jueves, 14 de mayo de 2009

Canal educativo

Como este blog ha estado publicando últimamente post sobre el tema de la educación considero oportuno incluir esta viñeta de Yoani sobre el viejo tema de la inspección.
A una escuela del Cerro llegaron varios visitantes extranjeros para hacer unas donaciones de libretas y lápices. Dos días antes, la maestra sentó a los niños más aplicados en la primera fila y les pidió —a los padres— plantas ornamentales. La directora aclaró en el matutino que mientras los distinguidos huéspedes estuvieran junto a ellos, no se podía correr en el receso ni permitirían la venta de caramelos cerca de la entrada principal.
Aquel miércoles en que la delegación arribó a la instalación educativa, dieron pollo en el almuerzo y los televisores de las aulas no mostraron la acostumbrada novela mexicana, sino las tele-clases. La maestra de quinto grado evitó ponerse la lycra roja que tanto le gusta y se encasquetó una calurosa chaqueta de ir a bodas y funerales. Hasta la joven auxiliar pedagógica estaba diferente, pues no exigió que los niños le dieran —como cada día— un fragmento de la merienda que traían desde sus casas.
La visita parecía marchar bien: el material escolar ya había sido entregado y los modernos autos parqueados afuera se llevarían pronto al sonriente grupo de forasteros. Pero ocurrió algo inesperado: uno de los convidados rompió el protocolo previsto y se dirigió al baño. Las costuras de la apresurada “cirugía estética” que le habían aplicado al centro escolar eran evidentes en aquel insalubre espacio de unos pocos metros cuadrados. Los meses que llevaban sin auxiliar de limpieza, las pilas clausuradas y la ausencia de puertas entre un servicio y otro podían echar abajo la farsa de normalidad que tanto ensayaron.
El espontáneo huésped salió del baño con la cara enrojecida y se dirigió sin hablar hacia la salida. Después de mirar tras la tramoya, comprendió que en lugar de papel o lápices de colores, la próxima vez regalaría desinfectantes, frazadas de piso y pagaría los servicios de un plomero.
Yoani Sánchez

Y eso me hace recordar que en la Eton cubana, pese a que tenía instalaciones impensables en cualquier otra escuela en la isla, al menos en mi tiempo (1982- 1985) estas sólo se utilizaban en caso de visitas de extranjeros e inspecciones, como en los cuentos de Pepito. Los laboratorios de idioma, el tabloncillo o la piscina permanecían inútiles la mayor parte del año hasta que aparecía la famosa delegación. Si se trataba de demostrar lo bien que funcionaba el tabloncillo con estudiantes dentro repartían ropa deportiva a todo el que estuviera disponible en el momento de la llegada de la delegación y los metían con pelotas nuevecitas en una cancha apenas hoyada por el pie humano. Luego se retiraba la ropa deportiva a sus usufructuarios y se cerraba el tabloncillo hasta la proxima visita. De hecho un incidente así motivó una de mis primeras discusiones “políticas” con un profesor. Es que era una edad en que tanta falsedad resulta especialmente decepcionante. Y todo no sería más que una vieja estampa del pasado si no fuera porque en lo que toca a las instituciones estatales en Cuba no parece haber transcurrido el tiempo.

2 comentarios:

Napo dijo...

Ya de entrada la página de la Lenin me parece de pésimo gusto...¿a quién se le ocurre poner una foto de Randy en portada? Qué feo es, por dios!! Debía trabajar en la radio, pero entonces nadie lo escucharía porque el tipo no habla, solo asiente con la cabeza cuando está delante de un jefe....como los perritos "Randy" que usan en los autos en Cuba.

Anónimo dijo...

Este comentario me hizo recordar al Hospital de Moron. Recien construido tenia un lobby que en aquellos tiempos en Cuba era mas que de lujo pero los pacientes no podian sentarse en el para que no se echara a perder.