sábado, 28 de julio de 2018

Las reglas del partido


Las constituciones cubanas desde el 1976 a la fecha insisten (a la usanza de las constituciones soviéticas) en definir al Partido Comunista como la “fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”. Si vamos al terreno futbolístico es como que en el reglamento del juego diga que uno de los jugadores “es la fuerza superior del deporte”. El resto del reglamento hablará de derechos y deberes para todos los jugadores pero poco sentido tienen si ese jugador llamado Partido no solo no tiene que atenerse al reglamento sino que se considera autoridad superior a este.

Habrá quien piense que en ese caso el Partido vendría a ser el árbitro y no un jugador pero en todo caso sería este un árbitro al que le tiene sin cuidado lo que diga el reglamento. Que lo mismo decida el resultado del partido antes de haberse jugado que decida marcarse un golito él mismo o lo que ocurre en la realidad: que el árbitro se atribuya a su cuenta todos los goles que se marquen en el partido y que el único objetivo del reglamento no es que el juego funcione sino que el árbitro siga dirigiéndolo. Dejar claro que el partido (de fútbol o de lo que sea) es muchísimo menos importante que el Partido. Y si ahora ocurre que a los jugadores -como generosa concesión del reglamento- se les permite celebrar los goles (propios o ajenos, da igual) quitándose la camiseta es cuestión bastante menor a la hora de tomarse en serio el reglamento.
Si de lo que se trata es de jugar a algo, digo.

martes, 17 de julio de 2018

La docilidad cubana

De esta joyita de intervención nos llega la confirmación oficial de que donde el Poder dice "revolucionario" lo que quiere decir es "dócil".
"Quienes dirigimos órganos de prensa nos vemos a veces maniatados o sin un basamento legal para juzgar a estos asalariados de quienes pagan la subversión contra Cuba y su sistema social, o creen –porque a veces se lo creen- que van a tumbar la revolución con una gacetilla de cinco párrafos. Periodistas que en ocasiones se transforman y se convierten en verdaderos monstruos –fueron dóciles hasta ayer, muchachitas, muchachitos- compañeros nuestros, que se asesoran con jueces y abogados cuando los llamas a la dirección para valorar su doble cara. Por eso, desde la Comisión de Etica y Comunicación, sugerimos que en proyecto de Código de Etica, sí quede aprobado como acuerdo de este Congreso lo que estipula el Artículo 7: 'Atenta también contra nuestra ética colaborar con medios que sean hostiles, clara o encubiertamente, al orden político o económico vigente en nuestra sociedad'”
Alexander Jiménez en su intervención en el plenario del X Congreso de la UPEC en el Palacio de Convenciones de La Habana

domingo, 15 de julio de 2018

Siempre nos quedarán Les Bleus



Nunca la humanidad se había sentido más croata que el domingo 15 de julio de 2018. Ya fuera porque admiraban la gesta forjada a lo largo del campeonato por de Modric y pandilla, o por apoyar al equipo pequeño o simplemente por irle en contra a los franceses, los argentinos de Europa. De parte de Francia estaban los franceses y el hecho de que el himno que cantan antes de jugar es parte de la banda sonora de Casablanca Y durante el primer tiempo los croatas correspondieron generosamente a tal entusiasmo. Fue tal el dominio que ejercieron en el campo durante la primera mitad del partido que fueron responsables hasta de los dos goles marcados en propia puerta: el primero un autogol y el segundo por un penalti tras una mano en el área de Perisic. Y entre ambos goles los croatas consiguieron incluso marcar en la puerta contraria, algo que debió ser prioritario desde el primer momento. Era como si los croatas hubieran aprendido fútbol de un reglamento al que le faltaba la primera página: esa que dice precisamente que el objetivo del juego es colar el balón en la portería contraria y que es ilegal tocarlo con la mano excepto si eres el portero. Francia veía premiada su timidez inicial con exagerada largueza: un tiro al arco y dos goles. Como diría Borges: el destino, ciego a las culpas, es implacable con las distracciones.
Sin embargo, entrando al segundo tiempo la remontada no parecía imposible. Después de todo esa parecía ser la especialidad del equipo: partidos épicos y tormentosos cual cola en la pipa de cerveza. Pero eso implicaba dejar las espaldas descubiertas como ciertos vestidos de noche. La retaguardia más desprotegida que durante la proverbial recogida del jabón en la ducha de la cárcel. Y por allí llegaron cual cargas de caballería los contragolpes franceses. Uno de ellos coronado por un gol de Pogba y otro por ese veterano de 19 años que es Mbappé.
Con el juego 4 a uno incluso el fanático número uno de los croatas que es su propio entrenador, Dalic, parecía resignado a la derrota. Algo maquilló el resultado y la desesperanza un gol que el portero Lloris -suponemos que conmovido por tanta desventura croata- le regaló a Mandzukic para que terminara su jornada laboral con un gol en cada puerta. El resto del partido fue contar los minutos que separaban a los franceses de ir a recoger la copa que les correspondía como campeones de este mundial. Y para empezar a contar los cuatro interminables años que nos separan del mundial de Qatar.

sábado, 14 de julio de 2018

Bélgica 2, Inglaterra 0


Sospecho que esta reseña sobre el partido por el tercer lugar entre Inglaterra y Bélgica sea como el propio partido: no le interesará a casi nadie salvo como aperitivo para la final. Algo así como unas alitas de pollo esperando por el lechón asado de la final. Un partido para no abandonarse a la inercia de la falta de juegos que ver y comentar. Por lo demás jugaban el máximo goleador del torneo (Kane, con 6) y su más cercano seguidor todavía en juego (Lukaku, 4). Los optimistas podían esperarse que aprovecharan la oportunidad para que ampliaran sus numeritos. Para los pesimistas quedaba un cero a cero en 120 minutos decidido a penaltis.

