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lunes, 14 de mayo de 2012

Escritura creativa 2012

Como cada semestre mis estudiantes del curso de escritura creativa insisten en que los hago trabajar demasiado, en que temen no ser lo suficientemente creativos. Como cada semestre consiguen sorprenderme. Y sospecho que hasta logran sorprenderse a ellos mismos que es -según mi experiencia- el momento más placentero de todo acto de creación.

Kristy Lin
Los botones


Algunos días mi abuela no trataba de suicidarse, pero el resto de los días yo deseaba que ella lo hiciera. El lunes, el martes, pero no el miércoles día de su telenovela; el jueves, el viernes, el sábado (pero no el domingo, el día de descanso). ¡No se preocupen por mí, adiós para siempre! Ella lloraba, a las 2:00 pm, todos los días como si fuera la primera vez. Arañaba la ventana vendada con cinta aislante con las uñas de color carmesí, siempre picadas, la bata raída, siempre detrás, ensayaba el final de una obra de teatro cuyo principio nunca vimos. Mi madre la sacaba de la cornisa, sin apartar la vista de su revista de moda y mientras la distraía con una taza de té y un tranquilizante. A las 2:15 de la tarde iba a darle una serenata al retrato de mi abuelo colgado en la pared de su habitación bailando un vals en círculos mientras la radio sollozaba una ópera tras otra, mientras que nuestro gato se sentaba en el vano, a juzgar.

Era una mujer mediocre, mi abuela. Nunca fue excepcionalmente horrible o extraordinaria, simplemente era. Un ama de casa con un gusto impecable en abrigos de lana y detergentes. Naturalmente, todos sus hijos se mudaron muy lejos, no por odio sino por falta de vínculo, cargando a mi madre con su madre, el destino inevitable de la hija mayor. A mi madre no parecía importarle, excepto por las arrugas bajo los ojos en esos días en que sólo quería leer su revista de moda. Ella simplemente decía que esto era sólo la manera en que la abuela se expresaba. Como resultado la mayoría de los días después de la escuela asistía a la escenificación de los suicidios frustrados de mi abuela. Sin darme cuenta de lo morboso del asunto pero consciente de su singularidad, por alguna razón nunca pude hablar ni moverme, sólo mirar mientras el llanto comenzaba.

Hasta un martes que estaba en silencio. Eran las 2:05 de la tarde y ella estaba todavía ocupada consigo misma. Demasiado feliz, demasiado tranquila. Pero no nos importaba, por fin mi madre podía leer en paz un artículo completo sobre cremas para los ojos. Miré a mi abuela a los ojos y ella me sonrió con picardía. Ven aquí, me indicó con la cabeza y las uñas de color carmesí. Y yo la seguí a su dormitorio. Ella ya estaba hurgando debajo de su cama, y reveló una vieja lata de galletas de té, con olor a canela y pelusa y que traqueteaba musicalmente. Abrió la tapa y para deleite de mis ocho años, apareció un montón de botones de diferentes formas y sabores. Verde, rosa, oro: los había con un agujero, dos agujeros, cuatro agujeros.

Ella comenzó a transferir puñados de la preciosa carga a mis manos y bolsillos, varios cayeron en el proceso y chocaron sordamente contra el piso de madera. ¿Puedes guardarme esto?, me susurró, sus iris nublados en medio de un blanco amarillento. Asentí con la cabeza. ¿Usted se compromete por el alma de su madre que va a cuidar de ellos como si fueran su primogénito? Sí. Satisfecha, continuó la transferencia. Hum, ¿puedo usar la caja para llevarlas? No, usted no está listo para eso. Ok.

Yo terminé de contar y salí de mi cuarto y di un paso sobre algo duro, plano y redondo. Otro botón. Y otro. Y otro ... un rastro de trozos de arco iris que llevaba al cuarto de baño.

Yo abrí la puerta, a la derecha encontré su bata de baño cuidadosamente doblada, su lápiz de labios, su esmalte de uñas, todo delicadamente colocado en fila en el lavabo como en un santuario. Y a la izquierda, allí estaba ella durmiendo sin aliento en la bañera de porcelana blanca, el ataúd más limpio que jamás existió.



Johnny Gall

Caer


Siempre vomitaba. Por los nervios. Porque no importaba cuantas veces lo hubiera hecho, cuando él sabía que en unos minutos iba a caer desde el cielo, vomitaba. Y cuando terminaba, saltaba del avión y todo estaba O.K..

Después de vomitar.

El siquiatra recomendó que él se lanzara en paracaídas por su miedo a perder el control. Seguía haciéndolo porque era lo más cercano a volar que él podía alcanzar. Y siempre había querido volar.

Por eso, tres veces por año, saltaba de un avión. Primero miraba al paracaídas. Minuciosamente. Y entonces vomitaba en una bolsa. Y saltaba, miraba las montañas y el mar en la distancia. Y cuando estaba en tierra, vomitaba otra vez.

Pagaba bien, y por eso, el piloto nunca le dio problemas a la hora de revisar el paracaídas o de vomitar en el avión.

Cada vez que una persona se lanza en paracaídas, firma un contrato. Se dice que se entiende que, aunque todo es seguro, siempre hay una posibilidad de que algo salga mal. Que haya un agujero en el paracaídas (una vez de cada 1076). Que el paracaídas no se abra (una vez de cada 543) O que todo funcionara bien, pero el aterrizaje fuera demasiado violento (una vez de cada 26, 825).

Él lo sabía: había firmado muchas veces. Pero, este es el tipo de estadísticas que a veces asegura un desastre. Y por eso, por supuesto, un día, revisó el paracaídas, vomitó y saltó del avión. Sin equipo.

Y cerró sus ojos, esperando por el momento en que aterrizara, más violento de lo normal, contando sus segundos de vida.

Y nada pasó. Pues, caía pero nunca del todo. Cada vez que iba a chocar contra la tierra, cerraba sus ojos, y cuando los abría, ya estaba más alto, cayendo desde cielo otra vez.

Y seguía, para siempre, cayendo del cielo, mirando las montañas de África, los ríos de Europa, los desiertos de Norteamérica, hasta el fin del mundo.

Y de vez en cuando, un niño, mirando al hombre caer desde el cielo más y más rápido, le lanzaba un pedazo de pan, o un poquito de arroz. Y lo comía con mucha hambre.

Pero siempre lo vomitaba.


Para leer textos más pinche aquí.

miércoles, 4 de abril de 2012

Borges y la ética del escritor

Respondiendo un cuestionario de la revista Sur Borges se extiende sobre la moral de la literatura:



No nos dejemos embaucar por la connotación sexual de la palabra inmoralidad; más inmoral que fomentar la lascivia es fomentar el servilismo o la estolidez.
Stevenson (Ethical Studies) observa que un personaje de novela es apenas una sucesión de palabaras y pondera la extraña independencia que parecen lograr, sin embargo, homúnculos verbales. El hecho es que una vez lograda esa independencia, una vez convencidos los lectores de que tal personaje no es menos vario que los que habitan "la realidad" (quienes, por lo demás, tampoco son, o somos, otra cosa que una serie de signos), el juicio moral del autor importa poco. Además, todo juicio es una generalización, una mera vaguedad aproximativa. Para el novelista, como tal, no hay personajes malos o buenos; todo personaje es inevitable. I understand everything and everyone, declara Bernard Shaw, and I am nobody and nothing.
Cabe, por consiguiente, decir a Chejov: si los ladrones de caballos son reales, la opinión de su autor no los modifica.Vedar la ética es arbitrariamente empobrecer la literatura. La puritánica doctrina del arte por el arte nos privaría de los trágicos griegos, de Lucrecio, de Virgilio, de Juvenal, de las Escrituras, de San Agustín, de Dante, de Montaigne, de Shakespeare, de Quevedo, de Browne, de Hugo, de Emerson, de Whitman, de Baudelaire, de Ibsen, de Butler, de Nietzche, de Chesterton, de Shaw; casi del universo.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Mientras el alma navega por lo oscuro


