miércoles, 6 de noviembre de 2024

Se veía venir




No es por hacerme el pitoniso retroactivo pero la victoria de Trump se veía venir. O más bien la derrota de los demócratas en toda regla con una candidata empujada al escenario a última hora y a quien no se le ocurrió nada mejor que prometer más de lo mismo. Lo percibí especialmente el sábado anterior cuando un músico de izquierdas ante un público ideológicamente afín convirtió su concierto de música bailable en un llamado a la “resistencia”, como si ya hubieran perdido y tocara pasar a la clandestinidad. En ese momento le dije al amigo que me acompañaba: “van a perder”.

O el lunes cuando mis estudiantes me confesaron que no votarían por Kamala por causa de… Palestina. Como si Trump fuera un simpatizante de Hamas. Les pedí a modo de ejercicio que cada uno de ellos hiciera su programa político en caso de que fueran presidentes (estábamos practicando el subjuntivo). Unidas todas las propuestas el resultado revelaba tal desconexión con la realidad que tuve que decirles: “Bueno, les informo que van a perder. Muy bonitas y altruistas sus propuestas pero deben saber que nunca ganarían el voto de la mayoría de este país con ellas”.
Anoche vi a una comentarista de Univisión diciendo que “Estados Unidos no está preparado para tener una presidenta mujer”. Como si México estuviera mejor preparado para tener una presidenta judía. O sea, que nos esperan cuatro años más de negacionismo demócrata sobre su propia miopía. Y cuando eso pasa lo único que consigue es destrozarse las rodillas de chocar contra los muebles o la realidad, que viene a ser lo mismo.

En cuanto a Trump no me queda otro remedio que sintonizarme en modo religioso. Desear que el Altísimo lo ilumine a la hora de tomar decisiones que queramos o no, nos afectarán a todos. A mí, que no creo ni en el calendario me es más fácil confiar en Dios que en el carácter de un señor convencido de que es lo mejor que le ha ocurrido a la humanidad desde la cuarta glaciación hasta acá y cuyo mayor talento político ha sido conseguir que la gente trabajadora tenga como líder a un multimillonario que todo lo resuelve echándole la culpa a los otros y enfrentando a sus partidarios contra el resto del mundo. Ahora mismo hay un montón de gente celebrando el triunfo de Trump como si fuera la "Primera derrota del comunismo en Norteamérica" y ya la resonancia de esa consigna me pone los pelos de punta.

Y con esto consumo mi turno para opinar sobre política norteamericana por los próximos cuatro años.

martes, 22 de octubre de 2024

Forever Young, o Rimar en casa del trompo: Unas décimas para Alexis Romay

Por César Pérez



Hoy es tendencia mundial

Lo más comentado en X

Me preguntó hasta una ex

Con la que terminé mal.

Lo susurra el platanal

En la finca de Otaola

Fue la portada del Hola!

Junto a una foto del Papa

Buscando a Cuba en el mapa

Para dejarla más sola.


En Facebook esta mañana

No se hablaba de otra cosa

Y el efecto mariposa

Arrastró a niñas y ancianas

Carnívoras y veganas

Con el hashtag @quesesepa

Desde el trópico a la estepa

Mucho loco y algún cuerdo 

Poniendo por fin de acuerdo

A frikis, mikis y repas. 


Está en Fox y en CNN

Lo comenta J.D. Vance

Mi amiga Brenda, que es trans

Le dice que no sea pene

“Miren como se mantiene”

Gritaban en un espasmo

De juvenil entusiasmo

Jueces, fiscal y jurado. 

Aquí hay felino encerrado

Que gritería no es orgasmo.


Al fin se aclaró el secreto

De la edad real de Romay:

Tres cuartos de lo que hay

Dos quintos de estate quieto

Menos su cara de nieto

Más que ya casi es abuelo 

Dividido por el celo

Con que olvidó envejecer

Multiplicado por Cher

Conservado en ron con hielo.


Las malas lenguas murmuran

Que ya anda por los cincuenta

Pero es que no se dan cuenta

Que sigue siendo criatura

Atemporal si madura

Y eterna en su desvarío.

Que no le hace mella el frío

Del almanaque sangrón

Y sigue ahí en su balcón

Mirando pasar el río.


