lunes, 25 de diciembre de 2017

Feliz Navidad

Romper dietas o soplarle 2017 velitas al niño Jesús. Cualquier pretexto debería ser bueno para celebrar estar vivos y recordar a los que no. Muchas felicidades tengan todos en estas Navidades. Abrazos.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Los posts más leídos de 2017

La noticia es que todavía este blog tenga lectores y que esta lista tenga sentido. Y mi lección de este año es que incluir la palabra “netflix” multiplica los lectores exponencialmente.



viernes, 22 de diciembre de 2017

Mis libros (cubanos) del año

El Nuevo Herald me pregunta por mi libro favorito escrito en español y publicado este año y respondo:

"Mi libro favorito de este año son tres. Dos de ellos rellenos con relatos formidables: ambos con un animal en el título, ambos de un humor brutal. En todo lo demás son bastante distintos. Por un lado "Mi novia preferida fue un bulldog francés" (Alfaguara) de Legna Rodríguez Iglesias, un libro que es como esos amigos que conociste en una pelea, justo mientras te rompía la nariz: nunca te vas a olvidar de él. Por otro está "El año del cerdo" (Alexandria Library) de Francisco García González cuyos cuentos son la mejor descripción que he encontrado del apocalipsis en cámara lenta que es la náufraga isla de Cuba: desde los últimos cincuenta años hasta los próximos quinientos. Y faltaría "Estudios del malestar" (Anagrama) del filósofo español José Luis Pardo, un análisis brillante del ascenso del populismo en los últimos cien años, no solo como opción política sino también artística, si es que vale apuntar la diferencia"

Dejé de mencionar, sin embargo, otros libros que por una razón u otra me han impactado este año. Uno es la novela “La casa y la isla” de Ronaldo Menéndez donde el escritor ajusta cuentas con su pasado cubano: con sus recuerdos escolares, juveniles, su pertenencia al grupo El Establo y la diaria miseria que distribuye a partes iguales hambre y miedo: todo eso repartido en personajes y escenarios creíbles y queribles.
De “Adiós mi Habana” ya he hablado aquí y poco me queda por añadir.
Por lo demás este ha sido mi año Abreu. Imperdonable que haya tardado tanto en llegar a ellos pero eso no disminuye la recompensa de leerlos. De Juan leí “A la sombra del mar” (1998) “Debajo de la mesa” (2016) y la novela “Accidente” (2004). Todos son buenos pero recomiendo especialmente los dos primeros, estremecedores ejercicios de memoria. “A la sombra del mar” es una suerte de diario que un muy joven Abreu llevaba en los días en que su amigo Reinaldo Arenas se escondía de la persecución policial en la jungla falsa del Parque Lenin a donde Abreu le llevaba alimentos y otros recursos para que sobreviviera. Desde el fondo del llamado Quinquenio Gris ese libro rescata a la literatura cubana de la vergüenza de ser ella misma. “Debajo de la mesa” son las memorias del escritor desde su infancia mataperra en el reparto Poey hasta su salida de Cuba a través del éxodo del Mariel. Un libro imprescindible para entender unas cuantas cosas.

De su hermano José Abreu Felippe recomiendo enfáticamente “Dile adiós a la virgen” (2003). Detrás de ese título no especialmente atractivo se esconde una de las mejores novelas cubanas sobre la segunda mitad del siglo XX. La anécdota es sencilla: relata la vida del protagonista después de que toda su familia ha conseguido escapar a través del éxodo del Mariel. El submundo de los parias de la Revolución que para sobrevivir y ejercer una libertad reducida a la mínima expresión deben desdoblarse en traficantes de champú para perros, tahúres de casinos clandestinos, empresarios porno, yoguis o bisexuales voraces (la novela es a la bisexualidad cubana lo que las de Arenas son a la homosexualidad). A diferencia de otros libros similares la novela sigue al protagonista en su fuga a España y luego de largos años atrapado en ese exilio intermedio lo acompaña a los Estados Unidos y su difícil adaptación allí. Pero es en esos años cubanos que van apenas de 1980 a 1983 cuando vemos emerger como maravilla esta epopeya de la miseria, el miedo y la libertad.  
Ah, y me quedaría mencionar “Para matar a Robin Hood” (2017) una reunión de las crónicas de cine de Néstor Díaz de Villegas libro portentoso y sólido como si se hubiera escrito de un tirón y no como entregas dispersas a través de años. Pero de ese libro me gustaría hablar en detalle más adelante.

martes, 19 de diciembre de 2017

El misterio de la carne


Hacer comprensible el régimen que impera en Cuba siempre ha sido una tarea complicada. Por eso, para ahorrarme tiempo y explicar de una vez lo absurdo y arbitrario que puede resultar empiezo por las vacas. Ya se sabe: que puedes recibir una condena mayor por matar una vaca que a una persona. Que si te comes tu propia vaca vas preso. Que si te la roban te cobran una multa. Bastante más difícil es explicar la supuesta lógica. Sin embargo un recorrido apurado por los discursos de Fidel Castro en los primeros años de Revolución permite reconstruir el proceso de creación de ese absurdo.
Insisto no pretendo ser exhaustivo pero la primera referencia que encuentro al “problema” de las vacas son las críticas del Comandante al sistema de producción anterior en un discurso dirigido a la Federación Nacional de Trabajadores azucareros el 19 de diciembre de 1960. Allí empieza a desarrollar sus teorías de cómo mejorar el que califica como “sistema prehistórico” de crianza del ganado:

“Teníamos otro monocultivo además de la caña: el monocultivo ganadero.  Eso era peor todavía que el cañero, porque daba menos empleo todavía que el cañero.  Para que ustedes tengan una idea del atraso de nuestra agricultura, baste decir que en nuestro país se producía la carne mediante un sistema latifundiario.  Es decir, un rebaño de reses que estaba pastando meses y meses, años y años, atendidos por uno o dos hombres, en pastos naturales.  Era un sistema prehistórico de producción de carne.¿Saben ustedes qué cantidad de tierra se necesitaba en Cuba para producir, exclusivamente, la carne del consumo?  Se dedicaban 350 000 caballerías a producir la carne que consume un país de una población reducida.Una res tenía que vivir y pastar durante 30, 32, 34, 36 meses, antes de venir al matadero.  Trescientas cincuenta mil caballerías dedicadas a producir nada más que la carne de nuestro consumo.  ¿Cómo no iba a haber desempleo en el campo?  El método de producción era un método latifundiario. Frente a eso existía un tremendo obstáculo:  el precio de producción latifundiaria es un precio bajo.  ¿Por qué?  Porque no se le sirve pienso al animal, lo atiende un hombre, no se cultivan los pastos, son pastos naturales, muchos de ellos, y, claro, se puede producir un tipo de carne barata, pero mala; un sistema de producción intensivo de carne eleva el costo de producción, pero produce carne mucho mejor en un espacio mucho más reducido de tierra.De manera que una caballería de pastos cultivada con pangola, por ejemplo, en un sistema de producción intensiva, en un establo, puede alimentar hasta 120 reses.  En el sistema prehistórico nuestro, el promedio de reses por caballería era de 10 a 12, 6, 8.  Es decir que en un sistema de producción intensiva, en 50 000 caballerías podemos producir toda la carne que consume nuestro país, y nos quedarían libres para diversificar 300 000 caballerías de tierra.  Calculen ustedes las posibilidades de producción y exportación de carne que tiene nuestro país.  Dedicábamos 350 000 caballerías a producir carne, y, además de eso, importábamos derivados del cerdo y grasa animal por valor de 40 millones de dólares.Vean si se explica o no el desempleo que había en Cuba.  El número de cientos de miles de familias viviendo en los callejones y en las guardarrayas; además, el desempleo, como consecuencia de que en una finca de 600 y 700 caballerías trabajasen solamente 10, ó 12, ó 15 personas. Luego, teníamos el monocultivo ganadero, era difícil organizar una cooperativa en una finca ganadera; había que convertir 12 personas en dueñas de todo el ganado de esa finca, había que hacer inversiones mucho mayores.  No era el caso del obrero cañero que llevaba muchos años luchando allí con la caña; eran zonas agrarias donde ni siquiera vivían familias.  Y entonces, hemos iniciado la lucha contra el monocultivo por dos procedimientos distintos y por dos sectores distintos: desde el sector cañero, la lucha contra el monocultivo a través de las cooperativas cañeras; y, en el sector ganadero, la lucha contra el monocultivo a través de las granjas del pueblo.  Y así, con dos medios de producción dos sistemas de producción, unas como cooperativas, otras como grandes empresas de producción técnica administradas por el INRA, estamos combatiendo el monocultivo desde dos ángulos distintos, y vamos hacia un proceso de intensificación de la producción de carne, de grasas y de alimentos animales.En las áreas ganaderas y arroceras hemos propiciado este sistema de producción y esperamos, también, llevarlo adelante con éxito.  Ya en una de esas granjas del pueblo hay un sistema de cultivo hidropónico de vegetales, que permitirá abastecer todo el año el mercado de La Habana"

