viernes, 5 de octubre de 2007

Magos habaneros


Esta es una de las cosas más simpáticas que he leído escritas por un español o cualquier extranjero sobre Cuba. La publicó Alfonso Ussía en el ABC el 9 de enero de 2001 con motivo de una protesta de la prensa oficial cubana por una cabalgata de Reyes Magos que organizó la embajada española en La Habana ese año.


Magos habaneros

Por Alfonso Ussía

La Embajada de España en Cuba organizó el pasado viernes su cabalgata de reyes. Tres diplomáticos se disfrazaron de Melchor, Gaspar y Baltasar, recorrieron algunas calles en sus carrozas y lanzaron caramelos a los niños que asistieron al festejo. ¿Hay algo más idiota que una cabalgata? Sí; enfadarse por una cabalgata. Y eso es lo que ha sucedido en las redacciones de la Prensa cubana. Que se han agarrado un berrinche por algo tan tonto y sencillo como una cabalgata de reyes, a la que han calificado de «espectáculo asqueroso». Tampoco es para ponerse así, porque una cabalgata no es otra cosa —en su origen—, que una manifestación cabalgada, que una reunión de muchas personas que se organiza como festejo popular. Así, que los comunistas habaneros son los más eficaces y constantes organizadores de cabalgatas. Las del pobre Eliancito, por ejemplo, el ajetreado y explotado niño balsero.
Melchor, Gaspar y Baltasar tiraron a los niños caramelos. Los periodistas de Castro se preguntan: ¿Con qué derecho humillan a nuestros niños lanzándoles caramelos al pavimento o al fango, según la puntería de los mamarrachos? ¡Hombre, camaradas, compañeros revolucionarios, no se pongan así! Los Magos tomaban en sus manos un montón de caramelos, y los lanzaban a los niños. Algunos alcanzaban su objetivo, y otros caían en el fango —¿por qué hay fango en las calles principales de La Habana?—, y en el pavimento. Entonces, los niños cubanos, sin humillarse ni nada, se agachaban y rescataban los caramelos del suelo. En los desfiles de carnaval se hace lo mismo con serpentinas, y no se ponen así los compañeros camaradas revolucionarios.
Aciertan los compañeros camaradas revolucionarios cuando llaman a Melchor, Gaspar y Baltasar «Magos de pacotilla». En efecto. Aquí la Revolución no yerra. Los Magos que cabalgaron sobre el fango de las calles de La Habana eran de pacotilla, o sea, de mentira, de inferior rango. Si hubiesen sido los de verdad estaríamos ante un milagro de los gordos. Ahí es nada, Melchor, Gaspar y Baltasar en persona perdiendo el tiempo en las calles enfangadas de La Habana. Contra eso no podría ni el compañero Fidel, que por otra parte, de niño creyó en los Reyes Magos, como tantísimos cubanos de su generación. Y ahí está, tan tranquilo y sano, matando de hambre a su país y encarcelando disidentes a su antojo, lo que demuestra que haber creído en los Reyes Magos no es inocencia reservada para los niños melindres y capitalistas, sino también para los que han estudiado las chorradas del Ché.
Al final, pierden definitivamente los papeles. Y todo por una cabalgata, que hay que ser imbécil para enfadarse con una cabalgata. Reprochan a la Embajada de España el llevar a Cuba «tradiciones que vinieron por primera vez junto a la espada y la cruz que mataron al indio Hatue». A título personal, lamento profundamente la muerte del indio Hatue, y ruego a los revolucionarios cubanos que acepten mi más sincera condolencia por el luctuoso hecho. Estuvo muy mal matar al indio Hatue o Hatuey, cacique de Maisi, capturado por las tropas españolas y condenado a morir en la hoguera... en 1511. Aquellos fueron tiempos cruentos y despiadados, también en la vieja Europa, y se terminaba en la hoguera por un quítame allá esas pajas. Además, que para mí, los que prendieron la hoguera que achicharró a Hatue o Hatuey estaban más emparentados con los actuales periodistas cubanos que yo. No obstante, y después de reconocer una vez más que los españoles podrían haberse comportado mejor con Hatuey, considero que es de justicia no mezclar a Melchor, Gaspar y Baltasar con barbaridad tan lejana en el ánimo y en el tiempo.
Señores camaradas revolucionarios: no sean dogmáticos. Una cabalgata de reyes no es más que eso. Un tostón. Pero no un tostón mayor que las cabalgatas impuestas y coactivas por el Malecón con Eliancito de coartada, o las terribles cabalgatas de cubanos agotados, marchitos, desvanecidos y espectrales arrastrando los pies tras oír un discurso de cinco horas del compañero Comandante. Que eso sí que es una cabronada, camaradas revolucionarios.