Nada más lejos. Si algo hicieron los máximos goleadores del torneo fue fallar todas las oportunidades que se le presentaron. Por lo demás los belgas despejaron todas las dudas que pudiera haber sobre su superioridad sobre casi todos los equipos en el torneo a excepción de Francia y quizás Croacia. E hicieron reflexionar sobre lo poco que hubieran avanzado los ingleses de haberse tropezado antes con equipos adultos.

Lo que quedó claro desde el principio del juego es quién ganaría. O sea, Bélgica. Solo faltaba saber cómo. O cuánto. El resultado final fue dos a cero. Pero pudo ser por bastante más. Ya en el minuto 3 Meunier había rematado una excelente jugada colectiva con el primer gol del partido. Por suerte para Inglaterra en el resto del primer tiempo Lukaku y pandilla se dedicaron a desaprovechar las oportunidades de anotar que buenamente les ofrecían los ingleses cada vez que se iban al ataque. Los ingleses a su vez y para no ser menos desaprovechaban sus propias oportunidades.

Ya para el segundo tiempo el técnico de los belgas sacó a Lukaku del partido quitándole la oportunidad de que siguiera engrosando sus estadísticas de ocasiones malgastadas (algo que este no pareció agradecer). Llegado ese punto a Hazard no le quedó otro remedio que marcar él mismo el segundo gol para su equipo y que así esas alitas de pollo le supieran mejor a los belgas. Algo que atenúe la certeza de que en cuestión de unas horas el plato fuerte del torneo se lo comerán otros.      

viernes, 13 de julio de 2018

Servicio público: el decreto anti-reguetón

En vista de que muchas personas me han consultado sobre la dificultad de acceder a la página de la Gaceta Oficil de la República de Cuba donde aparece el último decreto concerniente a la contratación de artistas y espectáculos públicos lo comparto aquí. Un decreto que por una parte refuerza el control sobre las formas de contratación, el papel de las entidades oficiales en estos contratos y hasta la naturaleza de lo que se puede o no exhibir. Un decreto que si vamos a resumirlo en sus líneas esenciales podr 1amos definirlo como el "decreto anti-reguetón" por el énfasis que pone en definir como punible aquellos contenidos que incluyan pornografía, "lenguaje sexista, vulgar y obsceno" o que "atente contra el desarrollo de la niñez y la adolescencia", definiciones lo suficientemente vagas como para que entre allí todo lo que les resulte inconveniente. Los dejo con el decreto.

Post Data:

Habrá quien se alegre de que al fin el gobierno tome medidas contra el reguetón. Yo no. Por principio y por experiencia. Por que parto del principio de la libertad creativa, empezando precisamente por aquellas cosas que no me gustan. Y que aceptar la censura supone la cesión de un poder que terminará afectándonos a todos. Encima la experiencia me ha enseñado que el poder suele usar ciertas aprensiones colectivas para eliminar lo que realmente le molesta (que es casi siempre algo que me importa).

Eso me recuerda un viejo chiste en que se anuncia en la prensa (o en un discurso del Máximo Líder que era un anuncio todavía más oficial) que pronto se procederá a exterminar a los ratones. De inmediato la jefa de las gallinas reúne a todas sus congéneres, se montan en un barco y se van para Miami. Y al llegar allá en la primera rueda de prensa les preguntan cómo es que han decidido huir si en el anuncio se hablaba de exterminar a los ratones no a las gallinas. A lo que responde la jefa de las gallinas:
-Es verdad pero en mi país se cometen cada errores…   






miércoles, 11 de julio de 2018

El día que los croatas rugieron


En su partido de semifinales contra Inglaterra Croacia la tenía cuesta arriba. Y no era por falta de condiciones. Los croatas reúnen el físico de jugadores de baloncesto con la habilidad de los de fútbol-sala. O de los carteristas. No era por sus condiciones. Ni porque llevaran dos partidos seguidos jugando media hora extra. El problema es que además de los ingleses debían enfrentarse con su propio Attention Deficit Disorder, una condición que les ha costado unos cuantos goles en este campeonato. Inglaterra en cambio parecía haber superado ya su propio Síndrome de Amarillez Súbita (SAS o Sudden Yellowness Syndrom, SYS por sus siglas en inglés) que le impedía ganar juegos en momentos decisivos a golpe de psicoanalistas y de entrenar el lanzamiento de penaltis.

Y así fue. En el minuto 5 de juego y producto de uno de sus habituales despistes ya los croatas habían concedido una falta en el borde del área. Y quien la cobró fue Trippier que con el pie lanzó un slider alto y arriba bueno para el 1 a 0. Y pudo ser peor. Porque los croatas fieles a su desenchuche habitual concedieron varias oportunidades para lo que pudo haber sido una ventaja definitiva.