Lo de este hombre con la canas

Más que abandono es desidia

No lo digo por envidia

O si acaso, envidia sana:

Pues La apertura cubana 

La cerró con jaque mate

No hay canción de Chocolate

Que lo supere en sapiencia

Y Salidas de emergencia

Fue un jonrón de cuarto bate. 


"Octosílabo" le llaman 

Porque vuelve cotidiano

El milagro quevediano

Del ingenio que proclama

De Cuba el grotesco drama

Con donaire y con altura:

Versos de seria diablura

Lo cubano y lo divino 

Héroe, cómplice, asesino

Y caviar con raspadura.


Creo que siempre haya el modo

De comentar nuestra historia

Porque acumula memorias 

De verlo y vivirlo todo:

Fue romano y visigodo

Peleó con Atila el Huno

Tocó el primer son montuno

Allá en las lomas de Oriente

Y lo arrastró la corriente

A Belascoaín y Neptuno


Fue tan precoz el muchacho

Que publicó una novela

Sin haber ido a la escuela

Titulada “Los borrachos”.

Fue él quien inventó el gazpacho

Y el papel allá en la China

A Jerjes en Salamina

Le dio hasta en las cicatrices

Y fue él quien amarró a Ulises

Cantando La gasolina.


En cada Constitución 

Que se escribió allá en la islita

Si lees la letra chiquita 

Verás su contribución.

Dijo que no en el Zanjón

Mandó a Fidel pal carajo

Le curó la peste a grajo 

Al Che de un tiro en La Higuera 

Compuso "La gozadera"

Y en Sodoma armó el relajo.


Liga del ibuprofeno

Cuida y ampara a tu hijo

Lávalo en tu regocijo

Que aunque sea ponchón es bueno

Que cada día sea estreno

De un musical infinito

Caetano con "Suavecito"

Que su gracia siempre suba

Que con él los New York Cubans

Tendrán su destino escrito.

sábado, 19 de octubre de 2024

Ultimas noticias de la academia

 

Una amiga presentaba un documental en mi universidad sobre la emigración venezolana. El cruce brutal a través de la selva del Darién y el resto de Centroamérica y México visto con los ojos y los teléfonos de dos muchachas simpáticas y optimistas que recomponen sus vidas como pueden en Nueva York. Al final de la proyección el público hizo comentarios sobre la condición femenina de las muchachas, sobre sus uñas, el uso de los teléfonos celulares, la cámara y la edición. Ninguna mención de lo evidente: la terrible situación de Venezuela que hace del cruce siniestro del Darién algo soportable y el descaro de su dictadura al desconocer la voluntad de su pueblo expresada en las urnas o en la fuga multitudinaria del país. Tampoco, curiosísimo en un público tan desvelado por las cuestiones raciales, se mencionó el detalle que de que las protagonistas del documental fueran negras. Un público que ve política hasta en una receta de cocina se resistía a encontrarla en la tragedia de los migrantes de Venezuela. Lo obvio parece una cuestión de mal gusto en estos predios. Nada que me sorprenda a estas alturas.

Al terminar la presentación entre empanadas y vinos se me acerca un cubano. Dice estar interesado en conocerme desde hace rato. Que incluso un amigo común le sugirió escribir sobre mis libros para su tesis de maestría.

-Pero cuando le fui a presentar la propuesta a mi profesora me dijo que prefería que escribiera sobre un autor más conocido…

-Padura -lo interrumpí.

Por supuesto que la profesora le encomendó que escribiera sobre Padura. Sucede que a la academia no siempre le molestan las obviedades: en ocasiones no puede prescindir de ellas. Y mi interlocutor terminó escribiendo su tesis sobre el padre literario de Mario Conde que, al parecer, no le entusiasma demasiado.

Rumbo al baño yo seguía descojonado de la risa.

miércoles, 16 de octubre de 2024

Discurso conmemorativo por el (?) aniversario del natalicio de Alexis Romay.