Mientras el alma navega por lo oscuro
Mientras lee la página internacional del periódico a Cino, cineasta en ciernes, se le ocurre el argumento para una película. Trata sobre un crucero que, a punto de hundirse, es abandonado por pasajeros y tripulantes desesperados que se lanzan al agua en cualquier cosa que flote o incluso a nado. (La distinción entre tripulantes y pasajeros es puramente nominal. Hace mucho que por desperfectos técnicos el motor de la nave no funciona y la mayor parte de los pasajeros la impulsan a golpe de remos un esfuerzo, que aceptan con entusiasmo o resignación –si es que puede distinguirse la diferencia en estos casos- y por considerarlo a la larga benéfico para su salud. Tanta gente en este mundo que paga por ir a los gimnasios –piensan- mientras ellos se ejercitan sin cargo adicional alguno). No todos en verdad abandonan la nave en parte porque pronto se acaban los botes de emergencia , chalecos salvavidas y demás objetos que permitan mantenerse a flote, en parte porque muchos no se atreven a abandonar a los ancianos o a los hijos pequeños con los que viajan pero también porque en el instante más denso del caos el capitán anuncia por los altavoces que el crucero no se está hundiendo, que apenas ha chocado con unos escollos y que bastarán unas cuantas maniobras, relativamente sencillas dada su larga experiencia en alta mar, para que la nace continúe su camino.
Pasa el tiempo, o más bien los años, se rectifica Cino mientras le pide la cuenta al camarero del café donde se ha sentado a leer el periódico, sin que el crucero se hunda aunque tampoco consigue zafarse de los escollos en los que encalló. En los primeros años y pese a la estrecha vigilancia que se ejerce sobre todos, algunos de los pasajeros se las arreglan para escapar de la nave pero al llegar a tierra firme tienen mucho cuidado de mencionar el accidente o la inutilidad de los esfuerzos para que el crucero vuelva a navegar. Mucho menos mencionan el caso de los pasajeros muertos a manos de los tripulantes mientras trataban de escapar. “No nos interesa hablar de asuntos de marinería” afirman “Si nos fuimos del barco es precisamente porque estamos cansados de estar en el mar, de vivir a merced del oleaje y los mareos”. Con el tiempo la nave encallada se ha convertido en parte del paisaje marítimo y son cada vez más los turistas que lo visitan por curiosidad o por pasar una agradable semana en compañía de los antiguos galeotes ahora reconvertidos en camareros, músicos o masajistas de los visitantes. A cada rato parte del barco una comisión oficial destinada a convencer al mundo de las posibilidades de convertir al barco en el mayor casino flotante del mundo o algo mejor mientras los antiguos náufragos asentados en tierra se dividen entre los que anuncian, con la rabia con que se predice cualquier Apocalipsis, el hundimiento del barco en un futuro inmediato y los que a cada rato lo visitan por sentirlo parte inseparable de sus vidas. Entre estos no son pocos los que, en vistas de la inestable situación económica en tierra firme, planean gastar sus ahorros en el proyecto de casino. “Es preferible –dice para convencerse- “barco encallado que cientos flotando”.
Cino, que está indeciso entre culminar su historia con un motín a bordo o en la apoteósica fiesta de inauguración del casino, corre a proponérsela a productores que imagina interesados en ese tipo de tramas. “Parece cosa de Fellini” le dice uno de ellos dándole a entender que el argumento no estaba mal del todo pero que a su vez no valía la pena llevar a la pantalla una historia que de alguna manera ya ha sido filmada. Otros, más agresivos y menos imbuidos en la historia del cine la rechazan argumentando que además de lo desmesurado del costo de filmar su proyecto les parece absurda y ruinosa una historia en la que el naufragio no se llega nunca a cumplir del todo y en la que el conflicto se diluye en una situación incierta y pantanosa. “¿Quién va a creer en gente dispuesta a vivir durante años en un barco encallado? ¿O que incluso tengan deseos de regresar a divertirse en él luego de pasar tanto trabajo para escapar?”.
“Imagínate”  lo conmina uno de los productores “que en la película sobre el Titanic el barco en vez de hundirse se quedara empotrado contra el témpano durante años. Además de la imprecisión histórica (que es importante pero se puede obviar si el interés dramático lo exige) ¿quién hubiera pagado una entrada?”. Le dicen a Cino que si se les hubiera acercado hace un tiempo a proponerles un documental sobre el crucero que se hundió hace poco frente a las costas de Italia le hubiesen dado enseguida el dinero para filmarlo. La negligencia del capitán como causa del naufragio, la cobarde desfachatez con que abandonó a los pasajeros en el barco, detalles que sí peuden ser de interés para el público en general. “Nada de tramas fantásticas e indefinidas. La gente lo que quiere ver en estos tiempos son historias claras y creíbles”. Cino tira la servilleta donde había anotado la trama en el cesto de la cocina mientras piensa que esta vez, más allá de la mezquindad con que suelen encarar cada proyecto, los productores tienen razón. Algo debe andar mal con su espíritu para que se le ocurran historias así. No estaría mal -se dice- que antes de enfrascarse con otro proyecto le hiciera una visita a su psicoanalista.  

miércoles, 22 de febrero de 2012

Los relatos de Maurice Sparks

El año pasado el escritor y narrador Ernesto González publicó el libro Los relatos de Maurice Sparks (Editorial Silueta), del que ahora sale una reseña en El Nuevo Herald. La generosidad del autor me permite ofrecerles un adelanto del libro en este blog:

Un presidente abre una botella de champán


Un presidente abre una botella de champán, el corcho sale volando, cae por la ventana y golpea a un transeúnte en pleno rostro. El transeúnte, molesto, agarra el corcho y lo lanza hacia la ventana de donde vino. El guardia que cuida la entrada del palacio presidencial lo ve y le dispara, matándole en el acto. Los otros transeúntes se molestan, se reúnen, hacen una protesta a la que se van uniendo otros transeúntes. La protesta se extiende por todo el país. El ejército interviene con sus tanques, mueren más civiles, la comunidad internacional exige la renuncia del presidente. Al mandatario no le queda más remedio que huir con toda su familia hacia un país vecino que le ofrece asilo político.


Sentado en la cama de su habitación en un hotel de la capital del país vecino, el presidente trata de entender los acontecimientos de las últimas semanas mientras se toma una cerveza.





Un asunto de gravedad



Un señor decide tomar el elevador para visitar a un amigo en el décimo piso. Le lleva una botella de vino. Al entrar al cajón lo invade el pánico. ¿Si se cae? ¿Si se descompone? El señor decide regresar a la calle y no visitar a su amigo. Mientras tanto, el amigo camina de un lado a otro en su oficina del décimo piso. Se siente deprimido. Ha llegado muy alto pero no es feliz. Apenas tiene tiempo para los amigos. Su esposa lo ha abandonado. Sus hijos se han mudado lejos, a otro estado. Sale al balcón y sin pensarlo mucho se lanza al vacío. Cae con todo su peso sobre un hombre que camina con una botella de vino debajo del brazo.





La caza



Por un momento me pareció que estaba desnuda. Pero no. Fue sólo una ilusión óptica. Vestía unos “blue jeans” y una blusa bien estrecha, pegada a su cuerpo sensual y juvenil. Yo iba manejando, absorto, feliz porque el fin de semana ya había llegado, gracias a dios. Iba camino al mercado a comprar una botella de whisky. Para relajar. Mi trabajo es super estresante, agotador, quemador de neuronas, asesino, criminal. Un trabajo que paga bien pero que no me merezco. Yo merezco ser rico, pero esa es otra historia y se las cuento otro día.

Lo mejor no era que pareciera desnuda. Lo mejor no era que fuera tan sensual. Lo mejor no era que fuera joven. Lo mejor era que me miraba, lo mejor era que sonreía, lo mejor era que seguía mirándome, como pidiendo que le hablara, que le pidiera su teléfono, que la llevara a un motel, que le hiciera el amor (más bien que me la templara, hacer el amor es otra cosa, más leve, más delicada, más romántica; esto parecía ser un deseo animal).

Hay algo que no les he contado todavía. Soy casado. Un hombre felizmente casado. Mentira. No hay hombre que sea totalmente feliz en su matrimonio. Me gustan las aventuras. Me gusta conquistar a esas damas débiles que se dan fácil, esas frágiles criaturas que el azar nos regala. Me gusta salir a buscarlas, me gusta encontrarlas, me gusta después zafarme de ellas. Me gusta decir: “Lo siento, pero soy casado. No te puedo ver más.”

Lo sé. Soy un verdadero hijo de puta. Pero todos los hombres lo somos. Levante la mano el hombre que no ha tenido una aventura, o dos, o tres, o mil.

Miren a Tiger Woods: bien parecido, millonario, famoso. Casado con una bella mujer. Pero, ¿y eso qué importa? Los hombres somos cazadores. Nos gusta la carne. Nos gusta la caza. ¿Quién lo puede negar? Tiger Woods es un cazador. Yo soy un cazador. Todos los hombres somos cazadores.

A mí las mujeres se me dan fácil. No se los niego. Tengo un no sé qué. Esta no era una excepción. Caería fácil. Era un presa. Ya había caído en la trampa.

Me bajo del carro. Camino hacia ella. Ella camina hacia mí. Esto se pone bueno, me digo. Gracias, dios, por todo lo que me das. Gracias por ser tan generoso. Pero la verdad es que me lo merezco.
Me mira. La miro. Abre la boca. Me dice:

-- Señor, ¿le gustaría donar sangre hoy?

miércoles, 25 de enero de 2012

Cuestionario sobre el cuento

Hace media docena de años me pidieron un cuento para una antología marcada por el impulso bien intencionado y utópico de propagar la lectura entre esos mártires del acné y la masturbación que son los adolescentes. El pedido no venía solo: también incluía un cuestionario sobre el cuento que rellené con un montón de lugares comunes y dos o tres ademanes propios. Hay días, en los que uno quiere a la humanidad algo menos que de costumbre, en los que uno se permite pequeñas crueldades como la de castigar la fidelidad de los lectores de este blog con textos que merecían seguir donde estaban, perdidos en un rincón de la memoria de la computadora. Vaya pues mis repuestas al cuestionario de la antologadora junto a su nota introductoria.


PREGUNTAS PARA LOS AUTORES

En nuestro intento por profundizar en la creación literaria, por acercar la literatura a los jóvenes que lean estas páginas, hemos considerado oportuno y enriquecedor formular una serie de preguntas a los autores antologados para que nos hablen de sus primeras experiencias literarias, nos digan qué han supuesto para ellos los libros, por qué escriben cuentos, qué piensan del momento por el que pasa el relato, qué tienen que decirles a los chicos que no leen lo suficiente y andan a vueltas con la cibernética, las video-consolas o el botellón, sin darse cuenta de lo que se están perdiendo con ello.

1.- Alguna vez hemos oído hablar alguien de una experiencia lectora que lo enganchó para siempre al carro de la literatura. ¿Cuál fue el primer libro que leíste?¿Hubo alguno que te marcara en especial?

Respuesta: El primer libro que leí no lo recuerdo. Supongo que habrá sido uno de esos tantos libros infantiles con muchas imágenes y poco texto de un niño que empezaba haciendo mal las cosas y luego las hacía bien o que rompía un juguete y al final, felizmente, el juguete volvía a la vida. Recuerdo haber leído muchos libros de fábulas y cuentos tradicionales y entre ellos uno que ahora le leo a mi hijo “Oros viejos”, una colección de historias de todas partes del mundo compuesto por un exiliado español, Herminio Almendros (padre del cineasta Néstor Almendros). Cuando niño igualmente leí unas veinte novelas de Julio Verne y otro tantas de Emilio Salgari, Las Mil y una noches el divertidísimo Decamerón de Bocaccio o Arthur Conan Doyle tanto por su Sherlock Homes como por sus novelas de caballería y por supuesto Mark Twain, tanto sus novelas como sus cuentos y artículos. Luego, a medida que fui creciendo han ido muchísimos libros que en diferentes épocas fueron marcándome como persona y como escritor empezando con algo tan obvio y manido –y que por ello puede parecer desagradable insistir- como el Quijote (con el que recomiendo empezar con una edición con pocas notas, las justas para entender la historia no para hacer un estudio académico sobre la novela). Pero concentrándome en el cuento someto una lista de autores que me impresionaron a diferentes edades, desde mi adolescencia hasta ahora: Edgar Allan Poe, J.D. Salinger con sus “Nueve cuentos”, Augusto Monterroso, Julio Cortázar, Anton Chejov, Juan José Arreola, Virgilio Piñera, Franz Kafka, Slawomir Mrozek (sobre todo por “El elefante”), Carson McCullers, Jorge Luis Borges, Kurt Vonnegut (aunque de él apenas se han traducido cuentos al español, sólo novelas), Yukio Mishima, Charles Bukowski y Raymond Carver. Últimamente me han impresionado también de un modo muy estimulante los cuentos del ya fallecido escritor chileno Roberto Bolaño. Hay muchos más pero cito a aquellos que marcaron determinado momento en mi vida de un modo especial al punto de de leer toda su obra o al menos toda la que encontré a mi alcance en ese momento.

