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Foto: Geandy Pavón |
El
crítico de arte y curador Dennys Matos me hace llegar dos preguntas sobre la
crisis migratoria de los cubanos en Centroamérica para un trabajo que está
realizando. Le he pedido permiso para publicar en mi blog las respuestas que
quiero que sean parte del debate que se ha establecido desde hace
rato sobre el estatus del régimen cubano actual y el de aquellos que huyen del
país (para regresar al año y un día, ya lo sé).
D.M: Más allá de las lógicas diferencias de espacio y tiempo, ¿cuáles crees tú que son aquellos elementos y circunstancias que acercan y aquellos que diferencian la crisis de los balseros en 1994 y esta que está teniendo lugar en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua?
EDR: Las diferencias, como dices, son bastante obvias. Las relaciones entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba se han transformando y también entre los dos países de manera que ahora la estampida hacia Estados Unidos coincide con cantidades cada vez mayores de norteamericanos visitando el país. O sea, estamos ante la paradoja cada vez más aguda de un paraíso turístico que es al mismo tiempo un infierno cotidiano para los nativos. Por otra parte la sociedad cubana ha cambiado. Más o menos igual de represiva en lo político ya lo es menos en lo económico. Este éxodo sin embargo nos habla claramente del poco éxito que ha tenido el régimen cubano en crear expectativas de prosperidad con esas reformas muy limitadas por otra parte. Si para cualquier emprendedor en el mundo los inicios de un negocio son siempre difíciles, en Cuba, un país estructurado para restringir la autonomía económica de su población, cualquier reforma sabe a poco.
Y hay más diferencias. Este éxodo es menos dramático que la crisis de los balseros en el 94 por dos razones principales. En parte porque la reforma migratoria ha creado un marco de expectativas distintas para los emigrantes que a diferencia del 94 se van con la idea de regresar tan pronto como puedan. Eso hace de su fuga algo menos definitivo, más contingente. Por otro lado la fuga, al darse a través de terceros países, fuera del alcance visual y sentimental de sus compatriotas supongo que tenga menos resonancia dentro del país, que no se está viviendo como el drama colectivo y sincrónico que se vivió la del 94. Incluso cuando en ese penoso éxodo las muertes y las situaciones horribles en general no han sido pocas.
Lo que iguala ambos éxodos es el régimen cubano que en cuanto composición, idea del poder y del control y uso de la población cubana sigue siendo más o menos el mismo. Un régimen al que los éxodos anteriores le han enseñado muy bien cómo utilizar a su propia población en fuga como instrumento de presión política. El gobierno norteamericano, distinto al del 94 y al del 80 actúa como si esto sucediese por primera vez. Y claro, en este tipo de intercambio las dictaduras veteranas siempre llevan las de ganar sobre gobiernos democráticos que nunca encuentran tiempo para aprender de sus errores.
D.M: En mi opinión esta emigración es política y económica. Política porque en Cuba, donde hay un régimen totalitario que bloquea cualquier ejercicio de elección democrática, los ciudadanos no puede elegir a su gobierno, por tanto "eligen" irse. Económica, precisamente porque debido a la política económica totalitaria, el país se ve abocado a una crisis económica permanente. ¿Tú qué crees al respecto?
EDR: El mantra del régimen cubano (porque no se trata solo del gobierno sino de su maquinaria de propaganda y hasta de la opinión de los compañeros de viaje) es decir que la Ley de Ajuste Cubano politiza a los emigrantes económicos para convertirlos en exiliados políticos. Pero no olvidemos que hubo un tiempo donde para ese mismo régimen todos los emigrantes eran políticos, como todo era eminentemente político en la sociedad: desde la economía hasta el deporte pasando por el arte (“un arma de la Revolución”) todo dentro de la sociedad existía en función del poder político establecido. Porque incluso la ideología –dicho sea de paso- era mero pretexto. Lo único importante fue siempre si le convenía al poder político de ese momento. Eso es lo que constituye un estado totalitario, más que la existencia de campos de exterminio y demás detalles con que lo asociamos aun nivel más cinematográfico.
Ahora el régimen cubano actual es bastante más modesto, hasta el punto que se podría entrarse a debatir si todavía es un estado totalitario o ya empieza a transformarse en una dictadura de derechas de las de toda la vida solo que con retórica y apoyos de izquierda. Pero eso sí: conserva la misma lógica, los mismos instintos totalitarios aunque solo sea porque “Loro viejo no aprende trucos nuevos”, porque es lo que siempre les ha funcionado. En lo que sí ha cambiado es en la táctica. Sin dejar de pensar en términos totalitarios –esto es, en función de preservar la mayor cantidad de control político, social y económico posible- trata de “despolitizar” su discurso, de “normalizarlo”. Ya el régimen cubano no aspira a convertirse en “faro de América toda” como decía aquel famoso himno. Con conservar el poder, con sobrevivir como poder interno es suficiente. Pero para eso entiende que Cuba debe pasar de ser una anomalía latinoamericana a ser un país “normal”. Y la emigración económica es parte de esa realidad latinoamericana así que el régimen no tiene problema en reconocerla como tal porque es parte de esa "normalidad". De lo que se trata ahora –y en eso el gobierno norteamericano, quizás hasta con las mejores intenciones del mundo, está haciendo una visible contribución- es de normalizar la anomalía que constituye una dictadura que acaba de cumplir 57 años. Pero no se quiere normalizar el país mediante una transición a la democracia sino haciendo que la percepción del régimen político sea más aceptable sin necesidad de dejar de ser dictatorial.
Llegado a esa “normalidad” el régimen incluso se da el lujo de acusar a los demás de politizar una situación creada por él mismo. Primero, destruyendo el país y negándole –como dices- la posibilidad de prosperar al cubano promedio. Segundo, solicitándole a su mayor aliado político de la región, el régimen del nicaragüense Daniel Ortega, que obstruya el paso a los emigrantes y que convierta el tránsito de cubanos por Centroamérica rumbo a Estados Unidos desde Ecuador–tránsito que lleva ya varios años- en crisis visible. Y se da la paradoja de un régimen que se sirve de la desesperación de sus compatriotas (a quienes no ha intentado ayudar en medio de la crisis en los mismos días en que envía miles de dólares a los refugiados sarahuíes) como instrumento de presión política acusa a todo el que diga que las causas de la emigración cubana son primordialmente políticas de politizar el asunto.
El cubano de a pie –literalmente, luego de recorrer caminando medio continente para llegar a los Estados Unidos- ha captado perfectamente la indirecta y se declara perseguido político a la hora de acogerse a la Ley de Ajuste y simple emigrado económico cuando se trata de regresar de visita a la isla. Y ese cubano en general no piensa en términos políticos –o sea, con autoconciencia de su situación- porque ya el castrismo le ha enseñado durante décadas que eso no lleva a nada bueno. Y entonces hace lo mejor que sabe hacer que es decir en cada momento lo que el otro –el que tiene poder de decidir sobre su situación- quiere oír. Por conveniencia y porque no sabe hacer otra cosa. Y la verdad es que a nivel colectivo no se les puede culpar de que no sepa comportarse más que como mero sobreviviente.