La ocasión que nos convoca aquí es excepcional en muchos sentidos. Por una parte, se trata de homenajear al más perfecto de los ejemplares humanos que nos haya sido dado a conocer. Pero digo humano y ya siento que me quedo corto. Es que hablamos nada menos que del insuperable Alexis Romay, el Leonardo Da Vinci de Cayo Hueso, el Supermán de Belascoaín y Neptuno y no diré que es el mejor escritor cubano vivo porque seguramente Orlando Luis Pardo Lazo que no se dejará arrebatar el título por mucho que este no sea su cumpleaños.
Como decía, en ese revoltijo de perfecciones que es el hijo de Vicky Romay se reúnen el escritor incomparable (excepto con Orlando), el poeta prodigioso, el traductor único, el insuperable educador de nuevas generaciones de gringos hispanohablantes y anticastristas, el músico irrepetible, el campeón de ajedrez supersónico, el nadador incansable, el jonronero que haría avergonzarse a Barry Bonds y sus esteroides, el pitcher imbateable al menos para los dos primeros rivales que se enfrenta, el repentista sin arrepentimientos y el que, si no fuera por Inma, sería el soltero más apetecido por jóvenes, viejas y algún que otro anciano.
Hablo del más entrañable y entusiasta de los amigos, de quien compite con Don Quijote en ser escudo de los desamparados, protector de doncellas y refugio de las viudas, además de ser conductor de los descarriados que no tenemos carro (o si lo tenemos no nos atrevemos a sacarlo del parqueo). Hablo del abrazador de los pitchers que soportan sus jonrones y de los que lo ponchan como así abraza a los que poncha o le batean jonrones. Hablo del infatigable cazador de octosílabos, de quien nada millas en mar abierto mientras imagina el argumento de sus próximas novelas, del profesor adorado que pasa la lista a ritmo de bossa nova, del bailador excelso, del que recita la Divina Comedia en toscano antiguo y a Borges en esperanto, del que rectifica a Cervantes en español, a Shakespeare en inglés y a Chico Buarque en portugués, del que entretiene a los niños con juegos matemáticos que estos no saben si resolverlos o denunciar a Alexis a la policía como acosador intelectual.
Hablo de ese ser que maneja un carro con una caja de cambios para entretener la mente y no se le vaya a ocurrir otra novela mientras maneja. De quien batea jonrones con ambas manos y los batearía a tres si las tuviera, aunque de sobrarle alguna mano la usaría para filmarse bateando un jonrón, una de las poquísimas hazañas que no ha conseguido hasta ahora (junto a la de escribir una décima que no contenga las palabras “patria” y “vida”). Porque la infinita modestia de Alexis Romay no le impide reconocer lo admirable que es ser él mismo, y lo cruel que sería privar al resto de la humanidad del espectáculo de su gloria. Y en esa admiración lo acompañamos todos nosotros en la medida que es posible porque no dejamos de reconocer que el tener el privilegio de contar con un superhéroe que no cabe en este estado, ni en este país, ni en este planeta, alguien que pasea su grandeza en medio de la vulgaridad de nuestras fiestas y juegos de pelota, a veces puede ser un tanto agotador.


Por otra parte, no se trata solo de celebrar la grandeza de Alexis sino también de reconocer nuestra envidia de no ser como él. Si todo lo anterior no fuera de por sí abrumador tendremos que admitir que, por muchos cumpleaños que le celebremos al hijo de Vicky Romay, este ha heredado de su bella progenitora el don de no envejecer. El Leonardo de Cayo Hueso tiene ahora tantas arrugas como las tenía cuando nació, solo que con más pelo. Tal pareciera que mientras el planeta da una vuelta completa alrededor del sol para el resto de la humanidad, en el caso de Alexis la Tierra se dedica a trotar en el lugar. Pero al Supermán de Belascoaín no le basta con no dar pistas de su edad biológica sino que encima nos oculta la cronológica. No conforme con no envejecer físicamente pretende librarse de las cadenas del tiempo. Y como nadie sabe la edad del Jilguero de New Jersey todos especulan. Mientras Alexis se regocija cuando alguien calcula que tiene veinticinco años otros envidiosos comentan que en realidad tiene el doble o hasta el triple. Alguno hasta ha llegado a especular que Alexis es medio hermano de Cecilia Valdés -fruto de las relaciones extramaritales de Don Cándido Gamboa con Vicky Romay- y que le vendió el alma al diablo -o a Shangó- para seguir eternamente joven por los siglos de los siglos, amén. De ser cierto nuestro homenajeado de hoy estaría cumpliendo más de doscientos años lo cual explicaría cómo es que ha podido acumular tantos conocimientos y habilidades.
Es por todo eso que en nombre de todos conmino a Alexis Romay a salir de su clóset cronológico así como Ricky Martin salió del suyo. Alexis: no te resistas. Considera las ventajas que te traería revelar un secreto tan bien guardado: salvarías el honor de Vicky ante los que la acusan de asociarse carnalmente a un traficante y explotador de esclavos como Don Cándido Gamboa. Y hasta salvarías el honor de Inma, a quien ya no la podrían acusar de corruptora de menores. Piensa en las caras de asombro de tus interlocutores al contrastar tu edad biológica con la cronológica. ¿Qué son los diez quinquenios o la raíz cuadrada de 2500 años comparados con los más de dos siglos que otros te achacan? Piensa en Ricky Martin y en los 14 años que lleva viviendo felizmente fuera de su closet. ¿Qué destino te puede esperar una vez que reconozcas que tienes ochenta años? ¿El asilo de ancianos? Pues allí te iremos a visitar alegremente cada domingo. Porque para querer a alguien como tú, querido hermano, nos sobran tus infinitas virtudes y nos bastan tu energía pura y sana y tu amor por tus amigos, por la patria y por la vida.
¡Díaz Canel!: singao