2.- ¿Qué es para ti el cuento? ¿Por qué lo cultivas?

Respuesta: Para mí debe ser el equivalente al nocaut en el boxeo, o a la carrera de cien metros en el atletismo o el amor a primera vista. Algo que sea capaz de resumir una situación, un modo de ver la vida o varios al mismo tiempo en unas cuantas páginas. De ahí que un buen cuento en cuanto a economía de las palabras deba ser perfecto. En un cuento nada debe ser gratuito, todo lo que se ve es importante pero lo que no se ve no debe ser menos importante. Podría poner montones de ejemplos al respecto y aunque varían los estilos, los niveles de sofisticación del lenguaje esas condiciones son esenciales. El cuento y la narración en general están ligados a nuestra historia como seres humanos y desde esos principios tuvo un sentido trascendente (darle orden y sentido al mundo y trasmitir valores y experiencias) y un sentido lúdico, juguetón. En los mitos, las leyendas, los libros sagrados o la Historia el cuento aparece en esa doble condición. La historia del pecado original es un cuento y todas las elaboraciones posteriores de los teólogos no pueden superar el atractivo y la significación de esa historia de Adán, Eva, la serpiente y el fruto prohibido (incluso para gente huérfana de fe como es mi caso). Escribo cuentos porque me gustan como lector y al mismo tiempo como escritor es el género en el que más cómodo me siento: me gusta enamorar al lector a primera vista, o noquearlo, depende de las circunstancias.

3.- Esta antología recopila cuentos de los que se pueden estudiar importantes aspectos estilísticos y culturales, pero también muchas y serias enseñanzas para la vida. ¿Qué recomendarías a los jóvenes que nunca tienen tiempo para sentarse con un libro en las manos? ¿Qué les puede aportar la lectura?

Respuesta: Es un contrasentido escribir recomendaciones para alguien que no lee. O sea, que se trata en el mejor de los casos de escribir recomendaciones para que los que leen se las cuenten a los que no leen, recomendaciones que estos últimos escucharán con mayor o menor indiferencia. La lectura en general no hace a nadie buena o mala persona pero ciertas lecturas, (especialmente la buena ficción) quizás pueden hacerte –si se tiene la capacidad de digerirlas bien- mejor persona. Es decir, alguien más complejo que ha adquirido indirectamente experiencias que sin leer no habría conocido en varias vidas. Luego si eres un criminal nato difícilmente un buen libro hará de ti una buena persona pero al menos conseguirá que seas un delincuente más sofisticado. No creo, por ejemplo, que ningún videojuego trasmita de modo tan vívido la experiencia de la guerra como “La roja insignia del coraje” de Stephen Crane. Todo el cuestionamiento de la realidad y sus posibles variantes a que alude una película “The matrix” y sus secuelas están contenidas de un modo mucho más radical en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” de Jorge Luis Borges. La imagen visible, casi tangible, del cine y la televisión paradójicamente suele empobrecer nuestra imaginación (o la de los libros en las que se inspira) aunque sea mucho más fácil consumirla. Al mismo tiempo no creo que la lectura por sí misma ejerza un efecto mágico en los lectores. Hay libros que lejos de multiplicar y enriquecer la visión del mundo la reducen como es el caso de los libros creados para servir exclusivamente una ideología –cualquiera que esta sea- y convierten al mundo en algo muy sencillo que puede resolverse con dos o tres recetas. En esos casos es preferible el botellón. Los buenos libros –si son leídos con algo de sentido común, insisto- funcionan exactamente al contrario: multiplican las opciones ante las diferentes situaciones vitales, nos ayudan a entender a otros y a nosotros mismos, nos ayudan a aceptar la complejidad de la realidad sin caer necesariamente en el caos. Si eres alto, guapo y juegas fútbol mejor que cualquier gente que conozcas quizás no necesites leer. Maradona que cumplía la última condición pero no las dos primeras terminó optando por la cocaína.

4.- ¿Quiénes son para ti los maestros del género? ¿Y cuáles los cuentistas más significativos del último siglo?

Respuesta: Mi listado de los grandes maestros del cuento supongo que no sea demasiado original. Aparte de Las mil y una noches y el Decamerón mencionaría dentro del cuento moderno a Poe, quien prácticamente inventó el género, y a Maupassant, Chejov, Kafka, Hemingway, Borges y Carver. En cuanto a la tradición hispanoamericana pienso en Horacio Quiroga, Felisberto Hernández, Lino Novás Calvo, Virgilio Piñera, Arreola, Rulfo y Cortázar. Seguro que olvido a alguno importante al menos para mí pero estos son imprescindibles y recorren un espectro (estético e histórico) bastante amplio.

5.- El relato, un género que lucha en los países de habla hispana por adquirir carta de naturaleza y del que hay quien dice que se lee menos aún que la poesía. ¿Cuál es su situación en tu país?

Respuesta: La pregunta en sí no reconoce una realidad: el desarrollo y el prestigio del cuento en Latinoamérica difiere mucho al de España. Hay que pensar en la rica tradición del cuento que se desarrolló en Latinoamérica en el siglo XX, tradición que en España fue prácticamente nula. Prueba de esto es que casi todos los escritores latinoamericanos de primer orden, incluso aquellos conocidos mayormente por sus novelas tienen libros de cuentos. Y algunos escritores –como es el caso de Borges- se dedicaron, dentro de la narrativa, exclusivamente al cuento. El problema es básicamente comercial. Latinoamérica carece de editoriales con proyección realmente continental ya sea por posibilidades económicas o por pretensiones. En España que es el país que sigue teniendo la industria editorial más poderosa de la lengua y cuyas grandes editoriales son las que se encargan de consagrar a los escritores latinoamericanos (que de otra forma estarían condenados a ser leído sólo en sus países de orígenes) no se ha conseguido crear, por la razón que sea, un público lector de cuentos. Los españoles prefieren las novelas y novelas se ven obligados a producir escritores (españoles o no) que quizás por tradición o vocación hubiesen preferido escribir cuentos. Y eso por supuesto repercute en la creación literaria de todo el continente. En mi país Cuba, país que en las últimas décadas se destaca por sus carencias, existe en cambio una gran cantidad de cuentistas y hasta algunos de un buen nivel. Precisamente uno de ellos, Pedro Juan Gutiérrez, consiguió con su Trilogía sucia de La Habana uno de los mayores éxitos editoriales de un libro de cuentos en España en las últimas décadas.

6.- ¿Cómo ves su futuro?

Respuesta: Respecto a esta pregunta no sé si optar por el entusiasmo o el Apocalipsis. Como profeta soy demasiado tímido. Cabría pensar que el cuento encontraría un espacio en los momentos de máxima aceleración de la vida pero no ha sido así. Pienso que el cuento seguirá siendo afectado (quizás más que otros géneros) por la decadencia general del libro. Ese es mi dictamen apocalíptico. Le quedan sin embargo para sobrevivir otros medios como la internet en los cuales respecto a la novela juega, por su brevedad, con cierta ventaja. El lector y los que deben encargarse de formarlo –desde los maestros en las escuelas hasta los críticos- tendrán al final el peso decisivo. Siempre habrá necesidad de historias y si el cuento oral se vio afectado con la aparición del libro pero sin llegar a desaparecer, no debemos descartar la posibilidad de que el cuento escrito sobreviva por otros medios o por los medios de siempre porque ya sabemos que las modas no sólo se alimentan del ansia de novedad sino también de la nostalgia.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Recomendaciones

Hace unos días Diario de Cuba pedía un texto sobre la obra de literatura música o cina que más me había impresionado a lo largo del año. Más que por la reseña opté por la enumeración y la referencia breve. Aquí añado la parte musical que no quedó incluida en el texto que publicó Diario de Cuba.

Este año ha sido, entre otras incursiones, de lecturas esteparias, aunque en ocasiones avanzara un poco más allá hasta caer cabeza en plena taigá. Sí, hablo de esa raza temible que son los escritores rusos —o similares— que desde siempre, más que dedicarse a escribir historias de cómo se salva o se destruye el mundo, escriben como si lo fueran a destruir o a salvar a golpe de novelas. Como si su escritura no pretendiera representar el mundo, explicarlo, sino como si de ella dependiera su existencia.

Esta vez mis compañeros de viaje, o mejor, mis guías cosacos han sido Vladimir Voinóvich (Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin), Yuri Andrujóvich (Doce anillos), Sofi Oksanen (Purga) y Varlam Shalámov (Relatos de Kolimá). El libro de Voinóvich —antiguo disidente y responsable tanto del himno de los cosmonautas soviéticos como de contrabandear de la Unión Soviética el manuscrito de la majestuosa Vida y destino de Vasili Grossman— es la más hilarante épica que se pueda concebir de ese mundo espeluznante que fue la Rusia del padrecito Stalin, consiguiendo el milagro de revolcarnos a carcajadas con la piel erizada de terror. Doce anillos, el libro de Andrujóvich, es un retrato entre sarcástico y poético del paisaje postcomunista —y con postcomunista quiero decir, en este caso, desolado y ridículo— de la Ucrania actual, un paisaje reciclado por sucesivas y entusiastas barbaries de las que ahora lo único que se echa en falta es el entusiasmo.

Purga, la novela de la finlandesa Sofi Oksanen —única en este listado que puede considerarse una novedad— traduce la historia de Estonia desde los años de la ocupación soviética hasta el presente en un intenso drama familiar al que no obstante de algún modo se le escapa —como le suele suceder a los que abordan estos temas desde su exterior— la abrasiva lógica del totalitarismo.

