Hoy creo que termina la feria del libro. Allí podrán encontrar desde esto hasta una curiosa antología de cuentos cubanos sobre béisbol titulado Escribas en el estadio. Curiosa para mí en particular porque además de relatos de Leonardo Padura, Eduardo del Llano, Arturo Arango, Amir Valle, Yoss, Alberto Guerra Naranjo entre otros hay un texto mío, “Posépica”. Conociendo la acendrada tradición nacional de publicar textos de exiliados sólo en caso de que estos cumplan con la condición básica de estar difuntos procedí a tomarme el pulso y puedo dar fe de que aún sigo con vida. Algo habrá tenido que ver en mi inclusión cualquiera de las razones que Manuel Sosa da para la publicación de un libro suyo en aquellos predios sin que medie tampoco en su caso un certificado de defunción. “Posépica” es un viejo cuento mío publicado por primera vez en el tomito “Pérdida y recuperación de la inocencia” (Pinos Nuevos, 1994) el cual les ofrezco acá. Nuevos aires corren en Cuba al menos en lo que se refiere a la reconciliación nacional entre la cultura y el béisbol, avisando nuevos cambios en otros campos… de béisbol.
POSÉPICA
Pero a pesar de todo las masas están en movimiento y no hay nada que las detenga.
Federico Engels, 11 de enero de 1890.
Nadie negará que el espíritu que animaba nuestro empeño de construir un mundo nuevo se ha esfumado. Se deteriora la unánime virtud alcanzada tras tanto esfuerzo y no existe voluntad capaz de restaurarla. A nostalgias se reducen los tiempos en que, regidos por el idealismo y el desinterés, veíamos hasta en la aceptación de una propina un acto inmoral. El quebranto de nuestra ética se distingue, incluso, en los menores detalles de la vida cotidiana, como si cada gesto llevara consigo el germen de su disolución. En este estadio, por ejemplo, se puede ver en el desgano de los jugadores una escenificación de la ausencia nacional de deseos. Se nota sobre todo en el equipo anfitrión, con el que simpatizo. Juega éste con un desánimo increíble para una segunda entrada, por mucho que los contrarios hayan marcado ocho carreras al comenzar el partido.
-Apuesto cinco pesos a que da un jonrón- dice uno a mi lado con evidente afán de lucro.
Analizo la situación. Aunque ese jonrón represente dos carreras a mi equipo, no significará un cambio considerable en la situación del partido. Por otra parte, quien batea en este momento atraviesa una mala racha.
-Acepto -respondo mientras observo cómo la actual obsesión monetaria se apresta a dar fin a mi antiguo desinterés.
Por su parte, el jugador, sumido de lleno en la actual crisis de valores, se poncha. Mientras me guardo los cinco pesos en el bolsillo, me quema el alma comprender que mis ganancias se asocian a la desgracia de mi equipo. El de al lado insiste:
-Apuesto diez a que éste sí la bota.
Me avergüenza su optimismo aunque no se me oculta que en él hierve el deseo de recuperar sus pérdidas. Consciente de dar un paso definitivo hacia mi degeneración total, acepto la nueva apuesta. Aunque vuelvo a ganar, mi vecino de gradas insiste en la próxima oportunidad ofensiva de nuestro equipo en la que, a costa del decadente juego de éste, vuelvo a ganar. Sin embargo, no debo acusarme de avaricia si se tiene en cuenta que nuestra moneda ha perdido mucho de su antiguo valor.
Ahora, a la altura de la quinta entrada, a pesar del ensanche de la ventaja adversa, mis ganancias consiguen animarme un poco. Buscando mayor comodidad, he encaramado mis pies sobre el espaldar de la luneta delantera, con lo que de paso proclamo mi renuncia al respeto que me inspiraban la propiedad social y las buenas costumbres. Mi vecino, en cambio, encubre su despecho por las pérdidas, exagerando su descontento con la actuación de nuestro equipo. Como ya no tiene dinero para las apuestas exhibe sus intenciones de discutir. Me pregunta:
-¿Estás contento, eh? ¿Tú no le irás a los otros?
Tranquilo respondo:
-No te imaginas el dolor que me ocasiona todo esto. Pero no por eso dejo de ser realista ni de analizar las cosas tal y como son. Por tu bien te aconsejo que reserves tu optimismo para mejores momentos.