martes, 1 de octubre de 2024

Inventos




En clase hablábamos de los grandes inventos en la historia de la humanidad: el fuego, la rueda, la imprenta, el internet, cosas así. Entró Elon Musk en la conversación y el rechazo fue casi unánime. Casi por una estudiante se atrevió a decir que le era indiferente mientras el resto de sus compañeros declaraban su odio entusiasta por el billonario sudafricano. Les pregunté entonces por inventos que al principio parecían gran cosa y después habían resultado todo lo contrario. Mi mente andaba por la dinamita o el teflón pero un estudiante -el más audaz, de esos que tratan de subirte la parada pero terminan mejorando la clase- me suelta: “¡El fascismo!”.
-¡Por supuesto! -le respondí agradecido. Me había dado la oportunidad perfecta para añadir- ¡Y el comunismo!

Al estudiante y a mí no nos costó ponernos de acuerdo en que el comunismo -o “socialismo”, que es su actual nombre comercial- nunca ha funcionado pero la gente siempre decide que la próxima vez sí va a salir bien. Rusia, China, Kampuchea, Cuba, Venezuela, les recordé. El resto de la clase permaneció callado. Por lo visto y oído Elon Musk es mucho mejor tema de conversación.
Luego recordé la caricatura de arriba.

sábado, 28 de septiembre de 2024

Niños náufragos


 

El otro día un amigo decidió emboscar a su novia para ofrecerle matrimonio. La emboscada tendría lugar en la cocina de mi casa con el pretexto de una una comida repentina a la que los debía invitar. La sorpresa que tenía preparada mi amigo no funcionó tal como había pensado y tuvo que aparecer mi mujer a "descubrir" la cajita con los anillos que la novia debió haber encontrado entre las copas de vino. Mi amigo, arrastrado por el ejemplo de las películas y de Tik Tok, arrodilló su corpachón enorme frente a la novia y ahí fue que apareció la duda: no le quedaba claro en qué dedo colocarle el anillo a su -ahora- prometida.
Yo, que me casé de emergencia en un registro civil días antes de irme de Cuba y pertenezco a la generación que se apareó inceremoniosamente sin el ritual de los anillos apenas atiné a decirle que creía que de novios los anillos se usaban en la mano izquierda y, ya casados, en la derecha. Por suerte en ese momento apareció una señora mayor, de las de antes -en mi casa siempre aparece alguna señora mayor dispuesta a compartir su sabiduría- para confirmar mis sospechas, para darle a mis sospechas la firmeza de la tradición.
Cuento esto como una de las tantas instancias en que se revela nuestra condición de náufragos. Ni siquiera de náufragos adultos sino niños náufragos como lo eran los de aquella famosa película “La isla azul” donde a cada paso enfrentaban las circunstancias más elementales como si fuera la primera vez. Sin siquiera la presencia de una señora mayor para recordarnos cuáles eran los dictados de la tradición que una vez violentaron nuestros padres -y acaso también aquella señora- para luego quedarse con las manos vacías e hijos que no recuerdan ni las rutinas de la costumbre ni el sentido profundo de rebelarse contra ellas.

domingo, 1 de septiembre de 2024

Reinaldo García Ramos o la salvación por la memoria


Cuando titulé mi artículo "Reinaldo García Ramos o la salvación por la memoria" sobre el libro Una amiga en París no sabía que su autor estaba muriéndose. La salvación a la que me refería en el artículo no era cuestión literal ni medianamente metafórica sino la salvación abstracta que nos proporciona la escritura haciéndonos distintos a nuestras circunstancias en lugar de sus víctimas. Ya le había hecho saber a través de nuestra amiga en Miami y editora común de Ediciones Furtivas, Karime Bourzac, lo mucho que me había gustado Una amiga en París pero sin avisarle que planeaba escribir una reseña. Quería darle la sorpresa a Reinaldo pero la sorpresa me la dio él a mí. Para cuando apareció el artículo ya Reinaldo se encontraba hundido en un coma del que solo salió para morir.