Pero por suerte para Croacia los ingleses andaban en vena generosa, parece que para espantarse de arriba la fama de imperialistas desalmados que se habían ganado en los siglos anteriores. Y poco a poco los croatas empezaron a recomponerse y a parecer cada vez más un equipo de fútbol. Y hasta a atacar, aunque sin demasiado peligro para la portería defendida por Pickford. Y a controlar el partido un poco más.

Pero nada de eso parecía afectar mayormente al marcador, impasible cual lord inglés desde el 1 a 0 inicial. Así terminó el primer tiempo y así se mantuvo los primeros 23 minutos del segundo tiempo. Hasta que en uno de los tantos centros croatas al área Perisic sacó un pie en medio de la nada y dejó a Pickfod sin nada que hacer que no fuera recordarle a sus defensas el nombre de sus respectivas madres. Así se fueron al alargue con Madzukic arrastrando su cuerpo como si le quedara cuatro cinco tallas más grandes a su alma y el resto de los croatas en condiciones no mucho mejores.

Llegados al alargue los ingleses se volcaron entusiastas a la ofensiva. Pudieron irse adelante con un cabezazo de Stones había superado al portero y fue rechazado con un frentazo de Vrsaljko bajo los palos. Y mira por dónde, cuando ya parecía que todo se resolvería a golpe de penales (como les gusta a los que no les gusta el fútbol), cuando faltaban 12 minutos para el final Perisic cabeceó a lo como pudo y Madzukic (que hacía rato que parecía estar en cualquier parte menos en el estadio) pareció recordar de pronto para qué está allí y remató el balón cruzado para el gol de la victoria. Porque no los marearé diciéndoles que en los minutos siguientes (más los cuatro de descuento que adicionaron) Inglaterra estuvo a punto de empatar. Y sí, pudo hacerlo como mismo los croatas pudieron marcar la puntilla con un disparo que dio en el poste. Lo que al final resultó es que los del tablero de ajedrez rojo, los del mantel de pizzería, irán el domingo a encontrarse con los franceses a decidir quién es el mejor del mundo. Y los de los tres tristes leones disputarán el tercer lugar y comerán mucho trigo.

Poeta en Nueva York (un siglo antes que Lorca)*



Ser pionero es difícil. Se puede ser el primero en el tiempo pero luego viene la cuestión del espacio. Como con los exiliados cubanos en Nueva York. Pongamos el caso del poeta José María Heredia. Llegó antes que ninguno de sus compatriotas exiliados a Estados Unidos. Más exactamente al puerto de Boston, el 4 de diciembre de 1823. Pero cuando, días más tarde, decidió mudarse a Nueva York, ciudad a la que llegó el 22 de diciembre, ya estaba allí Félix Varela, el venerable presbítero que venía huyendo de España y había llegado una semana antes. Heredia debió alegrarse al encontrarse en la ciudad al ídolo de la intelectualidad habanera pero si se mira bien es un poco frustrante. Como si Edmund Hillary y Tenzing Norgay al trepar el Everest se encontraran un comité de recepción nepalí con bocaditos y champán.
Pero a su llegada a Nueva York Heredia no andaba pensando en la Historia. Era demasiado joven para eso. Joven pero precoz. No había cumplido los 20 años y ya iba a publicar su primer libro de poesía cuando el gobierno español lo condenó a muerte. No por las poesías —que los gobernantes españoles no eran tan exigentes en cuestiones literarias—, sino por ser parte de una conspiración independentista llamada de Soles y Rayos de Bolívar. Por eso, y por la tendencia del gobierno a perseguir a todo nativo cuyo IQ sobrepasara los 120 puntos, curiosa tradición conservada en la isla hasta el día de hoy.
Quien lo recibió en Nueva York fue Cristóbal Mádam, joven cubano que vivía en la ciudad empleado por una compañía exportadora. Este lo ayudó a instalarse en una casa de huéspedes en el número 44 de Broadway, donde Heredia viviría hasta febrero del año siguiente para entonces mudarse a otra casa de huéspedes, en 88 Maiden Lane.
En los primeros meses de su estancia en Nueva York el joven Heredia se dedicaría a lo mismo que generaciones de exiliados tropicales que lo sucedieron: pasar más frío que un pingüino desplumado y maltratar y ser maltratado por el inglés. “Idioma horrible” dijo de este, luego de que, sospechamos, pidiera huevos fritos en una cafetería y le trajeran una limonada. Bien fría.
Pero Heredia no solo se dedicó a pasar frío y machucar la lengua del criado tartamudo de Shakespeare. También usó su tiempo para conocer todo lo que tenía que ofrecer la ciudad. Nueva York todavía se disputaba con Filadelfia el título de metrópoli más importante del país pero ya daba pasos definitivos para confirmar su primacía. Aquí Heredia vio obras de teatro, asistió a conciertos y vio al Marqués de Lafayette, héroe francés de la independencia norteamericana que visitaba el país después de mucho tiempo. Pero de lejitos.
Heredia también visitó otras ciudades. En abril de 1824 pasó por Filadelfia, Baltimore, Washington y se llegó hasta Mount Vernon para conocer la finca de George Washington a quien le dedicó una oda. Dos meses después viajó a las cataratas del Niágara. El 15 de junio estaba frente a ella. Y adivinen: escribió otra oda. Una que lo inmortalizaría. Todo porque en medio del espectáculo majestuoso de la catarata el poeta fue incapaz de encontrar una palma. Desde entonces los cubanos sin palmas se sienten como si el GPS estuviera fuera de servicio.
En noviembre de 1824 por fin Heredia se vio obligado a hacer algo que hasta entonces había evitado con éxito: trabajar. Debutó como profesor de español y francés en un colegio para niños ricos ubicado en el 14-21 de la calle Provost. Lo otro que hizo de importancia en la ciudad —además de sufrir su primer ataque de tuberculosis, la enfermedad que lo mataría once años después—, fue publicar al fin su primer libro de poesías bajo el original título de Poesías. Eso fue en mayo de 1825. El 22 de agosto de ese mismo año dio otro paso decisivo: justo en la cubierta del barco que lo llevó a México, país en el que lo recibiría su presidente, Guadalupe Victoria. El poeta nunca regresó a Nueva York. No me sorprende.
*Tomado de Nuestra Voz