Relatos de Kolimá es harina de otro costal. No le crean a quien pretenda presentarlo como mero testimonio del Gulag, en la estela de Un día en la vida de Iván Denísovich o Archipiélago Gulag. Se trata de un relato durísimo y al mismo tiempo sosegado y preciso, no tanto de los sufrimientos de los presos como de los modos que adopta eso que llamamos la condición humana una vez que se le despoja de todo ornamento sentimental, de cualquier oportunidad de engañarse a sí misma. Y el resultado no es especialmente alentador. Si un norteamericano optimista —perdonen la redundancia— como Hemingway vino a decirnos que un hombre puede ser destruido pero no derrotado, el ruso Shalámov nos trae pésimas noticias: un hombre puede ser destruido y derrotado incontables veces. Si acaso hay alguna señal de optimismo está en comprobar que a Shalámov todavía le quedaron fuerzas para escribir sus relatos. Aunque luego tuviese tiempo (y miedo) hasta para abjurar de ellos.

Pero mentiría si no dijese que de todas mis lecturas de este año la más apabulladora y estimulante es otra que Light in August (Luz de agosto, en la magnífica traducción que Enrique Sordo hizo para Alfaguara) de William Faulkner. Esta novela —de las menos conocidas entre los lectores cubanos: nunca se editó en la Isla ni fue traducida para Austral por Novás Calvo— comparte con el resto de la obra del escritor sureño el ambiente, los temas y hasta la trama. La distingue la elegancia con que, liberada de las servidumbres de la primera persona, la prosa de Faulkner corre por las páginas sin perder la fuerza necesaria para contar el drama de personajes como Joe Christmas que es, sin quererlo, el de todo un continente. Cualquier párrafo de Luz de agosto nos recuerda, entre tantas cosas, cuánto le deben los novelistas latinoamericanos desde Cortázar, Rulfo, García Márquez y Vargas Llosa hasta Bolaño y por qué Faulkner es en cronología y clase el primero de los noveladores del Nuevo Mundo.

En cuanto a recomendaciones musicales a riesgo de parecer un ejercicio de snobismo ahí van las mías. Del jazz etíope son muy recomendables tanto el legendario Mulatu Astatke como su copia norteamericana, Budos Band. Del funk brasileño sugiero a Marcio Local y a Joao Sabiá (y si no los han escuchado todavía a Pedro Luis e a Parede). Y a los verdaderamente curiosos les recomiendo experimentar la música de Red Baraat. Bhangra Funk es como definen su música, si es que eso les dice algo.
Nota: Si tienen recomendaciones que hacerme se las agradezco, sobre todo en cine para ver si me desquito en estos días con Netflix. Me valen películas aparecidas en los últimos diez años siempre que sean buenas.




lunes, 5 de diciembre de 2011

Leve noche en Montreal



Debo confesar que la presentación el jueves pasado de Leve Historia de Cuba en la librería Las Américas de Montreal me sorprendió. La verdad es que no tenía muchas expectativas. Cuando se ha estado en unas cuantas se sabe que suelen bastante más impredecibles que el clima. Esta vez ni siquiera contaba con más propaganda que la que le di en este blog y la que le hicieron amigos diligentes por su cuenta (algo que, como comprobé, no es poco). Pero aún así la sala (más bien pequeña) se llenó con un público cálido y atento. Gente sana e inteligente –por lo que pude colegir de las conversaciones que tuve con los que se acercaron- que no provenía necesariamente del mundo de la cultura, agradables y educados todos, incluidos los niños. (En especial me conmovieron dos parejas que no teniendo con quien dejar a sus hijos –uno de 18 días de nacido, de cuatro años la otra- decidieron acudir de todas maneras). Me hice la idea de una comunidad mucho menos abundante que la de Miami, Nueva Jersey, Madrid o el D.F. pero que no deja pasar la oportunidad de reencontrarse a sí misma.

Así que arropados por el cariño de los amigos y la generosa presentación de mi admirado César Reynel Aguilera, Franky y yo, usualmente torpes en público, nos sentimos distendidos como pocas veces y todo fluyó como cuando se está entre gente muy querida. Debo agradecerle en primer lugar a Isbel Alba, tan entusiasta como eficaz, por todo el cuidado con que organizó un evento al que nos arrastró cuando ya era un hecho consumado, cuando era imposible negarmos, a Francisco Hermosín, administrador de la librería y a cada uno de los que acudió esa tarde. También por supuesto a Aurora y a Jorge, a Sadja y a Enya, a Vilma y a Mauricio, a César e Isbel de nuevo que convirtieron la presentación en mero aperitivo del reencuentro y sin los cuales Montreal tendría para mí un sabor mucho más tenue. Y por último lugar le agradezco al personal del consulado cubano que tuviera el fino gesto de no aparecerse en la librería, ocupado como andaba en algún jelengue bolivariano. Una experiencia -la de la presentación- como para intentar repetirla en cuanto aparezca otro libro.

[En cuanto pueda pongo el video]

sábado, 19 de noviembre de 2011

Feria del Libro de Miami

Este año no he viajado a la Feria Internacional del Libro de Miami y he estado menos al tanto que otros años. De todas maneras quiero avisar que esta tarde, a las 6:15 se presenta el libro Cinco poetas cubanas en NY que reune poemas de Lourdes Gil, Maya Islas, Iraida Iturralde, Magali Alabau, Alina Galliano. Mañana José Abreu Felippe se presenta con El instante, una novela basada en los sucesos del Mariel, El instante y Chely Lima y Andrés Jorge presentan Lucrecia quiere decir perfidia y Barcos que se cruzan en la noche respectivamente. También estará a la venta América Nuestra, Antología de narrativa en español en Estados Unidos, editada por José Castro Urioste y Fernando Olszanski, que incluye a 18 escritores latinoamericanos radicados en Estados Unidos, entre ellos: Mario Bencastro, Alicia Borinsky, Ariel Dorffman, Teresa Dovalpage, Roberto Fernández, Isaac Goldemberg, Eduardo González Viaña, Ana Merino, Eduardo Paz Soldán y un servidor (no sé qué cuento incluyeron así que si alguien ve el libro que me avise).

viernes, 18 de noviembre de 2011

Convocatoria

I PREMIO LINKGUA USA de NOVELA escrita en español en USA 2010


La editorial Linkgua USA con la colaborción de The Center@MDC Literature and Theater y el Miami Dade College, CONVOCA EL I PREMIO LINKGUA DE NOVELA Escrita en español en USA, DE ACUERDO CON LAS SIGUIENTES

BASES

Las Bases elaboradoras para la Convocatoria del Premio Linkgua USA de novela en su 1era Edición son las siguientes:

Este certamen tiene como finalidad conocer e impulsar las nuevas voces de la narrativa escrita en español en USA, facilitando la edición de su obra.

Primera.- Pueden concurrir al Premio “Linkgua USA” las novelas de todas las personas que viven en el territorio de los Estados Unidos de América y Puerto Rico, escritas en español, que no hayan sido publicadas ni divulgadas en cualquier medio. Quedarán descartadas las obras que hayan resultado ganadoras en otros certámenes o concursos con anterioridad al fallo de este premio o que ya tengan los derechos comprometidos.

Segunda.- El tema será libre y cada autor podrá presentar cuantos originales desee.

Tercera.- Las obras deberán tener una extensión mínima de 200 páginas, tamaño folio DIN A 4, mecanografiadas a doble espacio y por una sola cara en letra tipo times new roman, arial o parecida.

Cuarta.- Se enviarán 3 copias debidamente cosidas o encuadernadas, o bien se enviará un original en papel y un CD en formato Word. Las obras se presentarán bajo un título o lema e irán acompañadas de la correspondiente plica cerrada, en la que se hará constar en su exterior el título o lema y, en su interior, el nombre y apellidos, dirección, nacionalidad y teléfono del autor, así como una breve nota bio-bibliográfica.

Quinta.- Los originales deberán remitirse a la dirección siguiente:

Florida Center for the Literary Arts at Miami Dade College

300 N.E. 2nd Avenue, Room 4102-8

Miami, Florida 33132, USA

haciendo constar en el sobre “Para el 1er Premio Linkgua de Novela”. El plazo de recepción de las obras comenzará el 19 de Noviembre de 2011 y expira a las 16:00 horas del día 20 de mayo de 2012.

Sexta.- Un comité lector seleccionará entre todos los originales presentados cuantos finalistas estime conveniente. El Jurado, que actuará con la máxima libertad y discreción, además de las facultades normales de discernir el ganador y emitir el fallo otorgándolo o declarándolo desierto, tendrá las de interpretar las bases presentes. El fallo del Jurado será inapelable.

Séptima.- El premio consiste en la Edición y publicación de la obra ganadora en una de las colecciones de la editorial Linkgua, la suma de $1000 USD y la entrega de una obra de arte conmemorativa de un artista reconocido de la comunidad hispana en USA. Este año del destacado pintor cubano Yovani Bauta, valorada en $8.000 USD.

· Participación como miembro del Jurado en la edición siguiente.

Octava-El premio es indivisible y se hará entrega del mismo en un Acto Cultural en el marco de la Feria del libro de Miami del 2012, en que se dará a conocer el ganador, por lo que el autor premiado queda obligado a acudir al mismo.

Fecha en que también se publicaran las bases del concurso del año posterior.

Novena- Los trabajos presentados no serán devueltos y se destruirán al día siguiente del fallo.

Décima- Los trabajos remitidos que no se ajusten a estas bases no participarán en la convocatoria.

Undécima- La presentación de obras a este Certamen supone por parte de los autores la aceptación de las presentes bases.