No puedo decir que fuera especialmente cercano a García Ramos ni que lo conociera más allá de las intimidades que se permiten los escritores con sus lectores. Sí hablamos bastante cuando vivía en Nueva Jersey y nos encontrábamos en la guagua camino a Nueva York. Hablábamos sobre todo de Mariel, revista de la que fue editor y que, para mí, hasta hacía poco era más mito que realidad palpable de papel, tinta y polvo. Porque Reinaldo no se había limitado a darle aliento a la revista mientras esta existió sino que se empeñó en conservarla en formato digital. Hablábamos tanto de los pormenores de su redacción, los cambios de sede (que no era otra que el apartamento de quien se hiciera cargo de la edición correspondiente) y de la batalla que libraba para defender el archivo digital de la revista de los ciberataques del mismo régimen que en Cuba se dedicara a hacerles la vida literalmente imposible a los futuros creadores de Mariel. El mismo régimen que ideara el éxodo epónimo para sacarse de arriba una crisis que empezaba a escapar a su control ahora se dedicaba a intentar destruir el archivo creado por los fugitivos.

A Reinaldo no había que convencerlo de la importancia preservar la memoria colectiva o personal. Aunque fuera por pura reacción al empeño que ponían sus antiguos perseguidores en borrarla. Años después nos reencontramos en Miami Beach a donde íbamos a vacacionar que es otra forma de llamarle al maratón de encuentros con amigos entre sol, playa y cervezas. Venía a ver a mi suegra, Teresita Valladares, quien trabajó por largos años en ese refugio de los parias de la cultura que fue durante tanto tiempo la Biblioteca Nacional. En esas ocasiones todo era más familiar. Ni literatura ni Mariel. Sencillamente dejarse llevar por el vaivén del verano enfático de Miami Beach.

Pasaron los años sin vernos. Solo mensajes ocasionales con el pretexto de algún proyecto o presentación. Hasta que con la publicación de Una amiga en París me llegó el pretexto perfecto de asomarme a su vida anterior a la que le conocía, de admirar la discreta y trágica firmeza con que se resistió a aquello que otros aplaudían aunque lo repudiaran en secreto, su renuncia al remedio fácil y perverso de engañarse a sí mismo. Admirar la persistencia y convicción con que finalmente Reinaldo publicó las cartas de medio siglo atrás. Publiqué el artículo, llamé a Karime para hacérselo llegar y entonces me enteré que Reinaldo, ese que se me había hecho tan presentes en las cartas recién publicadas estaba yéndose sin remedio. Como consuelo Karime me dijo que le habían leído mi reseña cuando ya estaba en coma. La manera que había encontrado de darle las gracias por esa existencia ejemplar por tranquila pero firme le llegó tarde. Tampoco es que le hiciera mucha falta, pienso. Gente como Reinaldo García Ramos no necesita de esas confirmaciones para vivir como viven. Somos nosotros, más débiles en el más profundo de los sentidos, a los que siempre nos queda algo por decir, algo por escuchar.

Reinaldo García Ramos o la salvación por la memoria

Los pueblos ya vienen de por sí olvidadizos. Por eso cuando un estado totalitario acomete su habitual borrado de la memoria colectiva no hace más que acentuar un proceso natural, si es que hay algo natural en lo que respecta a los pueblos y su memoria. Son por lo general esos seres melancólicos llamados intelectuales —cuando no cosas peores— los que se empeñan en dejar por escrito el testimonio de un pasado que no le importa a casi nadie hasta que es demasiado tarde y no queda más remedio que convertirlo en mito.

