Un escritor español me invita a su universidad americana. A hablarle a sus estudiantes sobre literatura, sobre mis libros, sobre Cuba, lo que se presente. Un público más bien pequeño pero maravilloso. Atentas -todas son chicas excepto un chico que no parece especialmente interesado- sonrientes, y, a los pocos minutos, inrensamente cómplices. Una ha estado un año en Cuba. Otra piensa ir en el 2026 que viene pero a poco de iniciar la conversación todas usan la palabra “dictadura” como si no hubiera otra para referirse al regimen de mi país.
A instancias de ellos hablo de muchas cosas. De crear en un medio opresivo. Del poder liberador del arte y la cultura. Del hecho de venir de un mundo donde cada adarme de información no oficial había que pelearlo. O de una cultura donde su principal tesoro -la música- fue creada en sus inicios por gente esclavizada, sometida a una opresión terrible, que no se detuvieron para crear porque en ello les iba la vida. De la necesidad de libertad, como aquel libro de Arenas. Todo porque hablábamos de un cuento mío que ya va a cumplir treinta años y que fue el primero que escribí fuera de Cuba para demostrarme, entre otras cosas, que podía seguir creando fuera del cautiverio donde había nacido.
La chica que había estado en Cuba contó su experiencia allá. Se sabía privilegiada, viviendo en un apartamento de lujo en El Vedado pero veía la dictadura en los apagones, las montañas de basura, la falta de transporte, la miseria ubicua, la desesperación por irse. Tuve que aclararle que esa solo era la parte más visible de una dictadura: le hablé de la vigilancia a la que seguramente estuvo sometida, del expediente que debe tener por allá, de la vez que me quisieron captar para espiar a un estudiante que visitaba Cuba, como ella.
La que va el año que viene dice que quiere investigar sobre la censura del Estado en cierto aspecto de la cultura cubana en la que parece una expertísima. Se lamenta de lo pobre que son los estudios sobre la censura en Cuba y le explico la lógica de las investigaciones extranjeras allí: a cambio del acceso a la isla los académicos empiezan por renunciar a la verdad. Tan sencillo como eso. Le recomiendo que al presentar su proyecto a la contraparte cubana ofrezca una version falsa con título falso para poder investigar con libertad.
Otra me pregunta por qué hablo de arqueólogos extraterrestres en mi cuento. Le explico que, acabado de salir de Cuba, no encontraba mejor intermediario que un extraterrestre para asumir lo ininteligible que resultaba la situación de mi país para alguien que no hubiera crecido en él. Lo desesperado que me entendía por hacerme entender.
El chico que se ha mostrado distante dice investigar sobre el tema de las dictaduras pero en Chile. Traté de buscar afinidades, que las hay y muchas pero en el fondo tuvimos que concordar que se trataba de animales distintos.
La que vivió en Cuba me pide permiso para enviarle un cuento que compartí con la clase a un amigo que dejó en la isla.
Al final mi anfitrión se deshace en disculpas. Por una cuestión burocrática no me van a poder pagar el conversatorio. Yo lo consuelo como puedo mientras él se ofrece a invitarme a cenar. El pobre, no tiene idea de lo reconfortante que ha sido esa hora y media de gusaneo. Yo que tanto he hablado de verdad esa tarde no confieso la mía: que por ese placer, más que recibir dinero, estaba dispuesto a pagarlo.
3 comentarios:
Es realmente reconfortante compartir ideas con personas capaces de comprenderlas. Porque, a quien afirmó que "la religión es el opio de los pueblos", se le podría responder que "la teoría comunista es el opio de las masas", especialmente entre la juventud inexperta y ansiosa de lo diferente.
Es casi inverosímil que dieras con este grupo de universitarias receptivas a la realidad cubana, por llamarlo de algún modo. Personas de esa edad y del ambiente en que se mueven, raramente se refieren al régimen cubano como "dictadura". También es casi milagroso que no trajeran el "bloqueo" al coloquio. Me parece que si aparecen en el futuro audiencias con mentes abiertas, como estas chicas, eres capaz de iniciar un circuito de charlas pro bono. Saludos.
Cuando yo sea grande quiero hablar a estudiantes (entre otras personas) como lo hace Enrisco.
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