Cinco meses después, el 17 de mayo de 1961 ya puede comentar los primeros resultados de la intervención estatal en la ganadería. Y el resultado –que aunque no lo menciona directamente, no es difícil inferirlo- es que hay menos carne. Y la culpa, de momento, la tiene el aumento de la demanda así que habrá que darle tiempo para desarrollar sus planes: 
Si el consumo de carne se triplica…  ¿Qué hay que hacer, porque no hay vaca que sea capaz de triplicarse en un año?  La ganadería para triplicarse necesita mucho más de tres años, y si el consumo se ha triplicado…  Entonces es un hecho que hay que aumentar la producción de otros artículos, y que la propia producción de carne hay que aumentarla por todos los medios; hay que aumentar la producción de pescado, de aves, de cerdo y de cuantos artículos puedan producir carne de una clase o de otra.  La carne, además, es un alimento indispensable al pueblo y que el pueblo no ha consumido; el consumo de carne para una gran parte de la población ha sido muy reducido, y esa es la causa de problemas en el crecimiento, problemas en la salud.  Incluso, el obrero que necesita trabajar 8 ó 10 horas tiene que alimentarse bien, porque si no se alimenta bien es imposible que pueda rendir en las mejores condiciones.  Y nuestro pueblo ha estado muy mal alimentado, los muchachos lo saben y las muchachas; porque ellos saben que hoy están mejor alimentados que en sus casas, desde luego […]
Los programas del gobierno se proponían producir la carne para vender a 20 centavos la libra en pie; hoy el cerdo que se produce en el país, en algunos casos se está vendiendo hasta a 30 y 35.  No pasa así con el ganado porque el ganado está controlado; hay una gran cantidad de reses que están recibiendo piensos en los potreros administrados por el INRA, y eso garantiza un abastecimiento de carne de res; y ahora se está llevando adelante un gran programa de producción de carne de cerdo y de ave.  Pero eso requiere un tiempo; el tiempo que requiere será aproximadamente de un año y medio para estar a plenitud de desarrollo ese plan, o que haya alcanzado la meta que se propone”

El 28 de agosto de ese mismo año vuelve sobre el mismo tema. Ahora habla de un plazo de ocho años para desarrollar sus planes:
Nosotros podemos proponernos, en ocho años, las siguientes metas, frente a una producción anual de más o menos un millón, entre machos y hembras, producción que nos obliga a sacrificar solo los machos para no estancarnos; y frente a una producción de leche de 2 millones y medio de litros de leche, nosotros hemos estado discutiendo con los compañeros de “ganadería, de granjas y del INRA, lanzar un plan, una aspiración que justifique el esfuerzo.  Es decir, no optar, por supuesto, por la política de ruina ni por la política de estancamiento, porque un país no se puede condenar a un estancamiento en el ganado; un programa de alcanzar, en ocho años, un total de 5 millones de vacas de cría con una producción de 3 millones de reses cebadas al año, y 10 millones de litros de leche, especializando el ganado, es decir, el de leche: raza lechera y raza de carne.  Esto nos permite a nosotros, en ese plazo, tener 5 millones de vacas de raza de carne, y por lo menos un millón y medio, es decir, un millón de vacas de ordeño de leche.