En cuestiones de memoria los cubanos hemos ido mejorando nuestra suerte. Desde que Aldo Baroni —en un libro que muchos citan el título pero que pocos parecen haber leído— definiera la isla como “Cuba, país de poca memoria” en 1944 se ha avanzado bastante en la restitución del pasado. Sobre todo, a través de la palabra escrita como en buena parte de la obra de Guillermo Cabrera Infante, uno de los primeros en darse cuenta luego del “Affaire PM” de que ese presente que se deshacía en las manos para convertirse instantáneamente en pasado merecía ser retenido a través de la literatura.

Los soviéticos resumieron muy bien la arbitraria administración de la memoria por un régimen comunista con la frase: “nadie sabe el pasado que le espera”. Bastante sabían ellos de eventos desvanecidos en las cronologías, personajes que desaparecían de fotos icónicas o de la misma memoria colectivizada en diccionarios o relatos oficiales después que el pelotón de fusilamiento, el Gulag —cuando no el exilio en el caso de los afortunados— hubiera dispuesto de la materia inservible para la historia oficial. No es casual que sea la generación de Mariel —la primera en constituirse como grupo de resistencia literaria y cultural contra el asedio totalitario— la que con más conciencia se empeñó en dejar constancia casi notarial del pasado escamoteado a todos. No solo pienso en Reinaldo Arenas y su famosa autobiografía Antes que anochezca. También está José Abreu Felippe y su pentalogía “El olvido y la calma”, un quinteto de novelas que abarca desde la infancia del protagonista en la década de los cincuenta hasta entrados los ochenta cubanos. O su hermano Juan que con sus memorias Debajo de la mesa y la suerte de diario que tituló A la sombra del mar donde reconstruye su vida desde su infancia hasta los durísimos años setenta, esos en que de ocuparle aquellos escritos en el fondo de una gaveta podía haberle acarreado unos cuantos años de cárcel. (Lo anterior me hace recordar otro chiste soviético. Aquel en que en una conversación de condenados en el Gulag le preguntan a un recién llegado cuál es su condena. “Diez años” responde este. “Y ¿por qué estas preso?”. “Por nada” vuelve a responder. “Mientes”, le dicen “porque por no hacer nada solo te meten cinco años”. Igualmente, en los años en que Juan Abreu escribe las páginas que luego irán a parar a A la sombra del mar no hacer nada era un delito que la famosa Ley contra la Vagancia castigaba con el envío a un campo de trabajo conocido entonces con el bucólico nombre de “granja”. Por escribir te tocaba un poco más).

Ahora Ediciones Furtivas nos trae una reconstrucción arqueológica de hace más de medio siglo con el libro Una amiga en París (Cartas 1968-1972) de Reinaldo García Ramos. García Ramos es una figura clave de la generación de Mariel, recordado tanto por sus poemarios como por su participación en la revista que recogiera el nombre del éxodo que el castrismo había convertido en carne de infamia. Lo natural es que las páginas de Una amiga en París se hubieran perdido entre otras tantas que los cubanos nos hemos exprimido dentro y fuera de la isla con la misma vocación de náufragos. Porque lo que recoge García Ramos en Una amiga en París es una selección de 33 de las más de doscientas cartas que este le escribiera a la poeta Ana María Simo miembro de la generación agrupada alrededor de Ediciones El Puente, la editorial fundada por el también poeta José Mario y una de las tantas víctimas del ansia castrista de control absoluto. Simo es la amiga en París a que se refiere el título y a quien García Ramos le escribía para coordinar las gestiones para sacarlo de Cuba, la isla donde la homofobia de Estado y la persecución ideológica la habían vuelto inhabitable para el autor de las cartas.

Las cartas de Una amiga en París van desde abril de 1968 hasta septiembre de 1972. Son años de triste recordación que incluyen la mencionada Ofensiva Revolucionaria; el escándalo que fueron objeto los libros Fuera del juego de Heberto padilla y Los siete contra Tebas de Antón Arrufat tras recibir los Premios UNEAC de 1968; la devastadora Zafra de los Diez Millones; la detención del propio Padilla por la Seguridad del Estado; el feroz Congreso de Educación y Cultura de 1971 y el subsiguiente proceso de “parametración” con que expulsaron del mundo de la cultura a todo el que no les pareciera lo suficientemente adecuado política, sexual o estéticamente. A todos estos sucesos se refiere García Ramos en medio de sus tribulaciones burocráticas ya sea para gestionar su salida como para encontrar algún oasis en el desértico mundo laboral cubano, árido sobre todo para aquellos de quienes se sospechaba poca simpatía por el régimen o “desviaciones” ideológicas o sexuales que por aquellos años venían a ser más o menos lo mismo.