martes, 10 de julio de 2018

Francia 1, Bélgica rien de rien


Ahora es fácil. Decir “yo lo sabía”. “Eso estaba querido”. Pero luego de la demostración que dio Bélgica contra Brasil se preveía un partido difícil para Francia. Nadie podía asegurar el resultado contra un equipo que podía dejarte fuera de combate con que te distrajeras preguntándote si habías dejado abierta la llave del baño. De ahí que Francia entrara al partido muy concentrada. Tan concentrada que parecía que se estaba cagando. Pero no. En fútbol eso se llama “estrategia”. Y Bélgica aprovechó la estrategia francesa para jugar buena parte del primer tiempo en territorio francés sin salir de ahí ni a buscar agua. 

Poco a poco los franceses se atrevieron a sentir el tacto de la hierba del otro lado del campo e incluso probar lo buen portero que es Courtois, el portero belga. Y los belgas también aprovecharon para tener sus llegadas más claras antes de que se acabara el primer tiempo pero teniendo cuidado en dejar virgen el marcador, timidez extraña a estas alturas del campeonato.

A los que se les quitó el miedo escénico fue a los franceses en el segundo tiempo: a los siete minutos de reanudadas las hostilidades el defensa Umtiti peinó un córner para dejar la pelota donde Courtois ya no pudo alcanzarla. Y allí mismo se le acabó la timidez al equipo francés que por fin le entró al partido con descaro. Pudo marcar unos cuantos goles más dejando más de un detalle precioso en el camino pero sin conseguir despegarse en el marcador. De manera que hasta el final siempre quedó la posibilidad de que los belgas empataran el partido, una ilusión que solo despejó el pitazo final del árbitro. O no. Porque cuando los sobrevivientes de ese magnífico equipo belga se reencuentren de aquí a cincuenta años volverán a repasar cada una de aquellas oportunidades que desperdiciaron. Esos detalles por los que se les fue la oportunidad de llevar a Bélgica por primera vez a la final de un mundial. Pero no, esta vez serán sus rivales los que el domingo intentarán conquistar la segunda copa para Bélgica Occidental o Francia, como quieran llamarle.

lunes, 9 de julio de 2018

El cura que sabía demasiado


Texto aparecido en Nuestra Voz
El cura que sabía demasiado
Por Enrisco
Don Félix Varela, sacerdote, filósofo y maestro, ídolo de la juventud habanera ilustrada a principios del siglo XIX, llegó a Nueva York el 15 de diciembre de 1823. O quizás dos días después. Pero lo que importa fue que le quitó el honor de ser el primer exiliado cubano en la ciudad al poeta José María Heredia quien llegó a la ciudad siete (o cinco) días después. El sacerdote le ganó al poeta por una nariz en el photo finish de la Historia, como quien dice. Varela tenía entonces 35 años recién cumplidos. El resto de los años de su vida iba a cumplirlos en Estados Unidos.
El pionero de los exiliados cubanos en Nueva York nació en La Habana en 1788 y creció en la ciudad de San Agustín en la Florida cuando la península pertenecía a España pero había menos hispanohablantes que ahora. Allí lo llevó su abuelo paterno, oficial del ejército, encargado de criarlo. Regresó a La Habana a los trece. Siendo una de las inteligencias más brillantes de su tiempo Félix se ordenó sacerdote antes de cumplir 23 años y pasó a ocupar una codiciada plaza de profesor en el mejor centro educativo de la isla: el colegio de San Carlos y San Ambrosio.
Varela pudo vivir tranquilamente del sueldo de profesor el resto de su vida pero prefirió mejorar el mundo (o al menos la parte correspondiente a su isla). Desechó la escolástica —que tenía un ligero desfase de seiscientos años de pensamiento filosófico—, por una filosofía algo más moderna y enseñó física experimental, química, anatomía, economía política y derecho constitucional lo que para entonces era tan audaz como explicar en Norcorea cómo funciona Facebook. Pero bastante más útil.
Varela parecía saberlo todo excepto la importancia de quedarse callado cuando se es inteligente y honesto. En 1821, con el restablecimiento de una constitución liberal en España fue nombrado —junto al catalán Tomás Gener y al criollo Leonardo Santos Suárez— representante de la isla de Cuba ante las Cortes. Seguramente los que lo eligieron pensaban que le hacían un favor.
Reinaba entonces Fernando VII, pésimo momento histórico para ser honesto, inteligente y expresarse sin miedo. Presionado por una insurrección liberal, el rey había cedido parte de su poder al parlamento pero al intentar recuperarlo los representantes —incluidos los de Cuba— declararon que el rey estaba loco y, por tanto, era incapaz de gobernar. Loco quizás no, pero el rey indudablemente tenía un pésimo carácter. Así que en cuanto recuperó el poder, Fernando VII mandó a ejecutar a todos los que lo habían declarado incapacitado para gobernar. Como ni Varela ni sus compañeros consideraron buena idea ponerse a razonar con un rey que antes habían declarado loco prefirieron cambiar de aires.
Distinto debió parecerles el frío aire de diciembre de Nueva York a los fundadores del exilio caribeño en la ciudad. Acompañados del ubicuo Cristóbal Mádam, Varela y sus compañeros fijaron su primera residencia en la pensión de la viuda Elizabeth Mann en el número 61 de Broadway. Meses más tarde, en 1824, Varela viajó a Filadelfia y se instaló en la pensión de la señora Frazier en el 224 de Spruce Street. Y sin embargo, al poco rato decidió regresar a Nueva York. Sería que extrañaba el frío.
Todavía vivía en Filadelfia cuando Varela empezó a publicar una revista llamada El Habanero. Allí aparecieron tres números y de vuelta a Nueva York otros cuatro. En ellos les hablaba a sus compatriotas de las ventajas de la libertad y la independencia. Dicha prédica entusiasmó a sus compatriotas en La Habana lo suficiente como para distraerlos de cuestiones ajenas al baile, el sexo y la acumulación de capital. Digamos que unos veinte minutos.
Las autoridades de la isla en cambio le prestaron más atención a los escritos de Varela: dando muestras del profundo interés que les inspiraban prohibieron terminantemente su circulación. Eso le dio una idea a Varela de lo que le ocurriría si se asomaba por La Habana. No sorprende que decidiera no regresar nunca más. Es una suerte lo mucho que ha cambiado Cuba en los 194 años transcurridos desde entonces.