Ya el 12 de diciembre de 1961, en el acto de graduación de un curso de inseminación artificial lanza la consigna de no matar vacas porque amenazaría las posibilidades de producción y con ello sus ambiciosos planes ganaderos:
“¿Contra quién hemos tenido que luchar, primero que nada, para que no se mate una sola vaca?  Primero que nada, contra el eterno vicio capitalista, el interés privado de los individuos que les importa un bledo la economía de la nación y de la república.  Había señores que tenían mataderos por ahí, siempre se encontraban con algún siquitrillado que les vendía las vacas, y mataban vaca, ternero, novillo, cualquier cosa.  Primero que nada tuvimos que luchar contra el egoísmo, el interés privado, los vicios y las reminiscencias capitalistas que quedan.  Fue necesario por eso, para salvar las vacas, controlar todos los mataderosEl consolidado de la carne cometió sus errorcitos por ahí, en la forma de cumplir este programa; no tuvo personal del más competente, y cometió unos cuantos fallos.  Pero, al fin y al cabo, consolidó los mataderos.  Una vez consolidados los mataderos, ¿creían ustedes que ya estaban defendidas las vacas?  ¡Nada de eso!; […]Con el truquito de las “no aptas para la reproducción” mataban cientos de miles de vacas aptas para la reproducción.  Y en algunos mataderos consolidados decían:  el 10%.  Pero no era el 10% de las no aptas para la reproducción, sino cualquier vaca; iban a matar el 10% de vacas, y así mataban muchas vacas que eran aptas para la reproducción.  Entonces nosotros decimos: no señor.  ¿Qué hacer?  Bueno, vamos a poner un delegado de las ORI en cada matadero; ¿para defendernos de quién?  ¿Del interés privado?  No, ya el interés privado no tiene nada que ver con los mataderos, pero todavía quedan en los mataderos los hábitos capitalistas, los individuos, los egoísmos capitalistas, la irresponsabilidad propia de los capitalistas, en las personas de algunos administradores de mataderos que se olvidan del gran interés de la economía y matan vacas”
La ubicación de delegados políticos al frente de los mataderos al parecer no obró los efectos mágicos esperados. Tanto es así que el 17 de mayo de 1962 el Ganadero en Jefe prohibía de facto que los campesinos mataran su propio ganado y así “garantizar la carne para el pueblo” y “salvar la riqueza ganadera”. Y con la promesa, claro de que “en el futuro no habrá esos problemas” 
A la economía del país no le afecta fundamentalmente que los campesinos vendan todos los pollos que quieran por su cuenta, no le afecta que sacrifiquen los cerdos.  Les pide, sí, que los sacrifiquen cuando ya son grandes, que les traten de sacar el mayor provecho, que traten de producir grasa, de autoabastecerse de grasa, mientras se desarrollan los grandes planes de producción porcina que la Revolución está llevando adelante, igual que lleva adelante grandes planes de producción avícola. Eso no afecta a la Revolución.  Pero a nuestro país le afectaría mucho que su base ganadera fuese sacrificada, que la producción grande que puede tener en el futuro de carne de res, fuese sacrificada.  Naturalmente, con los recursos monetarios con que hoy cuenta el pueblo, si no se reglamentara bien la matanza del ganado vacuno, el resultado sería que nadie controlaría la matanza, que se matarían...  Nadie puede calcular la cantidad de ganado que se sacrificaría con poco peso, lo mismo las hembras que los machos.  ¿Cómo podría garantizar la Revolución el abastecimiento de carne en las ciudades?  Es lógico que esto se regimente bien. 
Mientras se desarrollan los planes de producción avícola, porcina, y los planes de pesca, es lógico que cuidemos la carne de res, es lógico que cuidemos el ganado, porque hay que abastecer a las ciudades de carne de res, hay que garantizar que sacrifiquen el ganado con el máximo de peso, hay que garantizar la ceba del ganado.  Por eso sí no afecta que el campesino sacrifique el cerdo para él y para sus vecinos, que sacrifique o venda los pollos, los guanajos, todos esos artículos, sí afectaría mucho la matanza libre de carne de res.  Claro que tendríamos carne algunos años sin problemas, pero estaríamos sacrificando el porvenir, estaríamos sacrificando el futuro, y un pueblo tiene que ser consciente, porque estos años pasarán. Si ahora queremos resolver estos años, las dificultades de ahora, sacrificando todo el ganado, lo lamentaremos mucho en el futuro.  Entonces mañana tendríamos que llorar nuestra imprevisión, nuestra irresponsabilidad; en cambio, si hoy cuidamos el ganado...  Y por eso no queda más remedio que mantener una regimentación rígida, porque hay que salvar nuestra riqueza ganadera para que en el futuro podamos producir el doble, el triple de carne.  Pero no solo eso, sino que tendremos producción de muchas más aves, cerdos, peces. Ya en el futuro no habrá esos problemas.  Habrá tal abundancia de todos esos productos, que no habrá esa urgencia que hay ahora con la carne, esa necesidad de evitar que se mate un novillo de 500 ó 600 libras.  Eso lo comprende el pueblo, eso lo comprenden los campesinos perfectamente bien; por eso el producto que fundamentalmente se reglamenta es la matanza, y tiene que haber rígidas normas para evitar la destrucción de una riqueza que es fundamental para nuestro país, es el ganado vacuno (APLAUSOS). Los campesinos deben comprender eso.  Nosotros nos damos cuenta de que a cualquier campesino que tiene cinco o seis vacas le entran deseos de matar un novillo y estar comiendo carne un mes.  ¿Qué no quisiéramos nosotros hacer por ayudar a los campesinos?  Pero si nosotros le dijéramos a los campesinos:  "SÍ, maten", estaríamos cometiendo un crimen contra la economía de nuestro país, estaríamos haciendo una cosa mala. Ese es el por qué hay que evitar, no se puede permitir la matanza libre de carne de resPorque a veces un campesino dice:  "¿Pero por qué yo no voy a poder matar ese novillo que lo vi nacer?"  Bueno, pues por eso: porque hay que garantizar la carne para el pueblo y hay que salvar la riqueza ganadera.  Nada más que por eso.  Nadie le va a quitar su novillo (APLAUSOS). Precisamente para que el día de mañana, él pueda comer no solo carne de res, sino pueda comer pescado, pueda comer de todo lo que quiera comer; es para garantizar el futuro.  Y a veces no se entienden bien esas cosas, porque yo me he encontrado con algunos campesinos que dicen que quieren matar el novillo.  Pero, figúrense, si decimos:  maten por la libre, pues figúrense qué resultados tendría eso. 
 Muchas serían sus intervenciones posteriores sobre el tema ganadero pero creo que en esos discursos queda más o menos claro el origen de la carencia crónica de carne en Cuba y las leyes draconianas para castigar el sacrificio de ganado. A medida que la carne desaparecía de las mesas cubanas, que el bistec se convertía en utopía nacional se insistía en darle prioridad a la producción de leche (para los niños, claro) sobre la de carne. Y eso nos llevaría de caebza hacia otro enigna más difícil todavía de dilucidar: el misterio de la leche.

domingo, 17 de diciembre de 2017

La miseria moral

De una entrevista que le hice hace algún tiempo al escritor Juan Abreu sobre Reinaldo Arenas y que ahora publica el Anuario Histórico Cubanoamericano como parte de un dossier dedicado al autor de El mundo alucinante:

Luego del éxito inicial de sus dos primeras novelas a su salida de Cuba no consigue publicar en las grandes editoriales de la lengua hasta su muerte. Sin embargo al morir su autobiografía, Antes que anochezca, se convierte en bestseller. ¿Crees que ese éxito póstumo, aunque merecido, fue una manera de malentenderlo, de poner su autobiografía y el tono que predomina en ella (distinto del resto de su obra) por encima de su obra de ficción?
La izquierda norteamericana y española, y toda la izquierda mundial a fin de cuentas, le hicieron la guerra a Reinaldo. Y ya sabemos lo eficiente que es la izquierda para ese tipo de censura. Es una vergüenza que su obra maestra El color del verano, por poner un sólo ejemplo, no encontrara editor. Los últimos años de su vida hablamos bastante de eso, de la siniestra censura que padecía, y que él atribuía, con razón creo yo, a su anticastrismo. En España, por ejemplo, para hablar de un mundo editorial que conozco bien, no se publicaba a anticastristas hasta hace relativamente poco. El fanatismo y la miseria moral de los editores españoles respecto a los escritores enemigos de Castro ha sido repugnante y vil. Por suerte la situación ha ido cambiando. Yo soy un ejemplo. Pero Reinaldo sufrió esa censura abyecta y eso añadió amargura a sus últimos años. Por otro lado, no creo que el tono de Antes que anochezca sea muy distinto del resto de su obra.
Para leer la entrevista completa en el blog de la AHCE

martes, 12 de diciembre de 2017

El árbol y la niña: un tema preocupante

Sobre una idea de Ernesto Fumero:

¿Qué haremos con una canción que tiene como protagonistas a una niña antiecológica y vándala y a un árbol pederasta?
¿La prohibimos sencillamente o le hacemos algunos cambios para que su texto original no afecte la mente de futuras generaciones?
Como que la niña, en lugar de grabar “su nombre henchida de placer” en el tronco del árbol sencillamente lo riegue.
Que el árbol, si deja caer alguna flor sea por fuerza de gravedad.
Que el árbol, en general, se calle. Nadie necesita enterarse de las emociones que pueda sentir un árbol adulto por una menor de edad.
Si alguien debe hablar es la yerba, pisoteada y desdeñada desde el principio de los tiempos y por eso en perfectas condiciones para hacer el comentario más apropiado que sirva de modelo de conducta para el futuro.
Algo así:


Un árbol la niña regaba

Cuando una flor cayó de la altura

Y la niña la echó en la basura

Reciclable porque le estorbaba

Yo, yerba que junto al árbol crece

Te felicito por el ecológico gesto

Pero de que le eches agua al árbol protesto

Porque el que con su sombra acosa no lo merece

domingo, 10 de diciembre de 2017

A tiro de Kim Jong-un


Reseña del escritor español Ignacio Vidal-Folch aparecida en el semanario Tiempo en la edición del pasado 7 de diciembre:

A tiro de Kim Jong-un
Por Ignacio Vidal-Folch
Tuve el privilegio –muy relativo– de conocer, en algunos países del bloque comunista europeo, a algunos delatores, al servicio de la Seguridad del Estado. Solo más adelante, cuando fueron públicamente desenmascarados, me enteré de que aquel señor un poco borrachín empleado en la embajada y aquella atractiva secretaria un poco enigmática de una empresa comercial despachaban informes sobre la gente con la que trataban y las conversaciones que oían. Al enterarme pensé que ya antes me había percatado de que había algo en ellos –una permanente atención prevenida, una reserva o secundarismo del carácter, una frialdad o distancia perceptible incluso en los momentos de cálido compañerismo–, que me había puesto sobre aviso, pero no hice caso a la advertencia de mi intuición y luego al enterarme por las listas publicadas en la prensa mi sorpresa fue grande. La verdad es que enterarme de aquellas deslealtades no me ofendió: me dio para pensar en ellos, sus motivos, su moralidad, etcétera. En una novela hablé de pasada sobre este asunto. Y por algún sótano abandonado debe de andar aún, si no ha ardido en algún estercolero, una carpeta con un informe sobre mi conducta, ideas y debilidades... que quizá nadie llegó siquiera a leer, pues aquel mundo totalitario ya estaba zozobrando y era el sálvese quien pueda. Todo eso me lo ha recordado un libro que explica estas realidades sociológicas –el espía, el chivato, el delator, el provocador infiltrado, el confidente, el amigo traidor–en circunstancias mucho más graves que las que alcancé a conocer: en la Cuba de la dictadura de los hermanos Castro, que empezó en 1959, sigue en marcha y por consiguiente va camino de cumplir los sesenta años. Tanta duración desde luego que merece las quinientas páginas, con 57 testimonios autobiográficos y ficciones de otros tantos autores (algunos ya previamente publicados en libros y revistas y otros escritos especialmente para la ocasión), que Enrique del Risco ha reunido y editado para Hypermedia bajo el título El compañero que me atiende. Historias sobre “el miedo que asiste a los cubanos, que nunca sabemos desde dónde, ni desde quién, llegará la vigilancia y la delación. No hay que confiar en nadie, porque cualquiera puede ser el enemigo”, como dice José Ángel Pérez, uno de los 57. Sobre la atmósfera paranoica que impone en una sociedad totalitaria la vigilancia, el espionaje y la delación, algunos documentos impresionantes que recuerdo son el tristísimo dietario de Ludvik Vaculik del año 1979, no traducido al español; las memorias del búlgaro Vesko Branev El hombre vigilado. Y la memoria póstuma de Cabrera Infante Mapa dibujado por un espía. Tres obras magistrales. Ahora a esa tradición se viene a sumar El compañero que me atiende. Si a un libro tan vario y tan interesante hubiera que reprocharle una debilidad sería la contigüidad de testimonios autobiográficos y ficciones literarias. Pero entre estas últimas hay joyas refulgentes, como los relatos de Sánchez Mejías y de Antonio José Ponte, excelentes autores que se evadieron de la isla y ahora viven y escriben en España.
Otro texto del mismo autor sobre "El compañero que me atiende" (ahora mismo en oferta por solo $18.68 en amazon) apareció en El Español.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Déjà vu