Él, en cambio, vocifera :
-Pues sabrás que este juego se ganará por razones que emanan de mi más viril intimidad (Reconozco que la frase original era más ruda pero ya no le atribuyo al realismo estricto las virtudes que antes le concedía). Alguien que veía el juego frente a nosotros se vuelve y le dice con desenfado a mi vecino:
-¿No me digas? ¿Con el juego doce a cero, a qué tú aspiras?
Esto da inicio a una discusión bastante fuerte. El rival de mi vecino se declara fanático del equipo contrario. Para su desgracia es el único dentro de una compacta agrupación de seguidores del equipo local, quienes se desentienden del juego para enfrentársele. Por el manoteo cada vez más cercano a los rostros contendientes, es de prever la inminencia del choque físico.
Ya comienza. Me parece lógico que cuando una sociedad queda huérfana de objetivos supremos se abran paso las bajas pasiones de las que este chovinismo estúpido es sólo una muestra. Así vemos cómo, por la fuerza de las circunstancias, la estupidez se impone al ideal de fraternidad humana. Todos a mi alrededor le han propinado algún golpe al contradictor. Ahora yace en el piso, justo frente a mí. Para no hacerme sospechoso de simpatizar con los contrarios, le doy unas patadas, que es lo primero que se me ocurre debido a la posición en que está. Luego, recordando mis pasadas apuestas, insisto. Llega la policía con la premura que no demuestra cuando se la necesita de verdad. Me esposan. Como en los momentos actuales descreo profundamente en toda posibilidad de justicia, no intento defenderme. Ni siquiera menciono el hecho de que no he sido el único en pegarle a ese ciudadano y de que, por tanto, todos los que lo hicieron deben acompañarme, pues ya hace rato que dejé de creer en la igualdad. Los policías me conducen sin muchos miramientos. Es sabido que éstos, por alguna perversa razón, se reclutan en la región de origen del equipo contrario. Yo me dejo llevar mansamente. Lo único que puede tomarse como acto defensivo es el ofrecimiento de mis ganancias en las apuestas a cambio de mi libertad. Uno de ellos me rechaza con energía. De todas formas lo entiendo. Nada tiene que ver en esto la integridad moral, improcedente a estas alturas, sino una sana desconfianza hacia nuestra moneda nacional. Es lógico, y además, no me interesa porque, ¿puede afectarme acaso la prisión cuando se tiene la certeza de que la libertad es sólo una quimera?
9 comentarios:
Es lo que se llama una galleta sin manos, tu no crees?
wue tal la coleccion de Pionero? en buen estado? tengo comprador.
que tal la coleccion de Pionero? en buen estado? tengo comprador.
lo que es tener un buen par de socios por allá :-))). (bien por el terry y el franky). felicitaciones. abrazo.
colección de Pionero? Asere, apretaste.
y a propósito de eso en Cuba también publicarn a Kozer y lo vi unas semanas después leyendo en el CCE de BsAs y me acordé de "Espérame en el cielo" una peli de Mercero donde había un doble de Franco.
que feas las portadas en Cuba, cn tantos artistas plásticos geniales, nadie ha podido superar el diseño gráfico de los 60.
bueno ¿qué se dice Felicidades o lo siento?
Electra, por fuerte que te parezca el que hizo el primer comentario tiene una coleccion de Pionero que atesora desde su infancia. es de los que ve sintomas de apertura en la publicacion de un viejo cuento ya publicado en Cuba en 1994 en una antologia armada por uno de mis mejores amigos como un sintoma de apertura. cierto que hace dos decadas incluso esas circunstancias eran insuficientes. a eso le llama galleta sin manos: la publicacion de ese cuento en Cuba desmentiria la censura y hasta la existencia de una dictadura. mucho para un triste cuento. sobre lo de Kozer, el hace unos anos explico muy bien el asunto en una carta a proposito de la feria de Guadalajara. a ver si la encuentro y la posteo.
Fíjate en el detalle: a Amir Valle lo botaron de la isla y lo acusaron de ser un artista menor -es una coincidencia muy afortunada que todos los artistas disidentes terminan recibiendo este calificativo- Creo que también se lo aplicaron a Ramón Fernández Larrea.
Enhorabuena. Después de medio siglo de divorcio, tal vez todos los cubanos con talento puedan ser publicados o escuchados sin que se pregunte antes de qué lado del "señor" se sientan.
Todo va a cambiar. Es una epoca nueva en una patria nueva. Digo, para los patriotas como vos.
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