sábado, 7 de julio de 2018

Koniec



El partido en cuartos entre Rusia y Croacia podría contarse de dos maneras distintas. En una el modesto equipo ruso se creció por encima de sus limitaciones y jugó a la par del hasta ahora claro candidato a llegar a la final. En la otra Croacia es un equipo de polialeación mimética, como Terminator 2, que se dedica a reproducir el nivel de juego del equipo que tiene enfrente. Y fue así que permitieron que estos soviéticos del siglo XXI los trataran de igual a igual. O puede que haya un poco de las dos versiones.

Lo cierto es que ninguno de los dos equipos permitió que el otro se le fuera demasiado lejos. El primero en marcar fue la URSS 3.0. con un misil que salió volando del zapato izquierdo de Cheryshev para aterrizar en la red croata. Pero no habían pasado 9 minutos cuando Mandzukic se adentró por el borde del área para darle un pase a Kramaric y que este cabeceara el empate croata.

El segundo tiempo fue más de los mismo pero sin el detalle de los goles. Al final los amiguitos del polonio seguían sin definir el concepto de portería y los exyugoslavos cargaban con más calambres que en un maratón entre oficinistas. Incluso se pensó que el portero Subasic, el supermán en los penales contra Dinamarca, no podría continuar el partido afectado por una contracción muscular. Pero había que estar media hora más jugando. Por suerte estaba Modric que parecía estar filmando un anuncio de baterías eléctricas autorecargables. Fue él quien sostuvo el equipo a golpe de pases y carreras  que cansaban de solo verlas.

Hasta que por fin llegó el cabezazo de Vida que parecía con su gol en el minuto 100 sentenciar el partido. Tanto que se quitó la camiseta para que Ronaldo y Shaquiri vieran que no tenía nada que envidiarles ni en abdomen ni en tarjetas amarillas (lo cual es una exageración: Ronaldo tiene le abdomen más definido aunque hay que reconocer que las tarjetas eran iguales de amarillas). Pero aun quedaban 20 minutos de partido que a esa altura se sentían tan largos como atravesar la Siberia en patineta. Y he aquí que quince minutos después, o sea, a 5 del final del tiempo extra el ruso de Sao Caetano do Sul pareció darles la razón a los que consideran buena idea la nacionalización de extranjeros con un cabezazo que volvió a emparejar el partido hasta la ronda de penales.

Los croatas llegaban a los penaltis con las piernas en peor estado que la economía venezolana. Entre eso y el apoyo local hacían pensar que rusos irían franca ventaja. Pero el portero croata renació en medio de sus cenizas como el gato Félix y detuvo el primer remate. Tanto debió intimidar a los rusos que el bolo adoptivo Mario Fernandes la echó por fuera dándole de paso un fuerte golpe a la política migratoria de Putin. Los croatas hasta se pudieron dar el lujo de fallar un gol. En el último turno Rakitic, quien había pasado el partido más discreto que un funerario, remachó su disparo para darle a Croacia el pase a la semifinal y a los rusos la oportunidad de que vuelvan a sentir el calor hogareño.