Asisto a la presentación de una novela venezolana. Vale decir: a una reunión de exiliados venezolanos. Vale decir: a un ritual colectivo de intervención post-traumática. Todo muy familiar. Los mismos lamentos que uno escucha en las reuniones de exiliados cubanos solo que el dolor se percibe mucho más fresco, más intenso. Por lo demás todo idéntico: las mismas preguntas el mismo sentido de culpabilidad “¿Cómo fue que caímos en esto?”, “¿Cómo no lo vimos venir?”. Igual convicción de que a nadie le interesa escuchar su unánime desgracia, de que nadie los entiende. Las mismas añoranzas por un país espléndido que ahora solo existe en sus recuerdos. El mismo reconocimiento tardío de una grandeza que eran incapaces de reconocer cuando la tenían frente a sí. Los mismos reproches por lo que se hizo o dejó de hacer. La misma impotencia.
De pronto alguien hace notar un mapa gigantesco que preside la sala. Un mapa en relieve del archipiélago cubano. Yo nunca había visto con tanto detalle el contraste entre la costa sur de Oriente y las elevaciones de la Sierra Maestra. O entre la planicie camagüeyana y los lomeríos villareños. Los venezolanos ven otra cosa. Poco importa que la novelista aclare que se trata del salón de clases de un viejo profesor exiliado cubano que lo ha cedido para la presentación de la novela: en el silencio tenso que sigue a su aclaración se palpa que para los allí reunidos aquel mapa equivale a la presencia onerosa del opresor.
Todo el parecido a las reuniones del exilio cubano, toda la solidaridad ante idénticos males se diluyen ante el descubrimiento de que acá yo soy el enemigo.

El compañero insiste


El director teatral Adonis Milán cuenta en 14YMedio su encuentro con la Seguridad del Estado hace unos días:
"Quieren saber mis relaciones con otros artistas censurados, advertirme de que Luis Manuel Otero, Yanelys Núñez, Lynn Cruz, Miguel Coyula, Lia Villares y Tania Bruguera son unos contrarrevolucionarios y que cualquier vínculo con ellos o sus espacios me traería problemas. Me advierten de que mis intereses y necesidad como artista están en peligro por verme con estos desafectos de la revolución.[...] El más joven de la Seguridad me dice que había asistido a una de las funciones de mi obra Máquina Hamlet, por eso era que su rostro me era tan familiar. ¿Desde cuándo la Seguridad me está persiguiendo? Habían investigado entre mis vecinos, revisado mi muro de Facebook y hasta tenían intervenidos mis teléfonos.[...] Al final, lo que querían es que yo trabajara para el DSE en calidad de informante, que les diera información acerca de los artistas censurados con los cuales yo me relaciono, especialmente sobre Tania Bruguera. Deseaban que indagara sobre sus fuentes económicas porque decían que alguien en el exterior producía esas actividades disidentes, una cabeza que unía a los artistas, activistas y opositores contra el Gobierno de los Castro"
[Leer el artículo completo aquí]

jueves, 7 de diciembre de 2017

Aprendizaje forzoso

Quien vivió en Cuba y solo aprendió a detestar el comunismo fue poco lo que aprendió (bueno, hay gente que ni eso). Es como haber vivido en el jurásico y solo saber de dinosaurios: para lo único que te va a servir es para el caso, improbable, en que vuelvas a caer en el jurásico. Y mientras tanto te entretienes creyendo que el perro de la vecina es un velocirraptor.
Pero haber vivido en un sistema como el cubano puede ser muy instructivo si no se es demasiado literal.
Puede servir para enterarse que:
No hay almuerzo gratis, ni soluciones “de una vez y por todas”.
Que la histeria, el miedo y la estupidez son contagiosos.
Que no hay motivo político suficiente para romper con un pariente o un amigo. (Ser desagradable o mala persona no es motivo político).
Aprender a  desconfiar de los salvadores de la patria, de los puritanos, de los comecandelas de toda especie o de los extremistas (que siempre son de la misma especie aunque pertenezcan a sectas distintas).
En sistemas como el cubano uno debería aprender a rechazar las adhesiones incondicionales, los entusiasmos ilimitados, las defensas a ultranza.
A prevenirse contra los que desprecian la realidad y quieren destruir la crítica; contra los generosos con el dinero ajeno, los que pretenden saberlo todo y tener soluciones para todos, los que no pierden oportunidad para abusar de su poder.
Contra los que te eligen los enemigos, las preocupaciones y los miedos.
A estar alerta contra la solemnidad forzada, la alegría inducida y el imperio de lo irracional.

