo lector.

Enrisco dijo...

Tremendo jodedor el anonimo este. Este puede ser el principio de una buena amistad si es que no nos conocemos ya.

Anónimo dijo...

por favor señor Enrisco que todo el mundo no tiene el mismo nibel cultural me podria esplicar mejor quien es Anton Arrufat y que fue lo que paso con esa obra llamada Los ciete contra Tebas cuando se publico. señores desen cuenta que todo el personal no esta informado de ese tipo de espesifisidades. tambien aclarenme cual es el papel de Abel Prieto en toda esta istoria por favor

Anónimo dijo...

abel prieto es un senor tratando de no separar a los escritores a partir de su credo politico (y a los artistas en general). Son testigo de ello gente como habana abierta y como orishas, asi como muchos pintores.

Anónimo dijo...

si trata de no separar a los escritores, quiere desir que es bueno, no?, quiero desir positibo para la cultura cubana, que es partidario de la reconsiliasion y de que todos, gusanos y comunistas, nos reencontremos en el terreno de la cultura cubana, mas alla de las ensillas politicas intrsendentes. si es asi, que biba el señor Abel Prieto. no se olviden, señores, que la cultura es como el escudo de Aquiles, capás de curar las heridas de los tiempos de intolerancia y dogmatismo. a proposito, recomiendo la lectura de un escrito de Rufo Caballero hace par de dias en Juventud Rebelde. muy buen articulo el del señor Rufo.

Anónimo dijo...

vaya cochinillo, si, asi es, la cultura por encima de todas las rencillas. Y de paso, me alegro que menciones a otro de mis idolos, ese grande del comentario cinematografico y cultural que es el rufo. pocos como el han tenido el valor de quedarse en cuba y desde alli luchar por sus ideas.

Anónimo dijo...

gracias a enrisco tenemos un espacio para admirar a nuestros redentores, los abeles, los rufas... que bueno enrisco felicidades por la tolerancia, al final se demuestra que ustedes se fueron de cuba por gusto, en la isla les iria de lo mejor con tanto talento.

Anónimo dijo...

señores ay sierta enbidia en sus comentarios hironicos sobre Rufo Caballero. gustele a quien le guste y pecele a quien le pece, el señor Rufo es el numero uno en lo que a culturologia se refiere. sine, pintura, escultura, literatura, video clip, teleplays, regueton: todo eso abarca y mas. quien lo dude que eche un bistazo a sus ultimas publicaciones: "A lo cubano (Marginalidad y performance en Jardín, de Dulce María Loynaz, y Di que no, de Hollo colorao)" (La gaceta de Cuba, julio-agosto, 2007) y "Para un nuevo ajiaco lezamiano (Analisis narratologico, semiotico y culturologico de El vuelo del gato, de Abel Prieto) (Revolucion y cultura, abril-junio, 2007)

Anónimo dijo...

vaya cochi, veo como te gusta revolcarte en el lodo y hociquear la caca. buen nombre te has dado.

Güicho dijo...

A mí me vale un pepino todo ese revuelo culturoide. Ni sé quién es Arrufat, ni Simón Pérez o Joseíto Rabín. Ni me importan todos los premios o cajitas que hayan cojido en cualquiera que sea el festival o la fiesta. Lo que quisiera saber es que le está diciendo el mulato de la chaveta al blanquito pelú delante de todas las jevas.

Anónimo dijo...

que tipico del cubano, guicho: "Soy ignorante, soy un papi, y a mucha honra, asere...aqui cualquiera, oite, la pinga pa cualquiera, o que bola?"