miércoles, 24 de septiembre de 2008

Yo también…

Sí, yo también participé en una brigada artística hace más de veinte años. Estudiantes de la facultad de Filosofía e Historia con intención de subir el Turquino y de paso ir regando nuestra cultura a los afortunados campesinos con los que nos tropezáramos. Fue una buena experiencia, o al menos eso pensé de momento. Nos habíamos encontrado con niños que nunca habían visto una obra de teatro o un pincel y creía que algo bueno les habíamos llevado. Sin embargo a medida que repetía la historia de nuestra experiencia sentía que algo ridículo había en el asunto de posar de redentores culturales ante gente que sólo veríamos por un día. Así que meses más tarde decidí tomar venganza de aquél orgullo inicial escribiendo un cuento. “Espíritu sensible” debe cumplir en estos tiempos dos décadas de escrito y todavía no me averguenza demasiado. De hecho en estos días –como pueden ver en mi post anterior- sigue teniendo bastante vigencia. Lamentablemente.

Espíritu sensible
¡Aquella gira que hicimos con la brigada cultural sí que fue histórica, Funes! ¿Te acuerdas de la jodedera en el tren? De verdad que allá se gozó. Pero, ¿tú sabes una cosa? De todo aquello, los recuerdos más impresionantes que tengo son los que tienen que ver con los niños. Porque es que los chamas son del carajo. Siempre te sorprenden. Tienen una mezcla de ingenuidad y lucidez que es algo tremendo. Para ellos no vale la hipocresía ni nada de eso. Te miran directo a los ojos, tranquilos, sin tener nada que ocultar...
¿Por dónde iba?, ¡ah sí! Pues cuando llegamos a la cooperativa... ¿Cómo era que se llamaba? Yo-no-sé-cuanto-aniversario-de-no-sé-qué. Bueno, cuando llegamos los campesinos nos estaban esperando y les hicimos una obra de teatro infantil que teníamos montada. Después vino el despelote aquél con el grupo de danza de la gente de Filosofía. “Metafísica” le pusieron al grupo. Si Parménides los ve los hubiera mandado a fusilar. El caso fue que después del conversatorio sobre poesía y del trovador, les dimos a los niños crayolas, pinceles, acuarelas y plumones para que pintaran.
Imagínate, los chiquitos aquellos que nunca habían cogido un pincel en la mano estaban locos haciendo dibujitos... Pache... ¿tú todavía los tienes? Tráelos mañana para que esta gente los vea. Bueno, entonces el tipo... No, no era eso. ¡Ya! Yo estaba mirando aquello cuando veo una niña (que no sé qué edad tendría por lo flaquita que estaba) calladita, con tremenda tristeza porque no sabía pintar. Eso me llegó al alma. Entonces cogí el plumón rojo mío. Sí, ese que tiene una tinta buenísima que no se cae. Ese mismo. Se lo di y le guié la mano para pintar una flor. Pero qué va. La flor le resultaba demasiado difícil. Entonces probé con un sol. Después de dos o tres intentos logramos hacer uno pero en eso tengo que dejarla sola no recuerdo por qué... ¿y tú sabes lo que pasó cuando regresé?¡La niña había llenado de flores el papel! Nunca me había pasado algo así. Con aquellos soles la niña me hizo sentir realmente útil. No te puedes imaginar lo que eso puede representar para uno. Entonces me di cuenta que esos muchachos lo que necesitan es que alguien se encargue de desarrollar sus habilidades para que ellos puedan encausar su imaginación. ¿No es lindo eso...?
Pero aquello no terminó ahí. La niña se pasó toda la tarde pintando y cuando nos íbamos no quería soltar el plumón. Quise convencerla de que un lápiz era mejor pero ¡qué va! No quería soltar el plumón para nada. Tú sabes que para mí ese plumón es sagrado. Le ofrecí caramelos, le hice mil monerías y nada. La gente esperándome para irnos y aquella chiquita, terca como una mula, seguía pintando solecitos sin hacerme caso. Yo sé que la solución no fue la más correcta, pero tenía que acabar de coger el plumón para irnos. Y en la desesperación vi el machete al lado mío. Aquello fue tremendo. La niña llorando con la manita cortada, los guajiros que me venían para arriba con palos y machetes. Tuvimos que salir de allí como alma que lleva el diablo.
Por suerte pude recuperar el plumón. Desde entonces no se lo presto a nadie para que no haya problemas. ¿Pero sabes una cosa? A veces me pongo a pensar y me preocupa que nadie le haya enseñado a la niña a pintar soles con la mano izquierda. Ya te lo dije: esos muchachos sólo necesitan que alguien se preocupe por ellos, que se encargue de desarrollar sus habilidades para que puedan encauzar su imaginación...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Enrique: Sea como fuere esa fue una experiencia que nos marcó de por vida. la diversión, "lo nuevo", el descubrir la Isla. Nos sentíamos dueños de nuestros destinos, el tren, el ron barato, el whisky de Alejandro del Valle que se acabó antes de llegar a Villa Clara, el charco aquel congelado de la montaña, la obra de la ambulancia, tantas carcajadas ... y como tú dices... los niños ... la inocencia ... cuantos nuevos niños no estarán allí todavía ... sin "brigada cultural". Qué época que nos parió un corazón, aunque la frasecita sea una mierda. El Taimado Du´bouchet, el socio aquel que después fue animador de algo en la TVC, Funes "el pintor" mi hermano aún hoy, Gladys que está hoy en Temas, tú; medio filosófo-humorista, el supuesto fotográfo, se moi, perfecto francés, toda una generación de ilusos, desperdigados por el mundo, por nuestro mundo, la Insula y los continentes ... pero que tiempos. El espía de Ichi.

Enrisco dijo...

no te preocupes. a los ninnos nunca les faltara una brigada cultural que se de una vuelta por ahi. es la especialidad de la isla.