A no tener miedo a decir lo que se piensa y al mismo tiempo cuestionarse constantemente si lo que se piensa sigue teniendo sentido.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Cuando Manhattan no conocía el mofongo

Aquí los dejo con el texto de mi columna mensual para Nuestra Voz en la que trato de reconstruir de manera amena la historia de la presencia hispana en la ciudad de Nueva York:
 Cuando Manhattan no conocía el mofongo
Por difícil que sea creerlo, no siempre se habló español en Nueva York. Ni los carritos de churros invadían las aceras de la Roosevelt Ave. Ni podía encontrarse mofongo en el alto Manhattan o bodegas en el Bronx. Ni siquiera Nueva York fue siempre Nueva York. Antes, entre 1624 y 1664 fue Nueva Amsterdam, fundada por colonos holandeses. Y antes, nada, era un territorio dominado por los lenapes, indígenas dedicados a cazar venados orgánicos.
Desde los primeros asentamientos europeos en el área —primero holandeses y luego ingleses— el español era la lengua del enemigo y el catolicismo, cosa de infieles. Los holandeses porque estaban envueltos en la Guerra de los Ochenta Años (en aquel tiempo le llamarían “La Guerra Que No Tiene Para Cuando Acabar”) para independizarse del imperio español. Y los ingleses porque no conseguían olvidar que tiempo atrás los españoles habían tratado de invadirlos con la Armada Invencible (Pero Perfectamente Hundible). Y estaba el detallito de la religión. Mientras que holandeses e ingleses era protestantes los españoles se habían tomado el trabajo de ser 100% católicos mediante el eficaz recurso de expulsar a los judíos (1492), a los llamados moriscos (1609) y, por las dudas, quemar a todo el que no le quedara clara su filiación religiosa. Que no hay nada como el fuego para tener las cosas claras.
De manera que no fue hasta después de la independencia de las Trece Colonias de Gran Bretaña que los católicos pudieron asentarse libremente en Manhattan y disfrutar de su tráfico abrumador y sus alquileres por el techo. Pero eso fue a finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX. Antes, entre los años que median entre la fundación de la ciudad (1624) y la independencia de Inglaterra (1783) si uno hablaba español era mejor que no se acercara a la ciudad.
But not so fast. En medio de ese páramo desprovisto de churros o mofongos encontramos un par de personajes que en nombre de España o al menos con nombre vagamente español son parte de la historia inicial de la ciudad. Hoy hablaremos de Estêvão Gomes (también conocido como Esteban Gómez) un cartógrafo y explorador portugués quien en 1525 capitaneó una expedición española que llegó hasta el río Hudson. Eso fue apenas un año después de que Giovanni da Verrazzano, un florentino al servicio de la corona francesa, explorara la zona haciendo méritos para que siglos después le dedicaran un puente larguísimo por donde correr la maratón de Nueva York.
Estêvão Gomes no era un novato en las aventuras trasatlánticas. Ya había partido con Magallanes en 1519 en la famosa expedición que le diera la primera vuelta completa al planeta. Solo que al llegar al estrecho de Magallanes, Gomes se lo pensó mejor y haciéndose del control de la nao San Antonio regresó a España. Allí llegó el 6 de mayo de 1521 donde fue apresado por desertor. No fue liberado hasta que los sobrevivientes de la expedición de Magallanes llegaron a España en septiembre del año siguiente y testificaron que el viaje no había sido precisamente un paseo. Que darle la vuelta al planeta era casi tan difícil como alimentarlo.
Pero el explorador no escarmentó con esta experiencia. Gomes o Gómez convenció al emperador Carlos V para que financiara una expedición en busca de un paso hacia Asia por el norte del Nuevo Mundo y establecer vías comerciales más rentables que la compra de los filetes de venado orgánico que le ofrecían los indígenas proto-hipsters de Norteamérica.
Estêvão no encontró el ansiado paso, por supuesto, pero mientras tanto se entretuvo poniéndole nombre a cuanto accidente geográfico se encontró a lo largo de la costa este norteamericana. Por ejemplo, al río que corría junto a la isla de Manhattan le puso San Antonio (no queda claro si lo hizo en honor al santo casamentero o a la nao con la que desertó de la expedición de Magallanes).
No obstante arrastrando la maldición de los que llegan en segundo lugar al pobre de Estêvão Gomes no solo no le dedicaron un puente como a Verrazano sino que cuando el inglés Henry Hudson a nombre de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales se asomó al río Hudson en 1609 
85 años más tarde que Gomes dijo “¡Caramba! ¡Qué coincidencia! Se llama igual que yo”. No, en serio, Hudson le puso al río Mauritius en honor de un príncipe holandés. Fue con el tiempo que le cambiaron el nombre del río al del explorador que había llegado en tercer lugar.
El viaje de Estêvão Gomes debió haber sido —si se le compara con el de Magallanes— muy refrescante: paisajes bonitos y sin turistas haciéndose selfies. Pero no eran paisajes lo que buscaba Gomes. Así que para no regresar con las manos vacías decidió cargar con cincuenta nativos para llevárselos de vuelta a su patrocinador, el emperador Carlos V, y convencerlo de lo rentable que sería dedicarse al comercio de esclavos. Se dice que el Rey, escandalizado, hizo liberar a los pobres indígenas aunque no queda claro si les pagó el viaje de vuelta.
El asunto es que este relativo fracaso no colmó el ímpetu exploratorio de Estêvão Gomes quien en 1535 se decidió unir a la expedición de Pedro de Mendoza, futuro fundador de Buenos Aires. Hasta que, por fin, en 1538 Gomes encontró lo que hacía rato estaba buscando: la muerte. Se la concedieron unos indígenas en el río Paraguay para de paso cobrarle el mal rato que Gomes les había hecho pasar a sus primos del norte.
No obstante las empresas de Estêvão Gomes no fueron totalmente en vano. Durante un tiempo en los mapas el territorio noreste de América apareció nombrado como Tierra de Estêvão Gomes. En aquellos años sería común escuchar expresiones como “¡No fastidie más y váyase a la Tierra de Estêvão Gomes!” cuando se quería tener a alguien lo más alejado posible. Algo que revolvería de contento al cadáver acribillado de flechas del explorador, donde quiera que lo hubiesen enterrado.

