miércoles, 10 de octubre de 2007

El Grito (de la Demajagua)


En el marco de las celebraciones por el Grito de Yara (o el Campanazo de la Demajagua) presentamos aquí nuestro modesto homenaje a aquél que dio el susodicho grito el sin par Carlos Manuel de Céspedes más conocido como el Padre de la Patria. (De ese día se recuerda entre otras cosas que dio la libertad a sus esclavos aunque prefiera olvidarse que dichos esclavos no eran suyos sino que los tenía en alquiler). Celebraré esta efemérides con un texto (que también aparece en Leve Historia de Cuba, libro del que he hablado aquí hasta la saciedad) que recuerda los hechos el citado prócer fue designado posteriormente como el Padre de la Patria. O sea, aquél episodio en que al ser capturado su hijo Oscar por los españoles y serle solicitado que abandonara su lucha rechazó la oferta como antes lo había hecho el héroe de la Reconquista española Guzmán el Bueno y después lo haría el general franquista José Moscardó durante la defensa del Alcázar de Toledo. Creo que hay días en que cualquier padre hubiera hecho lo mismo.

PATRIOTEST
(Sobre las posibilidades de ser padre de la patria)

“Oscar no es mi único hijo: soy el padre de todos los cubanos que han muerto por la Revolución”.
Carlos Manuel de Céspedes, mayo de 1870.

Dado el supuesto caso de que usted dirija una insurrección armada, encaminada a obtener la independencia del cien por ciento de la patria que lo vió nacer, y el enemigo capture a un hijo suyo al que fusilará si usted no depone su actitud, marque con una X su posible reacción:

a)Se hace el desentendido y le resta importancia al asunto y, si es posible, rechaza su paternidad sobre el rehén con la secreta esperanza de que, en un final, no le pase nada.

b)Le manda una carta al hijo donde le recuerda la cantidad de veces que le advirtió que se cuidara, para después reprenderlo suavemente. Luego le hace un llamado al resto de sus hijos para que vean lo que les puede pasar de no hacerle caso a su padre y, una vez fusilado el muchacho, usted reinicia la lucha con renovados bríos.
c)Dice que con tal de ver libre a su patria está dispuesto a sacrificar no sólo a ése, sino al resto de sus hijos, y para que no queden dudas envía al enemigo los nombres y las direcciones de todos ellos.

d)Le plantea a sus compañeros de armas que, después de todo, nadie le va a devolver a su hijo el día de mañana y que, bueno, si hasta ese momento habían podido vivir sin independencia, no es tan mala idea esperar a que haya mejores condiciones. Que no tiene gracia andarse jodiendo para que otros vengan atrás a vacilar.

3 comentarios:

Lafuente dijo...

Parece que Stalin se fué por la variante a), pues cuentan que le dijo a Hitler que el no tenía ningun hijo llamado Yakov. Pero el resultado obtenido no fué, según se dice, nada satisfactorio: el hijo se suicidó en el campo de concentración nazi.
Ah, estos grandes hombres!!

Güicho dijo...

Mitambor, así fue, Yakov parece que se excedió intentando escapar. Lo que no está claro es de qué fue el exceso: de electricidad o de plomo?

Enrisco, mejor es no ser prócer, pero si ya uno cayó en esa, pues probablemente la opción más práctica es la b. Acaso combinada con otra carta a los captores con una lista de los hijos de éstos y sus respectivas direcciones. (Hay que ser un poco siciliano para ser prócer y no fracasar en el intento.)

La verdad es que prefiero a aquellos mambises menos puros.

Enrisco dijo...

Hya una version de la muerte de Yakov el hijo de Stalin que es la que cuenta Kundera creo que en "La insoportable levedad del ser". Sus companeros de campo decian que debia limpiar las letrinas igual que todos los demas. El, hijo de Stalin o sea, de Dios, prefirio suicidarse antes de limpiar las letrinas o (insisto que no recuerdo bien) humillado por haber tenido que limpiar las letrinas se lanzo contra las alambradas electrificadas. No se si la moraleja es que la mierda te puede matar. La de Kundera era mas o menos que nadie estaba por encima de la mierda.