miércoles, 26 de marzo de 2014

Identidades, número I

Aparece el primer número de la revista Identidades, dedicada a tratar el complejo tema de la raza en Cuba. En ese primer número aparecen artículos, entre otros, de Leonardo Calvo, Manuel Cuesta Morúa, Juan Antonio Madrazo y un servidor. De mi artículo les dejo el último párrafo.

Seamos honestos. Pese a las profundas diferencias sociales y culturales, si una realidad racial tiene algo nuevo que mostrarle a la otra en el último medio siglo es la norteamericana a la cubana. Desde el “black pride” a la “affirmative action”. Alguna razón debe haber para que uno de los autores más frecuentes en las bibliotecas de los disidentes cubanos sea Martin Luther King Jr. y para que sus libros sean usados como pruebas de la acusación en los tribunales cubanos. Contraponer a esto el prestigio que aún conservan las figuras de Fidel Castro y el Che Guevara entre la comunidad negra norteamericana no haría más que confirmar un hecho irrefutable: el que la Revolución Cubana —o el castrismo, como quieran llamarle— no haya dado una sola figura negra política ni intelectual dedicada a defender la igualdad racial. Tan pronto como alguien empieza a cuestionarse “dentro de la Revolución” las desigualdades sociales —como lo ilustran ejemplarmente los casos de Walterio Carbonell y Roberto Zurbano— comienza a ser marginado,  a quedar definitivamente “fuera.” En resumen, no se pueden “traducir” los contextos raciales cubanos y norteamericanos si se excluye el tema elemental de los derechos. Cuando en uno de sus primeros discursos Martin Luther King Jr. anunciaba que “We are here in a general sense because first and foremost we are American citizens, and we are determined to apply our citizenship to the fullness of its meaning”10 [Estamos aquí en sentido general porque primero y ante todo todo somos ciudadanos de los Estados Unidos, y estamos decididos a serlos en su pleno significado], tenía en cuenta que igualar los derechos de los negros a los del resto de la ciudadanía norteamericana era benéfico para la comunidad que representaba. Pese a la desigualdad real entre negros y blancos en Cuba, conseguir la igualdad no alcanzaría para hacer respetar derechos que siguen siendo negados al conjunto de la sociedad. Sin tener en cuenta ese “detalle” básico, cualquier traducción está abocada al fracaso. Tanta insistencia en la traducción parecería adolecer de una perspectiva dependiente y neocolonial pero es apenas reflejo y reacción a una prensa y un régimen que sólo se dan por enterados cuando dichos debates se publican en inglés.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Utilizar a los EUA como modelo o contrajemplo ha traido las peores consecuencias en la historia cubana tanto en su periodo republicano como en el totalitario. No creo ademas que los EUA sea un ejemplo a seguir en politica racial. Es cierto que tienen ahora un presidente negro y leyes que tratan de garantizar la representacion de las minorias raciales pero el 40 por ciento de la poblacion penal es afroamericana. La marginacion que sufre las comunidades y los barrios negros es indescriptible. No creo que eso sea deseable para nadie. Quizas Brazil sea un mejor modelo.

Enrisco dijo...

"algo nuevo que mostrarle" dista mucho de ser "modelo o contraejemplo" como aplicar las ventajas de la quilla no significa copiar el modelo de un barco. y en eso estaria de acuerdo, en que utilizar a los Estados Unidos como modelo o contramodelo ha sido una de las grandes fallas en todos los proyectos cubanos desde el XIX. El articulo completo apunta en ese sentido, a la traduccion, si bien en sentido inverso porque de lo que trata el autor que gloso es de aplicar la experiencia cubana a la americana, algo todavia mas forzado.

Enrisco dijo...

y por cierto, temo que usar el modelo de Brasil -fuera de las afinidades obvias- se deba sobre todo al desconocimiento sobre el tema. dudo que el 40% de la poblacion penal brasileña sea rubia.