Duodécima.- El jurado tendrá completa capacidad para interpretar las bases del premio así como para la resolución de cualquier incidencia que pueda plantearse en el transcurso del mismo.

martes, 15 de noviembre de 2011

Precursor


El 5 de abril de 1988 publicaba este cuentecillo en DDT:


DESCUBRIMIENTO

El científico tiembla de emoción ¡Eureka! Ha dado con la forma de imprimir libros enteros en una simple hoja de papel. Para leerlos solo se requieren espejuelos especiales. Ebrio de entusiasmo decide revelar el descubrimiento a la humanidad. En ese momento no piensa dónde irán a parar los libreros. Sencillamente se siente feliz al pensar que mañana cualquiera podrá pasear con las obras completas de Charles Dickens en el bolsillo de la camisa. ¡Un tomo completo en una sola página! ¿Se imaginan? Abre la puerta de su casa. Son seis los disparos. Ha sido asesinado por un fabricante de marcadores.
Ya lo sé, malo donde los haya. Pero fíjense en los detalles: un libro de una sola página que no necesita marcador y amenaza con la existencia de los libreros y los marcadores. Primitivismo aparte puede adivinarse allí el devenir de los libros electrónicos lo que me convierte en una suerte de Jules Verne del kindle. Que se preparen los de amazon.com. La demanda que les voy a meter por haberme robado la idea.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Un malentendido literario

Como todo escritor que se respete Roberto Bolaño puso extremo cuidado en el cultivo de malentendidos. Uno de ellos –quizás el más notorio- es que era un escritor de izquierdas. Para confirmarlo estaban, entre otros detalles biográficos, su detención en tiempos del golpe de estado de Pinochet o su exilio. Pero lo cierto es que lo único que le quedaba a Bolaño de izquierdas en su última década de vida, sin duda la más creativa, era la desilusión. Y eso es algo que prefiere ignorar la mayor parte de la crítica, ejercida por miembros de la izquierda hereditaria y nostálgica a quien les resultaría incómodo relacionar su admiración por la obra del chileno con el desencanto que da sentido a toda su narrativa madura.

Esto no significa -siguiendo el precepto borgeano de que no ser ser católico no te convierte automáticamente en mormón- que Bolaño fuese un escritor de derechas. Según su propia confesión el discurso vacío de la derecha ya lo daba por sentado pero lo que lo incomodaba especialmente –aburrir es el verbo que usa- era el discurso vacío de la izquierda. No sólo por sus múltiples inconsecuencias como la de sus compañeros de exilio que, por ejemplo, preconizaban la liberación absoluta de la humanidad mientras intensamente practicaban la homofobia porque esa “gente de izquierda” “pensaba, al menos de cintura para abajo, exactamente igual que la gente de derecha que en aquel tiempo se enseñoreaba de Chile”. Aunque Bolaño conservaba intacta su repugnancia hacia las injusticias sociales contra las que se erige el ideario de la izquierda exhibía un rechazo no menor hacia un discurso que, a falta de otra cosa, se ha rellenado con la sangre de generaciones de jóvenes latinoamericanos. No en balde llamó a aquella fiebre generacional por formar guerrillas en Latinoamérica “guerras floridas” en memoria de las guerras rituales destinadas a procurar prisioneros para ser sacrificados en tiempos de hambruna; ni gratuita su insistencia en hablar de la extensa trampa en la que cayó aquella promoción de “luchadores latinoamericanos errantes, entelequia compuesta de huérfanos que, como su nombre indica, erraban por el ancho mundo ofreciendo sus servicios al mejor postor, que casi siempre, por lo demás, era el peor”.

“Estrella distante”, posiblemente su novela más compacta es a la vez su denuncia más aguda y oscura de ese discurso vacío de la izquierda. La figura de Carlos Wieder, poeta- asesino al servicio del régimen de Pinochet, es una condensación de los rasgos que comparten los radicalismos de izquierda y de derecha, sus instintos comunes: el ansia de absoluto -social o espiritual- y el desprecio por la vida humana justificadas a través de una intensa estetización de la violencia. No es casual que Bolaño haya escogido al poeta Raúl Zurita, poeta de clara filiación izquierdista para modelar a su pinochetista Carlos Wieder. El performance “La vida nueva” de Zurita en el que cinco aviones trazan en los cielos de Nueva York versos en español como “MI DIOS ES HAMBRE”, “MI DIOS ES CANCER” se traduce a un Carlos Weider volando sobre el cielo de Concepción en un avión con el que traza en latín los primeros versículos en Génesis bíblico. (O antes, en “La literatura nazi en América" Bolaño hace a Carlos Ramírez Hoffman, previa encarnación literaria de Zurita- Weider, escribir en el mismo cielo y por lo mismos medios frases como “LA MUERTE ES AMISTAD”, “LA MUERTE ES RESPONSABILIDAD”). Reducir la elección del modelo a las usuales rencillas literarias o a la tensión entre exilio y la resistencia artística de izquierdas dentro del régimen de Pinochet es negarle profundidad a la novela. El Carlos Weider de “Estrella distante” es la encarnación del principio en que se fundan las vanguardias políticas y estéticas más radicales: eliminar junto a todo lastre del pasado cualquier diferencia entre vida y poesía. Hacer de ambas una y la misma cosa. Pero la novela de Bolaño, sospecho, está encaminada menos a ajustar cuentas con los colegas y compañeros de ruta que con el Bolaño que veinte años antes de la publicación de “Estrella distante” escribía en su Manifiesto infrarrealista: “Nuestra ética es la Revolución, nuestra estética la Vida: una-sola-cosa”. Escribir “Estrella distante” fue su propia cura de desintoxicación contra ese nuevo opio de los pueblos que permitía asesinar en nombre del pueblo al poeta Roque Dalton o al propio Bolaño lo impelía a masacrar el lenguaje en nombre de un futuro mejor:

Cortinas de agua, cemento o lata, separan una maquinaria cultural, a la que lo mismo le da servir de conciencia o culo de la clase dominante, de un acontecer cultural vivo, fregado, en constante muerte y nacimiento, ignorante de gran parte de la historia y las bellas artes (creador cotidiano de su loquísima istoria y de su alucinante vellas hartes), cuerpo que por lo pronto experimenta en sí mismo sensaciones nuevas, producto de una época en que nos acercamos a 200 kph. al cagadero o a la revolución
Sólo así se pueden entender a cabalidad libros como “La literatura nazi en América”, descubrirle su simetria invertida. O comprender el esfuerzo del protagonista de “2666”, el ex soldado del ejército nazi Hans Reiter, por buscar reposo en la literatura bajo el seudónimo impermeable de Benno von Archimboldi. O los desencuentros poco literarios de Bolaño con la intelectualidad chilena, corroída por ese aburguesamiento culpable tan propio de la más reciente izquierda. Más allá de lo insondable que pueda ser una literatura intensa y desmedida como la suya el más básico de sus mensajes cifrados está dirigido hacia sus antiguos compañeros de generación e ideales todavía atragantados de estupidez redentora. Ese mensaje viene a ser el mismo con el que Carlos Wieder concluye su primer performance aéreo en el cielo de Concepción: “Aprendan”. Pero a Bolaño –el mejor, por paradójico, de los discípulos que ha tenido Borges- poco le importaría que alguien como yo venga a develarle sus códigos. Ya de antemano estaba seguro de que nadie me va a hacer caso.

Fotografía del performance de Raúl Zurita “La vida nueva”.

jueves, 20 de octubre de 2011

Remember Clifford

[En la foto Francisco García González (derecha) al recibir el premio de manos de Guillermo Rose, organizador del concurso]

El escritor Francisco García González –guionista de la recién estrenada “Boleto al paraíso” y en lo que me concierne mi más antiguo compinche literario- acaba de recibir el premio principal del VIII Concurso de Cuentos Nuestra palabra en Canadá por su cuento “Remember Clifford”*, un capítulo más de la epopeya de los escritores que lo siguen siendo a pesar de todo, incluso de sí mismos. Una lección de cómo se le puede exprimir literatura al fregadero de un restaurante:


“Remember Clifford”

Yo llegué primero a Frankie Pesto´s.
Un infierno allá abajo entre el agua llena de inmundicias, las montañas de sartenes y platos sucios.
Otras veces era raspar el fondo de las inmensas cazuelas usadas para preparar salsa de tomate. O barrer
y limpiar el piso, sacar a la calle las bolsas de basura.
Un infierno por el salario mínimo de la provincia.
Lo peor era la velocidad.
Endemoniada.
Cada noche era tragado por aquel estómago insaciable. Pasadas seis horas, era escupido de vuelta a la
calle. Fregaba decenas de platos y a mi espalda escuchaba las sartenes caer sobre la gran bandeja.
Perder cosas y vivir lejos era jugar al duro.
Increíble que lo estuviera haciendo.
No había manera de escapar. Me dejaba llevar por el ruido y los gritos de los cocineros, hasta que el
cerebro se me embotaba y perdía la noción del tiempo.
Con la espalda y las manos adoloridas, despellejadas… Pero era un hombre fuerte. Podía darme el lujo
de dejar la piel donde fuera.
Las camareras eran lindas y bien entrenadas. Demasiado hermosas para que fueran cercanas o posibles.
Las camareras eran lindas y los cocineros rudos.
Todo el tiempo gastándose bromas y riendo de cosas que no entendía. Ellos, ellas, vivían en un fucking
mundo, de una fucking manera… Ellos, los cocineros, también le miraban el culo, a ellas, las muñecas
que bajaban por los platos. Culos para servir comida italiana. A veces me hacían señas cómplices. Un
lenguaje distante de las palabras.
En el infierno.
En aquel momento había dejado de escribir. No porque fuera un acto criminal. Tantos libros necesitan
de toneladas de pulpa, la necesaria para ahogarnos o vivir en un desierto. De ahí lo absurdo de
reproducir memoria alguna. No era eso, simplemente no tenía nada que decir o sugerir y, en caso de
hacerlo, tampoco serviría para nada. Solo intentaba hurtar cuerpo de la corriente que empujaba hacia el
salto en que me esperaba la fucking vida.
Nadie sabía que era escritor. No me hubiesen contratado. Nunca le des un trabajo miserable a un
escritor por mucho que lo merezca. Te puede hacer quedar mal.
Entonces apareció Clifford Sutherland.
[Seguir]

*El guiño jazzístico es bastante obvio. "I remember Clifford" fue una pieza compuesta por Benny Golson a la memoria del trompetista Clifford Brown, muerto a los 25 años y es al mismo tiempo el título de un disco de Arturo Sandoval (Paquito D'Rivera por su parte ha compuesto "I remember Dizzy", su particular homenaje a Gillespie). Abajo el propio Benny Golson en el saxo tenor junto al trompetista Lee Morgan interpretándola. Disfrútala Franky.

martes, 5 de julio de 2011

Los cubanos y el hambre


Los cubanos suelen sentirse extraños ante la palabra “hambre”. Ya sea por vanidad o modestia asumen que el hambre de verdad es asunto de otras regiones, otras épocas. Como si admitir haber estado expuestos a ella disminuyera su humanidad. Pero ese escrúpulo nacionalista no es necesariamente espontáneo. La experiencia más generalizada del hambre en los últimos años –la que abarcó desde 1991 al 94- fue atenuada por el gobierno a través de todo un dispositivo lingüístico que intentaba disolverla en conceptos como “polineuritis”, "neuropatía periférica”, “neuritis óptica”, “Período Especial”. Eufemismos para nombrar una condición que venía acompañada por una extraña epidemia de mareos y desmayos en las horas críticas del mediodía. (Se cuenta que un Ministro de Salud fue destituido por haber pronunciado la palabra prohibida cuando Fidel Castro le preguntó por las causas de la debacle. Estudios posteriores, sin embargo, han confirmado su diagnóstico). En esa adulteración oficial de la realidad tampoco estuvimos solos. En los “Relatos de Kolimá” que ya mencionaba hace un par de días también se da cuenta de cómo en los campos soviéticos de trabajos forzados las autoridades desarrollaron su propia guerra de palabras contra el hambre, como si no hubiese nada más desestabilizador que llamar a las cosas por su antiguos y simples nombres.