La porfiada Albión




Usualmente el equipo inglés viene acompañado de más fantasmas que los que pueblan los castillos de por allá. Los fantasmas de viejas derrotas, de penaltis fallados, de balones que se escapan entre los dedos de los porteros en cámara lenta hacia la red, de goles en contra en el último minuto. Fantasmas que han alimentado un fatalismo casi tan profundo como el de los mexicanos en el fútbol o de un cubano en la cola de la democracia.

Ante ese panorama este partido contra Suecia les debió parecer una apacible excusión campestre. Una excursión sin mayores sobresaltos que encontrarse un paraje minado con plastones de mierda de vaca ante los que basta andar atentos para no hundirse en el medio de uno de ellos. Algo tan apacible como encontrarse con un gol en un tiro de esquina que aterrizó en la frente de Mcguire para de inmediato rebotar dentro de la red. Luego los ingleses pudieron anotar al menos dos goles más. Sin embargo, tanto empeño pusieron en fallarlos que hicieron pensar a más de uno en el regreso de los viejos fantasmas en la forma de oportunidades perdidas que pronto serían lamentadas.

Las plastas de vaca aparecieron recién en el segundo tiempo cuando el entrenador sueco debió recordarles a sus jugadores en el vestuario de qué lado se encontraba la portería contraria y qué se esperaba que hicieran con ella. Pero cuando más entusiasmados andaban los suecos con el redescubrimiento de la esencia del fútbol llegó el segundo gol inglés nacido de otra frente, esta vez la de Dele Alli. Un gol que a los suecos debió sonarles a mazo de juez reafirmando la sentencia. Todavía los suecos tuvieron tiempo de lanzar unos cuantos ataques que parecían cargados de peligro pero nada. Esta vez a los ingleses no les falló ni la defensa ni el portero que rechazaba los balones como si de un videojuego se tratara. Con las plastas de vaca esquivadas una a una y los fantasmas conjurados nada más se interpuso entre Inglaterra y las semifinales donde se encontrarán con Croacia o con el mismísimo Putin disfrazado de equipo de fútbol.

viernes, 6 de julio de 2018

Eliminadinhos


Es un misterio por qué siempre Brasil siempre se planta en el terreno como favorito. Sí, ya sé. Están los cinco mundiales ganados anteriormente.Y el jogo bonito. Y las estrellas multimillonarias. Y las gradas multicolores. Pero también deberían pesar los tres últimos mundiales incluida la despedida que les dio Alemania hace cuatro años 7 goles a 1. Como para cambiarse el nombre. Los Seteaunoninhos o así. Esta vez volvían frente unos belgas crecidos por haberle ganado a Japón luego de ir perdiendo 2 a cero en el segundo tiempo. Eso le da a cualquiera un halo de invulnerabilidad que ni las cucarachas.

Y entraron con buen pie. Los belgas quiero decir. O con buena mano. Porque fue el brazo de un defensa brasileño el que desvió el balón justo hacia donde su portero no se lo esperaba. Y los seteaunoninhos en shock. Como si recibir un gol fuera lo más raro del mundo. O como si temieran que les fueran a caer seis más. Tuvieron suerte. Solo les cayó otro gol, de contragolpe, con los belgas lanzados a campo traviesa. Como los hunos. Contragolpe y para dentro. Pudieron ser más los goles belgas pero mal que bien así terminó el primer tiempo: 2 a 0.  

El equipo brasileño que regresó al segundo tiempo era otro. No radicalmente mejor pero otro. Atacaron. Como si en ello les fuera la vida. O por lo menos que, de vuelta a la casa, las mujeres los dejaran entrar. O los esposos, que estamos en el 2018. Faltaba siempre algo, como en la planificación socialista. Cuando no era precisión en el último pase era puntería en el remate. Hasta Coutinho, el más fino de los brasileños en los últimos partidos, falló más que la cadena puerto-transporte-economía interna. Debemos hacer notar, no obstante, que Neymar el Revolcadinho, anduvo más activo y vertical que en el resto del mundial aunque sin resultados visibles. Llegó por fin el gol del descuento, salido de la frente fresca de Renato Augusto que acababa de entrar hacía tres minutos. Unos lo vieron como señal de la imparable remontada de Brasil y otros en cambio temieron que era apenas un pretexto para sufrir mejor los últimos minutos del partido.
El propio Renato Augusto tuvo el empate en sus piernas poco después. Una oportunidad que tuvieron casi todos los jugadores de Brasil en los minutos sucesivos sin que ninguno la consiguiera concretar. Y claro, también estaban los belgas, negados a que los seteauninhos les hicieran lo mismo que ellos le habían hecho a Japón días antes. Y así terminó el partido, con los brasileños desgarrados en llanto pero con el consuelo íntimo de que al menos esta vez no regresaban a casa cargando un 7 a 1.

Entre los dedos


Se veía venir. Un buen juego entre dos de los equipos que mejor impresión han causado hasta ahora. Y la –no excesiva- superioridad francesa, con una escuadra más completa en cada uno de los aspectos del juego. Enfrente, un Uruguay algo disminuido con la pérdida de Cavani por lesión, un gran centro delantero que volvía a su viejo romance con el gol. Uruguay se debió sentir como el cowboy que va al duelo sin su índice. Ese con que halar el gatillo a toda velocidad. En una situación en la que cada instante cuenta. En que todos los dedos son necesarios, para no hablar del índice.