martes, 5 de diciembre de 2017

Cuba and the Cameraman*


El documental “Cuba and the Cameraman” es un fascinante ejercicio de honradez narrativa y al mismo tiempo de indecencia intelectual. Su argumento no puede ser más elemental: cuenta la historia de los viajes del documentalista norteamericano Jon Alpert a Cuba durante más de cuarenta años y sus encuentros reiterados con Fidel Castro, con un trío de hermanos campesinos de Caimito ya ancianos al inicio del documental, y con varios jóvenes negros de la Habana Vieja y Centro Habana. Ver desfilar ante la pantalla los sueños y aspiraciones de todos ellos y en lo que estos resultaron a lo largo de los años sin otros comentarios que los que el implacable ojo de la cámara aporta –o los que hace in situ el director- es asistir a un impensable resumen de la historia cubana de los últimos cuarenta años. Poco importa que al final del documental (que concluye con el monstruoso ceremonial que se desplegó a la muerte de Fidel Castro en 2016) la admiración de Alpert por su Comandante se mantenga tan encendida como al principio. Es difícil imaginar una denuncia más descarnada venida de un observador tan favorable al castrismo. O precisamente por ello.
Con la insistencia como la única virtud –y quizás un mínimo de sensibilidad humana, esa de la que carece en absoluto su admirado comandante- Alpert, tras décadas de insistentes visitas a la isla, no puede ofrecer nada mejor que la devastadora debacle en la que se hunde un país frente la despiadada indiferencia de su gobernante. (Incluso en el caso de que quisiera presentarse el documental como una muestra de los estragos del embargo norteamericano en la economía cubana tendrá como mayor obstáculo de dicha lectura al propio Comandante: en medio de la peor crisis que haya azotado al país en su historia al ser interrogado por el documentalista su única preocupación parece ser el estado de la economía… de los Estados Unidos). La incapacidad del documentalista para llegar a las conclusiones elementales que cualquiera arribaría a partir de sus propias imágenes no limita el documental sino, a su manera indirecta ilumina otra realidad tan persistente como la del poder castrista sobre la isla: la del entusiasmo de buena parte de la izquierda occidental por eso que llama Revolución Cubana sin importar las evidencias que puedan presentársele, su fe incapaz de conmoverse ante los insistentes llamados de la realidad.   
       

*“Cuba and the Cameraman” puede verse en Netflix.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Una anécdota

El académico de la AHCE Alejandro González Acosta publica reseña de la antología El compañero que me atiende enel blog de la AHCE y empieza comienza con esta imperdible anécdota:

Lichi me contó, que la última vez que estuvo en Cuba, fue a visitarlo a su casa un coronel del G-2, hermano de un famoso historiador cubano muy amigo, residente en México. Entre tragos y ya en confianza, Lichi le preguntó: “Ven acá, chico, aquí entre nosotros: seguramente ustedes me tienen cableao por todas partes, ¿verdad?” “No, Lichi –le respondió el otro- no hace falta, porque nosotros ya sabemos cómo piensas tú y hasta lo publicas…” “Además -agregó el seguroso- ya no tenemos la técnica de antes, cuando estaban los bolos: ya nos queda muy poquita en buen estado… Y la poca que tenemos, se la ponemos a los del Comité Central, porque de esos sí nos interesa saber qué están pensando y planeando…”
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