[…] y finalmente, la célebre distrofia alimentaria, la enfermedad de los famélicos, a la que solo después del bloqueo de Leningrado se empezó a llamar por su verdadero nombre. Hasta entonces se había denominado de diversas maneras: AFA, enigmáticas iniciales en los diagnósticos de las historias clínicas que se traducían como agotamiento físico agudo; o, más a menudo, poliavitaminosis, una magnífica palabreja latina que indicaba la insuficiencia de varias vitaminas en el organismo humano y que tranquilizaba a los médicos al haber encontrado una fórmula latina, cómoda y científica, para referirse siempre a lo mismo: el hambre.

sábado, 2 de julio de 2011

Relatos de Kolimá

Los “Relatos de Kolimá”, la monumental colección de relatos del escritor ruso Varlam Shalámov, puede concebirse –entre otras cosas- como un tratado sobre la capacidad humana de soportar el dolor o sobre el sentido mismo de la condición humana en circunstancias extremas. Shalámov sabía de lo que hablaba. Había pasado dieciséis años en los peores campos de trabajo de la Siberia, campos que hacían parecer aquél que describía Solzhenitsyn en su novela “Un día en la vida de Iván Denísovich” un lugar de veraneo. No exagero. “Relatos de Kolimá” es una lectura reveladora como pocas porque al describir a seres humanos en condiciones mucho más allá de lo soportable nos hace sumergirnos en lo que queda cuando todo rastro de civilización y bondad ha sido vencido.

Quiero proponerles este fragmento en el que salvando la infinita distancia que había entre aquellos campos siberianos y la cotidianidad cubana se pueden sorprender ciertos rasgos comunes que marcan ambos mundos: la destrucción de la noción y el sentido del bien, la ridiculización de todo escrúpulo moral, el contagio de una ética, una estética y hasta un lenguaje delincuencial y el, a menudo, mezquino papel de los intelectuales. Salvando las infinitas distancia, insisto, háganse las traducciones apropiadas: "campo" por "Cuba", "mundo libre" por "afuera". [Los subrayados son, por supuesto, míos].


El jefe del campo es inmoral y cruel; el educador, falso; el médico inmoral; pero todo eso son minucias comparado con la fuerza corruptora del mundo del hampa. Porque los primeros, a pesar de todo, son hombres y, aunque sea de vez en cuando, algo humano asoma en ellos. En cambio, la gente del hampa no son personas.

La influencia de su moral sobre la vida en el campo es ilimitada y lo abarca todo. El campo de trabajo es una escuela negativa de la vida, negativa por entero y en todos los sentidos. Nadie sacará nunca del campo nada útil, ni el propio preso, ni sus jefes, ni los guardianes, ni los testigos involuntarios –ingenieros, geólogos, médicos- ni los superiores, ni los subordinados.

Cada minuto de la vida en el campo es un minuto envenenado.

Tantas son allí las cosas que el hombre no debe saber, que no debe ver, que si las ha visto, más le valdría morir.

Allí el preso aprende a odiar el trabajo, y no hay nada más que pueda aprender.

Allí se le enseña a adular, a mentir, a hacer pequeñas y grandes ruindades; allí se vuelve egoísta. Al regresar al mundo libre, descubre que no solo no ha crecido durante sus años en el campo, sino que sus inquietudes se han estrechado, se han vuelto míseras, groseras.

Las barreras morales se han desplazado hacia algún rincón apartado de su ser. […]

Un joven campesino caído en prisión ve que en este infierno sólo los delincuentes viven relativamente bien, que solo ellos cuentan, que los teme incluso la poderosa autoridad. Siempre andan vestidos y comidos y se ayudan los unos a los otros.

El campesino se pone a reflexionar. Y le empieza a parecer que la verdad de la vida en el campo está del lado del hampa y que solo imitándolos en su proceder conseguirá salvar de verdad el pellejo. Resulta que hay gente que puede vivir incluso en el mismo infierno. Y el campesino empieza a imitar a los hampones en su conducta, en sus actos. Asiente a cada una de sus palabras, está dispuesto a cumplir cualquiera de sus encargos y habla de ellos con miedo y veneración. Se apresura a adornar su léxico con palabrejas de su argot. Nadie, ninguna persona que haya estado en Kolimá, sea hombre o mujer, preso o libre, se ha podido desprender del argot del hampa.

Estas palabras son una droga, un veneno que penetra en el alma del hombre, y es justamente con el dominio del dialecto del hampa que empieza el acercamiento del bulto [preso no común] al mundo del crimen.

El intelectual recluso está oprimido por el campo. Todo lo que le era más querido ha sido pisoteado hasta convertirse en polvo; la civilización y la cultura se despegan de él en el plazo de tiempo más breve, un tiempo que se puede medir por semanas.

El puño y el palo son los argumentos de una discusión. Un culatazo, unos cuantos dientes rotos, los métodos de persuasión.

El intelectual se convierte en un cobarde, y su propio cerebro le apunta cómo justificar sus actos. Y puede convencerse de cualquier cosa, situarse en cualquiera de los bandos en disputa. El intelectual ve en el mundo del hampa a unos “maestros de la vida”, a unos luchadores a favor de los “derechos del pueblo”.

Un buen sopapo, un golpe, convierte al intelectual en el sumiso criado de cualquier Fulano o Mengano.

La persuasión física se trueca en persuasión moral.

El intelectual queda espantado para siempre. Su espíritu se ha quebrado. Y este miedo y esta alma quebrada los lleva consigo al regresar al mundo en libertad.

sábado, 25 de junio de 2011

Los jineteros y la marca "Cuba"

A continuación quiero compartir con ustedes un breve fragmento de un texto de ficción en el que estoy trabajando. Se trata de una especie de ensayo que uno de los personajes de la historia escribe en torno al jineterismo y me gustaría que se tomara como tal. O sea, como las opiniones -y el tono- de un personaje de ficción aunque en líneas generales yo esté de acuerdo con los puntos centrales de su razonamiento sobre un fenómeno que me parece fundamental para entender la Cuba contemporánea:

[...] aunque parezca obvio vale hacer unas precisiones sobre mi concepto de jinetero(a). Si en su origen sirvió para definir a aquellos cubanos que hacia la década de los ochenta comprendieron las ventajas de relacionarse con extranjeros y actuar en consecuencia este ha evolucionado no poco hasta hoy.

En aquella época, ya lejana en el tiempo, el vocablo jinetera se le endilgaba a una especie de prostituta poco consciente de su condición, dedicada a tratar con visitantes de afuera. Sus objetivos fluctuaban entre la adquisición en concepto de regalos –no de pago, lo cual hubieran considerado oprobioso- de artículos de acceso imposible en el mercado nacional hasta la siempre soñada boda con el extranjero (o “yuma” en la vulgata local) y la consecuente salida hacia el exterior.

Los jineteros en su variante masculina aunque no descartaban ofrecer favores sexuales incluían en su perfil laboral el proxenetismo más o menos disimulado, la oferta de diferentes servicios y productos nacionales, el intercambio de monedas en tarifas menos desiguales de las que proponía el gobierno e igual disposición al matrimonio con extranjeras en caso que se presentase la oportunidad. La evolución del fenómeno jineteril y con este del concepto ha tomado en las dos siguientes décadas giros a un tiempo presumibles y sorpresivos.

Predecible fue la profesionalización del sector encargado de ofrecer servicios sexuales a los visitantes y la regulación de las tarifas que antes se dejaban a la discreción del visitante. Fue así que los jineteros, una vez profesionalizados, se convirtieron en entes más conscientes de sus responsabilidades económicas y sociales. Para ellos la etapa romántica había acabado desde el momento en que dejaron de saldar una noche de sexo con un paquete de jabones y ropa interior para empezar a exigir cierta cantidad de moneda libremente convertible por hora trabajada.

Menos previsible fue que con la agravación de la crisis del país los principios básicos del jineterismo alcanzaran de una manera u otra a gran parte de la población. Que el jineterismo pasara de ser una forma de vida a convertirse en una expresión (nacional) del ser. Esos principios elementales del jineterismo incluían, entre otros, la adopción de un relativismo moral, el abandono del rigor con que antes se abordaban palabras como prostitución o principios y el privilegio de la sobrevivencia pura –esto es, material- por encima de cualquier escrúpulo.