Mbappé, el índice francés, no estaba en su mejor día. Pero ni falta que hacía con toda la mano y el brazo funcionando perfectamente. Los uruguayos no andaban mancos pero el índice Cavani se echaba en falta. Luis Suárez, que en estos días anda haciendo de dedo de medio, hacía lo que podía. Pero Stuani, sustituto de Cavani, no acababa de dar la talla. Fue entonces que Suárez debió caer en cuenta de lo difícil que es para el dedo de medio agarrar todo un cigarrillo por sí solo. Y en eso llegó el primer gol francés. Un falta no muy lejos del área que Griezmann centró y Varane remató de cabeza: el balón entró ajustado al segundo palo. Imparable. Minutos después Uruguay lo pudo empatar con jugada muy parecida con cabezazo de Cáceres. Pero Lloris, el portero francés, se estiró y consiguió desviarla con la punta de los dedos.

El segundo tiempo no estuvo a la altura del primero. También por una cuestión de dedos. Pero no metafóricos sino literales. Griezmann que dispara desde fuera del área. Duro y con efecto pero de frente. O al revés. De frente pero con efecto. Muslera que se mueve a su izquierda y el balón a su derecha. Extiende las manos pero nada. Como si los dedos de ambos guantes estuvieran llenos de aire. Y la pelota que sobrevuela la cabeza del portero para entrar en el arco ante su mirada angustiada. (Yo también fui portero, pero de los malos. De los que recuerda pocas heroicidades pero es experto en remordimientos. Con la diferencia de que yo a lo más representaba a una escuela mientras que Muslera carga encima con un país. Chiquito pero país. No quiero asomarme hoy a su muro de facebook).

Pero no hay que ensañarse con el portero uruguayo. Uruguay hoy no tenía cómo hacerle mucho daño a Francia. A lo más que arruinó Muslera fue la posibilidad de una resistencia digna, de soñar. Porque la esperanza es lo último que se pierde. Y eso lo perdieron los uruguayos minutos antes de que el árbitro pitara el final del partido. De ahí el motín rabioso cuando Mbappé hizo de Neymar. O las lágrimas del defensa Giménez mientras hacía la barrera para que Griezmann volviera a cobrar una falta. O luego las lágrimas de toda la afición charrúa. Y el único consuelo que les queda es haber perdido con el que puede ser el campeón de esta copa. Que no es poco.

martes, 3 de julio de 2018

Murieron con las botas puestas

Como hacía rato los árbitros no se hacían sentir el gremio le encargó al del partido Inglaterra Colombia que interviniera más y peor. Porque un buen árbitro debe ser como esos padres que van al parque con el hijo y si el niño se cae no le hace mucho caso para que el muchachito se inicie en el necesario arte de levantarse solo. De lo contrario se van a pasar todo el tiempo revolcados pidiendo la ayuda a los padres. El árbitro picó en el asunto de las caídas y antes que se diera cuenta se vio rodeado de jugadores revolcados por el piso y repartiendo tarjetas a diestra a siniestra con un juego que tenía menos de fútbol que de bolos. El gol de Inglaterra llegó pues por vía del árbitro que cantó un penal discutible. Y lo cobró a la Harry El Implacable Kane que en estos trances no sabe qué cosa es el perdón.

Colombia intentó acercarse a la portería pero muy pocas veces lo hizo con algún peligro. Pero cuando ya el juego parecía sentenciado Uribe –que es, junto con Ospina, el apellido que le ponen a todos los colombianos cuando no se les ocurre alguno mejor- sacó un cañonazo desde fuera del área que a duras penas fue desviado por el portero inglés. Y en el córner subsiguiente regresó el héroe de los últimos partidos: el defensa Yerry Mina volvió a elevarse por encima de todos como si de la figura central de un conjunto escultórico se tratara y de un buen cabezazo consiguió un empate hollywoodesco.

Lo lógico según Hollywood era que lo colombianos terminaran ganando el partido en el tiempo de alargue y los jugadores ingresaran en el panteón de los héroes colombianos, cualquiera que estos sean. Pero a pesar del buen ánimo de Falcao y los suyos, entusiasmados con su hazaña reciente, la pelota no hizo mucho por entrar en ninguna de las dos porterías. Y cuando eso ocurre si impone al final un tratamiento de choque: la ronda de los penaltis. Al ser los ingleses los primeros en fallar parecía que los colombianos se impondrían pero no van lejos los de adelante si fallan más. Dos Uribes fallaron (en realidad fue un Uribe y un Bacca, pero a estas alturas da igual) y los ingleses terminaron abriéndose camino hacia cuartos de final donde se enfrentarán un país cuyo nombre empieza con S y termina con A. Los colombianos en cambio podrán hablar de morir con las botas puestas que al parecer es la manera más elegante de hacerlo. Aunque pierdas a los penales.

Suecia 1, Suiza 0 (¿o es al revés?)



Este partido era la pesadilla de los que andan flojos en geografía. Suiza, Suecia. ¿Qué diferencia hay? Suecia es la de los volvo y IKEA y Suiza la de los chocolates y los relojes. O viceversa. Se anticipaba un partido parejo y lo fue. Tan parejos andaban que amenazaban peligrosamente con un empate a cero hasta que llegó el gol sueco en un disparo que rebotó en un defensa y despistó al portero suizo. Y en vez e abofetearlo allí mismo y recordarle todos sus ancestros desde Noé a esta parte el portero le hizo un gesto al defensa de que no se preocupara, que no era para tanto.

