Esto podría leerse como una alegoria compasiva de Quientusabes y sus reflexiones: Un viejo al que ya nadie le hace caso y que lo único que busca es comprensión.
"En el barrio donde vive, los vecinos lamentan que Nicolás no se haya reservado para la ancianidad una buena tajada de su antiguo buen carácter. ¿Lo dirán porque ahora, con sus 83 almanaques a cuestas, es un vejete cascarrabias que rezonga entre dientes y mira de soslayo? Algunos murmuran que es su propia familia —con sus regaños habituales y sus prohibiciones absurdas— quien lo ha puesto así de hosco«¡Mira lo que hiciste por ser tan descuidado, chico!», lo reprenden por una simpleza los hijos, las hijas, los yernos, las nueras... ¡los nietos! Cuando las amonestaciones se tornan insoportables, Nicolás masculla bajito un improperio y se va por ahí a rumiar su melancolía.
Su mente es un avispero de dudas y de confusiones. «Para ellos soy un trasto inservible», dice para sí, mientras camina calle abajo." [sigue]
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