Gracias a la sensibilidad y a la acuciosa disciplina con que García Ramos reporta desde las incidencias del Salón de Mayo en La Habana hasta un artero ataque de ladillas nos vamos haciendo una idea íntima y tremendamente compleja de aquellos años. García Ramos no es lánguido burgués de Memorias del subdesarrollo y cuyo distante reporte se interrumpe en la Crisis de los Misiles de 1962. El protagonista de Memorias al menos vivía de las rentas y sus amoríos eran vistos con cierta comprensión por los mismos encargados de vigilarlo. El reportaje de García Ramos viene de años tan terribles como los de Memorias pero todavía más oscuros, menos iluminados por el recuerdo colectivo. Encima, en su doble condición de “gusano” y homosexual, García Ramos era doblemente marginado, vigilado y sus aventuras sexuales debían ser tan clandestinas como sus lecturas. Uno puede entender lo importante que fueron para el autor estas cartas donde podía expresarse con una libertad y una lucidez imposibles en su vida cotidiana. Lo mismo da cuenta de las últimas medidas tomadas por el gobierno para apretar las clavijas económicas o políticas que de su propio embrutecimiento y alienación y del “espectáculo de mi propia depauperación individual”.      

Se puede pensar que cualquiera con dos dedos de frente y con ojos y oídos para percibir lo que ocurría a su alrededor podría haber escrito una crónica honesta de aquellos años. Pero sucede que no. Donde los Carpentier, los Vitier o los Eliseo Diego sobornados por las imposiciones de la Historia o incluso los Lezama o los Piñera, atenazados por el miedo, no se atrevieron a confesar en sus cartas más íntimas lo que sentían y pensaban, la coherencia intelectual y la integridad ética de un García Ramos (auxiliado por cierto candor juvenil) fue capaz de dar cuenta honesta de tiempos en que tantos aplaudían a los verdugos de su libertad. Aún consciente del peligro de hablar por lo claro (“No puedo manifestar ni un segundo, con nadie, mis preferencias políticas o sexuales, por ejemplo. Me liquidarían sin contemplaciones”) el autor de las cartas no incurre en el pecado mayor de mentirse a sí mismo y rechaza el régimen en el que sobrevive no por sus fallas circunstanciales sino por su propia esencia: la de “encasillar en patrones abstractos los deseos y necesidades de millones de criaturas vivas y darles (o pretender darles) a todos ellos por igual, la misma supuesta satisfacción”. 

La estrecha vigilancia ética a la que García Ramos somete al régimen que lo constriñe se redobla cuando juzga sus propias tácticas de supervivencia. Reconoce que por mucho que se refugie en su ironía y sus lecturas

cuando llega la hora de celebrar chistes y comentarios mediocres, cuando es preciso perder tiempo y hacer concesiones (porque hacer lo contrario, rebelarse, carece absolutamente de sentido), todas esas lecturas se van a la mierda. y un diálogo genial de una obra de Camus no penetra sino nominalmente en nuestra sensibilidad y sólo tenemos escasamente unos segundos para darnos cuenta, con un estremecimiento de sorpresa y de confirmación a la vez, que estamos siendo tragados por ese personaje que nos hemos visto obligados a inventar, y que nuestros actos ya no se corresponden ni en lo más mínimo con nuestro ser más íntimo ni con nuestras aspiraciones ni con nuestra inteligencia.

Hundido en los intestinos del castrismo García Ramos no renuncia a entender el régimen más allá de sí mismo. Sobre todo en relación con el mundo occidental que todavía veía el comunismo con simpatía. Pero no por ello acepta el relativismo “de que la existencia es prácticamente insoportable en cualquier parte” para hacer de su vida en Cuba algo más aceptable. En los mismos días en que Michel Foucault se declara admirador de Mao Zedong en el París al que García Ramos sueña escapar, el cubano acepta con orgullo su condición de desertor de la Gran Marcha de la Humanidad hacia el Porvenir. Al escribir estas cartas se resiste a que su experiencia sea reducida a lo que aparezca en “los sesudos ensayos de periodistas ladinos y experimentados, ni en los discursos, ni en las estadísticas, ni en los libros de historia académica, vida que sólo se puede captar por la expresión desgarrada del que la sufre”. El corresponsal se resiste a ser mero objeto de la descripción de los que peregrinan al paraíso revolucionario. Como Padilla en su famoso poemario García Ramos se sale del juego en el que solo tienen derecho a ser escuchados los devotos de la religión del progresismo. “Quizás, sí, me he convertido sin remedio en un reaccionario ajado y sin gran dosis de vitalidad: no me importa. No es de los libros ni de las creencias políticas en boga de donde tengo que sacar una verdad; es de mí mismo, de lo que con mi torpe existencia pueda llegar a descifrar”.  

