La prensa oficial cubana tiene el mismo repertorio de un pitcher muy malo y previsible: cada tres rectas una curva floja que apenas rompe. Con las rectas llaman a estar alerta contra el enemigo y a cumplir con nuevas tareas. Con la curva ensayan amagos de autocríticas o reformas. Pero insisten en parte porque no saben hacer otra cosa pero también porque siempre hay alguien que se deja engañar. La última curva han sido sendos artículos en Juventud Rebelde y en Granma con pretensión autocrítica. En el primero hablan de una censura que achacan a ciertos ministerios sin especificar cuáles. En el segundo hablan de la chapucería que parece consustancial al socialismo.
Y ahí van los medios tras esa curvita que apenas se mueve, como si la pelota estuviese dando un sorprendente giro en el aire. Como si no fuera lo mismo de tantas veces: fingir que se denuncian elementos esenciales del sistema cuando no se hace otra cosa que justificarlos, disimularlos mediante su atribución a puntos intermedios de la cadena de mando. Es la expresión de la última línea de defensa del castrismo cuando no queda otro remedio que reconocer la existencia de ciertos horrores: “es que [alguno de los Castros] no sabe lo que está pasando”.
Esa es la técnica tantas veces probada. Convertir la censura o la incapacidad productiva de política de Estado en política de ciertos ministerios o en pecado de algún funcionario próximamente prescindible. Como si su razón de ser no fuera aquél “Contra la Revolución nada”. Como si leyes creadas para proteger a los ciudadanos fueran incumplidas a espaldas de la Máxima Dirigencia. Como si Pánfilo hubiera sido sometido a alguna sanción administrativa por el Ministro de la Industria Alimenticia y no a la ley que ha regido al país por medio siglo: la del miedo y la arbitrariedad. Vaya manera de no aprender con lo que se repite una y otra vez.
Y ahí van los medios tras esa curvita que apenas se mueve, como si la pelota estuviese dando un sorprendente giro en el aire. Como si no fuera lo mismo de tantas veces: fingir que se denuncian elementos esenciales del sistema cuando no se hace otra cosa que justificarlos, disimularlos mediante su atribución a puntos intermedios de la cadena de mando. Es la expresión de la última línea de defensa del castrismo cuando no queda otro remedio que reconocer la existencia de ciertos horrores: “es que [alguno de los Castros] no sabe lo que está pasando”.
Esa es la técnica tantas veces probada. Convertir la censura o la incapacidad productiva de política de Estado en política de ciertos ministerios o en pecado de algún funcionario próximamente prescindible. Como si su razón de ser no fuera aquél “Contra la Revolución nada”. Como si leyes creadas para proteger a los ciudadanos fueran incumplidas a espaldas de la Máxima Dirigencia. Como si Pánfilo hubiera sido sometido a alguna sanción administrativa por el Ministro de la Industria Alimenticia y no a la ley que ha regido al país por medio siglo: la del miedo y la arbitrariedad. Vaya manera de no aprender con lo que se repite una y otra vez.
1 comentario:
Hay muchas versiones de esto, desde aquel proceso de rectificacion de errores ("de los otros") como fue bautizado, hasta las ultimas asambleas para dilucidar problemas del pais (aquellas reuniones fomentadas por el "2" cuando el "1" le paso el batón).
El mismo informe de Raul en la asamblea de las unanimidades hace poco, hacia alardes de critica, nunca de autocritica.
Nada, que como decia hace unos dias Ferrer, durante todos estos 50 años los que han gobernado parecen ser esos de los ministerios y los elementos que han puesto trabas al proceso.
Es un mecanismo que se da ciclicamente, cada cierto tiempo hay que descomprimir un poco la opinion de la gente acerca del ferreo control establecido, y echarle la culpa al totí.
Calculo que ellos alla arriba pensaran que habra quien compre o como dices tu: Se vaya con la mala.
Peyo el afrocan.
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