Sin embargo, y he aquí la funcionalidad de esta definición, el abandono de los escrúpulos morales se hacían en nombre –en el caso de los jineteros no profesionales- de ciertos principios trascendentes y hasta metafísicos que iban desde la cultura hasta la nación pasando por ciertas preferencias religiosas o, en sentido más difuso, espirituales. Se puede y suele ser jinetero en nombre de la poesía, la música, la pureza del arte o el amor a la patria. Prefiero incluso aplicar el término a estos casos más ambiguos porque los otros, en los que se ejerce cada vez con mayor desnudez –figurada y literal- la prostitución, el proxenetismo o el contrabando de tabaco o de obras de arte, no tiene sentido usar otros términos que los que contempla el castellano más castizo. El jineterismo describe –si se le quiere dar un peso específico a la palabra- una sociedad hundida en una crisis profunda de la idea que tiene de sí misma que al mismo se niega a aceptar la profundidad de esa crisis.

Hay quienes saludan con entusiasmo la desaparición de esos escrúpulos luego de décadas de continua exaltación oficial de ciertos principios morales identificados con la esencia del sistema político cubano. Dicho entusiasmo, no obstante, no se detiene en la evidencia de que el mayor beneficiario de este relajamiento es el mismo Estado que antes imponía la austeridad y la rigidez ética como modelos de conducta. Luego de dilapidar durante décadas el patrimonio material del país acumulado en los siglos anteriores el Estado cubano ha comprendido que la principal fuente de valores exportables con los que cuenta es la de los productos intangibles. De ahí sus esfuerzos por asegurarse el monopolio de la marca Cuba; aquella Cuba de maracas, sombreros de yarey, prácticas religiosas exóticas y la abundancia de servicios sexuales con fondo musical autóctono que tanto despreciara en el pasado se convierte ahora (con el añadido de las imágenes del Che Guevara y alguna que otra memorabilia de los primeros años de revolución) en lo más atractivo que tiene que ofrecer al mercado mundial.

Dicho de otra manera: el Estado -en la misma medida en que su sostenida ineficiencia lo ha hecho fracasar en casi cualquier aspecto de la producción material- ha logrado hacerse el principal propietario de la marca “Cuba”. Y los jineteros, que al fin y al cabo no son otra cosa que los distribuidores más activos y eficaces de dicha marca, han tomado debida nota de ello. De modo que, conscientes de su dependencia de los propietarios de esa marca que distribuyen en medio de sonrisas y golpes de caderas, han hecho de esa estética, que ya hacia 1950 era insufrible para los críticos más rigurosos de lo nacional, una política. Es por eso que el jinetero espiritual, lejos de desentenderse –frivolidad mediante- del severo discurso oficial, se haya convertido en su partidario más interesado y obediente. De manera difusa pero constante perciben que su destino comercial, su propia vigencia en el mercado, depende no sólo de la marca que distribuyen sino del prestigio del Estado que la controla. Es por eso que entre gente tan inclinada a priorizar el posicionamiento astuto ante la vida como son los jineteros sea tan fácil entender que cualquier crítica al sistema educativo en la isla, o al de salud, o a la falta de libertad de expresión o de un desarrollo medianamente decente de la economía, la sociedad, la cultura y la política lastima de manera palpable sus posibilidades de vender cajas de tabaco, botellas de ron añejo, o de dar clases de baile o de cualquier otro negocio cuyo florecimiento dependa del valor de los derechos de imagen del país. No es difícil vaticinar, por consiguiente, que el jineterismo será la última línea de defensa de ese producto que le ha dado la vuelta al mundo con el nombre de Revolución Cubana.

viernes, 20 de mayo de 2011

Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin

Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin la gran novela del escritor ruso Vladímir Voinóvich es una de las lecturas más divertidas que haya tenido el gusto de leer en los últimos tiempos. Si Vida y destino de su compatriota Vasili Grossman es por su ambición panorámica y humanista una réplica del siglo XX a la Guerra y la Paz la novela de Voinóvich es la mejor respuesta que he encontrado a las Almas muertas de Gógol. El mismo ámbito pueblerino y miserable en toda la extensión de la palabra, el mismo absurdo rigiendo la vida del protagonista aunque Chonkin es desde cualquier punto de vista mucho más querible que Chíchikov, el oportunista consuetudinario de la novela de Gógol. Pero no es en el deseo de continuar la tradición de la gran novela rusa donde los caminos de Grossman y de Voinóvich se cruzan. Cuando todas las copias menos una del manuscrito de Vida y destino fueron ocupadas por la KGB fue Voinóvich el último eslabón de la cadena –que incluyó al afamado físico y activista por los derechos humanos Andrei Sajarov- que consiguió sacar la novela de Grossman a Occidente y publicarla allí. Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin es un libro que se gana por derecho propio un sitio especial en la BBG (o Biblioteca Básica del Gusano) o de cualquiera que le guste reírse un buen rato sin dejar de pensar. Como botón de muestra este fragmento en el que describe la esencia de los órganos de seguridad soviéticos.
En las lejanas épocas que describe el autor existía, ramificada por doquier, cierta Institución de carácter no tanto militar cuanto belicoso que, a lo largo de un dilatado número de años, había venido combatiendo hasta el acoso a sus propios conciudadanos con éxito permanente. Sus adversarios eran muchos, pero carecían de armas, factores ambos que hacían la victoria de la Institución a un tiempo inevitable e impresionante. La espada vengadora de la Institución pendía en todo momento sobre la cabeza de cada cual, pronta a caer pesadamente cuando fuera necesario o, sin más motivo que el de caer. La Institución había adquirido la fama de verlo todo, oírlo todo y saberlo todo, y de intervenir fulminantemente en cuanto algo dejaba de funcionar de la debida forma. Por esta razón solía decir la gente que si uno se pasaba de listo iba a parar al Lugar Apropiado, y que si hablaba demasiado acababa en el Lugar Apropiado. Semejante estado de cosas se consideraba de todo punto normal aunque, por su parte, piense el autor que no hay motivo para mostrarse listo, si uno realmente lo es. Como tampoco lo hay para que una persona no hable a su gusto, si cuenta con un interlocutor y un tema en que emplearse. […] Quien habla de lo que no debe va a parar al Lugar Apropiado, o sea, a la Institución citada. Posteriormente observaremos que dicha Institución observaba en su funcionamiento el siguiente principio: golpea a los propios y te temerán los ajenos. De los ajenos no pienso ocuparme, pero, en cuanto a los propios, puedo decir que éstos sí temían. Porque en efecto, en cuanto los ajenos daban muestras de agudización de sus contradicciones, de una crisis radical de sus sistemas o de un estado de corrupción generalizada, los propios eran prontamente cazados y llevados a rastras al Lugar Apropiado. Y ocurrió en más de una ocasión que, de puro copiosa la pesca de propios, no había en el Lugar Apropiado sitio para todos ellos.

miércoles, 2 de marzo de 2011

De la dictadura a la democracia: una fábula

Siguiendo el post anterior les dejo el enlace al libro de Sharp "From dictatorship to democracy: A conceptual framework for liberation" (De la dictadura a la democracia: un distema conceptual para la liberación) en español, cortesía de un lector. Como todo evangelio el libro peca de ingenuo ante una realidad como la cubana curtida tras más de medio siglo de ejercicio del poder ante la –supuesta- magia de las verdades iluminadoras. O si no, véase esta fábula china que emplea Sharp para ilustrar su sistema:

En el estado feudal de Chu, un viejo vivía de tener monos a su servicio, las gentes lo llamaban “ju gong”: -el Rey de los Monos.

Todas las mañanas el viejo reunía a todos los monos en su patio y ordenaba al más viejo que condujera a los demás a la montaña a recoger fruta de los árboles.

La regla era que cada mono tenía que darle al viejo la décima parte de lo que recogiera.

Los que no lo hacían eran brutalmente azotados.

Todos los monos sufrían amargamente, pero no se atrevían a protestar.

Un día, un monito les pregunto a los otros:
“-¿Fue el viejo quien sembró los árboles y las matas?”

Los otros le respondieron:
“-No, brotaron solos”.

El monito les dirigió otra pregunta:
“-¿No podemos nosotros coger la fruta
sin permiso del viejo?”

Los otros replicaron:
“-Sí, todos podemos hacerlo”.

El monito siguió:
“-¿Entonces porque tenemos que depender del viejo?
-¿Porque tenemos que servirlo?”

Antes que el monito hubiera terminado su discurso todos los monos de pronto se sintieron iluminados y despertaron.

Esa misma noche, al observar que el viejo se había quedado dormido, los monos rompieron las barreras del vallado donde se hallaban encerrados y destruyeron el recinto por completo.

Nunca más volvieron.

El Rey de los Monos murió de inanición.

Moraleja del filósofo Yu-Li-Zi:
“Algunos hombres en el mundo gobiernan a su pueblo mediante tretas y no por principios rectos.
¿No son estos iguales al Rey de los Monos?
La gente no se ha dado cuenta de su embrutecimiento.
Apenas se les ilumine el conocimiento, las tretas dejarán de funcionar.”

No es que sea difícil entender verdades tan elementales sino que el viejo de la fábula cubana ha conseguido -con éxito- evitar que los monos se pongan de acuerdo. Y una de sus tacticas es hacerle creer que monitos como el del cuento en realidad trabajan ya sea para el tigre imperialista que se los va a comer a todos o -en su defecto- para el mismo viejo.

viernes, 5 de febrero de 2010

El juego más bello del mundo


Al menos para mí es el cuatro esquinas. No es que el que le puso nombre fuera dado a las metáforas (aludían literalmente a las cuatro esquinas de una intersección que servían de bases) pero el que inventó las reglas consiguió una rara perfección. Generalmente los equipos se componen de cuatro jugadores que a la defensa se disponen uno en primera y el resto entre segunda y tercera aunque cuando hay suficientes jugadores (seis por equipo) se puede jugar a dos bandas. La pelota –de preferencia un casquito de tennis- se batea a mano limpia y en su trayectoria óptima debe volar pegada al asfalto. Si pica de aire más allá de la línea entre las bases es automáticamente out y si se captura de aire los outs son tres con lo que la entrada queda liquidada. Una pelota que rebote muy alto y por tanto demore demasiado en llegar para poder ser capturada y sacar al bateador es declarada foul. Pero el genio del juego está en que los corredores en realidad no lo son. Están obligados a caminar so pena de ser out por regla a menos que se trate de regresar a una base previamente alcanzada.