En todo caso, a pesar de contar con todas las disculpas posibles Una amiga en París evita caer en el patetismo. El humor que recorre estas cartas se lo impide. Un humor entendido no como el impulso de tirar a broma incluso lo más terrible sino el esfuerzo por distanciarse de su propio sufrimiento para poder apreciar mejor el profundo sinsentido que lo produce. Al fin y al cabo la tragedia siempre termina dignificando sus causas. En cambio, todo el acoso y la marginación por los que pasa García Ramos no le impiden apreciar la ridiculez y el absurdo del régimen que lo oprime. Comprende, por ejemplo, que de aceptar los principios sobre los que erige el “hombre nuevo” guevariano él mismo quedaría despojado de todo rastro de dignidad.

Digámoslo: sobrevivimos sólo para que sobre nuestros huesos pasen las sonrosadas piernecitas de estos gozadores del futuro. Ellos son la pureza. Ellos son la garantía de una salvación. Nosotros no; nosotros somos un rebaño de seres monstruosos y deformes, viles y cínicos, que apenas logramos por momentos convencernos de nuestra inservible condición histórica. Por eso estamos (sí, desde luego, dichosa y divinamente) preparados para desaparecer. [...] Somos criaturas, repito, convencidas de su próxima, necesaria e inexorable desaparición.

En el episodio más humillante que recogen estas cartas, el del interrogatorio por el que debe pasar su autor sobre sus preferencias sexuales conducido por militares que supuestamente evalúan su incorporación al Servicio Militar Obligatorio, termina convertido en una falsa teatral titulada El golpetazo del oprobio. En dicha farsa, mientras que el autor se reserva el papel de “El Incomprendido”, le asigna a sus interrogadores personajes nombrados “Primera Señora” y “Segunda Señora”. No obstante, las hilarantes escenas que describe no le ahorran al lector lo vejatorio de una situación que incluye parlamentos (tomados del natural) dignos del orwelliano interrogador de 1984:

Aquí tenemos nosotros toda la información, pero queremos que seas tú mismo el que nos hables del asunto y ver hasta qué punto podemos confiar en ti. Nosotros no queremos destruirlos a ustedes [los homosexuales, se sobreentiende], sino ayudarlos. Cuando tú termines de hablar, nosotros te vamos a dar un consejo. Nosotros no hacemos nada con pasar este expediente tuyo al departamento de lacras sociales…

Hay que agradecer la escritura, rescate y publicación de estas cartas de cuya importancia el autor estaba consciente incluso a medida que las redactaba. En algún momento, García Ramos al revisar correspondencia acumulada reconoce quedar impresionado por su volumen: “¿es así como se escriben esos enormes libros que leemos? ¿Esas novelas alemanas interminables? […] ¿Te imaginas que en esas trecientas cuartillas puede haber por lo menos cien de un interés más permanente?”. La edición de estos cinco años de confesiones epistolares, interrumpidas por el traslado de la destinataria a Estados Unidos, suma 161 páginas que nos traen, junto con noticias fresquísimas del pasado, una pequeña epopeya de la dignidad humana. La de un escritor que, abandonada toda esperanza de expresarse públicamente, no renuncia al deber fundamental de todo ser humano de ser honesto consigo mismo, cualesquiera que sean las circunstancias. Y pocas circunstancias pueden ser más asfixiantes que las de un ser inteligente, honesto, independiente y sensible en medio de una sociedad que ha optado por la necedad y la obediencia.

Interrumpida la correspondencia en 1972 a García Ramos todavía le faltarían ocho años para poder escapar de Cuba a través del éxodo de Mariel. Uno puede lamentar la pérdida de lo que el autor pudo haberle contado a su confidente en aquellos años pero también vale preguntarnos si estamos dispuestos a padecer tanta verdad.