6 comentarios:

parejanoverbal dijo...

Muy gracioso, en verdad, y me recordo mucho tu estilo. Por ej en pasajes como este:

Contra eso no podría ni el compañero Fidel, que por otra parte, de niño creyó en los Reyes Magos, como tantísimos cubanos de su generación. Y ahí está, tan tranquilo y sano, matando de hambre a su país y encarcelando disidentes a su antojo, lo que demuestra que haber creído en los Reyes Magos no es inocencia reservada para los niños melindres y capitalistas, sino también para los que han estudiado las chorradas del Ché.

Güicho dijo...

Lástima que hayan menos gaitos de éstos.

Anónimo dijo...

Esa situación, la de la cabalgata de los Reyes Magos, la viví yo en vivo y en directo. Por ese tiempo vivía en La Habana. Eso fue increíble pero cierto.
En la TV hasta se hizo una 'Mesa redonda Informativa', una parte dedicada a Pascal Fletcher -no sé si lo escribo correctamente- que era entonces corresponsal de Reuters creo recordar y que lo pusieron de patitas en la calle. Y la segunda, a la 'cabalgata'. Y por si no era suficiente, Daysi Ballmajó, entonces vivía en la isla, presentó un 'informativo especial' dedicado a mostrar el 'abuso' de los tales 'reyes magos' que recordaban ¡es increíble! a los tiempos en que los norteamericanos dizque humillaban a los niños habaneros echando monedas al mar en el Malecón para que saltaran y bucearan hasta encontrarlas! Lo de los caramelos les pareció denigrante. Yo no podía creer lo que oía... toda la infancia de los hijos yendo a la Cabalgata de los Reyes Magos vivera donde viviera y jamás había oído que ése fuera un acto de desprecio a los niñitos!! Y hubo más, mucho más, luego en el interior del Centro Cultural. Pero eso no viene al caso ahora.
Yo en el fondo creo que fue una encerrona a los funcionarios de la Embajada por parte de las autoridades cubanas. Y no me faltan motivos para pensarlo. Era un momento alucinante de la "Batalla de Ideas", de las Mesas Redondas Informativas, Educativas etc. etc. etc. En fin...
Respecto al artículo, déjeme que le diga que no soy lectora habitual del señor Ussía, porque no es de mi gusto, pero debo reconocer que este artículo le quedó 'completico'.

Enrisco dijo...

maite, a mi Ussia tampoco me mata pero me sorprendio lo redondo que le quedo el articulo. Por eso lo incluyo.

Anónimo dijo...

Es verdad. Hizo bien en publicarlo.
Pasado el tiempo, si le digo la verdad, recordar aquellos momentos que entonces nos parecieron delirantes aunque eran tan reales como la vida misma (la vida en la isla es delirante aunque sea real) leyendo de nuevo la reflexión de Ussía, he sonreído. El tiempo y la distancia es lo que tienen. Entonces puedo asegurarle que hubo pocas risas.

Isaeta dijo...

Es que el falso orgullo puede llegar tan lejos como para hacer el ridículo más grande.
Yo he visto con mis ojos a los reyes magos en Galicia hacer exactamente lo mismo que hicieron en La Habana. Tiraban los caramelos: y los niños gallegos del siglo XXI, sin pensar en humillaciones ni otras consideraciones más profundas, se agachaban a recogerlos y a llenarse los bolsillos y los sombreros.
Y Daysi Ballmajó.... ¡ja,ja,ja! aún la recuerdo con su pelo largo, tipo reina del carnaval, acostándose con Silvio Rodríguez y recibiendo el sobrenombre de "Miss Facultad" cuando intentaba convencer a los profesores de la Facultad de Periodismo que ella merecía graduarse.
Luego, claro, como muchos otros se marchó de Cuba, pero antes de poder escapar, tuvo que dejar en el tintero aquella memorable nota acerca de los abusadores esos, "Reyes magos de pacotilla".
Grande tiene que haber sido su sorpresa, supongo, al ver a los niños capitalistas humillándose también por unos caramelos.
Nada, cosas de la Sociedad de Consumo, seguramente.