En parte por las reglas del juego -y en no menor medida por la destreza que van alcanzando los jugadores tras ejercitarse en tardes interminables- esa combinación entre la velocidad enloquecida que alcanza la pelota y la parsimonia de los corredores le confiere una coreografía brusca y precisa que sólo se observa en ciertas artes marciales. Si se exceptúan las discusiones frecuentes en torno a dónde picó la bola o si algún jugador camina más rápido de la cuenta el juego transcurre con una elegancia y fluidez que no conocen otras variantes callejeras del béisbol. A eso ayuda también que por las mismas reglas del juego sea menor la posibilidad de que la pelota se pierda.

A pesar de eso no ha tenido –hasta donde sé- un alcance nacional. Es un juego eminentemente urbano y de hecho nunca vi practicarlo fuera de La Habana. Y ni siquiera todos los barrios habaneros se prestan para el cuatro esquinas. Ni las calles del Vedado por ser demasiado anchas y transitadas ni las de la Habana Vieja por estrechas o las de la Víbora o Lawton por empinadas. Su reino es el lado oeste del río Almendares aunque ha conseguido hacerse espacio en toda la ciudad. Ahora compruebo que ya es parte de la literatura nacional en esa épica mataperra que es R.U.Y. de César Reynel Aguilera. Un gran libro. De la novela pienso hablar pronto. Ahí va el fragmento dedicado al cuatro esquinas:

“la bola flotando sobre la mano del primer bateador, el brazo como un resorte que se suelta desde bien atrás, el puño cerrado si busca fuerza, la mano abierta si quiere colocación. La bola recibe el impacto y sale como un cohete, rebota contra el asfalto y se desliza, negro sobre negro, como una piedra plana sobre un mar en calma chicha. Es un juego de super reflejos, bien jugado es una cosa digna de verse, interceptar esa bola que va saltando sobre la calle es algo que no se puede enseñar, atraparla es un acto de magia. Los buenos jugadores se mueven con un sincronismo increíble, un defensor captura la bola y sabe que en la primera base ya tiene que estar uno de los suyos esperando por el lanzamiento, el bateador sale caminando a ver si llega a la primera base antes que la bola que están lanzando”

jueves, 28 de enero de 2010

J. D. Salinger (1919- 2010)

Jerome David Salinger el escritor que ha acompañado la adolescencia de mucha gente en el último medio siglo –la mía incluida- murió ayer en Cornish, New Hampshire a los 91 años. Fue el autor de El guardián en el trigal, Nueve cuentos, Levantad carpinteros las vigas del techo (cito los títulos según las traducciones cubanas) Franny y Zooey y Seymour; una introducción. Ahora parece que lo único que hizo fue esconderse para no dar entrevistas. Prefiero recordarlo por los libros que escribió, sobre todo los primeros y hasta agradecerle el silencio: él habrá tenido sus razones. En agradecimiento a aquella compañía y la complicidad que nos íbamos creando sus lectores (con todo lo farandulera que solía ser, pero ya eso es harina de otro costal) los dejo con una de las historias que componen Nueve cuentos:

JUSTO ANTES DE LA GUERRA CON LOS ESQUIMALES


DURANTE CINCO SÁBADOS seguidos, por las mañanas, Ginnie Maddox había jugado al tenis en las pistas del East Side con Selena Graff, compañera suya en la clase de la señorita Basehaar. Ginnie pensaba francamente que Selena era la más boba de toda la clase—en la que abundaban ostensiblemente las bobas de marca mayor—, pero al mismo tiempo no había nadie como Selena para traer continuamente nuevas cajas de pelotas de tenis. Su padre las fabricaba, o algo por el estilo. (Una noche durante la cena, para ilustración de toda la familia Maddox, Ginnie había evocado la visión de una comida en casa de los Graff; la escena suponía un criado perfecto que servía a todos por la izquierda, aunque en lugar de un vaso de jugo de tomate dejaba una lata de pelotas de tenis.) Pero esta historia de dejar a Selena en su casa con un taxi después del tenis y luego cargar—en cada ocasión—con el pago de todo el importe del viaje, era algo que a Ginnie le estaba alterando los nervios. Después de todo, la idea de coger un taxi en lugar del autobús había sido de la propia Selena. Y ese quinto sábado, mientras el taxi arrancaba dirigiéndose hacia el norte por la avenida York, Ginnie dijo de pronto:
—Oye, Selena...
—¿Qué?—dijo Selena, ocupada en tantear con una mano el suelo del taxi—. ¡No encuentro la funda de mi raqueta!—se lamentó.
Pese a la templada temperatura de ese mes de mayo, las dos chicas llevaban abrigos sobre sus shorts.
—La guardaste en el bolsillo—dijo Ginnie—. Escúchame ahora...
—¡Oh, menos mal! ¡Me has salvado la vida!
—Oye—dijo Ginnie, a quien no le interesaba la gratitud de Selena.
—¿Qué?
Ginnie decidió ir al grano. El taxi se estaba acercando a la casa de Selena.
—No tengo ganas de cargar otra vez con el pago de todo el viaje—dijo—. No soy millonaria, ¿sabes?
Selena puso primero expresión de asombrada, después de ofendida:
—¿Acaso no pago siempre la mitad?—preguntó con ingenuidad.
—No—replicó Ginnie rotundamente—. Pagaste la mitad el primer sábado, a comienzos del mes pasado. Y desde entonces, nunca más. No quiero ser mezquina, pero estoy viviendo con cuatro dólares y medio por semana. Y de ahí tengo que...
—Yo siempre traigo las pelotas de tenis, ¿no es cierto? —preguntó Selena con tono desagradable.
A veces Ginnie sentía ganas de matar a Selena.
—Tu padre las fabrica o algo así—dijo—. No te cuestan nada. Yo no tengo que pagar hasta la más mínima cosa que. . .
—Está bien, está bien—dijo Selena levantando la voz y con un aire de suficiencia como para asegurarse la última palabra.
En forma displicente, se revisó los bolsillos del abrigo.
—Sólo tengo treinta y cinco centavos—dijo, fríamente—. ¿Es bastante?
—No. Lo siento, pero me debes un dólar sesenta y cinco. He llevado la cuenta de cada...
—Tendré que subir y pedírselo a mamá. ¿No puedes esperar hasta el lunes? Podría llevarte el dinero a la clase de gimnasia, si eso te hace más feliz.
La actitud de Selena no invitaba a la clemencia.

[Sigue]

sábado, 16 de enero de 2010

Otro curso

El curso de escritura creativa de narrativa (ficción y no ficción) del otoño del 2009 contó con un grupo pequeño pero diverso. El transcurso del curso permitió que cada uno de los estudiantes fuese plasmando los recodos de su personalidad y su visión del mundo en textos cada vez más sofisticados y sorprendentes que son mi orgullo como profesor. A continuación los dejo con el texto de una de mis estudiantes, la ucranio- americana Irina Kondrashova. El resto pueden verlo aquí.

De izquierda a derecha: Demian Glusberg, un servidor, Irina Kondrashova, Jessica Bezozo y Alfredo Alcántara. Ashley Jones no se encontraba presente en el momento que se tomó la fotografía.


Hilda y yo

Su teléfono celular timbró.
“Sí, sí claro.” Pausa. “Ya te lo expliqué muchas veces que regreso a las cinco, todavía estoy en la estación esperando a mi tren.” Pausa. “Ay, Hilda, yo sé. Me vuelves loco con tus preguntas mujer, en serio. Tengo que irme. Te llamo desde el tren.”
El hombre se acercó a la ventanilla para comprar un boleto para regresar al infierno, es decir, a su casa. Era un hombre de, creo yo, treinta y cinco o cuarenta años. Estaba vestido de un traje de color gris, pero un gris triste como del cielo lloroso del otoño. Recuerdo que el color raro de su traje atrajo mi atención, porque era un día hermoso del verano. Llevaba también un maletín gordo, imagino que estaba lleno de papeles y documentos de trabajo. Sus zapatos parecían llevados, destruidos por el pavimento de las aceras de la ciudad.
Cuándo él se sentó en el cuarto de espera, yo advertí que los calcetines eran de diferentes colores. Todo esto, y la mirada dolorida congelada en sus ojos, me hizo pensar que la vida de este tipo no era fácil.
Viajo mucho para el trabajo y nunca me interesa mirar a otras personas, muchas veces estoy hablando por teléfono o haciendo trabajo. Pero ese día no tenía ganas de hacer nada porque estaba agitado con el montón de trabajo y con mi esposa molesta. Por eso, dirigí mi atención a otra persona en vez de pensar acerca de mis propios problemas.
El hombre se durmió, con su cabeza colgada al lado y la boca ligeramente abierta. Se me escapó una risita cuando de repente su teléfono timbró, él se despertó y empezó a cavar frenéticamente en sus bolsillos buscando el dispositivo.
“Sí? No, todavía no.” Pausa lenta. “Pero...te dijo...mira Hilda...es que...” Pausa. “Sí, tienes razón, pero..” Pausa. “ Sí, te llamo más tarde.” Al final de la conversación el hombre tiró su teléfono en su bolsa y maldijo mientras empacaba sus cosas para ir a la plataforma de su tren. Lo seguí.
Por casualidad, teníamos que abordar el mismo tren. Yo me paré como a diez metros de él, mirando mientras él hablaba enfadado entre sí. Otra vez timbró su celular. Con una locura en sus ojos él lo sacó de su bolsa.
“Qué quieres?” Pausa. “No Hilda, esta vez tú tienes que escucharme a mí. ¡Te voy a decir lo que pienso y no me interrumpas!” No podría escuchar más. La plataforma empezó a estar atestada, y pude ver el tren acercándose. Por un momento yo perdí de vista al hombre y de repente escuché un chillido. “Se tiró enfrente del tren!” Caos.
Algunas horas después, estaba sentado en el tren viajando al infierno. El teléfono celular timbró. “Hola. Quería llamarte antes pero no tuve una oportunidad.” Pausa. “En serio, se tardó el tren porque un hombre se suicidó en la estación.” Pausa. “ Sí, pero ya estoy de viaje.” Pausa. “ Espera, otra cosa, sabes que me diste todos mis calcetines de colores diferentes? Qué chistoso, he estado caminando todo el día con los calcetines diferentes.” Pausa. “ Bueno, Hilda, te voy a ver pronto.”