Pero sí lo era. Sobre todo porque los suizos no tenían mucha idea para atacar. Todos los esfuerzos se le iban en enviar centros elevados al área chica. Sin tener en cuenta lo altos que son los del equipo contrario. Era como si un padre de familia se gastara todo lo que tiene en billetes de lotería. Ese nivel de probabilidades. Y no había quien sacara de ahí a los suizos. Parece mentira que sea Suiza la que controle las cuentas bancarias de todo el mundo y otorgue los premios Nobel.
Fueron los otros los que estuvieron a punto de marcar un segundo gol cuando se acababa el partido. Fue en una jugada en la que el árbitro primero decretó penalti y luego con la intervención del VAR degradó a falta fuera del área. Y fallaron pero en eso el árbitro pitó el final y los de la bandera de la Cruz Roja daltónica regresarán a casa. Donde quiera que esta esté.

lunes, 2 de julio de 2018

Obrigado Brazil!


El juego de México contra Brasil puede leerse de dos maneras distintas. Como una historia tradicional o una profética. De cara al pasado o al futuro. En la tradicional, resumida en la famosa consigna del “jugamos como nunca y perdimos como siempre”, se contaría en clave de puro fatalismo: las múltiples llegadas a la puerta brasileña como una manera de decorar una derrota que todos sabían inevitable. Por eso los delanteros mexicanos se desvivían por patear las pelotas a las tribunas. Y el portero Memo Ochoa en su tradicional papel de San Sebastián aguantaba la andanada de remates brasileños sabiendo de antemano que en algún momento su puerta sería vencida por las huestes de Neymar El Horizontal.
Pero también está la profética. La versión que arrancaría el día anterior con la victoria en las urnas del candidato presidencial por el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) Andrés Manuel López Obrador, un líder llamado a acabar de una vez y para siempre con los flagelos que azotan al país: el narcotráfico, la violencia, el crimen, la corrupción y la música grupera. En esta versión los jugadores mexicanos teñidos de rubios serían un símbolo del sol de esperanza que trae el presidente electo y la derrota sería mero rezago del pasado porque con AMLO todo en el país marchará a la perfección. El Tri ganará la copa del mundo y “ahorita” no significará “dentro de tres semanas” o “no necesariamente en esta vida”. Y en los libros de Historia del futuro se explicará que en realidad este equipo no cayó ante Brasil sino que quisieron regresar cuanto antes al Nuevo México que estaba naciendo. Y los goles de Neymar y Firmino serían una muestra de solidaridad con el nuevo proyecto de regeneración nacional.

El derecho de perder


La mayoría de los partidos ni siquiera tienen guionistas. Se improvisan a la buena de Dios o se arman reciclando viejos argumentos para terminar siendo como matutinos escolares: desde el inicio todo el mundo sabe lo que va a pasar. Hay otros que traen un halo épico, como escritos por un aspirante a Homero. Pero hay otros como el de Bélgica y Japón en octavos de final que parecen escritos por algún clásico de la telenovela. Felix B. Caignet, Caridad Bravo Adams, Iris Dávila. La historia de la pobrecita Japón que apenas le había ganado a Colombia con un hombre menos y que se enfrenta a la poderosa Bélgica de indetenible paso por el campeonato. Y la geisha venida a menos, renqueante, a la que le faltan unos cuantos dientes, pasa buena parte del primer tiempo arrinconada. Sin atreverse a pasar la línea del medio campo que es la zona de la gran señora belga. Esa que la acosa y la arrincona en su propia portería, a la que gracias a sus extremos cuidados mantiene perfectamente virgen.

Cuando empieza el segundo tiempo  la pobre geisha, cansada de tanto abuso decide ripostar y en un contragolpe le marca un tanto a la orgullosa ama europea que apenas se cuida de defenderse. Y no contenta con eso la geisha, indignada tras tanto desprecio, le suelta un zapatazo a distancia para el 2 a 0. Y por fin se le ve a la despreciada geisha sonreír sintiendo que al fin será reivindicada. Pero Bélgica, poco acostumbrada a ser vencida por una sirvienta vuelve en sí e intenta recuperarse. Con tan buena suerte que un cabezazo mal dado –el cabezazo que quiso ser centro- coge al portero japonés mal parado y termina entrando en el arco. Otro cabezazo más y empata. Y así siguen hasta que se termina el tiempo reglamentario y añaden cuatro minutos más de alargue. Las dos halándose los moños sin que parezca que se resolverá nada de momento. 

No es difícil prever el tiempo extra sin goles y un duelo final en que las protagonistas deciden sus diferencias a penales. Y en los penales, ya se sabe, todo puede pasar. Que lo digan los rusos. O Schmeikel Senior. Pero justo cuando faltan treinta segundos para el final del partido reglamentario el portero belga descuelga un córner y le deja el balón a uno de sus jugadores quien se lanza en pos de la gloria. Y la gloria llega después de varios pases que terminan con la pelota en la portería. Y la pregunta que le queda al Felix B. Caignet de turno es para qué  complicarse tanto con la trama si la historia iba a terminar como siempre termina en la vida real. Con la señorona brindando con champán y la criada desdentada tirada en la cuneta.